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viernes, febrero 03, 2012

Los ahogados de los bajaderos de la Laguna de Masaya

    Yo que soy chichero por familia, por tradición, porque me gusta, le cuento. Allá usté si cree. Ahogados lo que se dice ahogados, hay muchos aquí en Masaya. Pero de los que vengo a contarles es de esos que se van a la laguna y más nunca salen, más nunca se ven. Esos son los ahogados del bajadero de la laguna de Masaya.

    Dicen que ellos, desde hace añales, están encantados en el fondo de la laguna. Una vez, después de las fiestas de San Jerónimo, unos chicheros de Masaya fueron a la laguna a descansar, a echarse unos traguitos de misto y a darse una bañadita.


    Entre recuerdos, chiles y jodedera la noche les cayó sin darse cuenta. De pronto, oyeron un chapaleteo de agua a la orilla de la playita. Cual fue el susto cuando empezaron a ver salir del agua un molote de hombres en son de fiesta.




    Poco a poco los reconocieron. El más viejo de los chicheros dice: Ve, si ese es fulano que se ahogó hace como veinte años. Los chicheros quedaron tiesos de miedo, como con los pies de plomo. De pronto uno de los aparecidos dice: Venimos a contratarlos un rato para una fiesta allá abajo, en el fondo de la laguna. Nadie tuvo el valor de decir que no. Bueno, dijeron los ahogados difuntos, sin miedo que nada les va a pasar.

    Los chicheros tocaron toda la noche pieza tras pieza. De lo más felices estaban los difuntos y hasta los chicheros se divirtieron. Cuando amaneció, los chicheros guardaron sus instrumentos y uno de los difuntos dijo: vengan, les vamos a pagar.


    Entonces les dio a cada uno un guacalito con arena que ahí mismo recogió. Los chicheros se arrecharon y dijeron que eso no era pago pero los ahogados les aseguraron que sí. En el camino de regreso, fueron botando los guacales. Solo uno de ellos lo guardo, de recuerdo.


    Llego a su casa contando de fiestas, de los peces del fondo de la laguna y de los ahogados difuntos. La mujer pensó que él andaba bolo y loco, pero se le fue a la chingada grande el sueño cuando le dio vuelta al guacalito con arena y sobre la mesa cayó un montoncito de oro.


    Y esta es la leyenda de los ahogados difuntos.

Los Ahogados de los bajaderos y otros cuentos pueden ser leídos en la Revista Enlace

miércoles, diciembre 28, 2011

Días de diciembre, días de navidad



En esta Navidad, llena de hermandad
Quiero compartir con ustedes pensamientos de felicidad.

Estos días me traen imágenes del pasado,
En mi niñez veo triquitracas, bombas y algún cachiflín carbonizado,
Que fueran quemados por algún despistado niño de mi poblado,
Que  encendiera la mecha cuando pasaba don  Inocencio vado,

Para nosotros esas travesuras nos causaban risa,
Sin entender a esa edad, que eso luego nos traerían momentos de prisa,
Cuando la vida nos enseñara, que cada acción no se borra como tiza.

Los años pasan volando,
por ello las ideas en mi mente vienen entrando.

Una vez me regalaron un tambor, 
 pero pronto lo rompí con un tenedor,
Al año siguiente me dieron una bola de hule, era roja y estrellada,
También pronto fue desollada,
¡Ah! Pero cuando me trajeron aquel robot,
Me sentí como aquel actor del espacio, el Sr. Spot.
Lo acaricié, lo admiré y en la noche lo guardé,
Pasaron los días, dejó de moverse, y por eso me intrigué,
Agarré un desatornillador, un martillo y lo desarmé,
Pero el problema fue, que al no saber armarlo, mi impaciencia desperté,
Y el día de hoy, no recuerdo donde lo boté!.

Pasaron los años y me hice mayor,
Un diciembre recuerdo, estuvo lleno de verdor,
Conocí a una nena, que me aceleró el corazón como motor,

Les digo un secreto… yo creí que era un ángel terrestre,
Era inteligente, bonita y su piel clara olía a pino silvestre,

¡Fue un amor de juventud…tierno, inocente!,
¡Pero el color de sus labios, aun los tengo en mente!.

Fue mi novia solo doce días,
luego partió a otro país en unas polillas,
quise seguirla,  pero el destino me dijo: Pensá en otras cosillas!
¡No te irás de aquí, porque tenés que hacer planillas!

Aquí les dejo, pues,
Mis motivos para amar este mes,
Esperando que este domingo si podés
Abraces a un hijo o a tu esposa si querés,
Y le digas al oído, sos mi vida, sos como mi tez,
En estos días navideños te amo tanto y te amaré mucho después,
Cuando la vida de este mundo pase, y llegués donde el buen Juez,
Para esperarme, si es que me voy tiempo después.

Escrito de William Ampié Silva.

martes, enero 04, 2011

La boca del infierno


 Cuento escrito por Rosario Lynch (Q.E.P.D)

    Francisco del Pino y Sarmiento, vernáculo de la vieja Madre Patria ya había atestiguado al Fraile Blas del Castillo, intentar el descenso al cráter del Volcán Santiago.

    Sin poseer la bendición de los reyes ni ser represente del feudo, había llegado a estas fértiles tierras movido por su intención de convertirse en bucanero de las fragatas que poblaban los mares del Atlántico. Pero al llegar al nuevo mundo, a como muchos que en 1539 se aventuraban a navegar hasta este lejano mundo, sorteando la piratería, decidían permanecer en tierra firme, atraídos por las riquezas aquí ocultas y sus mujeres bellas. Lo último en particular le había subyugado, habían sido las indígenas, esculpidas, -a como lo describía en sus cartas- en cobre y ámbar auténticos. De ojos oblicuos y mirar escurridizos, de rizos como las noches oscuras sin lunas de las praderas centrales, impregnadas por las cenizas sulfurosas del volcán. Damas auténticas- decía- con sonrisas ingenuas y sangre febril, como lo que se encubre en la boca colosal de este Volcán Santiago misterioso. Sagaces ellas como los humos que tintan los cielos azul intenso de los días dorados. Pero subrepticias y enigmáticas ante los ojos ajenos. Por eso sabía que mantener la unidad de un grupo selecto para exportar a la patria grande, que le ganase puntos a su favor al congraciarse con su majestad, la Reina, le costaría mucho sudor y penas.

    Francisco se movía cómodamente en los círculos del protectorado, sabía bien refugiarse en las sombras de los que llevaban en sus manos el poder, esos mismos que se dividían a manos llenas las riquezas que lograban al canjear piedras y metales preciosos con los indígenas, por espejos y otras bagatelas. No obstante, la agenda visionaria de Francisco iba más allá de los superfluos trueques, el alcance de su visión no se limitaba a la media hispana de conquistar territorios, de esos extensos que se estrechaban hasta los confines en ambas direcciones de norte a sur. Su interés, aparte de las enigmáticas mujeres de estas tierras que lo habían sabido captivar profundamente, era el oro. Con este último, construiría castillos en las cimas aledañas a ese volcán de riquezas inconmensurables y en los altiplanos españoles, su tierra de origen. Rellenaría sus castillos con su harén de beldades aborígenes llevadas de estas tierras. Pero antes debía de conquistar ese metal que le afloraba su avaricia al solo imaginarlo en toneladas, conquistando ese pozo inagotable a disposición de los osados, como él.

    De acuerdo a la creencia, el mismo averno harto de tanta abundancia, lo almacenaba allí para que los valientes aventureros lo adquiriesen al descender hasta sus fauces abiertas. Francisco sabía que la misión no era del todo fácil, ni delegable a los aborígenes, ignorantes del valor de la fortuna escondida en el cráter. Le correspondía a él solamente, bajar hasta las entrañas de la tierra para extraer ese oro líquido y atesorarlo en un lugar seguro antes de transportarlo a su tierra de origen. Para entonces ya sería el hombre más acaudalado del planeta, a lo que debía de añadir la suerte de contar con abundante mano de obra gratuita en este país nuevo, de feudatarios y cortesanos. Con ellos, empezaría de inmediato con ese proyecto que conllevaría una fase media de preparación, ejecutando las destrezas que él no poseía, como el entreteje de las fibras de la cabuya para las cuerdas, el trabajo con el cuero para hacer las correas que sostendrían el cesto que usaría como ascensor, fuerte como el usado por el Fraile Blas, elaborado con fibra de junco, palmeras y cañas flexibles y las cuerdas, gruesas como las usadas en los navíos para atarlos al puerto. Y mientras un centenar de esclavos empezaba con los preparativos para la construcción del primer palacio, en la cúspide de la loma del Coyotepe, a una distancia prudente y estratégica del volcán, otros daban inicio inmediato con las obras para el descenso al cráter. Su idea era construir un sistema de terrazas para bajar hasta media distancia, mientras a ese nivel se construiría un terraplén. Aquí, se sembrarían varios postes con argollas y arandelas para hacer correr por allí a las fuertes correas de donde se sujetarían las cuerdas para bajar el cesto del ascensor, despacio y controladamente. Desde aquí, él dirigiría la obra, dando las órdenes de bajar, subir o frenar, a sus traductores y estos a los vasallos responsables de sujetar la cuerda. Visto de esa manera parecía un procedimiento sencillo. No así en la realidad. La distancia desde donde se construiría la terraza, debía hacerse en base a cálculos, ante la inexistencia de información sobre la profundidad a la que debía de descender. En segundo lugar estaba el problema de lo escabroso del terreno, formado especialmente de rocas volcánicas. Eso tendría efecto en la tardanza de las excavaciones para asegurar los postes, pero aumentando el número de siervos y de latigazos, podría hacerlos trabajar con rapidez, evitando así, retrasos innecesarios.

    Día a día, de sol a sol, supervisó el trabajo de los hombres encadenados; el sol tostando sus torsos hasta volverlos brillosos, los viejos esclavos se volvieron más viejos, y los jóvenes perdieron su vigor, hasta que un día, todo estuvo listo para la prueba.

    Francisco del Pino y Sarmiento, estaba a los umbrales de lograr su objetivo máximo, sus ojos brillaron ante la sola idea de sumergir sus manos limpias en ese oro refulgente, cubrirse de él y lanzar los brazos al cielo en señal del poder que con ese obtendría. Volvió a repasar con sus vasallos cada detalle sobre su bajada y se acomodó en el cesto que lo llevaría a la eternización de sus realizaciones, a como nadie más en la historia. Lento y seguro empezó a descender, mientras los siervos, sudorosos, de ojos profundos, mostrando en sus espaldas las marcas de su labor forzada, sujetaban la cuerda con sus manos encallecidas.  



    Unas rocas porosas se desmoronaron de las faldas. El descenso continuó, sin interrupciones, mientras el cesto se alejaba, volviéndose minúsculo a la vista, las arandelas siguieron rodando, los siervos sujetando la cuerda y la emoción de Francisco al acercarse al inmenso tesoro, aumentando.

    Francisco del Pino y Sarmiento se secó el sudor, la temperatura se volvía virulenta. De pronto la ebullición de los líquidos rojos, produjo un borbotón claro ahora a su vista haciéndole dar un vuelco a su corazón, volvió a secarse el sudor, decidido a no echar pie atrás. Vio hacia arriba y divisó el terraplén y a los siervos aun más minúsculos, sabía que habría bajado tres cuartos y que pronto se podría lavar sus manos en el oro líquido que esperaba por él. De pronto, otro borbotón del que se desprendieron al rojo vivo y más claro aun, una sucesión de llamaradas columpiándose a los gases sulfurosos que lo hicieron carraspear sofocándole la respiración. Fue hasta entonces que cayó en la cuenta del error, de la inminencia críticamente peligrosa a la que lo había llevado su avaricia desmedida. Levantó su mirada y vio solo la imagen borrosa de donde provenía la cuerda y la crítica distancia de su cesto con ese infierno, calcinándole las carnes y haciéndole transpirar hasta del último poro de su cuerpo. Entonces decidió dar la orden inmediata de subir. Tiró dos veces de la cuerda, pero el efecto, dada la distancia a que se encontraba parecía ser nulo. Volvió a tirar, sacudiendo la cuerda tensa con todo su vigor, haciendo balancear el cesto, no obstante, continuaba el descenso. Desesperado gritó a viva voz una y otra vez, escuchando su propio eco rebotar en las paredes de la sección final en forma de embudo del cráter, a donde había penetrado hacia su descenso final. Su rostro encendido, sus ojos escarlatas como el fondo que le esperaba a escasos metros, continuó gritando sin tregua, olvidando su audacia, su valentía y la avaricia que le había motivado a embarcarse en esa aventura, en busca del poder y la fortuna.

    Arriba, los siervos continuaron bajando los últimos metros de la cuerda que quedaban todavía, hasta que llegó a su fin. Entonces ataron el final firmemente al tronco del poste y esperaron el resto de la noche, en espera de la orden de subir.

    Al llegar el alba, sin todavía recibir ninguna señal, los siervos empezaron a murmurar, hasta que el más viejo de todos se puso de pie y les hizo señal al resto.

    - ¡Hemos vuelto a ser hombres libres! –Dijo, procediendo a romper las cadenas que les ataban con los picos.

Rosario Lynch, es también autora del libro Más allá del Horizonte: Cony Dupont. Cuento enviado por su autora a Nicaragua de mis Recuerdos el 28 de abril de 2010.

Fotografía: Alex Azabache


martes, agosto 11, 2009

El venado grande de la Laguna de Masaya

     "Dicen los viejitos pescadores que viven en los aledaños a la laguna de Masaya que el Viernes Santo sale, a la orilla de la costa de la laguna, el diablo convertido en un gran venado con grandes cachos y echando fuego por los ojos. Contaba don Juan Galán que cuando andaba en su balsa pescando en la laguna a eso de las dos de la mañana, vio un venado grande con los ojos vidriosos en la costa de la laguna, preparó su arma y le hizo dos disparos, lo vio caer y llegó al lugar donde había caído el animal y no había rastros del mismo.



    De nuevo don Galán se adentró en la laguna, al rato de estar ahí vio de nuevo al venado, esta vez más grande, como del tamaño de un buey; preparó nuevamente su rifle y le disparó dos balazos y lo vio caer, pero esta vez se acercó con mucho miedo, rezó y se encomendó a Dios, llegó donde había caído el animal y su sorpresa fue grande pues no había rastro del tal venado. Perdió el conocimiento y unos pescadores lo encontraron en su balsa en medio de la laguna, posteriormente exclamaba don Juan ¡Es el diablo el que me salió!, ¡Es el diablo el que sale ¡ahí!."

Fragmento tomado de Anécdotas de Semana Santa en Masaya Escrito por Bayardo Ortiz Pérez, profesor folclorólogo.  El Nuevo Diario.


miércoles, febrero 18, 2009

El ahorcado del peñasco




    "Hace muchos años en el camino viejo que va de La Concha a Masaya venían unos músicos de tocar en la procesión del Santo Entierro
, un Viernes Santo; se dirigían en carreta a medianoche y al pasar por un peñasco grande que estaba en el camino divisaron un hombre colgado de un árbol con la vestimenta del tiempo de los romanos y judíos, y les llamó mucho la atención que el hombre forcejaba con su cuerpo, se meneaba y se quejaba colgado del cuello como si se estuviera ahorcando; decidieron ir a salvarlo y cuando subieron al gran peñasco el hombre y el árbol ya no estaban ahí, exclamando todos con miedo ese hombre que vimos colgando era Judas, el que vendió a Jesús."


Fragmento tomado de Anécdotas de Semana Santa
Escrito por Bayardo Ortiz Pérez - El Nuevo Diario
9 de abril de 2011


miércoles, septiembre 10, 2008

Anécdotas de Semana Santa en Masaya


"Hace muchas lunas en el cine Fénix, en la presentación de la Judea y cuando en el pasaje del resucitado asciende Jesús a los cielos, el actor improvisado que hacía de Jesús sumió tanto el cuerpo que el mecate que lo sostenía se resbaló y le llegó hasta el pescuezo y este se estaba ahorcando; entonces se armó una algaravilla en el cine Fénix y en el resultado de este incidente, las personas que manejaban el mecate y malacate fueron a parar a la cárcel, ya que eran los que trabajaban bajando y subiendo a Jesús. Desde entonces la gente le gritaban a la persona que hizo de Jesús, cada vez que lo encontraban en la calle ¡Ahí va Jesús ahorcado!!!



A Granada llegó un grupo de la Judea de Masaya y se presentaron en el cine González y el que hacía de Jesús en el pasaje del resucitado sumió tanto el cuerpo que se le cayó el tapa rabo, quedando este totalmente desnudo y entonces la gente que estaba viendo la función de la Judea le gritó ¡Jesús cochino! Y así quedó bautizado el que hacía de Jesús, que cada vez que lo encontraban en la calle le gritaban ¡Ahí va Jesús cochino!!!"


Fragmento tomado de Anécdotas de Semana Santa
Escrito por Bayardo Ortiz Pérez - El Nuevo Diario
9 de abril de 2011

martes, septiembre 09, 2008

Soy Samuel Belivet




"En el año 1935 en el viejo camino carretero que va de Masaya a los pueblos llegó un hombre vestido de soldado romano a una finquita a la orilla del camino, donde estaba una mujer sola sacando agua de un pozo y le dijo a la señora: Soy Samuel Belivet, regáleme un poco de agua que tengo mucha sed». La señora le dijo «espéreme un momento», y se fue a traer una jícara. La sorpresa que se llevó la señora cuando regresó al lugar donde había dejado al personaje esperando para darle el agua, ya no estaba, había desaparecido y sólo sintió un olor a azufre fuerte; inmediatamente la señora pensó que era el judío errante el que se le había aparecido, quedando traumatizada y tuvieron que llevarla al hospital de Masaya para tratarla."

Fragmento tomado de Anécdotas de Semana Santa
Escrito por Bayardo Ortiz Pérez - El Nuevo Diario
9 de abril de 2011

Foto: NicaraguaLiving

viernes, junio 16, 2006

Hay que bautizar al niño... ¡si no se lo lleva el duende!





    En los pueblos de Nicaragua el tema de los duendes es bastante común. Desde que somos pequeños escuchamos historias de muchachas que han sido acosadas por algún duende enamorado, o duendes traviesos que aparecen en los montes y veredas asustando a los campesinos o confundiéndoles el camino. Entre las cosas que se comenta, se dice también que a los niños se les debe bautizar sin demora, si es posible en cuanto nacen, ya que los tiernos que no son bautizados, son presa fácil de estos malos espíritus que vistiendo cotoncitas rojas, caminan en fila india con sus plantas del pie volteadas llevando "a tuto" a la criatura.

    Milagros Palma comenta en Senderos Míticos de Nicaragua algunas de estas creencias:

    "En Monimbó se dice que nunca hay que dejar a un niño solo, porque los duendes se lo llevan a la montaña para volverlos como ellos si no ha sido bautizados. En muchos lugares se oye decir que los duendes pierden en las montañas a los niños sin bautizar...Sólo los pequeños y los mudos ven a esos espíritus y entonces lloran de una manera extraña.

    En Chontales, entre las fincas ganaderas los campesinos le temen mucho a los duendes. De aquella región es Bricelda que pasó toda su infancia en uno de esos grandes dominios. Ella conoce anécdotas de verdaderos encuentros que su papá y su madrina tuvieron con los duendes. Estas son sus propias palabras: 'Cuando yo estaba tierna mi abuelita me cuidaba porque decían que a los niños sin bautizar se los llevaban los duendes. Ellos se los sacaban de su propia casa al menor descuido de la mamá'." (Tomado de Los Duendes, Editorial Nueva América, Bogotá, 1987)




viernes, enero 06, 2006

La leyenda de la dulce y bella Xalí

Cuenta la leyenda que una noche de plenilunio, la Laguna de Masaya fue testigo de una hermosa pero trágica historia de amor.

Dominaba aquellas tierras el Cacique Nindirí, cuya hija era famosa en la región por su dulzura y belleza. Xalí que era el nombre de la princesa, estaba ya ofrecida en matrimonio a Nancimí, el hijo del Cacique de Jalata.

Un día, Kieg, el hijo de un cacique quiché que visitaba esta región nicaragüense quedó locamente enamorado de Xalí desde que la vio, provocando los celos e ira de Nancimí. Nindirí gustaba de Kieg, encolerizando aún más al Cacique de Jalata y su hijo que se sintieron traicionados por su amigo.

Puesto que Xalí se había enamorado de Kieg, su padre no vaciló en ceder y permitirles que unieran sus vidas para siempre. Se celebraron grandes fiestas en honor de los novios, pero nunca sospecharon que entre los presentes se encontraría Nancimí preparando su venganza.

Abrazados estaban los amantes preparando su vida juntos, cuando una flecha certera atravesó el cráneo de Kieg, ante el horror de Xalí. De forma violenta Mancimí la arrancó del cuerpo inerte de su adorado esposo para llevársela a la fuerza por los despeñaderos de la laguna hasta la región conocida como Cailahua.

Nancimí suplicó a la princesa que lo amara, pero ella sólo lloraba desesperadamente por su amado Kieg y gritaba entre sollozos que lo único que quería era unirse a su príncipe querido. Nancimí encolerizado porque no podía tener el amor de la bella Xalí se retiró y le gritó "no serás mía, ni de él" y ardido en lo más profundo disparó una flecha que cortó la vida de la desdichada princesa.

Desde entonces la gente comenta que en esta región se distingue una cueva que se supone es la sepultura abierta de Xalí rodeada de varios jeroglíficos que cuentan su trágica historia. En las noches de luna llena, muchos son los que dicen que la dulce princesita aparece sobre las aguas de la laguna paseándose en las noches claras y tibias de Masaya. Y cuando ella aparece, es señal de buena pesca.


"Hace un año El Cailagua fue declarado Patrimonio Nacional, por contener como un arrugado y antiguo pergamino cincelado en un paredón de roca fina, más de doscientos petroglifos que dejaron los aborígenes. Estos petroglifos se conservan íntegros después de más de 475 años, en lo alto, largo y ancho de la pared pétrea conformada por piedra cantera y fina, una combinación donde los aborígenes esculpieron y grabaron toda clase de signos y figuras de dos épocas diferentes." (Jeroglificos de El Cailagua - END- Edwin Somarriba/30 de diciembre de 1999)

"Los pescadores tienen buena pesca en el plenilunio porque la dulce Xalí vaga sobre el haz de la laguna de Masayan/La brisa que riega el agua, hace y deshace los pliegues de la túnica de la dulce Xalí/Pescador, es el plenilunio; toma la barca y tu atarraya y ándate a Cailahua que la dulce Xalí vaga sobre la haz de las aguas." (Fragmento tomado de Gustavo A. Prado: Leyendas coloniales. Ediciones del Club del Libro Nicaragüense, Managua, 1962)
Foto: Vianica

jueves, noviembre 24, 2005

El llanto de la serpiente

"Una serpiente encantada vive en las aguas de la Laguna de Masaya y hay quienes dicen que la han visto flotando y la describen con barba larga y cachos. La leyenda cuenta que dos jovencitas estaban enamoradas del hijo del Cacique Tenderí, una de ellas era correspondida, la princesa de Jalata y la otra no. La no correspondida se juntó con otras tres amigas para conquistar al hijo del cacique y en esa búsqueda se dirigió a una adivina, quien le dijo que arriba en la montaña (donde ahora es la laguna), vivía una serpiente que mantenía encantado al hijo del cacique y mientras ella viviera, el amor del joven nunca sería de otra mujer. Por ello tenía que amarrar a la serpiente en el tronco de un árbol de guácimo con los cabellos de las cuatros mujeres hasta que la serpiente muriera y se rompiera el encanto. Una vez amarrada la serpiente empezó a llorar y llorar, pero nunca murió, fue tanto su llanto que sus lágrimas formaron lo que es hoy la Laguna de Masaya."

Miguel Flores
Fragmento de "La serpiente encantada y otras leyendas"
La Prensa, 26 de enero, 2003

lunes, noviembre 14, 2005

Leyendas de la Laguna de Apoyo


La Laguna de Apoyo desde el Mirador de Catarina Posted by Picasa


La Laguna de Apoyo es orgullo de los nicaragüenses, regalo de los dioses en cuyas aguas cristalinas se refleja un pedacito de cielo. Son muchas y variadas las historias fabulosas que circundan esta zona. En sus alrededores muchos pobladores aseguran haber tropezado con personajes misteriosos que vistiendo las más exóticas prendas, aparecen de la nada dejando perplejos a quienes tienen la fortuna o la mala experiencia de encontrarlos. Viejos del monte, hombrecillos con dentaduras de oro, apariciones que caminan sobre la laguna sin mojarse, duendes con caras terribles, perfiles tenebrosos o hechiceros de pueblos cercanos. Todo parece ser válido como parte de los comentarios de las personas que encantadas por la laguna transitan sus veredas.

No solamente los senderos están llenos de misterio. De la laguna en sí, se dice que es casa de una inmensa culebra con dos cachos. Unos insisten que come humanos todo el año. Otras versiones sugieren que aparece únicamente en Semana Santa. Además, se dice que hay que tener cuidado si uno decide refrescarse en sus aguas, porque el que se ahoga quedará convertido en algún animal, o incluso aún, podrá ser atraído hacia el fondo donde existe una ciudad de mujeres que sumergidas aguardan a su próxima víctima.


Más información acerca de la Laguna de Apoyo

viernes, noviembre 11, 2005

El misterioso Volcán Masaya



Crecí observando de lejos al Volcán Masaya, famoso coloso rodeado de misterio y creencias que nos trasladan como una máquina del tiempo a la época de nuestros antepasados indígenas y de aquellos que con ánimos de conquista recorrieron algún día nuestra patria.

Se dice que desde épocas de antaño el activo volcán fue escenario de ritos y ceremonias donde vírgenes y niños eran sacrificados a los dioses. Cuando vinieron, los españoles comentaban entre sí la extraña historia de una mujer vieja que aparecía en el fondo del cráter, revelándoles a los indígenas secretos de la naturaleza y animando a los caciques a rebelarse contra ellos. Los nuevos inmigrantes venidos de lejanos continentes, supersticiosos ante este misterio, consideraron que el lugar estaba embrujado y decidieron colocar una cruz para conjurar al demonio en el lugar bautizado por Francisco de Bobadilla como la boca del infierno.

Aún hoy en día, se dice que el famoso cráter del volcán es escenario de pactos peligrosos realizados entre algunos pobladores y el Maligno. Según se rumora en los pueblos, personas pobres y desesperadas de un día a otro amanecen siendo dueños de propiedades, negocios y grandes sumas de dinero sin explicación alguna. Se dice, también, que el sitio en sí es celoso de su vegetación, ya que si alguien corta alguna fruta, no encuentra el camino de regreso, pierde el sentido de orientación, y jamás logra encontrar la salida.

Agregaría a estas leyendas que el magnetismo del Parque Nacional Volcán Masaya va más allá de sus senderos, de sus visibles entrañas, sus múltiples cráteres, sus cavernas, su flora y su fauna. Su belleza y misterio vuela a través del tiempo, se cuela por las fronteras de forma ilegal y se prende del corazón de aquellos que nos fuimos de viaje y llevamos dulces recuerdos y anécdotas de otros tiempos.  Días felices subiendo aquellas interminables gradas hasta alcanzar, ya sin aliento, la misteriosa cruz que abre sus brazos exorcizando al demonio. O el placer, por ejemplo, de asomarse al encendido y enérgico cráter Santiago para buscar mensajes ocultos de antiguas vidas.

No podemos llegar a Nicaragua sin correr a saludar a nuestros hermanos Masaya y su compañero Nindirí.  Nuestra primera y obligada parada.  Allí llegamos siempre fieles, deseosos de mostrarle a nuestros hijos o amigos nuestro orgullo y volvernos a enamorar de su voz siempre ronca, que sabe a tierra y a fuego, a humo y llamaradas. Retumbos inolvidables que nos dan la bienvenida con el sabor de sus nancites y el alboroto de sus chocoyos a la Tierra de los Lagos y Volcanes.

Revisado 24.08.16

miércoles, octubre 26, 2005

Cuentos de Monimbó

Con una imaginación fantástica, los pobladores del barrio de Monimbó en la ciudad de Masaya son famosos por sus cuentos de ceguas y micas o chanchas brujas. 

Narra don Juan Bautista Jiménez Ortiz tallador artista de dicho lugar que "en aquellos tiempos, Monimbó se alumbraba con candiles, la gente pasaba y decía 'buenas noches' y se acostaba temprano, pero a medianoche se escuchaban pasos arrastrados en los senderos a orillas de las casas. Era la chancha bruja, cuyo sitio preferido para asustar era de Las Cuatro Esquinas una cuadra arriba. 
A mí me tocó vivir esa experiencia. Resulta que yo tenía una mi novia en San Juan, ahí por donde está ahora el Estadio Roberto Clemente. Una vez regresaba a eso de las diez u once de la noche de la visita y tenía que pasar por fuerza en ese lugar. No había luz, solo candilitos en ciertos sitios y una que otra lámpara de carburo.

Venía con temor, pero haciéndome el muy hombre. De repente sentí que todo el cuerpo me vibró, oí el hociquear del animal cerca de mí y pasar su sombra. Me dio terror escuchar ese ruido, porque ya sabía a ciencia cierta que era el animal que representaba al Diablo. ¿Cómo fue ese ruido? Era como si el animal estuviera lanzando horribles ronquidos. Como pude corrí hacia mi casa y lo primero que hice fue pegar un grito: ¡Papá!, porque sabía que mi padre, que es pariente del difunto Victoriano Chávez, me podía defender en aquel trance. “¿Qué te pasa?”, me preguntó. Pues que me salió la chancha bruja, le digo. “Eso se te nota, pues traes cara de miedo —me dice— vamos a ver eso (salió). Ahí no hay nada”. Pero yo temblaba de temor, él se fue, le dio la vuelta a la manzana y volvió al mismo lugar: nada había. "

Según narra D. Enrique Peña Hernández en su libro Folklore de Nicaragua, estas apariciones infernales aprovechan la oscuridad de las noches, el ambiente de superstición y la imaginación de los pobladores para asustar a los tunantes con el objeto de causar daño por causa de venganzas, celos, despechos o enemistades y hasta efectuar robos y raterías a sus anchas. 

Historia de Juan Bautista Jiménez es un fragmento de "El famoso tallador que hizo pacto con el diablo" de Mario Fulvio Espinosa publicado en La Prensa, 24 de julio 2005.

Cuadro: "Pueblo", de
Manuel García Moia
, pintor primitivista nicaragüense.

viernes, octubre 21, 2005

Anécdotas de La Judea

    La Judea tiene una historia de curiosas anécdotas. En Nindirí se comenta que don Pedro López, que salió de Jesús, se casó con la joven que había interpretado a María. En otra ocasión el que hacía de Diablo estaba jalando con María y antes de salir a escena estuvieron romanceando y ella salió con el rostro todo encontilado.

    Cuando yo era niño, en Masatepe, recuerdo que cuando ya estaba montada la presentación de La Judea, faltando poco para la Semana Santa, se supo que María estaba embarazada de Judas y la barriga era tan notoria que se tuvo que suspender La Judea.

    En otra ocasión uno de los soldados romanos era vendedor de pescado y andaba por las calles del pueblo, anunciando el producto al grito de: “El pescado mareño, el pescado mareño”. Todo fue que saliera al escenario del cine y todo el chavalero comenzamos a gritar: “El pescado mareño, el pescado mareño”, y el hombre se enojó tanto que se bajó y nos comenzó a seguir. La función fue suspendida por más de una hora.

    No se me olvida cuando el que hacía de Gestas, mal ladrón, estaba tan nervioso que le fueron a comprar medio litro de guarón para que agarrara valor. Cuando llegó el momento de la crucifixión estaba tan bolo que comenzó a gritar improperios contra los soldados romanos, llamándolos por sus verdaderos nombres, incluyendo apodos, mentándoles a sus progenitoras hasta que lo bajaron de la cruz y se lo llevaron mientras gritaba que era muy hombre y que ningún pendejo lo iba a crucificar. 



21 de marzo de 2005