martes, abril 26, 2011

Adiós, mi vieja Managua



Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida
Enero 2010


    Es una lástima que estuviera yo tan pequeña la noche del fatídico diciembre de 1972 y solo recuerde un par de fugaces detalles de la vieja Managua. Crecí viendo a mi ciudad tras alambre de púas, en escombros, con paredes rajadas e interiores semi desnudos, sin techos ni paredes, dinamitada. Aprendí a conocer de memoria los cuentos del famoso malecón, los parques y las alegres avenidas, porque las personas mayores añoraban sus recuerdos en cada reunión familiar, como queriendo exorcizar los temores de tiempos nuevos. Amé a Managua a través de los ojos de otras generaciones, con nostalgia de épocas mejores, con resentimiento hacia el terremoto que nos arrebató nuestro orgullo. La antigua capital fue para mí la imagen tras la vitrina, el objeto deseado pero nunca obtenido. Aquella ciudad que estuve a punto de vivir, pero llegué ya tarde.

    Las primeras memorias de mi niñez parece que comenzaran, irónicamente, la noche del terremoto. Esas ráfagas, aparentemente olvidadas, vuelven como olas de mar cuando miro imágenes de países viviendo experiencias similares, ayer México y Perú, hoy Haití. Mi Managua se mecía violentamente hace 37 años y los vecinos lloraban, persignándose, jurando que era el fin del mundo en una madrugada interminable de miedo y fatalidad. No estaban tan lejos de la realidad, era el fin de una época, solo el comienzo de nuevos eventos en nuestras vidas.


    Yo era demasiado pequeña, no recuerdo los incendios que estallaban por todos lados, por ejemplo, ni podía comprender en sí, las consecuencias de todo lo que se nos venía encima. Mi mente de niña solamente captaba detalles de cosas extrañas o fuera de lugar que nunca había visto. Una panita verde con agua en el suelo me intrigaba porque de vez en cuando cobraba vida y se movía sin tocarla. El carro rojo de la familia se balanceaba como campana sin sonido, como si el espíritu de la noche lo tuviera poseído. Una vecina gritaba palabras que no entendía y alguien pasaba por la calle sollozando mi familia, donde está mi familia? Mi gente me rodeaba con rostros llenos de expresiones que yo jamás había visto, rezando y clamando ¡Sangre de Cristo! Cada vez que temblaba. Mientras tanto mi querida Managua, la que murió sin dejarse conocer bien por toda mi generación, la que se fue sin darnos tiempo de darle un beso, sucumbía ante la naturaleza que nos mecía a todos, aprovechando la oscuridad, sin piedad…



El hombre de la Paula Pasos

Escrito por Orlando Ortega Reyes
(Fragmento tomado del blog Los hijos de septiembre)

    Para conocer el origen de esta expresión en particular debemos remontarnos a la ciudad de Rivas, tal vez a los años cuarenta.  En esa época se hizo famoso un estanquillo que tenía una señora llamada Paula Pasos.  La señora en cuestión se esmeraba en servir el mejor guaro de la región, además de unas bocas y platillos “discutidos” como se decía, prueba de lo anterior era el famoso mondongo de los lunes.  Se comentaba que la citada señora tenía un carácter fuerte y un espíritu comercial bastante agudo y relataban en el pueblo que cuando la demanda superaba la oferta de mondongo, sólo con el objeto de no defraudar a los clientes, se permitía agregarle agua a la sopa y a introducirle una candela de sebo.  No obstante, para curarse en salud, advertía a los parroquianos: -No quiero que nadie me reclame por la sopa.   La mujer en referencia tenía un compañero de vida que era aficionado a los placeres etílicos, pero que a pesar de contar con el material bélico en su propia casa, su compañera no le permitía que superara la dosis que ella estimaba pertinente.

    Cuentan que en cierta ocasión el compañero de doña Paula, después de haber agotado su mínima cuota asignada por ella, se quedó con el deseo de continuar ingiriendo alcohol y como tampoco tenía acceso al dinero, tuvo que buscar alguna alternativa viable.  Después de mucho cavilar recordó que en la Alcaldía Municipal se manejaba la distribución departamental de guaro, tal vez a nivel institucional o tal vez a nivel personal del alcalde.  El asunto es que, compelido por su deseo etílico, decidió irrumpir en el edificio de la Alcaldía, en ese momento solitario y una vez adentro, tuvo todas las reservas alcohólicas a su disposición.  Hubiese terminado con todo el guaro, si no es que ya intoxicado le dio por empezar a gritar y a cantar, llamando la atención de los vecinos que inmediatamente dieron parte a las autoridades.  Intervino la Guardia Nacional y se llevaron preso al intruso, quien al momento de ser llevado al Comando, lo único que se le ocurrió gritar fue: -Soy el hombre de la Paula Pasos.

Después de dejar a su compañero un tiempo prudencial tras las rejas, doña Paula Pasos arregló el asunto con la Alcaldía y consiguió su libertad.  Desde luego, la anécdota fue la comidilla del pueblo por un buen tiempo y se llegó a hacer famosa la expresión: -Soy el hombre de la Paula Pasos.   Con el tiempo, dicha expresión se extendió por todo el territorio nacional y a alguien se le ocurrió agregarle a la expresión: El Hombre, la cola: de la Paula Pasos.  De tal manera que durante los años sesenta y setenta era muy común en toda Nicaragua escuchar: Llegó el Hombre de la Paula Pasos, Ahí va el Hombre de la Paula Pasos.

(Entrada completa del blog de Orlando Ortega Reyes: El hombre de la Paula Pasos)

viernes, abril 22, 2011

Origen del vigorón


    Sobre el origen de este plato hay una creencia muy generalizada que proviene de la ciudad de Granada y que fue inventado a inicios del siglo XX. No obstante, investigaciones serias nos indican que su origen se remonta muchos años antes y no precisamente en la Gran Sultana. Según Jaime Wheelock Román, en su libro La comida nicaragüense, el chicharrón con yuca es una comida que tiene sus origenes en los obrajes y laboríos de añil de Rivas, Nandaime, La Paz Centro y Nagarote, en donde se mantenían cantidades considerables de esclavos. Aquí es importante aclarar que no se trata de un plato que aparece como una reminiscencia de la gastronomía de los países africanos de donde eran originarios los esclavos, sino como una alternativa de costo eficiencia, tal como lo expresaría algún economista, contemplada por los explotadores, dueños de esos centros de producción, que trataban de asegurar las energías de sus esclavos mediante una alimentación lo más barato posible. En este sentido, el chicharrón constituía en aquel tiempo un subproducto casi de desecho que por lo tanto tenía un precio bastante reducido y la yuca que se plantaba en todo esa región del Pacífico, con cosechas generosas, también constituía una alternativa que con un bajo precio proporcionaba proteínas y calorías suficientes. Así pues, por mucho tiempo, estos esclavos se acostumbraron a esta combinación, de tal manera que al momento de su liberación y desplazamiento hacia las diversas regiones del país, el chicharrón con yuca quedó como un alimento que formaba parte de su dieta regular.

    A Granada, sin embargo, le cabe el honor de ser la cuna de la comercialización de este platillo, así como su nombre. Aparentemente, la crónica más fidedigna sobre lo anterior es la que fue rescatada por el periodista granadino Augusto Cermeño en la Revista Turistas, del trabajo del Dr. Alejandro Barberena Pérez, que narra que el vigorón fue inventado por María Luisa Cisneros Lacayo, del Barrio La Islita de Granada, conocida popularmente como “La loca” y que tuvo la idea de vender en los juegos de beisbol de la Gran Sultana un plato con yuca cocida, chicharrón y ensalada picante. Habría que anotar que de alguna manera, María Luisa conocía este plato, que hasta entonces se manejaba a nivel familiar y su gran aporte fue sacarlo a vender a la calle. Otro gran aporte fue el nombre, que muchos coinciden que lo tomó de un tónico muy de moda en aquella época: el Tónico Vigorón, así que doña María Luisa no estaba tan loca.

Fragmento original escrito por Orlando Ortega Reyes en su blog Los Hijos de Septiembre




jueves, abril 21, 2011

La Virgen de la Piedra


    En el Libro XXII de Bautismos, al Folio 175, se encuentra la siguiente nota de Monseñor Nicolás Antonio Madrigal: "El día 6 de agosto de 1947, por la tarde, se colocó la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y la de Juan Diego, en una piedra natural al otro lado del río, en la salida para la montaña..." La imagen fue traída a Dipilto el día 10 de febrero de 1947 y desde entonces comenzó a derramar sus gracias y favores entre los pobladores del lugar, del departamento y más allá de sus fronteras.

    El primero de los milagros del que tenemos testimonio fue la cesación de una peste que afligió al pueblo de Dipilto, consistente en calenturas con sudor fétido y gran delirio, llegando a punto de estar las casas a puertas cerradas por estar todos sus moradores en cama. Queda constancia de que la petición del pueblo fue atendida por la Santísima Virgen de Guadalupe, naciendo de este hecho una confianza tal en la intercesión de la Virgen, que las gentes de todos los apuros y enfermedades acudían a la Virgen y notaban que con las aguas del río frente a la piedra se curaban sus males.


Casi a los siete años de estar favoreciendo únicamente a los habitantes del pueblo, que la han venerado, la Santísima Virgen quiso extender su maternal protección a otros pueblos, tanto de Nicaragua como de Honduras, haciendo brotar una fuente el día 29 de junio de 1953 en el barranco. El día 4 de agosto se hizo explorar el lugar y buscar causas naturales que explicaran el aparecimiento de agua en el lugar donde nunca había habido.

Texto tomado de "Santísima Virgen de la Piedra", Dipilto, Nueva Segovia. Imprenta Arquidiocesana de Managua.  

(Foto cortesía de María Auxiliadora León Báez)

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...