martes, octubre 04, 2011

La mujer vestida de blanco de Carazo


Escrito por Alberto Cano Esteban

    Supuestos espantos como "La Cegua" y "La Carreta Nagua", mantienen atemorizados a los pobladores del sector próximo a Las Marías, incluido el reparto Luis Vanegas, en el municipio de Santa Teresa, mientras hay personas que aseguran que también han visto el "espanto" de una mujer vestida de blanco que se pasea por toda la carretera hasta llegar a la entrada de Santa Teresa.

    Jorge Araya Ramos, habitante de Las Marías, y uno de nuestros entrevistados en torno a las presuntas apariciones, sostiene que a él mismo le salió en dos oportunidades la "Carreta Nagua", "y no estoy mintiendo, esto no es "Cuento de Lencho Catarrán" explicó el campesino.

    Dijo que en dos oportunidades ha estado frente a frente con el "espanto", pero que no le ha demostrado miedo, más bien lo amenazó con un machete "y así me he dado valor, aunque la primera vez que lo vi fui a parar a la casa de mi mamá con una gran calentura", expresó Araya.

    Araya, dijo que ni licor toma, porque pueden pensar que andaba borracho, o algo que se parezca, "pero no, yo la vi", se adelantó a responder el entrevistado.

    Dijo que la visión del "espanto" ha sido en circunstancias similares cuando va a cuidar los frijolares, porque la robadera está en lo fino y entonces hay que cuidar la producción y la última vez que, según dice, vio la "Carreta Nagua", fue hace quince días, aproximadamente.

    Señala que los bueyes, eran cadavéricos y que no pudo ver la cara de quien manejaba, pero "aunque no dejó de darme mi cosita, ya me acostumbré", dijo con cierta naturalidad el campesino.

    Entre tanto, el mismo Araya, asegura que en el sector de Las Marías, la gente dice haber escuchado, lamentos y otras cosas, por eso dicen que en esos lugares asustan y ya varios periodistas han venido a ver qué es lo que pasa, indicó Araya, como para darnos seguridad que lo que dice es cierto.

    Otras personas del barrio Luis Vanegas, próximo al Rosario, en cuenta don José Napoleón Martínez, quien habita en San José de Monterredondo, pero que llega a visitar a unos amigos, explicó que a él ya le habían dicho lo de la mujer vestida de blanco, y que no creía, pero explicó que una noche divisó el "espanto" cuando iba para donde unos amigos.

    "Yo no te puedo decir qué es, pero divisé una mujer vestida de blanco con el pelo largo, y ella también es bastante alta y agacha el rostro como para que no la vean, y eso si es cierto, yo no te voy a estar mintiendo" dijo el forastero.

    Hay personas que señalan que el presunto "espanto" se mueve desde el restaurante "Sardina" hasta la entrada al municipio de Santa Teresa, y los que han tenido la oportunidad de verlo, juran que es auténtico "Nada de Lencho Catarrán" dijeron algunos de los entrevistados.

Tomado de ¿"Espantos" en Carazo? 

 
END - 21 de septimebre de 1998

miércoles, agosto 31, 2011

Los duendes que no emigraron

Escrito por Martha Isabel Arana 
Orlando, Florida 2008

    Un poco desorientada por los ojitos curiosos de los sobrinos ya grandes y los nuevos vecinos que llenaban de alegría las calles de su antiguo barrio, buscaba consuelo en los recuerdos del último día que estuvo en su tierra, añales atrás. La mañana aquella bonita y fresca que quedó para siempre grabada en su corazón. El día aquel que salió con una maletita vieja y una caja de encargos olorosa a quesos y pinolillo para los parientes lejanos que le habían enseñado a querer, pero que jamás había visto. Recordaba la inocencia con que marchó al norte, pensando que en los Estados Unidos no habría café, ni frutas, ni panes, porque la gente que regresaba no paraba de decir que extrañaba mucho las rosquillas, los jocotes y el cafecito del norte.

    Volvía ahora con un corazón cambiado, con los ojos llenos de mundo y con nuevas experiencias limpiamente organizadas en su maleta nueva. Ahora sabía de computadoras, preparaba año con año sus taxes, leía el periódico on-line y hasta entendía un poco la causa de la caída precipitosa del stock market porque había comentado los eventos en los message boards. Ya no creía en supersticiones, ni en caminos embrujados poblados de duendes con pies volteados y cotonas coloradas. Contenía la risa recordando que cuando salió del pueblo se fue preocupada pensando que los duendes se irían con ella, hostigándola, tirándole piedritas y llamándola por su nombre, como hacían los chavalos enamorados con las muchachas bonitas. Después de todo, ¿quién no sabía que el famoso duende de Yalagüina, el que cargaba de flores y le tocaba guitarra a la Juanita Vindell, había emigrado para Honduras? ¿O de los duendes bandidos de Cuapa que se fueron detrás de la mamá de la Florita para ayudarle a cargar la bacinilla en la mudanza? Pero no. Estos duendes fueron menos aventureros y no se fueron con ella para ningún lado. Jamás los vio en los Estados Unidos, ni siquiera en los barrios de Miami o San Francisco, donde abundan los nicas y huele a nacatamales gringos.

        Sus creencias fueron tomando un nuevo matiz y aprendieron a hablar un nuevo idioma. Su vocabulario cambió de ceguas, duendes y mocuanas a Weeping ladies, Bloody Mary (con sumo cuidado de no repetir el nombre tres veces frente al espejo en un baño oscuro), leprechaun y haunted houses. La contaminación eléctrica de su nueva vida contribuyó a que olvidara con el tiempo las leyendas de su tierra, donde la superstición era el hábitat natural de los espantos del pueblo y sus extravagantes cuentos de camino. 

    Se levantó de la mecedora y se lanzó a la noche a recorrer el viejo camino de tierra sin temores ni remordimientos. No se percató que detrás de un árbol de chilamate, calladitos y sin prisa, estaban espiándola otra vez los mismos duendecitos de sus temores de antes. Allí estaban, con sus piedritas en la mano, afinando sus vocecitas para cantarle historias de amor. Tan cerquita a ella como su propia sombra, listos para susurrarle que seguían fieles al pueblo y al regreso de ella. Ansiosos de decirle que la tierra, al igual que sus espantos, jamás olvida al que emigra. Allí habían estado esperando volver a verla, haciendo alboroto detrás de los ventanales del aeropuerto, esperando ver que les llevaba, listos a que cruzara el umbral mágico de Nicaragua para ayudarle a cargar su maleta.


sábado, mayo 14, 2011

Mitos y leyendas de los Ramas

El Cerro de MacpickCuentan los pobladores de El Rama que en el cerro Mackpick hay una cueva y en ella se escondía Henry Morgan, mejor conocido como el pirata Morgan, quien venía navegando por el río Escondido. En la cueva todavía sobreviven grandes cadenas donde suponen que Morgan amarraba su barco. Dicen algunos que de la cueva salen luces en las noches de luna llena, otros que han visto salir un hombre muy luminoso cubierto de oro y plata, dicen que son los acompañantes de Morgan que descansan en la cueva cuidando el tesoro que ahí dejó el pirata.

La mujer pescado. Es habitual escuchar a algunos pobladores de las riberas del río Escondido la historia de la Mujer Pescado, que por las noches sale a bañarse. Los que la han visto cuentan que es una mujer con cola de pescado y de rostro muy bello. Otros dicen que cuando la mujer sale del agua, solo lo hace frente a aquellos que la deseen por su belleza, entonces ella se muestra radiante y desaparece entre el bosque. La historia que cuentan dice que muchos han sido embrujados por la belleza de la mujer pescado y que han desaparecido.

Granitos de maíz. Los habitantes de El Rama cuentan que en el año de 1930 en una de las comunidades había un joven que causaba sensación, venían de todas partes porque de sus ojos le brotaban lágrimas de maíz. Cada día al despertar el joven lloraba y su cama estaba llena de pequeños granos amarillos; la madre barría la casa, pero era imposible no encontrarse con granos en el suelo.

Amarrado por bejucos. A inicios de los años noventa cuentan los rameños que había un hombre que le gustaba la hechicería y practicar con oraciones de encantamientos. Un día este apareció en un cerro cerca de la ciudad El Rama. El hombre decía que lo había amarrado el diablo, cuando la gente llegó y lo encontró, después de buscarlo varios días, lo encontraron amarrado con bejucos. Él decía que había visto las cadenas, pero la gente solo hablaba de los bejucos que, una vez desatado el hombre, se los llevaron al cura para que este los quemara y orara por el hombre que decía se lo había llevado el diablo.


 Artículo publicado en La Prensa
14 de mayo de 2011

domingo, mayo 01, 2011

El lamento de La Mocuana


Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida 2005

    La pérdida súbita de su inocencia caía sobre ella más fría y pesada que la oscuridad de la cueva que la amortajaba. El derrumbe de las piedras en la entrada aún resonaba en el esqueleto de su alma, como campanas que demasiado tarde le advertían del gran error que en nombre del amor había cometido. Silenciosa meditaba sobre el maldito y bello momento que conoció al blanco conquistador que con sus ojos claros como el cielo del Valle de Sébaco, y el cabello tan rubio como el oro que guiaba su destino, había hecho de ella un simple objeto de placer.

    Acababa de ser enterrada en vida por el hombre que amaba. Había sido cruelmente engañada por aquel que la había convencido para que confiara en él y le contara el secreto del lugar donde el cacique, su padre, guardaba el tesoro que pertenecía a esta región esteliana. Generosa, lo había guiado hacia el sitio ambicionado y al obtener las riquezas, el ingrato había partido, dejándola muriendo de dolor, perdiendo poco a poco el juicio con cada lágrima de desesperación que derramaba por él.




    Su padre se lo había advertido. Los blancos no se habían resignado con los regalos de oro que al principio de su llegada él les había obsequiado. Lo había notado en la codicia que se dibujaba en sus brillantes ojos al apreciar el precioso metal. Lo había adivinado en la lujuria que traicionaba sus miradas al contemplar a las jóvenes mujeres de la región.

    En su encierro, la hermosa india no le temía a la oscuridad y al silencio. Había crecido corriendo en los cerros, disfrutando el agua fresca de los ríos, jugando en la montaña. Encontrar la salida de la cueva no era su problema. Era otra clase de oxígeno el que su ser necesitaba. Había traicionado la confianza de su padre, había perdido la luz tierna de esos ojos que tanto amaba, y sospechaba que en su vientre una nueva vida comenzaba a latir.

    Cuenta la leyenda que la actitud de su amante y su sentimiento de culpa provocó que ella perdiera la razón. Otras versiones de esta historia aseguran que fue el cacique enfurecido quien la encerró en la montaña, condenándola a un castigo eterno a pesar de conocer su estado de preñez. Sea cual fuere la triste situación, desde aquel momento la bella joven se convirtió en la Bruja de la Mocuana, espanto temido en toda la región. Se rumora que invita a los hombres que recorren los caminos a seguirla hasta la cueva, y ellos, seducidos por su negra y larga cabellera y su hermoso cuerpo, no pueden declinar la invitación. Otros aseguran que se roba y asesina a los recién nacidos, y como pago por su delito deja a los padres del niño algunas pepitas de oro como un recuerdo macabro de su infortunio. 

Ilustración de texto: David Alfaro Siqueiros

martes, abril 26, 2011

Adiós, mi vieja Managua



Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida
Enero 2010


    Es una lástima que estuviera yo tan pequeña la noche del fatídico diciembre de 1972 y solo recuerde un par de fugaces detalles de la vieja Managua. Crecí viendo a mi ciudad tras alambre de púas, en escombros, con paredes rajadas e interiores semi desnudos, sin techos ni paredes, dinamitada. Aprendí a conocer de memoria los cuentos del famoso malecón, los parques y las alegres avenidas, porque las personas mayores añoraban sus recuerdos en cada reunión familiar, como queriendo exorcizar los temores de tiempos nuevos. Amé a Managua a través de los ojos de otras generaciones, con nostalgia de épocas mejores, con resentimiento hacia el terremoto que nos arrebató nuestro orgullo. La antigua capital fue para mí la imagen tras la vitrina, el objeto deseado pero nunca obtenido. Aquella ciudad que estuve a punto de vivir, pero llegué ya tarde.

    Las primeras memorias de mi niñez parece que comenzaran, irónicamente, la noche del terremoto. Esas ráfagas, aparentemente olvidadas, vuelven como olas de mar cuando miro imágenes de países viviendo experiencias similares, ayer México y Perú, hoy Haití. Mi Managua se mecía violentamente hace 37 años y los vecinos lloraban, persignándose, jurando que era el fin del mundo en una madrugada interminable de miedo y fatalidad. No estaban tan lejos de la realidad, era el fin de una época, solo el comienzo de nuevos eventos en nuestras vidas.


    Yo era demasiado pequeña, no recuerdo los incendios que estallaban por todos lados, por ejemplo, ni podía comprender en sí, las consecuencias de todo lo que se nos venía encima. Mi mente de niña solamente captaba detalles de cosas extrañas o fuera de lugar que nunca había visto. Una panita verde con agua en el suelo me intrigaba porque de vez en cuando cobraba vida y se movía sin tocarla. El carro rojo de la familia se balanceaba como campana sin sonido, como si el espíritu de la noche lo tuviera poseído. Una vecina gritaba palabras que no entendía y alguien pasaba por la calle sollozando mi familia, donde está mi familia? Mi gente me rodeaba con rostros llenos de expresiones que yo jamás había visto, rezando y clamando ¡Sangre de Cristo! Cada vez que temblaba. Mientras tanto mi querida Managua, la que murió sin dejarse conocer bien por toda mi generación, la que se fue sin darnos tiempo de darle un beso, sucumbía ante la naturaleza que nos mecía a todos, aprovechando la oscuridad, sin piedad…



El hombre de la Paula Pasos

Escrito por Orlando Ortega Reyes
(Fragmento tomado del blog Los hijos de septiembre)

    Para conocer el origen de esta expresión en particular debemos remontarnos a la ciudad de Rivas, tal vez a los años cuarenta.  En esa época se hizo famoso un estanquillo que tenía una señora llamada Paula Pasos.  La señora en cuestión se esmeraba en servir el mejor guaro de la región, además de unas bocas y platillos “discutidos” como se decía, prueba de lo anterior era el famoso mondongo de los lunes.  Se comentaba que la citada señora tenía un carácter fuerte y un espíritu comercial bastante agudo y relataban en el pueblo que cuando la demanda superaba la oferta de mondongo, sólo con el objeto de no defraudar a los clientes, se permitía agregarle agua a la sopa y a introducirle una candela de sebo.  No obstante, para curarse en salud, advertía a los parroquianos: -No quiero que nadie me reclame por la sopa.   La mujer en referencia tenía un compañero de vida que era aficionado a los placeres etílicos, pero que a pesar de contar con el material bélico en su propia casa, su compañera no le permitía que superara la dosis que ella estimaba pertinente.

    Cuentan que en cierta ocasión el compañero de doña Paula, después de haber agotado su mínima cuota asignada por ella, se quedó con el deseo de continuar ingiriendo alcohol y como tampoco tenía acceso al dinero, tuvo que buscar alguna alternativa viable.  Después de mucho cavilar recordó que en la Alcaldía Municipal se manejaba la distribución departamental de guaro, tal vez a nivel institucional o tal vez a nivel personal del alcalde.  El asunto es que, compelido por su deseo etílico, decidió irrumpir en el edificio de la Alcaldía, en ese momento solitario y una vez adentro, tuvo todas las reservas alcohólicas a su disposición.  Hubiese terminado con todo el guaro, si no es que ya intoxicado le dio por empezar a gritar y a cantar, llamando la atención de los vecinos que inmediatamente dieron parte a las autoridades.  Intervino la Guardia Nacional y se llevaron preso al intruso, quien al momento de ser llevado al Comando, lo único que se le ocurrió gritar fue: -Soy el hombre de la Paula Pasos.

Después de dejar a su compañero un tiempo prudencial tras las rejas, doña Paula Pasos arregló el asunto con la Alcaldía y consiguió su libertad.  Desde luego, la anécdota fue la comidilla del pueblo por un buen tiempo y se llegó a hacer famosa la expresión: -Soy el hombre de la Paula Pasos.   Con el tiempo, dicha expresión se extendió por todo el territorio nacional y a alguien se le ocurrió agregarle a la expresión: El Hombre, la cola: de la Paula Pasos.  De tal manera que durante los años sesenta y setenta era muy común en toda Nicaragua escuchar: Llegó el Hombre de la Paula Pasos, Ahí va el Hombre de la Paula Pasos.

(Entrada completa del blog de Orlando Ortega Reyes: El hombre de la Paula Pasos)

viernes, abril 22, 2011

Origen del vigorón


    Sobre el origen de este plato hay una creencia muy generalizada que proviene de la ciudad de Granada y que fue inventado a inicios del siglo XX. No obstante, investigaciones serias nos indican que su origen se remonta muchos años antes y no precisamente en la Gran Sultana. Según Jaime Wheelock Román, en su libro La comida nicaragüense, el chicharrón con yuca es una comida que tiene sus origenes en los obrajes y laboríos de añil de Rivas, Nandaime, La Paz Centro y Nagarote, en donde se mantenían cantidades considerables de esclavos. Aquí es importante aclarar que no se trata de un plato que aparece como una reminiscencia de la gastronomía de los países africanos de donde eran originarios los esclavos, sino como una alternativa de costo eficiencia, tal como lo expresaría algún economista, contemplada por los explotadores, dueños de esos centros de producción, que trataban de asegurar las energías de sus esclavos mediante una alimentación lo más barato posible. En este sentido, el chicharrón constituía en aquel tiempo un subproducto casi de desecho que por lo tanto tenía un precio bastante reducido y la yuca que se plantaba en todo esa región del Pacífico, con cosechas generosas, también constituía una alternativa que con un bajo precio proporcionaba proteínas y calorías suficientes. Así pues, por mucho tiempo, estos esclavos se acostumbraron a esta combinación, de tal manera que al momento de su liberación y desplazamiento hacia las diversas regiones del país, el chicharrón con yuca quedó como un alimento que formaba parte de su dieta regular.

    A Granada, sin embargo, le cabe el honor de ser la cuna de la comercialización de este platillo, así como su nombre. Aparentemente, la crónica más fidedigna sobre lo anterior es la que fue rescatada por el periodista granadino Augusto Cermeño en la Revista Turistas, del trabajo del Dr. Alejandro Barberena Pérez, que narra que el vigorón fue inventado por María Luisa Cisneros Lacayo, del Barrio La Islita de Granada, conocida popularmente como “La loca” y que tuvo la idea de vender en los juegos de beisbol de la Gran Sultana un plato con yuca cocida, chicharrón y ensalada picante. Habría que anotar que de alguna manera, María Luisa conocía este plato, que hasta entonces se manejaba a nivel familiar y su gran aporte fue sacarlo a vender a la calle. Otro gran aporte fue el nombre, que muchos coinciden que lo tomó de un tónico muy de moda en aquella época: el Tónico Vigorón, así que doña María Luisa no estaba tan loca.

Fragmento original escrito por Orlando Ortega Reyes en su blog Los Hijos de Septiembre




jueves, abril 21, 2011

La Virgen de la Piedra


    En el Libro XXII de Bautismos, al Folio 175, se encuentra la siguiente nota de Monseñor Nicolás Antonio Madrigal: "El día 6 de agosto de 1947, por la tarde, se colocó la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y la de Juan Diego, en una piedra natural al otro lado del río, en la salida para la montaña..." La imagen fue traída a Dipilto el día 10 de febrero de 1947 y desde entonces comenzó a derramar sus gracias y favores entre los pobladores del lugar, del departamento y más allá de sus fronteras.

    El primero de los milagros del que tenemos testimonio fue la cesación de una peste que afligió al pueblo de Dipilto, consistente en calenturas con sudor fétido y gran delirio, llegando a punto de estar las casas a puertas cerradas por estar todos sus moradores en cama. Queda constancia de que la petición del pueblo fue atendida por la Santísima Virgen de Guadalupe, naciendo de este hecho una confianza tal en la intercesión de la Virgen, que las gentes de todos los apuros y enfermedades acudían a la Virgen y notaban que con las aguas del río frente a la piedra se curaban sus males.


Casi a los siete años de estar favoreciendo únicamente a los habitantes del pueblo, que la han venerado, la Santísima Virgen quiso extender su maternal protección a otros pueblos, tanto de Nicaragua como de Honduras, haciendo brotar una fuente el día 29 de junio de 1953 en el barranco. El día 4 de agosto se hizo explorar el lugar y buscar causas naturales que explicaran el aparecimiento de agua en el lugar donde nunca había habido.

Texto tomado de "Santísima Virgen de la Piedra", Dipilto, Nueva Segovia. Imprenta Arquidiocesana de Managua.  

(Foto cortesía de María Auxiliadora León Báez)

lunes, marzo 14, 2011

Jinotepe, cerro de vientos, chilotes y eterna privamera



"Se escuchó el Alabado, detonaron los morteros, cargacerradas y cohetes, repicaron las campanas de la Santa Iglesia Parroquial Santiago Apóstol de Jinotepe, anunciando que está de fiesta y que Santiagüito se iba a su tradicional demanda mayor."  - Blog Jinotepe, Carazo (Población, gente, cultura y tradiciones)










Historia de la Iglesia Parroquial Santiago 

"A gozar del indio viejo, el ahicao, el nacatamal
los buñuelos, los chicharrones, la sabrosa chicha de máiz
todo el pueblo se desborda en las calles de mi ciudad
los fieles pagan promesa, la fe va creciendo más...."

(Fragmento de Jinotepe, Canción a Santiago 
del Dr. Fabio Sánchez Arana 
 tomado de Yoyita)

Tope de los Santos








Agradezco a Uriel J. Herrera por la fotografía de la Iglesia Santiago que ha tenido la amabilidad de proporcionarme para este tema y a Maribel  López- Samcam por abrirme las puertas virtuales de su Jinotepe querido.

sábado, marzo 12, 2011

¿Te acordás?


 
Qué recuerdos tan bonitos
Los que vienen a mi mente
Los de un país muy sufrido
Donde quedó toda mi gente.

Recuerdo mi tortilla,
La chicha y el vigorón
En el parque de Granada
Que vendía doña Chon.

Y el sabor de un mondongo
Con aquella cuajadita
Yendo para Masatepe
En un domingo a comer.

Dónde está mi pinolillo,
El cereal y el pinol
Para comerme su chingaste
Aunque me de congestión.

Cómo quiero carne asada
Con su gallo pinto también
Y la cebada con pelota
Que me hacía tanto bien.

Y La Riviera con sus raspados
Muy cerquita del Gabriel
Cuando en época de estudiante
Hacíamos la “leonesa” riendo sin poder.

Y te acordás del chancho frito
Con la yuca reventada?
No se te hace agua la boca
Y te morís por un poquito?

Ya deseara andar en coche
En Masaya o en Granada
Con sus caballos cholencos
En el Calvario o La Calzada.

Deseara tener en frente
Un plato de moronga frita,
Una hoja con baho caliente,
Comer todo y caer redondita.

Y que decís de mi leche agria
¡Como la podría olvidar!
Si me salvo de la goma
¡Que me hacía reventar!

Mi querida Nicaragua
Cuando te volveré a ver
Y en Managua mi casita
Que con lucha pude tener…

Te dejé mi tierra amada
Más para siempre no habrá de ser
Pues no pierdo la esperanza
De con mi amor besar tus pies!

Esther Mendoza Urbina  – 2011



Foto cortesía de José Rafael Burgos

sábado, febrero 26, 2011

Matrícula de primer grado

Por Alcides Rojas Chavarría (n. en Managua, 1966)

Imagino que todos recordarán el día de su matrícula escolar para el primer grado de la escuela primaria.

Mi hija mayor Daira Marcela, mi segundo hijo David Alcides y mi hija Natalia Giselle han ido a su primer día de clases en el nivel Maternal de Kindergarten a sus dos añitos de edad. Por mi parte, asistí a la escuela primaria formal con siete años ya cumplidos en febrero de 1973 - quizás porque haber sido el ‘cumiche’-, como se dice ‘entre tarde’ a la escuela y directo al primer grado.

Pues bien, después del terremoto del 23 de diciembre de 1972 que destruyó la ciudad de Managua, mi abuelita Yeyita nos llevó a su casita en la comarca “Valle de Las Mayorgas”, a ocho kilómetros de Chichigalpa en el departamento de Chinandega. Con el tiempo, mi abuelita materna se enfermó y mi Mamá acordó con mi Papá que se quedaría cuidándola. Yo feliz de vivir ‘en el monte’ viendo gallinas, chanchos, caballos, vacas, carretas de bueyes cargadas de caña de azúcar que pasaban hacia la molienda en el trapiche de don Cristóbal Sarria; tomando guarapo (jugo de caña), comiendo alfeñiques con semillas de marañon o del árbol de panamá, miel y dulce de caña, jalando agua del pozo a caballo o ‘a pulso’ (estorbando más que ayudando), y todo esto lo recuerdo como "mis años maravillosos" de niñez.

Vivir mi niñez en el campo, es el motivo por el cual a pesar de ser nacido en Managua, Por Gracia de Dios, el primer y segundo grados de primaria los cursé en una escuelita rural que fue construida por la comunidad del Valle con el auspicio de CARITAS Nicaragua.

El día de la matrícula mi mamá tuvo que viajar a la ciudad de León acompañando a mi abuelita Yeyita a una consulta médica, entonces ‘me dejó recomendado’ con Adolfo, el esposo de mi hermana mayor Lidia Esperanza, para que me llevara a la escuelita a matricularme, él iría a matricular a Tadeo, su hijo mayor y sobrino mío, casi de mi edad.

Pues bien, nos tocó el turno de entrar al aula donde una maestra muy guapa y chela anotaba las matrículas. Ella conocía a Tadeo y recuerdo que dijo: "Tadeo, termino primer grado el año pasado y ya sabe leer, pero... y este niño, ya sabe?". Diciendo esto, me llamo y puso sobre la mesa una revista que debió ser una Buen Hogar ó una Vanidades, alguna así por lo que recuerdo haber visto en la portada, y me dijo: "A ver, qué dice aquí?". Yo, pues sólo la quede viendo y no supe que decir, era obvio que NO SABIA LEER. Al quedarme callado, se dirigió a Tadeo y este leyó algo que ni recuerdo. Inmediatamente, Ella saltó con aire triunfante diciendo: "Tadeo a segundo grado. Este niño a primer grado porque NO SABE NADA. Todavía es «un animalito silvestre»". Esto último lo recuerdo clarito, me sentí apenado, humillado con esas palabras y más cuando vi a Tadeo con una sonrisa burlona y a mi cuñado repitiendo "animalito silvestre” mientras intentaba tocarme la cabeza.

El corto trayecto de la escuelita a la casa de mi abuelita Yeyita, lo hice en silencio, y al llegar me fui a llorar al fondo del patio, arriba de un palo de guayaba, enojado conmigo, con mi Mamá, con mi cuñado, con la maestra h...de p... (de quien ni siquiera recuerdo su nombre, pero que era arrecha, buena a dar reglazos en las palmas de las manos y que vivía en la ciudad de Chinandega)  y por NO SABER LEER.

Parece que cuando llego mi Mamá, preguntó si me habían matriculado y Tadeo le dijo que si, en primer grado porque NO SABIA LEER. Ella quizás se preocupó y recuerdo que cierto día me llamó, lavaba una ropa de cama y mientras tendía una sabana sobre un tendedero hecho de piedras lisas, me señalo un libro cuya portada era –eso lo recuerdo bien- “un chavalo cargando su bulto y corriendo”, meses después cuando ya sabía leer, leí ese libro, se llamaba «A Prisa», lo había usado un hermano mío en su cuarto grado. Me ufano de poder afirmar que ‘mi primera lectura’ aprendida de memoria porque la repetí mecánicamente muchas veces fue: «Terremoto - Madrugada - en silencio - reposa la gran villa» que después supe es un soneto de Rubén Darío que dice así:

TRÍPTICO DE NICARAGUA
III
TERREMOTO

Madrugada. En silencio reposa la gran villa
donde de niño supe de cuentos y consejas,
o asistí a serenatas de amor junto a las rejas
de alguna novia bella, timorata y sencilla.

El cielo lleno de constelaciones brilla,
y su oriente disputan suaves luces bermejas.
De pronto, un terremoto mueve las casas viejas
y la gente en los patios y calles se arrodilla

medio desnuda, y clama: “¡Santo Dios! ¡Dios fuerte!
¡Santo inmortal!” La tierra tiembla a cada momento.
¡Algo de apocalíptico mano invisible vierte!...

La atmósfera es pesada como plomo. No hay viento.
Y se diría que ha pasado la Muerte
ante la impasibilidad del firmamento.

Rubén Darío (1867, 1916), De "Poesía Dispersa"

Regrese a la escuelita un día del mes febrero de 1973. Mi maestra de primer grado se llamaba María Cristina Arauz, de apenas unos diecinueve años que creo aún estudiaba en la Escuela Normal de Chinandega o de León, era una chaparrita blanquita, tan preciosa y delicadita que parecía una muñequita, yo la miraba como la maestra más linda del mundo, nos quiso mucho y la quisimos mucho. Se portó excelente y nos enseñó, con dedicación y paciencia, las típicas canciones y juegos infantiles escolares; así como a leer y a escribir. Yo aprendí a leer rápido, ya para el mes de abril del 73 sabía leer muy bien ‘de corrido’, sin deletrear ni vocalizar las sílabas. El libro que usábamos se llamaba “Mi primera Victoria” o simplemente “Victoria”.

Desde 1974 nunca más he vuelto a ver a mi maestra María Cristina (“regálame una rosa que sea primorosa”) del primer grado de primaria, solamente conservo su nombre en el amarillento certificado de notas que me entrego con un beso en mi mejilla, un remoto día a inicios del mes de diciembre de 1973. Los mejores alumnos del primer grado fuimos Felipa Ulloa Zapata -me han dicho que ‘se la llevó el Mitch en octubre de 1998’- y Yo. Mi premio fue un regalo que la maestra María Cristina pago de su propio bolsillo: ‘una caja de galletas rellenas y un par de calcetines de color celeste’, ese regalo fue como si me hubiesen dado una medalla de oro. Mi Mamá y mi Papá ya ni se diga de los orgullosos que estaban. Esa vez mi Mamá si me acompaño para el acto de entrega de notas.

Historia enviada por Alcides Rojas Chavarría, para ser publicado en Nicaragua de mis Recuerdos, 28 de junio, 2011.

¡Felicidades en su Día maestros nicaragüenses! 

29 de junio, 2011



 

lunes, enero 17, 2011

Nagarote: apuntes sobre un municipio azul



Por Luis José Castro Jerez

Dicen que Nagarote nació del romance entre el Genízaro y el Xolotlán durante una noche estrellada…. Otros dicen que Nagarote es el resultado de una noche de amor entre el Genízaro y la Luna allá en las playas de Miramar… Bueno, como quiera que sea, los nagaroteños somos descendientes directos del Genízaro y hermanos de las estrellas y del agua, ya sea que provenga ésta de un mar de agua dulce o de un mar de agua salada… Quizás por eso será que a los nagaroteños nos gusta viajar y cruzar océanos y lanzar siempre flechas a la Luna sin temor al fracaso. Como quiera que sea, apuntamos bien alto, hacia el cielo o a la Luna, nuestra madre…. Si fallamos el tiro, no importa: igual, aterrizamos sobre las estrellas, nuestras hermanas. Y, como hijos del histórico Genízaro, echamos profundas raíces en nuestro suelo natal y, no importa el lugar o país donde nos encontremos, el amor a nuestro Nagarote se mantiene siempre vivo en nuestros corazones a pesar del paso del tiempo.

En 1899 Nagarote tuvo tres sacerdotes: Julio Escoto Vargas, José Antonio Zúñiga y Jesús María Lara. Al Padre Lara le tocó darle la bienvenida al nuevo siglo. Mientras en el año 1900 el mundo contemplaba admirado la prueba del Zeppelín, París se regocijaba con su primera línea del metro, la guerra de los bóxers estallaba en China, Nietzche moría en Alemania el 25 de agosto y Freud publicaba en Viena “La Interpretación de los Sueños”, Nagarote despuntaba al siglo XX como un pueblo polvoriento, azotado continuamente por las inundaciones provocadas por los severos inviernos y sus pobladores sufrían el embate de las enfermedades gastrointestinales, la tuberculosis y el paludismo.

Si intentamos visualizar a Nagarote a inicios del siglo pasado nos daríamos cuenta de que el pueblo de entonces era muy diferente al que podemos observar en la actualidad. Las calles eran extremadamente arenosas y llenas de muchos hoyos producto del estancamiento de las aguas de desecho que vertían los vecinos la mayoría de las veces sin ningún tipo de control. Las fuertes corrientes producto de las lluvias contribuían al deterioro permanente de las mismas. Los peatones tenían que estar siempre muy pendientes de ir esquivando los baches del terreno y evitar los charcos y los atolladeros de lodo. Tengamos presente que las calles de nuestro amado pueblo recibían diariamente los productos de desecho natural de los animales (cerdos, caballos, burros, bueyes, vacas, perros, gallinas, etc.) que circulaban libremente sobre ellas, además de los desechos de las aguas de lavado que eran regadas a diario por los vecinos del pueblo.

En noviembre de 1900 se inició la construcción del tramo ferrocarrilero entre Managua y León; la cual culminó el 26 de junio de 1902. Las ventajas que trajo la construcción del ferrocarril para Nagarote fueron: el empleo de mano de obra local, el inicio del negocio de los cortes de leña y el comercio de durmientes para el tendido de los rieles y la reparación de las vías y como combustible para el tren; al mismo tiempo, una agilización modesta del comercio local en general. Sin embargo, la llegada del mismo trajo como consecuencia la deforestación a la cual fueron sometidos los bosques circundantes de nuestro pueblo y la desaparición de quebradas y vertientes que abundaban en Nagarote; entre ellas, la histórica quebrada o “riíto” que corría a la sombra del colosal Genízaro, y la cual había servido durante siglos como fuente de abastecimiento de agua a los vecinos del lugar. Podríamos decir entonces que así como el año 1901 trajo para los ingleses el final de la Era Victoriana con la muerte de la Reina Victoria; la llegada del ferrocarril a Nagarote trajo consigo el primer atentado a la riqueza ecológica de nuestro pueblo y el final de la primera Era Azul del Municipio.


Apuntes del Sr. Luis José Castro Jeréz recopilados por Martha Isabel Arana el 1ro de febrero de 2010.

domingo, enero 16, 2011

Memorias de una muchacha bonita



Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida 2005

    Cuentan que hace años, un muchacho de Managua fue invitado a una boda en la antigua Ciudad Universitaria. Llegado el día, aunque estaba nublado y los ánimos lo invitaban a quedarse en casa, Ernesto, el joven de la historia, no quería perderse el esperado acontecimiento porque quien se casaba era uno de sus amigos más queridos. Pensando que valía la pena el viaje y tomando en cuenta que León no está muy lejos de la capital, decidió salir temprano para llegar a tiempo y no sufrir ningún atraso. Cuando llegó a la zona donde el Lago Xolotlán comienza a coquetear mostrando su azul a las personas que transitan la Carretera Vieja a León, comenzó una lluvia fuerte a caer sin clemencia, desbordándose el cielo y provocando uno de esos aguaceros tropicales que parecieran no van a parar jamás.

No había dejado  atrás el recuerdo del lago, ni el olor a tierra mojada había abandonado su mente, cuando de pronto divisó a un lado de la carretera a una muchacha  de cabello hermoso  haciendo señas para que la ayudara. Ernesto bajó la velocidad de su carro y al detenerse, ella le comentó que su vehículo estaba dañado y que necesitaba viajar a León para asistir a una boda a la que había sido invitada.  Compadecido por verla sola bajo ese tiempo amenazante, el joven decidió llevarla y así aprovechar un poco de buena compañía.  Al comenzar a platicar con ella no pudo evitar dejarse llevar por la calidez de su voz y la sencillez de su sonrisa que contrastaban con la palidez fría en su rostro delgado. Casualidades de la vida, la boda que ambos asistirían resultó ser la misma y entre canciones y alegría, él buscaba cualquier minuto libre para apartarse de sus amistades y acercarse a ella.  La muchacha, sola en una esquina de la casa, parecía esperar  únicamente su compañía.  Se ofreció entonces Ernesto para llevarla de regreso a Managua, lo cual ella aceptó gustosa y ambos partieron cerca de la medianoche.  El joven disfrutaba la compañía  de su compañera, el negro fondo de su cabello de estrellas y la plática serena que solamente una persona que ha perdido todo y está en paz puede ofrecer.  El aire se llenaba todo con el olor natural de mujer bonita.



    Cuando venían por la misma zona del lago donde Ernesto la miró por primera vez, ella le dijo que se detuvieran, que tenía que bajar. El insistió en acompañarla hasta su casa, pero la muchacha se negó rotundamente. Le explicó que moraba muy cerca de allí, que no quería que se atrasara porque era peligroso viajar de noche.   Entonces él le prestó su saco para que se protegiera de la llovizna que aún caía ligera, buscando una excusa para verla nuevamente. Se bajó la muchacha de prisa y se perdió en la neblina espesa de un caminito perdido.  Ernesto hubiera jurado que flotaba al caminar, como las apariciones en pena en las noches cálidas de la Semana Santa.

    Al día siguiente regresó al camino que lucía ahora distinto bajo la luz del sol.   Esta vez no había lluvia,  neblina, mucho menos muchacha.  Se bajó, buscó, preguntó en diversos caseríos dando las señas y el nombre de la misteriosa y hermosa mujer que lo había acompañado la noche anterior. Sorprendidas las personas que se acordaban de ella, le dijeron que esa joven había fallecido hacía más o menos un año en un trágico accidente  en una tarde lluviosa camino a una fiesta en Poneloya.   Incluso le comentaron que había una cruz cerca de allí con nombre y fecha. El joven se sentía confundido y poniéndose de mal humor, pensó que las buenas personas se burlaban de él.    Pidió entonces que lo llevaran al lugar donde supuestamente estaba enterrada la pobre muchacha porque no podía creerlo.  Su corazón latió con fuerza y un escalofrío inesperado cubrió su cuerpo ante una visión insólita que no esperaba.  Colgado en la cruz estaba su saco, inconfundible. Lo tomó en  sus manos temblorosas, lo acercó a su rostro para cerciorarse que era suyo y lo sintió húmedo, frío, marchito.  Mezclado con su propio perfume, apenas casi perceptible, flotaba en el aire el olor agradable de aquella mujer bonita.




Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...