viernes, febrero 03, 2006

Verde es el río

Mi reino vivirá mientras

estén verdes mis recuerdos.”

José Hierro
¡Aquí todo es verde! Verde el camalotal de las vegas.

Verdes los guabos y sus vainas henchidas de habas dulces.

Verdes las iguanas tendidas al sol.

Verdes sus crestas férreas y altivas.

Verdes los chocoyos que pasan en bandadas

o se almuerzan en jubilosa algarabía un guayabal.

Y las tortugas hurañas que saltan de sus troncos viejos

se zambullen y luego se pierden.

Verde el canto de las oropéndolas

cuando terminan de colgar sus nidos.

Verdes las hormigas náufragas sobre algas a la deriva.


Verde el sombrero de hojas que se hacen los niños

para esconderse del sol en el reflejo del río.

Verde-rojo. Verde-azul. Verde-amarillo. Verde-marrón.

Verde las loras. Verde los garrobos. Verde los chichimecos.

Verdes como el viento que despierta a la mañana.

Verde la lluvia fresca sobre el ramaje de los mangos.

Verde, a veces, el vientre suculento de las ceibas

y la sombra de los elequemes en el espejo del río.

Verde por tierna la leche de los jocotes verdes.

Verde siempre el aliento y la silueta de la montaña.

Verdes las olas que mecen el bote que nos lleva y nos trae al río.

Verde el silencio de las mareas y la brisa.

Verde también la mirada si te asomas al fondo del río

y lo abrazas con los ojos sin tocar sus orillas.

Verde es el río. Verde. Muy verde.

Verde y Escondido. Verde y esquivo. Sólo mío.

¡Verde es todo el año y en todas las horas!

Aun cuando se vuelve oscuro para auscultar la noche

y compartir su misterio con unos ojos negros

o llorar la violencia de sus hijos. ¡Río-Madre!

Para mí siempre es verde porque me corre por dentro

el verde de sus riberas. El verde de sus aguas nuevas.

El verde del cielo que se contempla en ellas.

¡Verde! Que no hace falta que lo quiera verde.

Verde sería ayer. Verde hoy para mañana y todavía.

Verde-mío. Verde-tuyo. Verde-nuestro.

Verde. Más verde el deseo de que no lo devore nunca el marasmo...

Gloriantonia Enríquez, poeta y ensayista nicaragüense



Foto: Sandra Saric, en su visita a Nicaragua.

lunes, enero 30, 2006

Cuentos y leyendas de los Indios Matagalpas






Cuento # 1.
La leyenda de Yasica y Yaguare



Yasica
Yasica, era la hija de un guerrero de la tribu matagalpa que vivía al este del actual departamento de Matagalpa, y que se escapó de su pueblo con Yaguare siguiendo consejos de un anciano de que ambos formarían un gran pueblo donde nace el río Ucumulali (Río Grande).

Yaguare
Yaguare, era hijo del cacique Yaguan que hastiado de las continuas guerras con los sumos huyera con su novia, y juntos fundaron el poblado de Matagalpa (Arriba en las piedras. Según el padre Guillermo Kiene)

Para el año 1530 los conquistadores españoles ya se habían asentado en la región del Pacifico de Nicaragua, es decir en: Nicaragua (Rivas), Granada, León y El Realejo. Y desde 1527 habían enviado misiones a buscar yacimientos de oro a unas 20 leguas al noreste de León, esto era en los límites de la Taguzgalpa (Tierra de la plata) donde fundaron en 1539 el poblado minero de Santa María de Tologalpa, cerca de la actual ciudad de Ocotal.


En 1527 el teniente español Gabriel de Rojas buscando una ruta por el norte hacia el Desaguadero descubre una población de indios Matagalpas que practicaba culto a la diosa conocida como Mujer Serpiente, este nombre traducido al nahuatl por sus intérpretes chorotegas era Cihua-coalt, su verdadero nombre en lengua se ha perdido. Con el pasar del tiempo Cihua-coatl se castellanizó como Sébaco.

Ya para 1560 la parcialidad de Molagüina (barrio de la actual ciudad de Matagalpa) fue concedida como encomienda al español Alonso Quintero. Para 1608 el comendador del Convento de la Merced del pueblo de Matagalpa salió en misión hacia el pueblo indio Muimui llevando de intérprete al indio don Diego, cacique de Molagüina, este era un indio matagalpa cristiano de la Encomienda de Hernando de Espino, logrando así bautizar a Xilon, cacique de Muimui y a varios indios de su pueblo.

Misioneros mercedarios ansiosos de reducir a los indios penetraron mas hacia el noreste y fundaron finalmente en 1732, el poblado Nuestra Señora de Dolores de Yasica a orillas del río que los indios llamaban Yasica, afluente del río Tuma, Tuma según el estudioso sacerdote matagalpino Guillermo Kiene significa “afluente” en lengua ulva.





(Yasica, fundadora de Matagalpa contemplando su territorio)



LA LEYENDA

El nombre Yasica proviene del sobrenombre de una joven india muy recordada por los ancianos Matagalpas que vivían en el centro de Nicaragua, lugar que en el futuro los españoles llamarían “frontera de la selva”, este era el límite entre las bellas tierras compuestas por fértil valles y montañas nublosas de mas de mil metros de altura donde habitaban los indios Matagalpas y la selva tropical húmeda y baja del Caribe donde habitaban los indios Sumos.

La leyenda narra que mucho antes de la llegada de los “barbudos” (españoles) en esa región había vivido una joven india muy linda, independiente y atleta consumada, sus padres al nacer le habían llamado Bilgüit, que significa frágil doncella, sin embargo cuando creció dio muestras de ser todo lo contrario, pues le gustaba salir de caza con los muchachos, trepaba con facilidad los árboles mas altos, no temía a los animales silvestres, pues se le veía a veces jugando con ellos, incluso sus amigos les llevaban culebras boas que ella gustaba portar enrolladas en su cuello, tuvo un coyote que domesticó como a un perro, lo mismo así a un halcón. Contaban sus amigos que ella corría tan veloz como un venado, balanceaba en los árboles como mono, y nadaba y buceaba como un pez.

Con el tiempo la llamaron Yasica, que significaba en lengua matagalpa “doncella veloz”. Era además muy bella: morena de ojos y cabello negro y largo, pero era mas recordada por su personalidad, pues conjugaba lo valiente con lo amable, la sabiduría con el atrevimiento.
Sabía usar el arco como un cazador nativo, hacer sus flechas de tafixte (varilla lisa muy dura del árbol de coyol).

Yasica se dio a conocer también como una joven muy independiente. Ya adolescente se le solía ver acompañada por un altivo y atrevido joven que llamaban Yaguare, (según el lingüista padre Kiene, Yaguare significa “que corre veloz”), era hijo del cacique Yaguan quien comerciaba con los sumos que subían río arriba.

Se dice que estos indios matagalpas extraían grandes pepitas de oro, de unos yacimientos en la cercanía, cuyo lugar era secreto, el oro era llevado al centro ceremonial de Cihua-coatl donde era negociado con los Pochtecas que venían de México, estos era emisarios del soberanos Aztecas que venia anualmente a cobrar tributo y a comerciar con los matagalpas por la ruta que ahora conocemos como “ruta del güegüence”, comerciantes mestizos qe desde el siglo XVII transportaban mercadería en recuas de mulas desde puertos del Pacífico en México.

Antes de la colonia española estos pueblos indios que comprendían ese territorio eran: Somoto, Yalagüina, Palacagüna, Condega, Esteli, Sébaco, Matagalpa, Teustepe, Lovigüisca, todos eran pueblos indios de lenguaje matagalpa hasta llegar al Desaguadero, lugar en el Mar Caribe donde se hablaba el nahuatl, de allí los comerciantes Pochtecas regresaban a México, ya sea por vía acuática pasando por Yucatán, o por la misma ruta terrestre.

Noticias de esos yacimientos de oro en Cihua-coatl atrajo posteriormente a los españoles, pero su fuente era secreto, y nunca pudieron la encontrar. Esto fue conocido hasta en tiempos de la colonia, por ejemplo, el geógrafo francés Pablo Levy escribiendo en 1873 enumera las minas de oro del antiguo Corregimiento de Sébaco y Chontales, y dice: “Al norte de La Libertad se han descubierto filones en Camoapa, Boaco y a lo largo de la cumbre está Sebaco, se sabe que en el tiempos de la dominación española Sébaco regaló al rey de España un medio lleno de frutas de tamarindo, imitadas en oro macizo”.

Ahora se cree que podrían ser estas las minas de oro encontradas en 1808 en el área conocida como Ocalca, Mina Verde y Montegrande a pocas leguas de Yasica, las de El Jícaro cerca de La Trinidad, o en una misteriosa cueva de la Mocuana, cerca del cerro de Oyanca al norte de Cihua-coatl. Esta región era continuamente amenazada por indios nómadas, que provenientes de oriente remontaban los ríos hasta llegar a la región de los matagalpas. Los españoles llamaron a aquellos Caribes Bravos, en oposición a los que comerciaban o les servían a ellos a los cuales denominaban Caribes Mansos.

EL VIAJE DE YASICA Y YAGUARE

El cacique Yaguan ya estaba viejo y cansado de luchar, no quería mudarse de ese lugar, no así Yaguare y Yasica que eran jóvenes, ambiciosos, y no estaban dispuestos a ser presas de los caribes.

Yaguare y Yasica planearon abandonar la difícil vida de su tribu e ir a buscar el lugar que le describiera un sabio y anciano Sukia, o sacerdote ulva, amigo de sus padres lugar que estaría reservado para una pareja especial como ellos y su descendencia, según una tradición tribal. Este lugar estaba muy cerca del nacimiento del gran rio Ucumulali.

El sabio Sukia les recomendó que era tiempo que ellos empezaran a buscar ese mitológico sitio para salvar a su gente. Yasica y Yaguare decidieron partir en su búsqueda.

Yasica conocía los alrededores y sospechaba que ese lugar debía estar hacia el sur de su poblado, pero no tenia idea donde estaba el nacimiento del río grande. Tomaron entonces un cayuco que compraron a amigos indios Ulvas del lugar, navegaron el río que pasaba por su comunidad (Yasica) hasta su unión con el Tuma, de allí ascendieron el río grande llamado por los sumos Kiwaska (Pedregoso) buscando su nacimiento, siguieron río arriba por otra semana de viaje, ambos remaban y a veces solo paraban para pescar, hacer fuego y comer, dormían dentro del bote cuando creían que el lugar era seguro contra fieras, llegaron al poblado de Muimui (Mucha Nutria) donde hablaban su lengua, después de varios días pasaron por otro pueblo llamado Metapa y al fin pararon en Cihua-coalt, centro ceremonial y comercial indígena de su misma raza del cual habían escuchado a sus padres hablar con mucha veneración y misterio.




Allí quedaron unos días descansando y admirando aquel gran pueblo donde se notaba la pujanza del comercio de los matagalpas con los Pochtecas del valle de México, estos buscaban pepitas de oro tan grandes como los colmillos de un tigre, y estatuillas hechas de ese metal por indios Talamancas recorriendo la ciudad admiraron templos dedicados a la diosa que llamaban “mujer serpiente”.

Visitaron plazas públicas, unas para un juego con pelota de caucho, y otras para practicar el tiro a mazorcas de maíz con arco y flecha, incluso una donde les contaron que una vez cada cinco años presentaban los delegados de los Aztecas de México, este era el espectáculo del pájaro volador, una práctica arriesgada y peligrosa.

En el puertecito veíanse cayucos y pipantes de indios matagalpas y sumos que venían desde lejos a comerciar trayendo pavos, cacao, maíz, yuca, tabaco, cusucos, venados, loras.
Oyeron hablar de que los sumos que habitaban al oriente, compraban perros mudos y sin pelo para llevárselos a su región, los cuales después comían.

Hicieron amistad con otros jóvenes, a los cuales pidieron informes sobre la ubicación de las fuentes de ese río. Con ayuda de la hija del cacique lograron llegar donde el río se volvía mas angosto y pedregoso, supieron que las fuentes principales eran dos y que estaban en las montañas vecinas como a un día de remo hacia el norte.

Llegaron al fin a un lugar a orillas de una gran montaña donde podía apreciarse una gran piedra cortada caso verticalmente, gigantesca roca que brillaba cuando el sol le hería en las tardes, y de donde bajaba una corriente de agua cristalina. Por la belleza del lugar, lo agradable de su clima, abundancia de pesca y caza, y la vista de la formidable roca no, había duda que era la región que llenaba la profecía para su asentamiento.

Allí se fincaron, lugar que Yasica bautizó con el nombre del mismo príncipe, o sea Yaguare, esto era en las laderas de un enorme cerro azul- verdoso llamado Apante, que significa “cerro de agua”, allí según todas las señas era el lugar que les había indicado el viejo sabio. Ambos trabajaron y construyeron con sus propias manos chozas, y corrales para guardar venados y pavos, y con grandes piedras formaron a manera de presa una hermosa poza que les serviría para nadar y pescar. Con el pasar del tiempo Yasica y Yaguare dieron lugar a una gran descendencia que posteriormente formaron tres distintos pueblos hermanos, estos eran: Matagalpa, por su hijo mayor del mismo nombre, que según el padre Kiene significa “vamos a la piedra”, otro formado por descendencia de la princesa Umanka, este pueblo mas tarde le llamaron Molagüina que significa “pueblo grande”, y Solingalpa, o “lugar de los caracoles”, por la hija menor.

Estas fueron los poblados indios que encontraron los españoles a su llegada a esta región a principios del siglo XVI. Años después, la villa de Santa María de Yasica que habían fundado los españoles fue atacada tantas veces por indios Caribes, que ahora llamaban Mosquitos, los cuales habían sido armados con mosquetes y armas blancas por los ingleses desde el año 1710. Ya a finales del siglo XVIII esta villa había sido reportada como perdida, es un reto para los arqueólogos encontrar sus restos, se cree que sus habitantes se mudaron y fundaron el pueblo de San Gerónimo, cerca de Muimui viejo.

En las vecindades de estos pueblos, así como en la comunidad de El Chile, cerca de la ciudad de Matagalpa todavía pueden verse los rasgos representativos de aquella raza autóctona.

CONCLUSION

La gesta de Yasica y Yaguare quedó como una leyenda que todavía añoran los pobladores tanto de la zona del río Yasica, del Tuma y del Ucumulali, como la pareja que fundó el poblado de Matagalpa con su esfuerzo y su amor.

Quedan como silentes testigos los nombres de dos ríos que recuerdan a aquella valiente pareja o sea el río Yasica, así como el Chuisli Yaguare que atraviesa el centro de la ciudad de Matagalpa, y el majestuoso cerro Apante, connsu misteriosa laguna en su cima que encierra el secreto de la sagrada serpiente de los indios matagalpas.







Cuento # 2
Umanka, la bella sukia de los matagalpas


Umanka era una india de la etnia Matagalpa que vivió en esta región allá por los años 1520s, un poco antes de la aparición de “los barbudos” en los dominios de su tribu. Umanka era nieta de Yaguare y Yasica, los fundadores de los calpules de Matagalpa, etnia que tenía su propia cultura y su lenguaje de origen chibcha.

Umanka había heredado las cualidades de su abuela Yasica, es decir que tenia don de mando, era inteligente, bella y atlética. Añadía a esto que gustaba del comercio e interpretaba bien la música. De su abuelo Yaguare heredó su noble prestancia, el principesco atuendo y joyas que esta bella sukia lucía en ocasiones especiales.

Había organizado a un grupo de jóvenes indios, que debían de reunir esas mismas dotes, o adquirirlas con esfuerzo y práctica. Los indios ulvas que habitaban detrás de la frontera de la selva creían que Umanka era una sacerdotisa o bruja, por eso le llamaban en su idioma, sukia.

Mientras el resto de su tribu se dedicaba a la agricultura, a la caza, a la pesca, a la cocina y otros a la confección de tejidos de algodón, ella y su grupo se dedicaban al comercio, para hacerlo mas efectivo practicaban la oratoria, aprendían otras lenguas y entretenían a sus clientes con música de flauta, quijongos, güirros, pitos y tambores mientras Umanka entonaba canciones en su melodioso lenguaje indio.
Umanka

Umanka tenia correos o mensajeros que le informaban del estado del comercio en regiones distantes, jóvenes atletas remaban sus cayucos río abajo el Ucumulali (río de los guapotes dorados) después caminaban hacia el sur, pasando por los poblados indios de Juigalpa, Lovigüisca hasta llegar a la nación de los Talamancas (ahora Costa Rica) donde hablaban lengua chibcha similar a la suya. Allí negociaban sus productos y adquirían en pago pequeñas estatuillas de oro que los Talamancas habían aprendido a fundir y moldear, una vez de regreso a su región vendían estas preciosas figuras a los visitantes Pochtecas que procedían de México. Los Pochtecas, de habla nahuatl entraban en territorio de los matagalpas por Teotecacinte, pasando por Yalagüina, Condega, Sébaco y de ahí a Muimui, Teustepe, Juigalpa y Lovigüisca. El poblado indio de Matagalpa, sin embargo, estaba en terreno mas escarpado y rocoso, escapaba así de la ruta de los Pochtecas, por eso Umanka enviaba sus emisarios y a veces ella personalmente los acompañaba a las plazas de comercio, especialmente al poblado de Sébaco y Condega, poblados de la misma etnia Matagalpa.

Estas estatuillas de oro eran buscadas afanosamente por los comerciantes Aztecas, los indios e indias nobles los usaban en sus collares, gorros y brazaletes, las estatuillas tenían igual mercado, así como las grandes pepitas de oro (llamadas por los españoles Tamarindos de Oro por su gran tamaño) que los indios matagalpas de Sébaco obtenían de una misteriosa cueva en la vecindad del cerro Oyanka, en la sierra de Totumbla.

Otros artículos que Umanka y su grupo comerciaba, eran pendientes y collares de verdes esmeraldas provenientes del valle de Cumaica, así como instrumentos de música que fabricaban en Samulali y Ocalca.

Cuando Umanka y sus cachorros llegaban a Sébaco, participaban en las competencias deportivas y musicales que anualmente ahí se desarrollaban en culto a la diosa de la Mujer Serpiente o Cihua-Cuatl, estas se realizaban en honor a los visitantes del emperador Azteca, que tributaban culto a Quezalcoalt, o Serpiente Emplumada.

Cuando los españoles llegaron por esta región, allá por 1552 afectaron el tipo de vida de esos comerciantes, empezaron a imponer sus costumbres y religión, sin embargo se sospecha que la lengua y costumbres de los matagalpas perduró hasta el año 1875.

Los restos de Umanka yacen en la montaña de Apante, por eso se dice que ese cerro es “La Montaña que canta”. Su tradición musical se ha preservado hasta la fecha, ahora con influencia centro-europea de inmigrantes llegados a mediados del siglo XIX, y se manifiesta en el “son norteño”, así como los sobaqueados y jamaquellos (polcas y mazurcas) que se practican todavía en Estelí, Jinotega y Matagalpa.

Atuendo de Umanka (heredado de su abuelo el Príncipe Yaguare)
Sobre su cabeza luce un gorro de cuero de venado con 4 plumas de quetzal rojas y verdes, el gorro muestra al frente un emblema rectangular con tres gemas, una de oro, una de esmeralda y una de cuarzo blanco. Sus aretes son grandes aros colgantes, hechos de cuero de venado entrorchado. El collar superior es de cuero de danta con diez tamarindos de oro regalo de los indios de Cihua-Coatl, este sostiene un emblema rectangular con tres piedras de rubí. El collar inferior es de cuero de venado, representando los diez pueblos de los indios matagalpas: Yalagüina, Condega, Esteli, Jinotega, Sébaco, Matagalpa, Muimui, Teustepe, Juigalpa y Lovigüisca. En ambos brazos y como pulsera luce brazaletes de cuero de danto teñidos en diferentes colores. En sus manos sostiene un bastón de madero negro labrado y con un aro de oro incrustado en el mango, como símbolo de autoridad.







Cuento # 3
Oyanka, la princesa que se convirtió en montaña


Allá por 1550 en el Valle de Sébaco, cuyo nombre significa Mujer Serpiente, a orillas de la laguna Moyoá, habitaba una nación de indios matagalpas bajo el liderazgo del cacique Yamboa. Su principales oficios eran la agricultura, caza y pesca; conocían a perfección el cultivo del maíz, cacao, y el tabaco, de algunas plantas silvestres obtenían la yuca, el tamarindo y distintas frutas para su dieta diaria.

Entre los animales que cazaban para comer estaba el pavón, codorniz, guatusa, guardatinaja y el venado. De los metales solamente trabajaban el oro por su ductilidad y belleza. Habían encontrado yacimientos de este bello metal en una cueva en las montañas cercanas al norte del poblado, se cree que esta comunicaba una cueva a orillas del Río Grande con una cueva cerca de La Trinidad, ellos guardaban el secreto, especialmente cuando se percataron que los españoles lo buscaban con desenfrenada ambición.

Incursiones de soldados de la corona española empezaron a llegar por esa región, el cacique los recibió bien, mientras tanto, los soldados descubrieron que algunas indias relacionadas con el cacique lucían collares con grandes pepitas de oro tan grandes como las semillas de tamarindo. Pronto consiguieron algunas pepitas con halagos y otras a cambio de telas vistosas y otros objetos como cuchillos de hierro.

El cacique hizo varios presentes de grandes cantidades de tamarindos de oro al rey de España, la leyenda habla de varios zurrones de cuero llenos con 20 quintales de oro. Por esa razón a estos les decían también tamarindos reales.

Este regalo no hizo más que despertar la ambición de los conquistadores, quienes la próxima vez llegaron agresivos, y pusieron un resguardo o guarnición de soldados muy cerca del poblado. Los indios resintieron y hubo algunas escaramuzas en que murieron indios y soldados.

Mientras tanto en Córdoba, España vivía una familia, cuyo padre Joseph Lopes de Cantarero, teniente de la armada española, había sido enviado a la provincia de Nicaragua, y reportado muerto en una región llamada Cihuacoatl en un combate con los indios del lugar. La noticia tardó en llegar varios meses a la península.

Cuando la viuda María de Albuquerque recibió la noticia su hijo José tenia apenas trece años de edad, como ella no veía porvenir sin la ayuda del salario del padre decidió llevar a su hijo al convento de los padres franciscanos que estaba allí cerca, habló con fray Domingo, y logró que admitieran a Joseph para que estudiara y se convirtiera mas tarde en un sacerdote.

Joseph, muchacho simpático como listo, aprendió durante esos años latín, geografía, historia, oratoria, cánones sagrados y teología. Cuando le faltaban solamente unos meses para ordenarse el inquieto joven descubrió que el sacerdocio no era su vocación, era ambicioso, quería ir a conocer el lugar donde su padre había muerto y buscar aventuras en aquella tierra misteriosa llamada en aquel entonces Indias Occidentales.

Recordó que cuando él era pequeño su madre le había llevado al puerto de Cádiz a dejar mensajes a su padre cuando éste servía a la corona en la Indias Occidentales. Ya contaba con 19 años, aprovechando una salida que le autorizaron para visitar a su madre le confesó a esta que no volvería al convento y que deseaba hacer algo que siempre soñó, tomaría nuevos rumbos y le prometía que en unos años tendría noticias de él como un hombre de éxito. La madre lloró por un buen rato, pero al final le bendijo y despidió.

Recogió mas información acerca de su padre, y en vez de regresar al convento se dirigió al puerto de Cádiz, allí buscó un barco que viniera a América. Encontró uno que viajaba a Cartagena de las Indias, convenció al capitán que él era un fraile que podía acompañar a la nave para darles a los marineros los servicios religiosos y la protección del Señor en el viaje.

José se embarcó hacia el Nuevo Continente. Llegado a Cartagena, después de unas semanas tomó otro barco de vela hasta un pequeño puerto llamado David, cruzó el Istmo del Darién hasta la ciudad de Panamá allí tomó un barco que venia al puerto de la Posesión de El Realejo en la pequeña provincia de Nicaragua.

Llegado a León estuvo allí algunos meses. Ya para entonces había guardado sus hábitos y cumplido los veinte años de edad. Preguntó como alistarse como escribiente para las guarniciones de soldados que fueran a Sébaco, encontró una que iba para Muimui y se alistó con ellos.

Llegó a Sébaco, allí pidió permiso para quedarse pues era un puerto pluvial más importante en ese corregimiento. Después de ubicarse e investigar la historia y condiciones del lugar, supo que su padre el teniente Joseph Lopes de Cantarero había muerto porque un capitán de apellido Alonso arrebató unas piezas de oro a unas indias, los indios reaccionaron dando muerte a unos soldados a los cuales el capitán les había ordenado protegerlo, era culpa del susodicho capitán quién por ambicioso había comprometido a su tropa, terminando con la pérdida del teniente y varios soldados.

Investigó Joseph la suerte del capitán, encontrando que había perecido posteriormente por intentar encontrar los yacimientos forzadamente. Joseph mientras tanto trató de hacer amistad con la gente cercana al cacique, siendo un joven astuto y culto supo encontrar la manera de conocer a la hija del cacique llamada Oyanka.

Pasaron algunos meses durante los cuales trató de hacer amistad, aprender la lengua de los matagalpas y de enseñarle a ella el idioma castellano. Como ambos eran jóvenes y agraciados llegaron a enamorase, ella era de unos 17 años de edad, de tez bronceada, ojos cafés ámbar, de facciones finas, un tanto sensuales, y cabello largo muy hermoso. José se enamoró de ella, la primera mujer en su vida, pero no olvidó su propósito por enriquecerse.

Conversando con ella, logró al fin tras un juramento de guardar el secreto, que lo llevara a ver donde extraía su padre los tamarindos de oro. Oyanka y Joseph, sin dejarlo saber a nadie caminaron dos horas desde el poblado de Sébaco hacia las montañas del poblado de La Trinidad, una legua hacia el noroeste del poblado, allí había una cueva escondida y secreta. Joseph y Oyanka entraron en la cueva prohibida con una tea de ocote encendida, salieron murciélagos espantados por la luz y abundantes culebras se arrastraron a refugiarse.

Oyanka (Berta Valle Otero)


José pudo ver ante sí una veta de cuarzo donde notábanse adheridos grandes granos del dorado metal, no podía creerlo, estaban al alcance de su mano, con poco esfuerzo podía desprender lo que parecían grandes botones dorados del tamaño de semillas de tamarindo. Guardó siete de ellas en su bolso, agradeció a su novia, luego apreciaron el bello paisaje del valle y la puesta de sol en las montañas del oeste, ya tarde empezaron a caminar de regreso al pueblo.
Mientras tanto el padre de Oyanka inquiriendo acerca del paradero de su hija, al recibir información de la dirección que habían tomado, se figuró que andarían en la cueva secreta.
Disgustado ordenó la captura el atrevido jovenzuelo, y el encierro de la princesita.


No podía eliminar a José por temor a la reacción de los soldados acantonados en Metapa, pero sabiendo de una incursión de los indios caribes por el río que ellos llamaban Kiwaska, pues estos solían atacar de noche llevándose mujeres y niños españoles, adelantándose les envió mensaje ofreciéndoles que no atacaran a su población, en cambio les entregaría pepitas de oro y además a un joven español de muy alta posición cuyo rescate ellos podrían negociar en el futuro con la corona española en Cartagena de Indias. Envió a una avanzada de indios matagalpas a encontrarse con ellos cerca de Muimui e hizo el trato.

Así se deshacía de aquel inoportuno y ambicioso novio de su hija, sin necesidad de eliminarlo.
Oyanka privada de libertad y oyendo que su novio había sido enviado custodiado por indios a un ignoto paradero, se deprimió tanto que no quiso comer mas, afligido su padre trató de convencerla, pero la enamorada novia le dijo no podía vivir sin Joseph cayendo en un sueño del que no despertaría hasta que su padre hiciera regresar a su joven amante.

Nadie pudo evitarlo, Oyanka se recostó al principio con los ojos abiertos, pensativa, después de varias horas cayó en un sueño que no era de la muerte, porque nunca corrompió su cuerpo, era un sueño del que sólo el regreso de su amado podía rescatarla.

Cuatrocientos años han pasado, Oyanka se ha convertido en piedra y está a la vista de sus pueblos. Sébaco, El Guayabal, La Trinidad, Chagüitillo, Carreta Quebrada y de generaciones que vendrán en el futuro, en una perenne.... y quizás eterna espera.


FIN


¿Cómo ver a Oyanka?

Si el viajero viene en la carretera asfaltada desde Sébaco a Matagalpa. Un poco antes de cruzar el puente de Sébaco, en dirección de la carretera a Matagalpa en el perfil de los cerros al norte puede verse la silueta de la princesa recostada de espaldas, su bella cabeza con larga cabellera, sus desnudos senos, una pierna un poco levantada, la otra pierna y brazos descansando en el cerro

¿Cómo ayudar a la Princesa despertar?
Buscando a un joven con pelo castaño y ojos color de miel, de unas ocho cuartas y media de estatura, delgado, atlético. Se dice que escapó a los Caribes en la costa de las Antillas y anda errante buscando a su amada, para quién su amor perduró más que el oro.


Cuentos publicados con el permiso de su autor, el señor Eddy Kühl. Fotografías de Selva Negra, orquídeas y montañas de Matagalpa.


Otros escritos del Sr. Eddy Kühl 

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It was about the year 1550 in the Valley of Sebaco, in the Spanish province of Nicaragua, whose name in nahuatl "Cihuacuatl" means Serpent Woman, a nation of Matagalpa Indians under the leadership of the cacique Yamboa lived.

Among the animals they hunted for food were the turkey, quail, agouti, guardatinaja (a species of agouti particular to Nicaragua) and deer. Insofar as metals were concerned, they obtained and worked with gold, given its malleability and beauty. They had discovered deposits of this precious metal in a cave in the mountains north of their settlement. It is believed that this cave was connected one cave on the shore of Rio Grande with a cave near Esteli. They jealously guarded this secret, especially when they became aware that the Spaniards were looking for gold with unrestrained ambition.

When incursions of soldiers under the Spanish crown began arriving, the "Cacique" (chieftain) cordially received them. Meanwhile, the Spaniards discovered that some female relatives of the Cacique displayed necklaces containing gold nuggets the size of tamarind seeds. Soon, they obtained some small nuggets through flattery and others by trading flashy cloth and other objects, such as iron knives.

The Cacique offered gifts of gold nuggets to the Spanish king; the legend speaks of several leather bags of full of gold nuggets. For this reason, they are referred to as royal tamarinds. This gift only resulted in awakening the ambition of the conquistadores, who arrived more aggressively the next time and erected a protective shelter or garrison for the soldiers very near the Indian settlement. The Indians resented being forced to hand over the gold. This resulted in some skirmishes and deaths on both sides.

Meanwhile, in Cordoba, Spain, there lived a family whose father, Joseph Lopes de Cantarero, a lieutenant in the Spanish Armada, had been sent to a Nicaraguan province and had been reported killed in a region called Cihuacoatl in combat with the Indians living in that area. The news arrived several months later to the peninsula. When his widow, Mar'a Tinoco de Alburquerque, received the notification, their son, Jose, was a mere thirteen years old. She could not foresee a future for him with the loss of his father's salary. She made the decision to take her son to a Franciscan monastery that was near their house. She spoke with Fray Domingo Caceres and succeeded in having Jose admitted to the monastery to study with hopes that he would eventual become a priest.

Jose was both congenial and smart. During these years, he learned Latin, Geography, History, Public Speaking, Holy Scripture and Theology. With only a few months left prior to his ordination, the anxious youth decided that the priesthood was not his vocation. He was ambitious. He wanted to go to the place where his father had died and seek out adventures in that mysterious land, known at that time as the West Indies.
He remembered that when he was little, his mother had taken him to the port of Cadiz to leave messages for his father there when he was serving the crown in America. Now that he was nineteen years old, he took advantage of an authorized visit to his mother to confess to her that he would not return to the monastery and that he wanted to do something of which he always dreamed. It would require several changes of direction and many years before there would be news of him being a successful man. His mother cried, but finally blessed him and sent him on his way.

He collected more information about his father and instead of returning to the monastery, he went to the port of Cadiz. There, he sought out a boat going to America. He found one traveling to Cartagena of the Indies and convinced the captain that he was a friar who could offer religious services to the crew, as well as the Lord's protection during the voyage.

Jose embarked towards the New World. Arriving in Cartagena of the Indies, he waited two weeks before catching another boat to a small port called David. He crossed the Darien isthmus en route towards Panama. There, he took another boat going to the port of la Posesi-n de El Realejo, in the small province of Nicaragua. Arriving in Leon, he stayed there for a few months. There, he left behind the priesthood and celebrated his twentieth birthday.

He inquired about enlisting as a clerk for the garrison coming to Sebaco. He found one that was coming from Muimui and enlisted with them. He arrived in Sebaco and asked permission to remain since it was one of the most important ports [during the rainy season].

After having situated himself and investigating the history and local conditions, he found out that his father, Lieutenant Joseph Lopes de Cantarero, had died because a captain of the name of Alonso had snatched pieces of gold from some of the Indian women. The Indians retaliated by killing some of the soldiers that the captain had ordered to protect him. It was this ambitious captain that compromised his troops, resulting in the loss of the lieutenant and several soldiers. Jose investigated this captain's fate and found that he had previously perished in attempting to forcefully discover the sources of the gold.

In the meantime, Jose tried to befriend those close to the Cacique. Being an astute and educated youth, he found a way to become acquainted with the Cacique's daughter, Oyanka. He spent several months trying to establish this relationship, to learn the language of the Matagalpa Indians and to teach her Spanish.
As both were young and charming, they fell in love. She was seventeen, with bronze skin, amber eyes, fine-featured, sexy and had beautiful, long hair. He fell for her, the first woman in his life, but did not ignore his intention to get rich. Conversing with her, he succeeded under an oath of secrecy, to get her to take him to the place where her father extracted the tamarinds of gold.

Without letting anyone know, Jose and Oyanka walked two hours from the settlement at Sebaco towards the mountains in the vicinity of Esteli. Three leagues to the north of the community, there was a secret and hidden cave. Jose and Oyanka entered the forbidden cave with a lit ocote pine torch. Startled by the light, bats streamed out and abundant snakes slithered to safety.

Jose could see a vein of quart before him in which were embedded big lumps of the precious metal. He could not believe it. They were within arm's reach. With little effort, he dislodged what seemed to be big golden buttons he size of tamarind seeds. He placed seven of them in his sack and thanked his girlfriend. They admired the beautiful scenery of the valley and the setting of the sun in the western mountains and returned late to the village.

Meanwhile, Oyanka's father inquired about his daughter's whereabouts. Upon receiving the information about which direction they had taken, he figured that they had headed toward the secret cave. Sorrowful, he ordered the capture of the pair and imprisoned the young princess. He could not eliminate Jose for fear of the soldiers quartered in Metapa. Learning of an incursion of the Yarince Indians of the Caribe race, who tended to attack at night to carry off Spanish women and children, he sent a message to the Yarinces that if they would not attack his people, he would send them gold nuggets and a young Spanish man of high ranking whose ransom they could negotiate in the future with the Spanish crown in Cartagena of the Indies from whence arose the incursions of the Caribes. He sent out an advance party of Matagalpa Indians to meet with them near Mui Mui and made the treaty.

In this fashion, he was able to rid himself of his daughter's boyfriend without the necessity of doing him in. Oyanka, deprived of liberty and learning that her beloved had been sent away, became depressed to the point where she no longer wanted to eat. Her distressed father tried to convince her, but the lovesick young woman told him that she could not live without Jose and that she would fall into a deep sleep which according to her, she would not awaken from until her father returned her beloved to her.

It could not be avoided. At first, a pensive Oyanka laid down with eyes opened. After a few weeks, she fell into a profound sleep that was not death itself, since her body did not undergo decay; a sleep from which only her lover could awaken her.

Four hundred years later, Oyanka has been transformed into stone and can be seen from her village of Sebaco, El Guayabal (San Isidro), La Trinidad, Chaguitillo, Carreta Quebrada and by generations that will come in the future, perennially...and perhaps for an eternity.

THE END

How to see Oyanka
Travelling on the asphalt highway from Sebaco to Matagalpa. A little bit before crossing the Sebaco bridge, or at the beginning of the highway to San Isidro, in the northwest horizon you can see the Oyanka hill. In the background to the right is the Mocuana hill. But if we continue to the right towards the highway to Matagalpa, in the profile of the hills to the north, you can see the silhouette of the princess laying down on her back, her beautiful head with long hair, bare breasted, a leg slightly raised, the other leg and her arms resting on the hill, and her young abdomen slightly pronounced. With child?

How to awaken her

Look for a young man with brown hair and honey-colored eyes, of some eight and a half spans in height, slim, but athletic. They say he escaped to the Caribes on the Antilles Coast and he wanders in search of his beloved, whose love endures more than gold.

Eddy Kühl
Selva Negra, Nicaragua
eddy@selvanegra.com.ni



domingo, enero 29, 2006

Adiós mi lagunita ¡si pudiera llevarte!

"Algunos años antes de la Conquista de América, regía una parte del territorio de Cuscatlán (El Salvador) un Cacique que tenía una hija, princesa a la vez. Por aquellos tiempos viajaban de norte a sur caravanas de tribus entre México y Centroamérica. Un día, por los dominios del Cacique pasó un indio con trazas de mercader, pero de noble aspecto. Llevaba ricas telas y presentes, y fue recibido cordialmente por el Cacique cuzcatleco.


Venía —según decía el viajero— de las posesiones de su padre, en el Reino de Quiché. Una sola vez se miraron el forastero y la hija del Cacique y quedaron prendados uno del otro. Aquella misma noche el galán la requirió de amores y comenzaron a charlar íntimamente: 'Mi región -dijo él - está más allá de las montañas... Mi padre estará contento de que te lleve conmigo.' Ella, embelesada, le escuchaba atentamente, había nacido entre ellos un amor a primera vista. Él insistió en su propuesta: '¿Qué me dices? ¿Quieres irte conmigo a las posesiones de mi padre?' 'Sí, pero habrá de ser de noche... Sin que mi padre se dé cuenta. No daría su permiso'. Siguió la pareja haciendo los planes de la fuga. No cabía duda, había surgido un amor impetuoso capaz de vencer todos los obstáculos. Una vez más se escuchó la voz apasionada del indio, al decir: 'Estoy dispuesto a todo... Pero no, conozco más que un camino... Los hombres de tu padre nos encontrarían...' De pronto ella se acordó de algo y dijo: 'Yo conozco otro... bordeando la laguna... habrá de ser hoy mismo... Tienes que esperarme aquí... apenas aparezca la luna yo vendré a este sitio... nadie debe saber nada'. Él reaccionó apasionadamente ante la decisión terminante de la amada: 'Estaré esperando cada momento y mis ojos estarán fijos en la distancia hasta que se disipen las sombras de la noche. Te quiero Xincalt' y la estrechó fuertemente contra su pecho. Ambos corazones latieron desenfrenadamente al influjo del amor, alentados por aquella pasión desbordante que lo inundaba todo. Ella con una voz, que más que voz parecía caricia, aproximándose muy cerca de los labios del joven indio, le dijo: 'Te quiero Nahoa, te quiero, ya pronto aparecerá la luna y la gran estrella de plata será testigo de nuestro amor, de nuestro gran amor. Sin embargo, tengo miedo.' Como para alentarla, él musitó calladamente: 'Nuestro amor es más poderoso que todos los poderes del mundo, ¿a quién temes?' Contestó ella - 'A mi padre.'




Consciente de que lo que ella decía era una realidad, él quiso poner un poco de optimismo, cuando le dijo: 'Su violencia puede ser momentánea, amada mía, después nuestra felicidad será su propia felicidad. Mi princesa, confía en lo mucho que te amo, lo demás no debe preocuparnos... Y ahora, hasta dentro de un momento, amada mía.' Pasó el tiempo, y por fin la estrella de plata comenzó a ascender. La luna empezaba a bañar con su brillante luz plateada el extenso valle y la pareja emprendió la marcha furtivamente, silenciosamente, con una sola idea, con una sola convicción: se amaban. Atravesaban el sendero a orillas de la laguna y la princesa se detuvo un momento para contemplar la serena belleza de las aguas; su adorada laguna de los días de la infancia... y no pudo contener un sollozo. 'Adiós mi lagunita... si pudiera llevarte...' Él le tomó suavemente con sus manos el rostro amado, lo levantó un poco y notó cómo dos lágrimas, que como perlas cristalinas se resbalaban por las mejillas: '¿Lloras? ¿Lloras mi pequeña Xincalt?'- 'Lloro por mi laguna... Tengo que dejarla...' 'Xincalt, si tú quieres, podemos llevar la laguna.' La alegría iluminó su rostro y con voz que sonaba a felicidad, le dijo: 'Si puedes hacerlo, hazlo, te lo ruego - No quisiera dejar mi laguna querida, quiero que marche conmigo, que siga siendo testigo de nuestro amor.'

El Nahoa llamó a sus servidores y desde la orilla de la laguna recitó misterioso dialecto: 'Sacutelt... Amíntale... Uyre... Xincalt coguatila... Marute... Epitoy caguatelt...' A medida que el mancebo pronunciaba sus palabras, las aguas se iban encrespando, bajo los conjuros las aguas se estremecieron e iban bajando. La laguna quedó convertida en un charquito que el brujo cogió en el cascarón de un huevo de guajolote o pavo montés, el cual llevó consigo en su viaje. Atravesaron ríos y montañas, tierras xincas, lencas, choltecas, matagalpas, nagrandanas y pipiles, hasta alcanzar Imabite, a orillas del Lago Xolotlán (Managua) De Imabite se adelantó un mensajero hacia las sierras del oriente, lo que hoy es Tiscapa, anunciando la llegada de aquel gran joven Cacique. Se ordenó el convite para recibirlo y el jefe, su padre, le recibió como merecía por su bravura y coraje. Como especial presente el joven traía a su padre aquella sorpresa: 'Padre mío: Te traigo conmigo a la Princesa Xincalt... y en este cascarón, la bella laguna que ella quiso traer...' El Cacique al tomar el cascarón se le cayó de las manos, rodando por precipicio, hasta llegar al cráter de un volcán extinguido que inmediatamente se llenó de agua, para formar la Laguna de Tiscapa, la Laguna Robada por los brujos de Managua."

Fragmento tomado de "Managua en el Folclor"por Julio León Báez/La Prensa Literaria,13 de diciembre de 2002.

Fotos: Laguna de Tiscapa, una de las lagunas situadas en la capital Managua/
Gluesenkamp/pbase

martes, enero 10, 2006

Los pechos de Ometepetl

Cuenta la leyenda que hace muchos años, en la zona hoy mejor conocida como la Isla de Ometepe, los habitantes indígenas de esa región tenían leyes muy estrictas y no permitían que sus tribus se mezclaran entre sí para formar una nueva descendencia. Sin embargo, una tarde, un hombre joven, fuerte, de nombre Nagrando y perteneciente a la tribu de los Nagrandanos, caminando por la zona encontró su destino en los ojos de Ometepetl, quien pertenecía a la tribu de los Niquiranos. Aún sabiendo que hablarle a la joven no era conveniente, Nagrando no pudo evitar caer hechizado ante la sonrisa de la bella muchacha, ni sentirse turbado ante su deslumbrante belleza. La hermosa Ometepetl de igual manera, quedó perdidamente enamorada del joven guerrero arrebatada por su fuerza y su belleza física.

A escondidas se encontraban, lejos del mundo, para entregarse a un íntimo abrazo que sólo a ellos pertenecía. Sin embargo, un día fatídico fueron descubiertos por un cazador que avisó al cacique de la región. Los muchachos asustados decidieron huir, buscando ayuda entre sus amistades con la esperanza de poder vivir su amor en un lugar seguro. Desesperados ante el inminente castigo y sufriendo porque no querían ser separados, prefirieron quitarse la vida en un ritual que los uniría, inmortales, a través de leyendas, historias y recuerdos. Ambos se cortaron los pulsos, y el lago Cocibolca que rodea la Isla de Ometepe, no es más que la sangre derramada por los dos jóvenes. Los volcanes Concepción y Maderas, son los pechos de Ometepetl quien cayó sin vida en ese mismo lugar, y la Isla es el cuerpo de Nagrando, yaciendo para siempre junto a ella. 



Addendum: Escribo a continuación el fragmento de la versión escrita por Angélica Martinez R. publicada en El Nuevo Diario (1ro de diciembre, 2005)
"Continuaron encontrándose sin que nadie lo supiera hasta que un día la pareja fue vista por los heraldos del teyte niquirano. Ellos corrieron a contárselo al padre de Ometepetl, quien enfurecido mandó a un grupo de guerreros a perseguir a los enamorados para que trajesen cautiva a la joven y dieran muerte a Nagrando. Los novios, al saber que eran perseguidos, pidieron ayuda a los dioses, pues sabían que las leyes dictadas por los caciques eran inexorables. Éstos los guiaron hacia un lugar seguro, pero la persecución tardó varios días y convencidos de que la muerte era inminente, decidieron quitarse la vida cortándose los pulsos. El cielo se oscureció, se desataron tormentas, cayeron rayos, meteoros y estrellas fugases cruzaron el espacio, mientras los dos desventurados yacían a cierta distancia uno del otro, porque Nagrando antes de morir dio varios pasos, en tanto que Ometepetl quedó en el mismo lugar. Cipaltomal conmovida, tomó su prendedor y se lo puso en el pecho a Ometepetl. Poco después, a la india se le fueron creciendo los pechos hasta formase los dos volcanes: Concepción y Maderas.  Se calmaron los vientos huracanados. La india es ahora la Isla Ometepe,  Nagrando es la imponente Isla Zapatera, el valle de Coapolca, nuestro Gran Lago de Nicaragua, formado con la sangre de aquellos jóvenes aborígenes. Los dioses le dieron castigo a los perseguidores convirtiéndolos en las isletas de Granada y Solentiname." (narrado por Berman Gómez)

Legend of how the island of Ometepe was formed


The local legend says that many years ago Nicaragua was simply an immense valley that was inhabited by different tribes coming from the south. The indigenous inhabitants of this region had very strict laws and they did not allow their people to mix with one another in marriage. One evening, a young, strong prince named Nagrando of the Tribe of Nagrandanos decided to go for a walk to contemplate the beauty of the countryside, admire its lush trees and try its delicious fruits. Instead, he found beauty in the eyes of Ometepetl, a young lady who belonged to the Tribe of Niquiranos. Nagrando was immediately captivated by the sweet smile of the girl, her soft voice and silky hair. He knew it was forbidden to talk to the young woman, but he could not resist the temptation of her smile and the spell 0f her ravishing beauty. Likewise, beautiful Ometepetl fell madly in love with the young warrior’s strength and physical beauty.


They escaped from the world, to indulge in an intimate embrace that belonged to them alone. However, one fateful day, they were discovered by a hunter who advised the chief of the region. The frightened couple decided to flee, seeking help from their friends but nobody came to their aid. The laws that governed these tribes were implacable. They asked the Gods Tamagastad and Cipaltomal to guide them so they could love in a safe place. Unfortunately, their tribes were seeking to capture them and the idea of ​​living apart from each other was overwhelming. The persecution lasted several days. Filled with anguish, they decided to kill themselves before surrendering to their parents in a ritual that would unite them forever, and to be immortals, through legends, stories and memories. Convinced that death was imminent, they decided to slit their wrists. Animals and flowers were saddened. The sky darkened, storm broke and lightning thundered, meteors and shooting stars crossed the sky while the two unfortunates lay at some distance from each other. Cipaltomal, touched, took her pin and put it on the chest of Ometepetl. Soon after, her breast started to grow until they formed the two volcanoes, Concepción and Maderas.

Hurricane winds subsided and the geography of Nicaragua changed forever. Ometepetl became the Ometepe Island and Nagrando is the stunning Isla Zapatera. Cocibolca Lake surrounding Ometepe Island, is nothing but the blood of the young couple who decided to perish and stay in love forever. The gods punished the persecutors and turned them into the islets of Granada and Solentiname.

domingo, enero 08, 2006

Yasica y Yaguare

Según cuenta el historiador matagalpino Eddy Kürl Aráuz, existió alguna vez, una hermosa niña india que al nacer sus padres "le llamaron Bilguit, que significa algo así como Frágil Doncella. Sin embargo, cuando creció, dio muestras de todo lo contrario, pues le gustaba salir de caza con los muchachos, trepaba con facilidad los árboles más altos, no temía a los animales silvestres, pues se le veía, a veces, jugando con ellos. Incluso, los amigos le llevaban boas que ella gustaba andar en su cuello. Tuvo un coyote que domesticó como un perro, lo mismo, así, con un halcón. Ella corría tan veloz como un venado, nadaba y buceaba como un pez. Con el tiempo, los que la conocieron la llamaban Yasica, que en lengua matagalpa significaba Doncella Veloz. Era muy bella, morena, de ojos y cabello negro y largo. Más recordada era por su personalidad que conjugaba lo valiente con lo amable, la sabiduría con el atrevimiento. Sabía usar el arco como un cazador nativo y hacer sus flechas de tafixte (varilla lisa muy dura)"

La región donde ella vivía, aunque bañada por frescos ríos y bendecida por un clima agradable, presentaba un serio problema. Era continuamente amenazada por otra tribu que no dejaba que su gente viviera tranquila. Ni ellos, ni sus vecinos, la tribu amiga del Cacique Yaguan.

Yasica era compañera inseparable de juegos de Yaguare "que corre veloz", hijo de Yaguan. Cuando fueron adolescentes, cansados de estar continuamente en guerra con la tribu que los hostigaba, decidieron unir sus fuerzas y su amor para buscar un lugar tranquilo para vivir . Les fue dicho por el sukia o sacerdote de la tribu que en el destino de ambos estaba formar un nuevo pueblo, valiente y bello, en un lugar muy cerca el Río Kiwaska que serviría de refugio para su gente.

Los valientes muchachos, aunque temerosos porque no tenían idea de como encontrar el lugar indicado, no vacilaron en su aventura, y tomando una canoa, escaparon río arriba queriendo atrapar sus sueños. Después de mil odiseas, se encontraron por fin una mañana a orillas de una gran montaña, donde había una gigantesca roca por donde bajaba una corriente de burbujeante agua fresca. Reconocieron al contemplar el reflejo del sol ante tanta belleza, que ese era el lugar que tanto buscaban y donde encontrarían, finalmente, la paz anhelada. Yasica quiso que el lugar se llamara Yaguare, como su príncipe, y una gran descendencia nació de la profunda unión de ambos. Sus hijos crearon nuevas tribus llamadas como ellos: Matagalpa, Molagüina and Solingalpa. Y a partir de ellos otras tribus se formaron hasta poblar este hermoso valle.

"En un pequeño cerro, localizado en el sector sur de la ciudad de Matagalpa, la familia de don Nazario Vega (el constructor de la Catedral de Matagalpa) encontró allí por el año 1890 lo que parece ser la tumba de un personaje real de la cultura de los indios matagalpas. La familia de don José Vega, sobrino de don Nazario, ha guardado por más de un siglo una de las piezas encontrada allí. Se trata de una escultura de cerámica de un personaje indígena de muy buenas facciones en una posición muy noble, es decir que se encuentra sentado en una posición solemne, está adornado con collares, aretes, aros, pulseras, estolas, posee una corona con plumas aparentemente de quetzales, y con las manos cruzadas al frente a la manera de un estadista precolombino..... Su posición principesca, atuendo y aparentes joyas significa que el personaje en cuestión era un noble de su raza indígena, así como el lugar central y sitio privilegiado en que fue sepultado en la cercanía del antiguo poblado de Molagüina, bien podría ser la escultura del príncipe de la romántica leyenda del pueblo matagalpino, Yaguare, fundador de Matagalpa junto con su novia la valiente, tenaz y trabajadora Yasica." - Manfut

Foto tomada de Matagalpaxtrem

viernes, enero 06, 2006

La leyenda de la dulce y bella Xalí

Cuenta la leyenda que una noche de plenilunio, la Laguna de Masaya fue testigo de una hermosa pero trágica historia de amor.

Dominaba aquellas tierras el Cacique Nindirí, cuya hija era famosa en la región por su dulzura y belleza. Xalí que era el nombre de la princesa, estaba ya ofrecida en matrimonio a Nancimí, el hijo del Cacique de Jalata.

Un día, Kieg, el hijo de un cacique quiché que visitaba esta región nicaragüense quedó locamente enamorado de Xalí desde que la vio, provocando los celos e ira de Nancimí. Nindirí gustaba de Kieg, encolerizando aún más al Cacique de Jalata y su hijo que se sintieron traicionados por su amigo.

Puesto que Xalí se había enamorado de Kieg, su padre no vaciló en ceder y permitirles que unieran sus vidas para siempre. Se celebraron grandes fiestas en honor de los novios, pero nunca sospecharon que entre los presentes se encontraría Nancimí preparando su venganza.

Abrazados estaban los amantes preparando su vida juntos, cuando una flecha certera atravesó el cráneo de Kieg, ante el horror de Xalí. De forma violenta Mancimí la arrancó del cuerpo inerte de su adorado esposo para llevársela a la fuerza por los despeñaderos de la laguna hasta la región conocida como Cailahua.

Nancimí suplicó a la princesa que lo amara, pero ella sólo lloraba desesperadamente por su amado Kieg y gritaba entre sollozos que lo único que quería era unirse a su príncipe querido. Nancimí encolerizado porque no podía tener el amor de la bella Xalí se retiró y le gritó "no serás mía, ni de él" y ardido en lo más profundo disparó una flecha que cortó la vida de la desdichada princesa.

Desde entonces la gente comenta que en esta región se distingue una cueva que se supone es la sepultura abierta de Xalí rodeada de varios jeroglíficos que cuentan su trágica historia. En las noches de luna llena, muchos son los que dicen que la dulce princesita aparece sobre las aguas de la laguna paseándose en las noches claras y tibias de Masaya. Y cuando ella aparece, es señal de buena pesca.


"Hace un año El Cailagua fue declarado Patrimonio Nacional, por contener como un arrugado y antiguo pergamino cincelado en un paredón de roca fina, más de doscientos petroglifos que dejaron los aborígenes. Estos petroglifos se conservan íntegros después de más de 475 años, en lo alto, largo y ancho de la pared pétrea conformada por piedra cantera y fina, una combinación donde los aborígenes esculpieron y grabaron toda clase de signos y figuras de dos épocas diferentes." (Jeroglificos de El Cailagua - END- Edwin Somarriba/30 de diciembre de 1999)

"Los pescadores tienen buena pesca en el plenilunio porque la dulce Xalí vaga sobre el haz de la laguna de Masayan/La brisa que riega el agua, hace y deshace los pliegues de la túnica de la dulce Xalí/Pescador, es el plenilunio; toma la barca y tu atarraya y ándate a Cailahua que la dulce Xalí vaga sobre la haz de las aguas." (Fragmento tomado de Gustavo A. Prado: Leyendas coloniales. Ediciones del Club del Libro Nicaragüense, Managua, 1962)
Foto: Vianica

sábado, diciembre 31, 2005

La campana de San Sebastián

Se cuenta, que allá por los tiempos del Capitán Pedro Gutiérrez y de los Motas y Salazares traían procedentes de España una artística campana de legítimo bronce y de buen quilataje de oro, vibrante, sonora, fina, para la Iglesia San Sebastián en Diriamba. Al atracar la embarcación a la playa, el Pacífico, que a veces no es tan Pacífico, hizo zozobrar la embarcación en las vecindades del sitio llamado posteriormente "El Astillero". Una parte de la tripulación pereció ahogada y otra se salvó.

La precaria campana se fue al fondo del mar. Mas San Sebastián hizo el milagro de que manos misteriosas llevaran la campana a un sitio oculto, en la playa, que más tarde de denominó "El Mogote", donde fue guardada la campana en una cueva, cuya entrada mira hacia el mar. Las olas embravecidas cuidaban y cuidan la entrada de esa cueva, donde la planta humana no osaba penetrar.

Pero los vecinos del pueblo oían en ciertas noches un tropel de caballos que velozmente se dirigían fuera de Diriamba, hacia el mar. La imaginación popular divagando en aquellas noches oscuras, mientras rutilaban las estrellas arriba y el silencio se hacía aquí abajo en la paz del poblado, completó la leyenda de la campana de San Sebastián.

El tropel que se oía a deshoras era la cabalgadura en que viajaban Santiago acompañado de los ángeles que se dirigían veloces con la velocidad de la luz, hacia el cerro denominado "El Mogote", a repicar la campana en honor del glorioso mártir y no son pocos los que la oyen sonar en el viento que viene del mar.

 

Leyenda recogida por Leopoldo Serrano tal como aparece en Muestrario del folklore nicaraguense, Pablo Antonio Cuadra y Francisco Pérez Estrada, Hispamer 2004

Foto: Diriamba.info

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...