Adiós mi lagunita ¡si pudiera llevarte!

"Algunos años antes de la Conquista de América, regía una parte del territorio de Cuscatlán (El Salvador) un Cacique que tenía una hija, princesa a la vez. Por aquellos tiempos viajaban de norte a sur caravanas de tribus entre México y Centroamérica. Un día, por los dominios del Cacique pasó un indio con trazas de mercader, pero de noble aspecto. Llevaba ricas telas y presentes, y fue recibido cordialmente por el Cacique cuzcatleco.


Venía —según decía el viajero— de las posesiones de su padre, en el Reino de Quiché. Una sola vez se miraron el forastero y la hija del Cacique y quedaron prendados uno del otro. Aquella misma noche el galán la requirió de amores y comenzaron a charlar íntimamente: 'Mi región -dijo él - está más allá de las montañas... Mi padre estará contento de que te lleve conmigo.' Ella, embelesada, le escuchaba atentamente, había nacido entre ellos un amor a primera vista. Él insistió en su propuesta: '¿Qué me dices? ¿Quieres irte conmigo a las posesiones de mi padre?' 'Sí, pero habrá de ser de noche... Sin que mi padre se dé cuenta. No daría su permiso'. Siguió la pareja haciendo los planes de la fuga. No cabía duda, había surgido un amor impetuoso capaz de vencer todos los obstáculos. Una vez más se escuchó la voz apasionada del indio, al decir: 'Estoy dispuesto a todo... Pero no, conozco más que un camino... Los hombres de tu padre nos encontrarían...' De pronto ella se acordó de algo y dijo: 'Yo conozco otro... bordeando la laguna... habrá de ser hoy mismo... Tienes que esperarme aquí... apenas aparezca la luna yo vendré a este sitio... nadie debe saber nada'. Él reaccionó apasionadamente ante la decisión terminante de la amada: 'Estaré esperando cada momento y mis ojos estarán fijos en la distancia hasta que se disipen las sombras de la noche. Te quiero Xincalt' y la estrechó fuertemente contra su pecho. Ambos corazones latieron desenfrenadamente al influjo del amor, alentados por aquella pasión desbordante que lo inundaba todo. Ella con una voz, que más que voz parecía caricia, aproximándose muy cerca de los labios del joven indio, le dijo: 'Te quiero Nahoa, te quiero, ya pronto aparecerá la luna y la gran estrella de plata será testigo de nuestro amor, de nuestro gran amor. Sin embargo, tengo miedo.' Como para alentarla, él musitó calladamente: 'Nuestro amor es más poderoso que todos los poderes del mundo, ¿a quién temes?' Contestó ella - 'A mi padre.'




Consciente de que lo que ella decía era una realidad, él quiso poner un poco de optimismo, cuando le dijo: 'Su violencia puede ser momentánea, amada mía, después nuestra felicidad será su propia felicidad. Mi princesa, confía en lo mucho que te amo, lo demás no debe preocuparnos... Y ahora, hasta dentro de un momento, amada mía.' Pasó el tiempo, y por fin la estrella de plata comenzó a ascender. La luna empezaba a bañar con su brillante luz plateada el extenso valle y la pareja emprendió la marcha furtivamente, silenciosamente, con una sola idea, con una sola convicción: se amaban. Atravesaban el sendero a orillas de la laguna y la princesa se detuvo un momento para contemplar la serena belleza de las aguas; su adorada laguna de los días de la infancia... y no pudo contener un sollozo. 'Adiós mi lagunita... si pudiera llevarte...' Él le tomó suavemente con sus manos el rostro amado, lo levantó un poco y notó cómo dos lágrimas, que como perlas cristalinas se resbalaban por las mejillas: '¿Lloras? ¿Lloras mi pequeña Xincalt?'- 'Lloro por mi laguna... Tengo que dejarla...' 'Xincalt, si tú quieres, podemos llevar la laguna.' La alegría iluminó su rostro y con voz que sonaba a felicidad, le dijo: 'Si puedes hacerlo, hazlo, te lo ruego - No quisiera dejar mi laguna querida, quiero que marche conmigo, que siga siendo testigo de nuestro amor.'

El Nahoa llamó a sus servidores y desde la orilla de la laguna recitó misterioso dialecto: 'Sacutelt... Amíntale... Uyre... Xincalt coguatila... Marute... Epitoy caguatelt...' A medida que el mancebo pronunciaba sus palabras, las aguas se iban encrespando, bajo los conjuros las aguas se estremecieron e iban bajando. La laguna quedó convertida en un charquito que el brujo cogió en el cascarón de un huevo de guajolote o pavo montés, el cual llevó consigo en su viaje. Atravesaron ríos y montañas, tierras xincas, lencas, choltecas, matagalpas, nagrandanas y pipiles, hasta alcanzar Imabite, a orillas del Lago Xolotlán (Managua) De Imabite se adelantó un mensajero hacia las sierras del oriente, lo que hoy es Tiscapa, anunciando la llegada de aquel gran joven Cacique. Se ordenó el convite para recibirlo y el jefe, su padre, le recibió como merecía por su bravura y coraje. Como especial presente el joven traía a su padre aquella sorpresa: 'Padre mío: Te traigo conmigo a la Princesa Xincalt... y en este cascarón, la bella laguna que ella quiso traer...' El Cacique al tomar el cascarón se le cayó de las manos, rodando por precipicio, hasta llegar al cráter de un volcán extinguido que inmediatamente se llenó de agua, para formar la Laguna de Tiscapa, la Laguna Robada por los brujos de Managua."

Fragmento tomado de "Managua en el Folclor"por Julio León Báez/La Prensa Literaria,13 de diciembre de 2002.

Fotos: Laguna de Tiscapa, una de las lagunas situadas en la capital Managua/
Gluesenkamp/pbase

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