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lunes, abril 22, 2013

Tigrecaribe



Escrito por Marlon Vargas A.

Basado en el relato ofrecido por el Sr. Francisco López quien asegura haber escuchado a su padre, Don José Félix López Bendaña (q.e.p.d) contar ésta y otras historias transmitidas por su progenitor, Don Florencio López Cienfuegos. 

La tradición oral nicaragüense y, por consiguiente, la chontaleña raya entre lo inverosímil y lo insólito. Muchas de las leyendas de nuestra región giran en torno a seres misteriosos que yerran por veredas y cañadas como “almas en pena” procurando encontrar algún trasnochado transeúnte para jugarle las peores y más inauditas travesuras

Cuando nuestros campos son cubiertos sin contemplaciones por las tinieblas de la noche, muchos entes inician sus correrías convertidos en cadejos, micos, chanchas o coyotes. Fernando Buitrago Morales agrupa estas rarezas mitológicas en la “fauna intangible” de Nicaragua (1964).  La conversión de personas a animales es conocida como licantropía y es definida como la  “superstición de que hay hombres y mujeres que se transforman en animales”.  El escritor nicaragüense Francisco Pérez Estrada en su obra Ensayos Nicaragüenses (1990) hace referencia a este fenómeno cuyo estudio debe entenderse desde un enfoque antropológico y social.

En ese extraño mundo hace su presentación el tigrecaribe, un félido que tiene como hábitat las espesas selvas de los imponentes Musún, el Saslaya y sus áreas circundantes.

Basado en las narraciones del boaqueño Buitrago Morales, el tigrecaribe es “una mezcla demoníaca de espíritu y bestia” convertido en un “vehículo animado” donde el gigante Suquia dispone el alma de alguna persona que le ha servido para hacerlo transitar nuevamente por el mundo de los vivos donde busca venganza para sus enemigos.  

En Chontales poco o nada se sabe de este “gato caribuno”. Pero su presencia asoma en relatos casi perdidos en el trajinar de los siglos y olvidados por la partida de sus relatores. 

                                                         
En las espesas montañas del Amerrique de antaño, habitaba una tribu indígena jefeada por el indio Casildo. Muchos sabían de su existencia y sus dotes para predecir acontecimientos que afectarían a sus súbditos.

Cada mayo, antes de las primeras lluvias de los copiosos inviernos de antes, el indio Casildo reunía a su pueblo y los conducía hasta la poza El Capulín, ubicada muy cerca del nacimiento de la quebrada de Carca, justo cuando su cauce da cabida a las frías aguas de la quebrada de Manigua, ambas del municipio de Juigalpa.

Todos los participantes llevaban grandes tinajas que rebosaban de embriagantes bebidas previa y esmeradamente preparadas para la ocasión. Al llegar al lugar indicado, todos se ubicaban alrededor de la profunda poza atentos a una ceremonia desarrollada por el jefe indio. Éste ofrecía un ritual lleno de oraciones e invocaciones  que nadie entendía. Transcurrido unos instantes en los que solamente se escuchaba el correr de las aguas y los sonidos provenientes de las vecinas montañas, emergía de las aguas un espíritu que se dirigía a Casildo para orientarlo sobre las vicisitudes del clima en los días venideros. Las premoniciones dadas servirían para programar las actividades agrícolas de la aldea indígena.  

Concluida la ceremonia, los asistentes se volcaban en una celebración que terminaba hasta agotarse el contenido de las grandes vasijas cargadas con mucho afán por esos inhóspitos entornos.

De forma puntual y devota, esta ceremonia era realizada todos los años, pero la vejez llega a la par del indetenible transitar del tiempo. El indio Casildo fue envejeciendo y al sentir próxima su muerte pidió ser llevado hasta la poza El Capulín. Su orden fue cumplida. Ya en el lugar, dispuso ser dejado en una cueva cercana y mandó a todos a regresar a la aldea. Pero este mandato no fue cumplido a cabalidad.

Algunos hombres se escondieron entre la espesa vegetación, decididos a observar el proceder de su jefe. El asombro se apoderó de ellos. Casildo hacía movimientos bruscos  al final de los cuales estaba convertido en un fiero tigre, el tigrecaribe. Luego salió de la cueva y corrió con gran ímpetu hasta perderse en aquellas espesuras.     

Dicen que ahora deambula por las crestas montañosas de Amerrique en busca de algún animal al cual pueda extraerle la sangre necesaria para alimentar su espíritu. Muchas han sido las reses muertas que aparecen sin lengua. Los campesinos aseveran que sirvieron de alimento a este personaje de ribetes misteriosos.   

Juigalpa, Chontales. Feb. 2013. 

Tomado del sitio en sitio en Facebook:  Museo Comunitario Juigalpan
Fotografía:  Kem Vargas, paisaje de cerros y bosque (La Libertad)

jueves, febrero 16, 2012

Nuestra Señora del Rosario de Estelí

En 1928 la ciudad sufrió el ataque de los indios Matagalpa y la imagen de la virgen fue codiciada por ellos. Según las anécdotas narradas en crónicas de ese tiempo, los indígenas intentaron sacar la imagen de la ermita. Cuando la quisieron pasar por la puerta principal, la imagen creció demasiado que no pudo ser sacada y por mucho tiempo la denominaron como la Virgen bruja, por el hecho de no poderla robar.

Nuestra Señora del Rosario cargada por devotos en las calles de Estelí.

Durante la guerra de la insurrección, la catedral se llenaba de personas que elevaban súplicas a la Santísima Virgen para que protegiera a los combatientes. En un momento quisieron abrir el camarín de la virgen para ponerle exvotos, pero no pudieron. Cuando los combatientes volvieron de la guerra, testimoniaban haber visto a la Virgen que les regalaba agua a los caídos en combate. Al abrir el camarín, descubrieron que el vestido de la imagen estaba sucio y ahumado. Desde entonces, todos los 7 de octubre, la virgen es sacada en procesión como agradecimiento por la protección durante la guerra.

Fragmento y foto tomados de Wikipedia.

viernes, febrero 03, 2012

Los ahogados de los bajaderos de la Laguna de Masaya

    Yo que soy chichero por familia, por tradición, porque me gusta, le cuento. Allá usté si cree. Ahogados lo que se dice ahogados, hay muchos aquí en Masaya. Pero de los que vengo a contarles es de esos que se van a la laguna y mas nunca salen, mas nunca se ven. Esos son los ahogados del bajadero de la laguna de Masaya.

    Dicen que ellos, desde hace añales, están encantados en el fondo de la laguna. Una vez, después de las fiestas de San Jerónimo, unos chicheros de Masaya fueron a la laguna a descansar, a echarse unos traguitos de misto y a darse una bañadita.


    Entre recuerdos, chiles y jodedera la noche les cayo sin darse cuenta. De pronto, oyeron un chapaleteo de agua a la orilla de la playita. Cual fue el susto cuando empezaron a ver salir del agua un molote de hombres en son de fiesta.

    Poco a poco los reconocieron. El más viejo de los chicheros dice: Ve, si ese es fulano que se ahogó hace como veinte años. Los chicheros quedaron tiesos de miedo, como con los pies de plomo. De pronto uno de los aparecidos dice: Venimos a contratarlos un rato para una fiesta allá abajo, en el fondo de la laguna. Nadie tuvo el valor de decir que no. Bueno, dijeron los ahogados difuntos, sin miedo que nada les va a pasar.

    Los chicheros tocaron toda la noche pieza tras pieza. De lo más felices estaban los difuntos y hasta los chicheros se divirtieron. Cuando amaneció, los chicheros guardaron sus instrumentos y uno de los difuntos dijo: vengan, les vamos a pagar.


    Entonces les dio a cada uno un guacalito con arena que ahí mismo recogió. Los chicheros se arrecharon y dijeron que eso no era pago pero los ahogados les aseguraron que sí. En el camino de regreso, fueron botando los guacales. Solo uno de ellos lo guardo, de recuerdo.


    Llego a su casa contando de fiestas, de los peces del fondo de la laguna y de los ahogados difuntos. La mujer pensó que él andaba bolo y loco, pero se le fue a la chingada grande el sueño cuando le dio vuelta al guacalito con arena y sobre la mesa cayó un montoncito de oro.


    Y esta es la leyenda de los ahogados difuntos.

Los Ahogados de los bajaderos y otros cuentos pueden ser leídos en la Revista Enlace

miércoles, febrero 01, 2012

Los embolsados




        A los embolsados también les dicen protegidos de la Luna. Son personas que nacieron sin romper fuente, con todo y bolsa como los caballitos, pués. Por esa razón, tienen un poder especial. En Yale, cuando los frijolares se llenan de babosas, los campesinos invitan a un embolsado para que, desnudo, una noche de luna llena, camine alrededor de la plantación.

    En ese caminar, por el poder suyo y de la luna, va embolsando las babosas. Yo vi como el embolsado caminaba y las babosas se juntaban en el centro del frijolar. Los campesinos las quemaron y el hombre, callado, fue a acostarse. 


Fragamento tomado de la Revista Enlace - Leyendas de montaña 
Foto cortesía de José Rafael Burgos C./Moralimpia.net


jueves, enero 26, 2012

La chancha bruja de Villanueva

    La leyenda de este personaje cuenta de mujeres con manía de transformarse en este animal, las que amparadas por la oscuridad de la noche, en lugares apartados y que consideran seguros, recitan conjuros, rezan oraciones diabólicas y realizan un ritual que consiste en darse tres vueltas para atrás y otras tres para adelante, esto según la creencia popular, para echar el alma por la boca, le queda depositada en un guacal o pana siempre le acompaña para estas conversiones. Al concluir con este ritual, las mujeres quedan convertidas en chanchas de gran tamaño, agresivas, fuertes y frecuentemente de color negro.

    Según la versión de aquellos indígenas crédulos y de gran imaginación, estos seres increíbles han sido vistas llenos de lodo podrido, caminando al trote por las calles y emitiendo gruñidos característicos.



    Cuentan los que han logrado ver enfrentamientos entre estos animales y sus víctimas, que cuando una chancha bruja se acerca a la persona que quiere dañar, ya sea hombre o mujer, aligera su trote emitiendo fuertes gruñidos y luego la embiste con furia. La víctima al verse atacada por este gran animal se llena de terror y trata de correr, entonces la chancha sin darle tiempo de escapar, le da trompadas y mordidas en sus piernas hasta derribarla, y en el suelo procede a golpearla hasta hacerla perder el conocimiento. 

    Al amanecer del día siguiente la víctima despierta toda golpeada, algunos aseguran que han amanecido sin el dinero o los reales que portaban al momento de ser agredidos por la chancha bruja, al igual que la chancha bruja, se cuenta también que existen monas, ceguas, gallinas con pollos, etc., según ella lo desee al momento de la conversión.

    Cuenta el señor Mariano Paniagua, que un sábado por la noche, manejaba su taxi por las calles de Villanueva, una comarca localizada cerca de la frontera con Honduras, en esa ocasión le solicitaron que hiciera un viaje a la frontera del “Guasaule”, casi llegando a su destino tuvo la ocasión de ver una gran chancha negra que llevaba un grupo de chanchitos en medio de un lodazal, le extraño que la anímala fuera tan agresiva con los peatones, que a esa hora de la noche caminaban rumbo a sus hogares, no sabe si fue porque estaba cuidando a sus hijos o por ser uno de los animales convertidos, de todas maneras el apartó su taxi y la dejo pasar con sus animalitos, luego vio que desapareció en el monte y no la volvió a ver más; sin embargo, le llamo la atención que parecía que la chancha trotaba en el aire, eran como las diez de la noche de un fin de semana caluroso y no le dio mayor importancia.

Tomado de Radio Tapita Nicaragüense por Gracias de Dios en Facebook.
Foto cortesía de José Rafael Burgos C./Moralimpia.net

jueves, enero 05, 2012

La Mica Bruja de la montaña

Acérquese un poco, Don Pascual, acérquese, así le voy contando y mientras tanto usted va sintiendo cómo se le quita el frío. Le digo: Que yo recuerde, que yo haya oído, de lo que usted me pregunta mucha gente habla.

Mire, dicen que ella era una mujer que se había hecho rica de la noche a la mañana. Y eso siempre levanta habladurías. Así es la vida, pués. Un vecino de ella, una noche vió que un ganado se iba para la casa de la mujer.


A la noche siguiente, un poco antes de medianoche el hombre, entre intrigado y curioso, se acercó a la casa de la vecina y óigame bien qué fue lo que vió: La mujer estaba rezando el Padre Nuestro al revés. Dió tres vueltas hacia atrás y dijo: Abajo carne. Abajo carne Abajo carne


¡Y Toda su carne se cayó al suelo!. ¡Quedó sólo su esqueleto! y de repente, ¡se transformó en mona! Después, salió a hacer su correrías, a robar a sus vecinos, pués. Cuando regresó con lo robado, se fue al mismo lugar, rezó el Padre Nuestro al derecho, dió tres mazancuepas y dijo. Arriba carne Arriba carne Arriba carne y de nuevo se convirtió en mujer, como si nada. 




En medio de todo su espanto, el vecino se dio cuenta de que había descubierto a la Mica Bruja. Él le puso mente al asunto Hasta que un buen día fue a hablar con una bruja blanca, buena, pués. Ella le dijo que para castigar a la Mica Bruja, tenía que echar sal sobre su carne, cuando su vecina se volviera mona.


El vecino dejó pasar un tiempo, pero una noche de esas, después de haberse echado cuatro tragos entre pecho y espalda para coger valor, llegó hasta la casa de la mujer y esperó a que ella se fuera convirtiendo en Mica Bruja. La oyó decir, como la otra noche: Abajo carne. Abajo carne Abajo carne


El hombre vió cómo la mujer se convertía en mona y salía corriendo a robar segura de que nadie la miraba. El siguió los consejos de la bruja blanca, apenas la mica bruja se fue, le echó la sal a la carne y se escondió para esperar. La mona mica regresó y terminó su brujería con Arriba carne Arriba carne Arriba carne pero la carne salada se quedó en el piso y la mujer se quedó Mica Bruja para siempre y salió huyendo a refugiarse en el monte.


A veces, de noche, en el campo, usted la puede escuchar cómo silba de desesperación por no poder regresar

a su antiguo cuerpo de mujer. Así son las cosas, don Pascual, así son.

Cuentos de la montaña y otras leyendas pueden ser leídas en la Revista Enlace.
Foto cortesía de José Rafael Burgos C./Moralimpia.net

miércoles, enero 04, 2012

Los misterios del Musún

    "Entre los guardaparques del Musún, podrá encontrarse con Miguel del Socorro Jarquín Artola, un espigado joven de tez morena y complexión delgada, quien cuenta fantásticas anécdotas surgidas de la Reserva Natural, donde nació y creció como un nato depredador de la fauna, hasta que se convirtió en uno de sus más asiduos protectores. 

    (...) Una vez, en ese cerro, andábamos con mi papá, uno de mis hermanos y dos tíos, y llevábamos un montón de perros. Íbamos a cazar zahínos, cusucos, guardatinajas o lo que encontráramos. Era de tarde, en un invierno, dice Socorro. 

    Como es característico durante el invierno, la densa neblina cubría las montañas. Socorro y su padre del mismo nombre, junto a su hermano Francisco y sus tíos Ubencio Martínez y Facundo Guzmán, continuaban buscando animales para cazarlos. 



    El joven guardaparques añade: Seguíamos en el cerro y de pronto: ‘pá, miramos que se despejó el lugar. Se levantó la nube y quedó despejado. Entonces vimos unas trochas (caminos) recién hechas, unas casas, gallinas, y eso nos preocupó porque sabíamos que eso no existía. Buscamos cómo salir, pero comenzamos a dar vueltas por el mismo lugar y nunca salíamos. Estábamos perdidos en el mismo lugar. 

    Según el relato de Socorro, fue entonces que su tío Ubencio les increpó:
Esto es algo que uno de nosotros lleva, porque si no ya hubiéramos salido.  Yo llevo unos huevos de gallina de monte que recogí en el camino, respondió Francisco, el hermano de Socorro.

    Entonces botálos porque si no nos vamos a quedar perdidos, advirtió don Ubencio.  Y Socorro continúa con su anécdota:  Cuando mi hermano botó los huevos, ya entonces logramos encontrar nuestras propias huellas y pudimos salir del lugar. Después fuimos a comprobar lo que habíamos visto y no pudimos volver a ver nada. Supimos que lo que habíamos visto no existía y que fue por los benditos huevos de gallina de monte que mi hermano se llevaba. Era como un lugar encantado para que nadie se llevara nada."


Desentrañando las bellezas del Cerro Musún  (Fragmento)
Escrito por Luis Eduardo Martínez M
2 DE MAYO DEL 2004 / La Prensa Mosaico
Foto cortesía de José Rafael Burgos C./Moralimpia.net



martes, octubre 11, 2011

El gritón

    Bueno, y es que a mi abuelo le salió de todo, él era perseguido por El Cadejo, a él le salió El Mosmo, a él la Chancha Encaitada, La Mona, El Gritón, a éste así lo llamaban porque antes así se comunicaban los campistas, con gritos, para saber quién andaba “poraí”, ese señor que quedó sin cabeza era un hombre que andaba buscando unas vacas que se le habían perdido, hay andaba montado en su caballo gritando: ¡Hay va hom! se metió a la espesura de la selva en el cerro El Chonco y con mala suerte que el caballo se asustó por los rugidos del tigre que andaba cerca y sale a todo galope el animal y pasa por unos bejucos que estaban colgados y le pasa arrancando la cabeza al pobre hombre y el caballo se desnuca, así andaba sin cabeza y todavía montado en su caballo.

    Mi abuelo lo escuchaba de vez en cuando, hasta que un día se topó con él. Esa noche lo escuchaba bien cerca ¡Hay va hom! gritando, y rápido se puso su chaqueta de dril al revés y sacó su cordón bendito y lo puso de frente con la mano estirada en dirección de los gritos y El Gritón pasó de largo, solo la sombra miró pero aun así pudo observar que el hombre no llevaba la cabeza.



Sí, es que antes todo era monte, montaña espesa y muchos campistos desaparecieron sin dejar rastros, ese cerro El Chonco era selva casi impenetrable, de todo animal había, abundaban los venados, las guardas tinajas, los cusucos, todo eso, la gente tenía bastante para comer, no padecían de hambre, hasta frutas por todos lados había, ahí estaban los árboles llenos de frutas, si estaban cerca de una casa, solo pedía permiso y cortabas hicacos, mangos, mandarinas, fruta de pan, aguacates y otra más. A los animales los cazaban con perros y algunos que tenían escopetas. Pero el garrobo no se comía, se miraban los grandes garrobones, iguanas verdes grandotas, ¡Ah! Pero se tenía uno que cuidar de los animales feroces como los tigres y leones que ahí vivían. Con el deslave de 1960 eso quedó todo pelado, poco a poco se fue recuperando, pero ya no como antes por la misma gente que comenzaron a despalar para cultivar. Pero antes del deslave ese cerro estaba resguardado por los duendes.

Tomado de Cuentos y Mitos de Nicaragua: los cuentos de mi abuela en Facebook.
Mauricio Valdez Rivas.

Foto cortesía de José Rafael Burgos C./Moralimpia.net


martes, octubre 04, 2011

La mujer vestida de blanco de Carazo


Escrito por Alberto Cano Esteban

    Supuestos espantos como "La Cegua" y "La Carreta Nagua", mantienen atemorizados a los pobladores del sector próximo a Las Marías, incluido el reparto Luis Vanegas, en el municipio de Santa Teresa, mientras hay personas que aseguran que también han visto el "espanto" de una mujer vestida de blanco que se pasea por toda la carretera hasta llegar a la entrada de Santa Teresa.

    Jorge Araya Ramos, habitante de Las Marías, y uno de nuestros entrevistados en torno a las presuntas apariciones, sostiene que a él mismo le salió en dos oportunidades la "Carreta Nagua", "y no estoy mintiendo, esto no es "Cuento de Lencho Catarrán" explicó el campesino.

    Dijo que en dos oportunidades ha estado frente a frente con el "espanto", pero que no le ha demostrado miedo, más bien lo amenazó con un machete "y así me he dado valor, aunque la primera vez que lo vi fui a parar a la casa de mi mamá con una gran calentura", expresó Araya.

    Araya, dijo que ni licor toma, porque pueden pensar que andaba borracho, o algo que se parezca, "pero no, yo la vi", se adelantó a responder el entrevistado.

    Dijo que la visión del "espanto" ha sido en circunstancias similares cuando va a cuidar los frijolares, porque la robadera está en lo fino y entonces hay que cuidar la producción y la última vez que, según dice, vio la "Carreta Nagua", fue hace quince días, aproximadamente.

    Señala que los bueyes, eran cadavéricos y que no pudo ver la cara de quien manejaba, pero "aunque no dejó de darme mi cosita, ya me acostumbré", dijo con cierta naturalidad el campesino.

    Entre tanto, el mismo Araya, asegura que en el sector de Las Marías, la gente dice haber escuchado, lamentos y otras cosas, por eso dicen que en esos lugares asustan y ya varios periodistas han venido a ver qué es lo que pasa, indicó Araya, como para darnos seguridad que lo que dice es cierto.

    Otras personas del barrio Luis Vanegas, próximo al Rosario, en cuenta don José Napoleón Martínez, quien habita en San José de Monterredondo, pero que llega a visitar a unos amigos, explicó que a él ya le habían dicho lo de la mujer vestida de blanco, y que no creía, pero explicó que una noche divisó el "espanto" cuando iba para donde unos amigos.

    "Yo no te puedo decir qué es, pero divisé una mujer vestida de blanco con el pelo largo, y ella también es bastante alta y agacha el rostro como para que no la vean, y eso si es cierto, yo no te voy a estar mintiendo" dijo el forastero.

    Hay personas que señalan que el presunto "espanto" se mueve desde el restaurante "Sardina" hasta la entrada al municipio de Santa Teresa, y los que han tenido la oportunidad de verlo, juran que es auténtico "Nada de Lencho Catarrán" dijeron algunos de los entrevistados.

Tomado de ¿"Espantos" en Carazo? 

 
END - 21 de septimebre de 1998

sábado, mayo 14, 2011

Mitos y leyendas de los Ramas

El Cerro de MacpickCuentan los pobladores de El Rama que en el cerro Mackpick hay una cueva y en ella se escondía Henry Morgan, mejor conocido como el pirata Morgan, quien venía navegando por el río Escondido. En la cueva todavía sobreviven grandes cadenas donde suponen que Morgan amarraba su barco. Dicen algunos que de la cueva salen luces en las noches de luna llena, otros que han visto salir un hombre muy luminoso cubierto de oro y plata, dicen que son los acompañantes de Morgan que descansan en la cueva cuidando el tesoro que ahí dejó el pirata.

La mujer pescado. Es habitual escuchar a algunos pobladores de las riberas del río Escondido la historia de la Mujer Pescado, que por las noches sale a bañarse. Los que la han visto cuentan que es una mujer con cola de pescado y de rostro muy bello. Otros dicen que cuando la mujer sale del agua, solo lo hace frente a aquellos que la deseen por su belleza, entonces ella se muestra radiante y desaparece entre el bosque. La historia que cuentan dice que muchos han sido embrujados por la belleza de la mujer pescado y que han desaparecido.

Granitos de maíz. Los habitantes de El Rama cuentan que en el año de 1930 en una de las comunidades había un joven que causaba sensación, venían de todas partes porque de sus ojos le brotaban lágrimas de maíz. Cada día al despertar el joven lloraba y su cama estaba llena de pequeños granos amarillos; la madre barría la casa, pero era imposible no encontrarse con granos en el suelo.

Amarrado por bejucos. A inicios de los años noventa cuentan los rameños que había un hombre que le gustaba la hechicería y practicar con oraciones de encantamientos. Un día este apareció en un cerro cerca de la ciudad El Rama. El hombre decía que lo había amarrado el diablo, cuando la gente llegó y lo encontró, después de buscarlo varios días, lo encontraron amarrado con bejucos. Él decía que había visto las cadenas, pero la gente solo hablaba de los bejucos que, una vez desatado el hombre, se los llevaron al cura para que este los quemara y orara por el hombre que decía se lo había llevado el diablo.


 Artículo publicado en La Prensa
14 de mayo de 2011

domingo, mayo 01, 2011

El lamento de La Mocuana


Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida 2005

    La pérdida súbita de su inocencia caía sobre ella más fría y pesada que la oscuridad de la cueva que la amortajaba. El derrumbe de las piedras en la entrada aún resonaba en el esqueleto de su alma, como campanas que demasiado tarde le advertían del gran error que en nombre del amor había cometido. Silenciosa meditaba sobre el maldito y bello momento que conoció al blanco conquistador que con sus ojos claros como el cielo del Valle de Sébaco, y el cabello tan rubio como el oro que guiaba su destino, había hecho de ella un simple objeto de placer.

    Acababa de ser enterrada en vida por el hombre que amaba. Había sido cruelmente engañada por aquel que la había convencido para que confiara en él y le contara el secreto del lugar donde el cacique, su padre, guardaba el tesoro que pertenecía a esta región esteliana. Generosa, lo había guiado hacia el sitio ambicionado y al obtener las riquezas, el ingrato había partido, dejándola muriendo de dolor, perdiendo poco a poco el juicio con cada lágrima de desesperación que derramaba por él.




    Su padre se lo había advertido. Los blancos no se habían resignado con los regalos de oro que al principio de su llegada él les había obsequiado. Lo había notado en la codicia que se dibujaba en sus brillantes ojos al apreciar el precioso metal. Lo había adivinado en la lujuria que traicionaba sus miradas al contemplar a las jóvenes mujeres de la región.

    En su encierro, la hermosa india no le temía a la oscuridad y al silencio. Había crecido corriendo en los cerros, disfrutando el agua fresca de los ríos, jugando en la montaña. Encontrar la salida de la cueva no era su problema. Era otra clase de oxígeno el que su ser necesitaba. Había traicionado la confianza de su padre, había perdido la luz tierna de esos ojos que tanto amaba, y sospechaba que en su vientre una nueva vida comenzaba a latir.

    Cuenta la leyenda que la actitud de su amante y su sentimiento de culpa provocó que ella perdiera la razón. Otras versiones de esta historia aseguran que fue el cacique enfurecido quien la encerró en la montaña, condenándola a un castigo eterno a pesar de conocer su estado de preñez. Sea cual fuere la triste situación, desde aquel momento la bella joven se convirtió en la Bruja de la Mocuana, espanto temido en toda la región. Se rumora que invita a los hombres que recorren los caminos a seguirla hasta la cueva, y ellos, seducidos por su negra y larga cabellera y su hermoso cuerpo, no pueden declinar la invitación. Otros aseguran que se roba y asesina a los recién nacidos, y como pago por su delito deja a los padres del niño algunas pepitas de oro como un recuerdo macabro de su infortunio. 

Ilustración de texto: David Alfaro Siqueiros

domingo, enero 16, 2011

Memorias de una muchacha bonita



Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida 2005

    Cuentan que hace años, un muchacho de Managua fue invitado a una boda en la antigua Ciudad Universitaria. Llegado el día, aunque estaba nublado y los ánimos lo invitaban a quedarse en casa, Ernesto, el joven de la historia, no quería perderse el esperado acontecimiento porque quien se casaba era uno de sus amigos más queridos. Pensando que valía la pena el viaje y tomando en cuenta que León no está muy lejos de la capital, decidió salir temprano para llegar a tiempo y no sufrir ningún atraso. Cuando llegó a la zona donde el Lago Xolotlán comienza a coquetear mostrando su azul a las personas que transitan la Carretera Vieja a León, comenzó una lluvia fuerte a caer sin clemencia, desbordándose el cielo y provocando uno de esos aguaceros tropicales que parecieran no van a parar jamás.

No había dejado  atrás el recuerdo del lago, ni el olor a tierra mojada había abandonado su mente, cuando de pronto divisó a un lado de la carretera a una muchacha  de cabello hermoso  haciendo señas para que la ayudara. Ernesto bajó la velocidad de su carro y al detenerse, ella le comentó que su vehículo estaba dañado y que necesitaba viajar a León para asistir a una boda a la que había sido invitada.  Compadecido por verla sola bajo ese tiempo amenazante, el joven decidió llevarla y así aprovechar un poco de buena compañía.  Al comenzar a platicar con ella no pudo evitar dejarse llevar por la calidez de su voz y la sencillez de su sonrisa que contrastaban con la palidez fría en su rostro delgado. Casualidades de la vida, la boda que ambos asistirían resultó ser la misma y entre canciones y alegría, él buscaba cualquier minuto libre para apartarse de sus amistades y acercarse a ella.  La muchacha, sola en una esquina de la casa, parecía esperar  únicamente su compañía.  Se ofreció entonces Ernesto para llevarla de regreso a Managua, lo cual ella aceptó gustosa y ambos partieron cerca de la medianoche.  El joven disfrutaba la compañía  de su compañera, el negro fondo de su cabello de estrellas y la plática serena que solamente una persona que ha perdido todo y está en paz puede ofrecer.  El aire se llenaba todo con el olor natural de mujer bonita.



    Cuando venían por la misma zona del lago donde Ernesto la miró por primera vez, ella le dijo que se detuvieran, que tenía que bajar. El insistió en acompañarla hasta su casa, pero la muchacha se negó rotundamente. Le explicó que moraba muy cerca de allí, que no quería que se atrasara porque era peligroso viajar de noche.   Entonces él le prestó su saco para que se protegiera de la llovizna que aún caía ligera, buscando una excusa para verla nuevamente. Se bajó la muchacha de prisa y se perdió en la neblina espesa de un caminito perdido.  Ernesto hubiera jurado que flotaba al caminar, como las apariciones en pena en las noches cálidas de la Semana Santa.

    Al día siguiente regresó al camino que lucía ahora distinto bajo la luz del sol.   Esta vez no había lluvia,  neblina, mucho menos muchacha.  Se bajó, buscó, preguntó en diversos caseríos dando las señas y el nombre de la misteriosa y hermosa mujer que lo había acompañado la noche anterior. Sorprendidas las personas que se acordaban de ella, le dijeron que esa joven había fallecido hacía más o menos un año en un trágico accidente  en una tarde lluviosa camino a una fiesta en Poneloya.   Incluso le comentaron que había una cruz cerca de allí con nombre y fecha. El joven se sentía confundido y poniéndose de mal humor, pensó que las buenas personas se burlaban de él.    Pidió entonces que lo llevaran al lugar donde supuestamente estaba enterrada la pobre muchacha porque no podía creerlo.  Su corazón latió con fuerza y un escalofrío inesperado cubrió su cuerpo ante una visión insólita que no esperaba.  Colgado en la cruz estaba su saco, inconfundible. Lo tomó en  sus manos temblorosas, lo acercó a su rostro para cerciorarse que era suyo y lo sintió húmedo, frío, marchito.  Mezclado con su propio perfume, apenas casi perceptible, flotaba en el aire el olor agradable de aquella mujer bonita.




domingo, enero 02, 2011

Extraños sucesos en la Casa del Coronel Arrechavala




    La Ciudad de León Santiago de los Caballeros, es cuna de una de las leyendas más populares que por décadas ha coqueteado con la fina línea entre la imaginación y la realidad de algunos leoneses quienes en las noches oscuras y calurosas, aseguran todavía escuchar los cascos del fantasmal caballo del Coronel Arrechavala.

    El español Joaquín Arrechavala había venido a Nicaragua como enviado del Rey de España, Carlos II de Borbón. En 1791 fue ascendido a Coronel, y cuando murió en 1823 se rumora que lo acompañó a la tumba la inquietud de andar penando en León, sin poder descansar en paz hasta que su riqueza hubiera sido distribuida de alguna manera.

    Son muchos nicas los que aseguran que efectivamente, sus abuelos, sus padres o incluso ellos mismos han sido testigos de las andanzas del coronel y los hechos misteriosos que ocurren en la que fuera su casa.


    Me contaba una señora leonesa lo que sus abuelos vivieron en carne propia: "Este cuento fue real, sucedió en el siglo pasado en la casa solariega de Arrechavala. Después de su muerte, la casa quedó abandonada y varios inquilinos la habían habitado. Muchos de ellos la desocupaban a los pocos días, ya que se decía que estaba embrujada. Me contaban mis abuelos, que ellos estaban muy jóvenes y a pesar de que se decía que en esa casa asustaban, ellos insistieron en alquilarla, puesto que no tenían miedo a tantos cuentos. Después de algún tiempo, por las noches se escuchaban ruidos muy fuertes de cascos o pisadas de caballo dentro del patio. Ellos dormían con un candil porque no había luz en ese tiempo en la ciudad. Una noche, con gran asombro, vieron que el candil se levantaba y caminaba en el aire como si alguien lo sostuviera en sus manos. Por supuesto salieron corriendo de esa casa."

"Yo también escuché los mismos ruidos de cascos de caballo entrando a su casa por las noches" asegura doña Paula, quien en la década de los cincuenta vivió con sus padres en una casa alquilada contigua a la propiedad del coronel. "Ya había luz eléctrica, pero solamente por ciertas horas. En el cuarto donde yo dormía con mis hermanitas, se sentía el piso del cuarto muy flojo, como si algo hueco había por dentro. Insistíamos con mi papá que descubriéramos el piso por si encontrábamos algo enterrado allí. Mi papá nunca quiso hacerlo, por temor a tantos cuentos que se decían de Arrechavala, que había sido tan poderoso y que tenía mucho dinero. Todos esos terrenos alrededor de su casa habían sido de él y las botijas abundaban en todas esas cuadras de León, específicamente de la zona del Colegio La Asunción, 3 cuadras al sur."

Doña Paula cuenta que fue una lástima que ellos estuvieran tan pequeños, si no hubieran convencido a sus padres en buscar tesoros escondidos en esa casa, ya que muchos de los vecinos encontraron años más tarde monedas grandes de oro en recipientes de barro. Esas personas, después de haber sido tan pobres, se volvieron grandes empresarios y terratenientes de la ciudad de León. 



LA LEYENDA DE ARRECHAVALA

Es una de las más populares, la cuentan en toda la familia y lo curioso es que algunos se sugestionan de su contenido  y dicen se siente en algunas noches, el sentir el cabalgar de Arrechavala, causando mucho temor en los niños. Su muerte dio lugar a la leyenda de Arrechavala en la ciudad de León (Nicaragua), que dice que se aparece sobre su caballo galopando por las viejas calles leonesas.

 No cabe la menor duda que en la ciudad de León de Nicaragua, el personaje más popular es el espíritu de este rico militar que después de muerto sigue cabalgando por sus calles asustando a sus habitantes montado en su caballo lujosamente vestido con charreteras, fajas y espuelas de oro. Solo se deja ver por las mujeres, por los hombres no se deja ver, aunque pueden sentir su látigo.
Se ha escrito, que la creencia popular es que su espíritu recorre las calles de León en busca de su fortuna, que debe estar enterrada en algún sitio de la ciudad. Pero el sentir popular es que la riqueza acumulada debe ser repartida, de alguna manera, entre la comunidad, por ello, cuando una persona rica muere, su alma no puede descansar, por lo que vaga errante entre los vivos hasta que su riqueza no se distribuya de alguna manera. El pueblo trata de esta forma de buscar la justicia de la repartición igualitaria después de la muerte cuando no se ha podido realizar en vida.

La primera versión escrita de la leyenda de Arrechavala data de 1956 y se encuentra en la obra de Andrés Vega Bolaños, embajador de Nicaragua en España, titulada Historia de Nicaragua. Según Salomón Somarriba, tataranieto de Joaquín Arrechavala, la leyenda fue inventada por los contrabandistas hondureños de tabaco para facilitar la introducción de sus mercancías en la ciudad durante la prohibición del tabaco. Otra de los supuestos en los que se basa la leyenda es que Joaquín Arrechavala solía pasear por las noches montado en su caballo en guardia en previsión de revueltas que fueron comunes en esa época de transición de la historia de Nicaragua. En esas guardias solía espantar a los ciudadanos que encontraba a su paso y estos, al oír el trotar del caballo, huían de su encuentro.
Leonline.net, nos la recuerda narrando:   Que la riqueza es siempre condenada por la comunidad y cuando una persona rica muere, se queda errante en la tierra entre los vivos, asustándolos. El rico no conoce jamás la paz eterna hasta que su riqueza no se distribuya de alguna manera. 

En la ciudad de León (Santiago de los Caballeros) Arrechavala es el personaje más popular, cuyo espíritu asusta por las noches en las calles de la ciudad.  Este personaje nace en Madrid, España, en el año de 1728. Sus padres fueron: José Antonio Arrechavala y Abrosia de Vílchez. Vino a Nicaragua enviado por el Rey de España Carlos II de Borbón. Fue ascendido a coronel el 14 de febrero de 1791. Grado que ostentó hasta 1821 cuando se proclamó la independencia de Centroamérica en Guatemala. Murió en el año de 1823 a los 95 años de edad.
Según consta en su testamento, pidió que fuera sepultado en la catedral o en la iglesia de La Recolección (que él había financiado como la de San Sebastián) pero se desconoce donde fue enterrado.
Llegó a tener una gran fortuna. Entre sus haciendas se encontraba la de Los Arcos y también parece que poseía el ingenio San Jacinto. Participó económicamente en la construcción de la Capilla de San Sebastián y en la reconstrucción de la Capilla de la Recolección y obsequió las imágenes de San Sebastián, de Jesús Atado a la Columna y de la Virgen de Dolores
Cuenta manfut.org/leyendas/arrechavala.html en la Ciudad de León, Santiago de los Caballeros. Arrechavala es el personaje más popular, cuyo espíritu asusta por las noches en las calles de la ciudad. Doña Mireyita, que vive en el Barrio Guadalupe, lo ha visto pasar delante de su casa y nos cuenta el testimonio:
"Era de noche superoscura, tan oscura que no miraba mi mano, y eso que estaba sentada en la acera delante de mi puerta a eso de las once de la noche.. (que hacia esta señora a las once de la noche ..esa es otra historia.. )  
En aquella época los americanos ocupaban el país. De pronto se oyó un ruido extraño. De repente oí el tropel de un caballo que venía de Laborío (el pueblo indígena), ... En mi casa anterior había nacido el grandioso músico compositor leones José de La Cruz Mena, dicen que murió de lepra ...y pasa que en donde hoy queda el Museo Rubén Darío, todavía allí se encuentran las señas de las barras de las ventanas torcidas...ante su rabia que quería salir de la cama en que se encontraba postrado..lea Museo de la Musica en este website para mas sobre Jose de la Cruz Mena)  
Entonces allí era donde yo vivía..el caso es que oí el tropel del caballo que cogió para el lado del Cuartel de la 21. El Jinete se paró y amarró el caballo. Yo decía para mi misma: 
>Quién será ese americano que va a pasar por aquí ? .. la sangre cristo !!!
Y Yo pidiéndole a Dios que no me fuera a decir nada por estar a deshoras de la noche en la puerta de mi casa. Yo me encomendé a dios y a todos los santos, Santo Dios mío...Santo fuerte.., Santo Inmortal.. líbrame de todo susto y de todo mal. Dios miio yo no sabía qué hacer. Así entonces cuando éste iba pasando cerca de mi casa, y en dirección mía. Dios mío yo no sabía qué hacer. El volvió atrás y yo le vi el perfil de su cara ...era un hombre simpático. El siguió caminando, después le oí sonar la espuela.

¿Qué cosa era eso? Dije yo. Siguió caminando hasta que llegó a la esquina de los Montenegro y entonces se bajó ahí y se paró en medio de la calle haciendo maniobras militares. Ya cogió él para lo que ahora es la casa de los Madrices y le dió tres golpes a la puerta. yo me dije ahí vive ese americano, pero le mire la capa era antes de color café cuando paso delante de mi casa se miraba azul turquí, después se paró en la propia esquina de los Madrices y volvió a hacer las mismas maniobras y cogió para el trasero del Colegio San Ramón y de la Asunción. ¿Pero cuándo iba ya a llegar a la esquina encontró a un hombre, que al pasar cerca de mí le pregunté? ¿Vistes a aquel americano que va allá? No he visto a nadie, lo que usted vio seguramente fue Arrechavala. Efectivamente, ese era Arrechavala que había dejado su caballo cerca de mi casa. De estos relatos existen muchos. Según se relata,  Arrechavala apoyó la construcción de la Capilla de San Sebastián y  dio un donativo para reconstruir la Recolección. También obsequió la imagen de San Sebastián de Jesús Atado a la Columna y la Virgen de Dolores. 

Tomado de Camova


sábado, noviembre 20, 2010

Rafaela Herrera vence a uno de los mejores ejércitos del mundo


    "Al hablar de la Fortaleza de la Inmaculada Concepción, es inevitable el tener que referirse a la joven Rafaela Herrera y Sotomayor, concentrándonos, sin duda alguna, ante uno de los personajes más bellos y hermosos de la historia de Nicaragua y de América en general. (...) Nicaragua era uno de los principales objetivos de los ingleses, porque presentaba facilidades para la comunicación interoceánica, por lo que el Gobernador Inglés de Jamaica William Henry Lyttelton, recibió instrucciones de preparar una invasión de Nicaragua por el Río San Juan, con un ejército de tres mil hombres y más de cincuenta embarcaciones.  Amenazaba El Castillo de la Concepción, precisamente cuando el castellano de la fortaleza estaba gravemente enfermo.  En el lecho de muerte, Rafaela, altiva y decidida, jura solemnemente a su padre defender la fortaleza, aún a costa de su vida".



     A las tres de la tarde del día 29.VII.1762 se "reconoció en toda la campaña, río arriba y río abajo, puesto en cordón, el enemigo.  Rafaela subió al Caballero, cargó el cañón e hizo fuego a los enemigos.  Quiso Dios que fuese con tanto acierto, que al tercer cañonazo que dirigió a la tienda del Comandante inglés, quedase muerto y toda su gente en confusión.  Enfurecidos por la muerte de su jefe, los ingleses izaron siete banderas y emprendieron con saña el ataque al Castillo, continuándolo toda la noche, pero ya la guarnición, entusiasmada por el heroísmo de la niña, le opuso enérgica y valerosa resistencia."

    "Una circunstancia bien sencilla causó no poco temor a los ingleses. Viendo la intrépida joven Herrera que la oscuridad de la noche impedía distinguir las posiciones de los enemigos, hizo empapar unas sábanas de alcohol y, después de colocarlas sobre unas ramas secas, dio orden de inflamarlas y echarlas al río.  A su vista, los ingleses creyeron que se trataba del tradicional "fuego griego", no pudiéndose explicar cómo podían sobrenadar sin apagarse aquellas masas de fuego y cómo la corriente las arrastraba hacia ellos, se llenaron de pánico y huyeron, suspendiendo el ataque durente aquella noche. (...) Se retiraron dejando muchos muertos, varias embarcaciones perdidas, algunas útiles y sobre todo, el triunfo de una mujer.   No pocos piadosos lo atribuyeron a la poderosa protección de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Inmaculada Concepción de la Concha, añadiendo que esta maravilla fue presagio el misterioso pasaje del gorrioncito del día anterior"...  (A las 5 de la tarde del día anterior, un gorrión había entrado volando a la Capilla de la Fortaleza y se mantuvo cantando y aleteando delante de la Santísima Imagen de Nuestra Señora por un corto período de tiempo).

Fragmentos tomados del folleto "Fortaleza de la Inmaculada Concepción de María" - Marena (Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales). Texto cortesía de Carlos Viscasillas de la Academia Nicaragüense de Ciencias Genealógicas.



Fotos: A trip to El Castillo on Rio San Juan
Fotos y folleto provistos por Heliodoro y Conchita Arana.


jueves, noviembre 18, 2010

Los zipes

        Otro personaje conocido por los campesinos de nuestra tierra es el travieso zipe. Estos curiosos enanitos tienen la característica de tener los pies volteados, ser barrigoncitos y enamorados, empedernidos de las muchachas y las mujeres hermosas de las comarcas. Dicen que circundan las milpas buscando como acercarse a éstas para robárselas y dejarlas perdidas en la selva después de haber logrado su propósito.

    Comentan algunas mujeres campesinas que los zipes también se roban a los recién nacidos sin bautizar, y se los llevan para perderlos en los caminos o hacer travesuras con ellos, como cuenta Wilfredo Alvarez, en su interesante historia del origen de la Loma del Zipe en Chinandega. Dicen que los hombres gustan atrapar estos enanitos porque una vez lo consiguen, pueden hacerlos trabajar a su voluntad, para que se encarguen de los trabajos más pesados y así poder ellos descansar. Pero atrapar un zipe no es tarea fácil, comentan los que lo han tratado. Son bien mañosos y bandidos. Además, una vez sirviendo al nuevo amo, éste tiene que ponerse vivo y con los "ojos al Cristo" porque si se descuida, en cualquier momento el zipe le puede robar a la mujer.






    Another character known to the farmers of our land is the mischievous zipe (zee-pay). These curious dwarfs have the characteristic of having their feet sideways, being pot-bellied and crazy lovers of girls and beautiful women from the villages.  People say that zipes surround cornfiels plotting ways to steal women and then leave them stranded in  the jungle after having achieved their purpose.

    Rural women also claim that zipes steal unbaptized babies, and lose them on purpose as Wilfredo Alvarez mentioned in his interesting story of the origin of Loma del zipe en Chinandega (link in Spanish).  People say that men like to trap these dwarfs because once the do, they can force them to do labor while they rest.  However, catching zipes is not as easy as it sounds.  According to previous men who have tried to catch them, zipes are very sly and deceptive.  Once they are under the service of a new captor, one must be very observant because if the zipe is neglected, he will disappear along with the captor's wife.

viernes, noviembre 12, 2010

Leyenda del Cadejo (Somoto)


Las personas mayores, como nuestros abuelos o tíos, son un cofre de sabiduría. Guardan tantos secretos como leyendas en su corazón.

Yo quiero dar a conocer  tantas historias bonitas que todos vivimos, el miedo, el temor, el espanto a lo que no sabíamos si era verdad o puro cuento, pero que nos alimentaba la pasión por escuchar.

Una noche arrimados al fogón, comenzamos mis primos y yo a preguntar si era verdad esto o aquello.

La noche era obscura y afuera soplaba un viento muy frío, por eso nos habíamos refugiado en la cocina.

La cocina de nuestros pueblos siempre es amplia, bien limpia y nunca está fría, siempre hay calorcito, porque todo el tiempo, desde que amanece el fuego, esta que bulle, como dicen, si las llamas corren y trepita mucho el fuego, es que va a llegar visita, y no sé cómo hacían para saberlo, pero al final resultaba verdad.

El olor a café, los frijoles cocidos, las tortillas recién hechas, la cuajada o el queso guardados en el tapesco o canasta que colgaba del techo, hacían el lugar preferido de las reuniones de familia.

Se vivía de una manera tan sencilla, pero tan bonita que hoy al recordar  nos llena de amor por aquellos recuerdos tan simples pero tan lindos.

Hoy les voy a contar otra de las leyendas que contaba mi tio Polito. Y aunque gracias a Dios él está vivo, ya está viejito y su mente no es la misma.  Decía que un día él  iba para Santa Teresa, un lugar cercano a Somoto, donde vivíamos, pero acostumbraba a madrugar, tanto que llegaba a los lugares donde iba, cuando la gente se estaba levantando, era una manía que tenía con eso de la madrugadera.

Él caminaba con un machete que tenía en su cacha una cruz labrada, para alejar espantos, según él.  Se montaba en un caballo negro, se calaba su sombrero que también lo tenía curado según sus supersticiones  y salía a ver su siembra de frijoles y maíz que era lo que cosechaba. también le gustaba llegar donde los familiares a la hora que estos estaban haciendo el café.

Pues se fue una madrugada y cuenta que la luna está oculta, que había un silencio en el camino que erizaba la piel, no se escuchaba ni un ruido, solo el ligero murmullo del río que cruzaba por un costado de la ciudad, y aunque lejos darle valor, más bien sentía un temor y un frío desconocido que le calaba hasta los huesos.

Los pocoyos salían y se le cruzaban en el camino. Estos animalitos que parecen gallinitas son de mal agüero.

Siguió su ruta e iba pensando en la pasada de la ceiba, un lugar famoso por sus apariciones, quejidos, y sombras. Otras veces él pasaba sin miedo alguno, pero ese día sentía algo raro en el ambiente, era como una premonición de lo que le iba a suceder.

Normalmente, los campesinos no le temen a nada y están acostumbrados a caminar de noche, pero por cualquier eventualidad  van preparados, con su magnífica en la cartera, y oraciones que aprenden desde niños para evitar les hagan daño. Mi tío no era la excepción.

Al fin, por muy despacio que fuera, llegó a la ceiba, un árbol tan frondoso y grueso de ramas copadas y muy altas que si la noche era obscura, él contribuía a que esa pasada fuera tenebrosa.

Si de día causaba su resquemor, imagínense en la noche, árida y solitaria.

Momentitos antes de llegar, por precaución desenfundó su machete y lo cruzó entre el y la bestia, cuando de pronto y de la nada, sale un animalito que el creyó que era un perrito que se había quedado abandonado por el lugar, sin embargo, dice, la cabeza se le creció, le entró un miedo que le castañeaban  los dientes y la bestia  que montaba se trastornó que no quería dar un paso más. Agarra su machete y le da al aire al animalito, que a todo esto había crecido de tamaño y se le abalanzó convertido en un enorme perro negro. Como pudo, volteó él su sombrero y le dio dos sombrerazos rezando una oración de protección, o lo que se acordó de ella,  le tiró dos machetazos y aquel animal enfurecido no ladraba, sino que emitía gemidos de rabia y de impotencia.

Se le tiró encima y lo revolcó bajándolo del caballo y este, emprendiendo la huida, lo dejó solo tirado en el camino.

Ya no supo más. Perdió el conocimiento y fue hasta muchas horas después que al llegar el caballo solo a la casa de los familiares, comprendieron que algo malo había sucedido y salieron a buscarlo, encontrándolo tirado en la tierra,  temblando de miedo, sin habla y con mucho frío.

Este mal rato le dilató muchos días en recuperarse, pues le dio una fiebre muy alta y  un pavor que no quería hablar de lo sucedido.

Pero como a otros ya le había pasado lo mismo, comprendieron que es lo que había vivido y con remedios caseros y baños de hojas lograron curarlo.

El ahora dice que fue el Cadejo malo que lo atacó, que es el mismísimo demonio, que sale en las noches
obscuras y solas a ganar adeptos, porque muchos mueren del corazón.

Existe, dice él, el cadejo blanco, pero que este te protege y te va acompañando todo el camino, hasta tu lugar de destino, donde desaparece en la nada.

Mientras este relato salía a luz, nosotros no queríamos ni movernos, ni ir a tomar agua, ni mucho menos acostarnos,  y mirábamos en la luz de los candiles, sombras fantasmagóricas en forma de perro.

Con el corazón a todo galope, queriéndose salir por la boca, esperábamos que los mayores se levantaran de los taburetes para seguirlos pegados a sus faldas. Estas leyendas siguen vivas a través de los tiempos para deleite terrorífico de nuestros hijos y nietos.

Son las supersticiones de nuestros pueblos y la vivencia del campesino, que nos ayuda a pasar  y recordar momentos agradables y tenebrosos.

®A. M: S. C.

Publicado el 11 de noviembre, 2010 en Nicaragua de mis Recuerdos con permiso de su autora.





miércoles, noviembre 10, 2010

La leyenda de los compadres




Escrito por Alba Myriam Sánchez Cuadra

    En las noches de luna de mi pueblo, solíamos sentarnos en el patio alrededor de mi tío Polito, para que nos contara cuentos, las leyendas que nunca faltan en los pueblos con nombres distintos, pero que al final son iguales.

    Éramos varias primas, y la esposa de mi tío juntaba unas piedras, buscaba unas ramitas, burusca, le decían, y se ponía a hacer una bebida caliente, ponche. El ponche era para nosotros lo máximo, porque nos calentaba el alma del miedo que sentíamos con lo que nos contaba mi tío.

    Nos apretujábamos unas a otras y queriendo sentir la misma emoción, temblábamos de frío, en ese entonces Somoto era de clima frío  porque todavía no lo habían despalado como esta hoy  y sus frondosos árboles  se mecían al compás del aire  y este soplaba conjurándose con la leyenda del momento.

    !Qué tiempos aquellos! No había en el barrio luz eléctrica, porque el alcalde de turno ponía la luz y adoquinaba la calle hasta la esquina de su casa, de ahí para allá, nada, las calles empedradas y llenas de polvo y una luz mortecina que alumbraba más la luz de una hoguera o un candil que ella. .

    Con rajitas de ocote, que es la fibra del pino, también ayudaba a que la luz no se extinguiera. Nos contaba mi tío, la leyenda de los compadres, eran dos amigos que eran padrinos de sus respectivos hijos, eran tan amigos que decidieron que iban a trabajar juntos una parcela de tierra y la cosecha se  la iban a repartir.

    Así trabajaron mucho tiempo, hasta que un día, se fueron de serenata a una comarca cercana, y al calor de los tragos, la música, y la chicha bruja, el aguardiente, todo unido, pensaron en ir a ver su siembra, porque desde hacía tiempo les venían robando sus elotes, su maíz y cuanto cosecharan en su propiedad.

    Se llevaron un calabazo de cususa, que es una chicha de maíz fermentado y le agregan aguardiente y con sus machetes que no se los despegaban  subieron al cerro donde trabajan.

    Cantando y echándose un trago de cususa que les levantaba el ánimo, iban contándose los planes que tenían sobre la ganancia que iban a obtener de su trabajo.

    La noche estaba fría, el cielo despejado, pero ráfagas de viento pasaban silbándoles, tal vez conminándoles a regresar.

    En su caminata se escuchaban los aullidos de los coyotes, a lo lejos, el ruido de las ramas de los árboles que  al chocar entre sí, se oyen como voces del silencio, por allá  de repente pasaba volando una lechuza, señal de mal agüero entre los campesinos, adiós comadre, le decían, porque manejaban la historia que una lechuza que pasara cerca era alguien conocido, sobre todo mujer, que se transformaba en ese animal, para por las noches salir a robar comida y gallinas a los vecinos.

    Así las cosas, ellos llegaron al cerro y  compartiendo su calabazo de cususa se abrazaban y cantaban coplas de amor y  el corrido de Juan Charrasqueado.

    De pronto, surgió una discusión entre ellos y perdidos de la mente y su hermandad, sacaron a refulgir sus machetes y cada uno acabó con el otro. Allí quedaron los compadres abrazados, mirando al cielo y pidiéndole a Dios, perdón.

    Pero se cuenta que en las noches de mayo, que fue cuando esto sucedió, se ven dos bolas de fuego que saltan de un lado a otro, y que gritos de dolor se escuchan por las laderas, y que en el cerro maldito la hierba no floreció.

    La cosecha se secó y los compadres quedaron en leyenda y oración.

    Ya la noche ha avanzado y hay que irse a dormir, y los primos abrazados no queremos ni movernos, titiritando de frío y muy cerca del terror, vemos que el fuego se apaga, pero en el cerro, dos luces bailan su danza de amor.

®A.M S.C.

Publicado en Nicaragua de mis Recuerdos el 8 de noviembre, 2010 con permiso de su autora.

Foto cortesía de José Rafael Burgos de Moralimpia.net

viernes, noviembre 05, 2010

La leyenda de la muerta



Escrito por Alba Myriam Sánchez Cuadra

    Lo que hoy les voy a relatar no es producto de mi imaginación. Es algo que una vez me platicó mi madre.
Decía que en una clara noche de luna llena, viviendo ella con sus padres en un valle de Somoto, Nicaragua, que se llama El zapote, lugar al que yo le he cantado en mis poemas, era costumbre salir a cualquier hora de la noche al patio, ya sea a jugar, a observar la luna o platicar,  las casas del valle estaban cercanas unas a las otras y casi todos eran familiares, por eso el valle era muy unido, desde la montaña se escuchaba el ruido sordo y seco de las aguas del rio.

    Esa noche estaba más concurrido porque una vecina estaba muy grave y según ellos no pasaría la noche.
Se tiene la creencia en el campo que al amanecer es cuando anda la muerte recogiendo a los que se va a llevar con ella.  La señora, que por cierto era familia nuestra, había sido en toda su vida muy devota del corazón de Jesús, además es el patrón o era en ese tiempo el Rey del valle.

    Ella celebraba con gran pompa las novenas y el día de los corazones, pues había uno en cada casa, los bajaban en procesión hasta la ciudad para que le hicieran su misa, había pólvora y cantos. De esta manera regresaban al valle y continuaba la celebración con los licores propios del campo. Sabores y olores se mezclaban porque además horneaban toda clase de pan, rosquetes, rosquillas, quesadillas, en fin una delicia para el paladar. En este rito religioso no faltaba el baile.

    El día que ella se estaba muriendo, ya tenían preparadas las cosas  para la vela, el infaltable y aromático café,  las gallinas listas en las cocinas y la sopa de frijoles, cigarrillos y cususa.

    Cada muerte era una fiesta, lloraban los familiares cercanos, los demás aprovechaban la ocasión para gozar de una buena comilona.

    Así estaban las cosas, cuando un grupo de mujeres deciden que ya se acerca la media noche y que es hora de seguir rezando por el buen viaje de la moribunda.

    Comienzan el rosario y a medida que van pasando los misterios, la palidez de la ya occisa es palpable, respira entrecortado, no habla desde hace tres días y no come ni bebe desde el mismo tiempo.

    Entre el campesinado de mi tierra, es normal poner al muerto o al que se está muriendo, en la sala de la casa, en una tijera de lona, le ponen velas o candelas a los cuatro costados y  allí se reúnen todos los que quieran verla morir y los rezos y letanías son su luz que alumbra el camino  hacia el más allá.

    Lo único que fallaba en estos menesteres era que no había un médico que certificara la muerte de la persona. Ya el cura había llegado, había hecho su trabajo de regarle agua bendita y se marchaba casi corriendo.

    Ya era casi la una de la madrugada, uno que otro gallo cantaba en la lejanía, un perro ladraba más cerca, y hasta los árboles de jocotes y matasanos, mangos, limones,  y limonarias, estaban sumidos en un sopor repelente, no había una sola brisa, el aire se había ido con el cura seguramente, porque aquel silencio de la noche a pesar de la claridad era tenebroso, no hacía calor, pero estaba fresco, allí siempre hace frío.

    Contaba mi mamá que en ese entonces ella era una joven de unos 18 años, que la habían mandado a repartir café. Ella no supo donde voló la bandeja cuando se escucha un grito y otro, y otro y luego son alaridos de terror, sale la gente corriendo de la sala, los perros comienzan a aullar, los gallos y las gallinas cantaban desaforadas y corrían por todos lados la casi muerta se había sentado en la tijera y estaba con los ojos bien abiertos y la cara desencajada viendo lo que estaba pasando.

    Todo el mundo gritaba, lloraba y corrían hacia sus casas dejando a la moribunda sola.  Al rato se llenaron de valor los hijos y otros familiares y entraron a verla, para entonces ya la muerte había pasado por ella.  La encontraron de nuevo tendida en la tijera y con un rictus de dolor o asombro en su rostro.

    Murió, tal como habían previsto, al amanecer, pero el susto que les dejó, fue o hizo historia en el Zapote.

    Nadie se explicó que fue lo que en realidad la mató, si la verdadera gravedad que tenía o el susto que le provocó verse casi muerta, con los cuatro cirios en sus esquinas, y vestida de blanco, sudario, le decían, con un corazón de Jesús en sus manos.

®A.M.S.C.


Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...