Nagarote: apuntes sobre un municipio azul



Por Luis José Castro Jerez

Dicen que Nagarote nació del romance entre el Genízaro y el Xolotlán durante una noche estrellada…. Otros dicen que Nagarote es el resultado de una noche de amor entre el Genízaro y la Luna allá en las playas de Miramar… Bueno, como quiera que sea, los nagaroteños somos descendientes directos del Genízaro y hermanos de las estrellas y del agua, ya sea que provenga ésta de un mar de agua dulce o de un mar de agua salada… Quizás por eso será que a los nagaroteños nos gusta viajar y cruzar océanos y lanzar siempre flechas a la Luna sin temor al fracaso. Como quiera que sea, apuntamos bien alto, hacia el cielo o a la Luna, nuestra madre…. Si fallamos el tiro, no importa: igual, aterrizamos sobre las estrellas, nuestras hermanas. Y, como hijos del histórico Genízaro, echamos profundas raíces en nuestro suelo natal y, no importa el lugar o país donde nos encontremos, el amor a nuestro Nagarote se mantiene siempre vivo en nuestros corazones a pesar del paso del tiempo.

En 1899 Nagarote tuvo tres sacerdotes: Julio Escoto Vargas, José Antonio Zúñiga y Jesús María Lara. Al Padre Lara le tocó darle la bienvenida al nuevo siglo. Mientras en el año 1900 el mundo contemplaba admirado la prueba del Zeppelín, París se regocijaba con su primera línea del metro, la guerra de los bóxers estallaba en China, Nietzche moría en Alemania el 25 de agosto y Freud publicaba en Viena “La Interpretación de los Sueños”, Nagarote despuntaba al siglo XX como un pueblo polvoriento, azotado continuamente por las inundaciones provocadas por los severos inviernos y sus pobladores sufrían el embate de las enfermedades gastrointestinales, la tuberculosis y el paludismo.

Si intentamos visualizar a Nagarote a inicios del siglo pasado nos daríamos cuenta de que el pueblo de entonces era muy diferente al que podemos observar en la actualidad. Las calles eran extremadamente arenosas y llenas de muchos hoyos producto del estancamiento de las aguas de desecho que vertían los vecinos la mayoría de las veces sin ningún tipo de control. Las fuertes corrientes producto de las lluvias contribuían al deterioro permanente de las mismas. Los peatones tenían que estar siempre muy pendientes de ir esquivando los baches del terreno y evitar los charcos y los atolladeros de lodo. Tengamos presente que las calles de nuestro amado pueblo recibían diariamente los productos de desecho natural de los animales (cerdos, caballos, burros, bueyes, vacas, perros, gallinas, etc.) que circulaban libremente sobre ellas, además de los desechos de las aguas de lavado que eran regadas a diario por los vecinos del pueblo.

En noviembre de 1900 se inició la construcción del tramo ferrocarrilero entre Managua y León; la cual culminó el 26 de junio de 1902. Las ventajas que trajo la construcción del ferrocarril para Nagarote fueron: el empleo de mano de obra local, el inicio del negocio de los cortes de leña y el comercio de durmientes para el tendido de los rieles y la reparación de las vías y como combustible para el tren; al mismo tiempo, una agilización modesta del comercio local en general. Sin embargo, la llegada del mismo trajo como consecuencia la deforestación a la cual fueron sometidos los bosques circundantes de nuestro pueblo y la desaparición de quebradas y vertientes que abundaban en Nagarote; entre ellas, la histórica quebrada o “riíto” que corría a la sombra del colosal Genízaro, y la cual había servido durante siglos como fuente de abastecimiento de agua a los vecinos del lugar. Podríamos decir entonces que así como el año 1901 trajo para los ingleses el final de la Era Victoriana con la muerte de la Reina Victoria; la llegada del ferrocarril a Nagarote trajo consigo el primer atentado a la riqueza ecológica de nuestro pueblo y el final de la primera Era Azul del Municipio.


Apuntes del Sr. Luis José Castro Jeréz recopilados por Martha Isabel Arana el 1ro de febrero de 2010.

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