martes, marzo 28, 2006

El espíritu del tesoro enterrado de Sutiava

En la comunidad indígena de Sutiava, en la ciudad de León, se cree que dos veces al año sale de las aguas tibias del balneario de Poneloya, el espíritu de un tesoro enterrado. Esta aparición nocturna que aparece en semana santa y agosto, tiene forma de un cangrejo gigante, dorado porque es de oro, y con ojos brillantes como piedras preciosas. Recorre el camino que va de Poneloya hasta llegar a Sutiava (variante Subtiava o Sutiaba), dando vueltas en las esquinas principales de la ciudad, cruzando puentes, recorriendo calles, cruzando plazas, esquivando las manos de los más atrevidos que pretenden atraparlo y que al pasar cerca de él, quedan sin poder moverse y mudos por varios días.

Según la historia, la leyenda del "punche (cangrejo) de oro" como es popularmente conocida, nace después que los conquistadores ahorcaran al Cacique Adiac en un gran árbol de Tamarindo que aún se preserva, mudo testigo de los tiempos. Se comenta entre los leoneses que el cacique está encantado y que en la ciudad existe un gran tesoro enterrado. El día que alguien logre capturar al punche, se romperá por fin el encanto y la persona que lo atrape será dueño de todo ese tesoro.

Se dice que esta leyenda fue creada por los Subtiava para preservar su propia identidad que es su mayor tesoro, representándose ellos mismos con las cualidades de este rebelde y astuto animal que no se deja atrapar por nuevas y diferentes culturas.

Foto: "Santo entierro de Sutiava" aceite en canvas,
Santiago Crispín, León, Nic.

viernes, marzo 17, 2006

Cuentos del Cerro de Oro


Don Hilario Vanegas, del Consejo de Ancianos de Sutiaba, en León, nos platicaba de las cosas raras que pasan en el Cerro de Oro que queda por el lado de Abangasca. Parece que ese mismo cerro es el que los indios llamaban Cerro de los Cuatro Vientos.

Cuenta la tradición que allí estaba Adiact, el último cacique indígena, cuando fue apresado por los españoles y asesinado. Bueno, pues por allí pasaba don Hilario una mañana del mes de Noviembre con su carreta cargada de leña cuando faaa..., se le zafó una rueda:


- "Hombre, carajo... ¿cómo hago ahora? ¡Yo no apeo esa leña...! ¡Ah, ya sé, vaya buscar una pluma! Con un ganchito ahí, la palanqueo, la levanto y le meto la rueda". Don Hilario se metió al monte y cuando venía ya con el gancho... : - "Eh... ¿y esa chavala linda? ¡Linnnda la muchacha! De un color bonito y toda vestida de blanco, todo, todo, zapatos y todo.


No más verme me dice: - ¿Ya tiene el ganchito? - ¡Vaaa!, le digo yo. Pero ya la rueda está metida, me dice Hombre... era cierto... ¡Y yo soliiito... ¡ - Hágale la clavija, me dice. Entonces pa, pa, pa yo le hago la clavija y ella me dice:


¿Me va a llevar en su carreta? Si, le digo yo. Se monta en la parte de atrás y yo adelante para ir viendo. En una de esas, cuando la busco, ya no la miré. ¡AAAh... saber! ¡No se crea entonces había cosas...!



- ¡Pues eso que te pasó a vos no es nada comparado con lo que le pasó a un tio mío, por aquel lugar! Le respondio Don Salvador Maradiaga a Don Hilario. Yo no sé si sería cuento o sería real, pero esto me platicó mi tío. Andaba el hombre un día tirando por aquel mismo Cerro de Oro, cuando pasa, tira un venado. Como lo maltiró, va siguiendo la huella de la sangre. Entonces, cuando él endereza la cabeza al tanto de caminar, mira el gran corral de piedra ¡y el poooco de venados que parecía ganado!


En eso estaba cuando se le aparece un hombrecito con un sombrero enorme: ¿Qué es lo que busca, le dice. Un mi venadito que tiré... ¡VOS sos el que está terminando con mis animales!, le dice. ¡Alli está, vaya sáquelo, pero no me vuelva otra vez por aquí, porque me está terminando los animales!


Dice mi tío que como que agarró y como que no agarró aquel animal y salió tirado... ¡No volvió nunca a cazar!

El Cerro de Oro  y otros cuentos pueden ser leídos en la Revista Enlace 

domingo, marzo 12, 2006

Los Zahoríes

"Cuentan los indígenas que hace mucho tiempo existieron los Zahoríes, seres muy extraños de ambos sexos que tenían el poder de adivinar el futuro y el pasado de las personas. Su aspecto era deforme y feo, con un cuerpo raquítico
y una cabeza desproporcionadamente grande. Los Zahoríes tenían una ranura en forma de cruz en cielo de la boca y no podían articular palabras; se comunicaban por medio de señas y chillidos, que eran interpretados por sus familiares. Era común que permanecieran acostados, ya que el peso de su cabeza los dominaba y no les permitía andar. Los pobladores no les tenían miedo, al contrario, llegaban a consultarlos con frecuencia, pues aseguraban que el poder de la adivinación era un don verdadero. Las consultas eran pagadas y recogían mucho dinero, pero aunque siempre daban a la persona la información que buscaban, se negaban a atender a aquellas que sabían que sólo llegaban para conocerlos y burlarse de ellos." (Fuente: House of pinol) Interesante definición. ¿Tendrá que ver con los conocidos buscadores de cosas ocultas, como agua subterránea o metales preciosos a través de varitas y péndulos, por ejemplo? 

Foto: Acrílico en tela, "Caminos de Nicaragua": Hilda Vogl

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...