viernes, octubre 21, 2005

Anécdotas de La Judea

    La Judea tiene una historia de curiosas anécdotas. En Nindirí se comenta que don Pedro López, que salió de Jesús, se casó con la joven que había interpretado a María. En otra ocasión el que hacía de Diablo estaba jalando con María y antes de salir a escena estuvieron romanceando y ella salió con el rostro todo encontilado.

    Cuando yo era niño, en Masatepe, recuerdo que cuando ya estaba montada la presentación de La Judea, faltando poco para la Semana Santa, se supo que María estaba embarazada de Judas y la barriga era tan notoria que se tuvo que suspender La Judea.

    En otra ocasión uno de los soldados romanos era vendedor de pescado y andaba por las calles del pueblo, anunciando el producto al grito de: “El pescado mareño, el pescado mareño”. Todo fue que saliera al escenario del cine y todo el chavalero comenzamos a gritar: “El pescado mareño, el pescado mareño”, y el hombre se enojó tanto que se bajó y nos comenzó a seguir. La función fue suspendida por más de una hora.

    No se me olvida cuando el que hacía de Gestas, mal ladrón, estaba tan nervioso que le fueron a comprar medio litro de guarón para que agarrara valor. Cuando llegó el momento de la crucifixión estaba tan bolo que comenzó a gritar improperios contra los soldados romanos, llamándolos por sus verdaderos nombres, incluyendo apodos, mentándoles a sus progenitoras hasta que lo bajaron de la cruz y se lo llevaron mientras gritaba que era muy hombre y que ningún pendejo lo iba a crucificar. 



21 de marzo de 2005

jueves, octubre 20, 2005

Si pequeña es la patria, uno grande la sueña


Pueblo vibrante, fuerte, apasionado, altivo;
pueblo que tiene la conciencia de ser vivo,
y que, reuniendo sus energías en haz
portentoso, a la Patria vigoroso demuestra
que puede bravamente presentar en su diestra
el acero de guerra o el olivo de paz.

Cuando Dante llevaba a la Sorbona ciencia
y su maravilloso corazón florentino,
creo que concretaba el alma de Florencia,
y su ciudad estaba en el libro divino.

Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña.
Mis ilusiones, y mis deseos, y mis
esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña.
Y León es hoy a mí como Roma o París.

Quisiera ser ahora como el Ulises griego
que domaba los arcos, y los barcos y los destinos.
Quiero ahora deciros ¡hasta luego!
Porque no me resuelvo a deciros ¡adiós!

Fragmento de Retorno
Rubén Darío [1907]

Para leer el poema completo haga click
aquí.

(Foto: Monumento Poético a Rubén Darío, Managua, Nicaragua)


martes, octubre 18, 2005

Cuentos de San Rafael del Sur


El municipio de San Rafael del Sur también guarda sus historias, memorias increíbles de tiempos pasados donde encontramos personajes como el anciano don Manuel Gutiérrez Pilarte que con buen humor y entusiasmo se jacta no sólo de haber visto pasar la Carreta Nagua, uno de los espantos más temidos y antiguos de Nicaragua, sino que incluso, insiste haberse montado en ella hace más de medio siglo y aún sigue vivo para contarlo.


“Eran como las doce de la noche y todavía estaban en la mesa jugando cuatro muchachos, dos contra dos. En eso se oyó que por la calle venía rechinando algo, aquellos hombres salieron corriendo para sus casas y yo me quedé en el billar, esperando que pasara lo que hacía ese ruido y vi que era una carreta”, afirma el anciano. “Al pasar la carreta frente a la puerta del billar —continúa— yo me monté en la parte de atrás y cuando vi quién la iba guiando sólo mire que era un esqueleto, lleno de huesos, pero no sé por qué no me dio miedo y seguí sentado en la parte trasera, hasta que me di cuenta que la tal carreta iba para el lado del cementerio, entonces me bajé y me fui a mi casa, en medio de la oscuridad, porque en esos días la gente se alumbraba con candil y sólo unas cuantas casas tenían luz eléctrica”, dice con elocuencia don Manuel.


A partir de ese suceso, dice don Manuel que ya no le tuvo miedo a nada y la fama corrió por el pueblo hasta que un día un amigo suyo que dudaba de su valentía lo retó diciéndole, que si se atrevía a ir sólo a las doce de la noche al cementerio y dejar una señal, le daba cien córdobas.

Esos cien pesos son míos —pensó— y esa misma noche se fue solito al cementerio y dejó un puñado de tierra encima de la sepultura de un muerto, con lo que convenció al amigo que le tuvo que pagar lo convenido no sin antes felicitarlo: “¡Ajá hombré, vos sí que me la das a creer que sos valiente!”

Historia de D. Manuel Gutierrez es fragmento de "El viaje de don Manuel en la carreta nagua" Orlando Valenzuela/La Prensa, 3 de diciembre, 2000.


lunes, octubre 17, 2005

Las mágicas Cuevas de Salinas

    Ubicadas a unos cuantos kilómetros del Municipio de Camoapa, departamento de Boaco, las Cuevas de Salinas tienen fama de haber sido labradas por los duendes, según cuentan los pobladores de dicha región. Aquí algunos fragmentos que escribiera Auxiliadora Martínez acerca de este misterioso lugar:

    "Una de las pocas comunidades indígenas del departamento de Boaco, que aún conserva algunas de sus costumbres y bellezas naturales, es la antigua comarca de Salinas, donde existe un conjunto de misteriosas cuevas que según la creencia de los lugareños, fueron construidos por los duendes. Las Cuevas de Salinas. Así las llaman los pobladores descendientes de los Ulwas, una tribu originaria de la zona de Matagalpa. (...) El historiador Julián N. Guerrero, en el diccionario nicaragüense, señala que fueron construidas por los aborígenes que habitaron el territorio, sin embargo, los parroquianos tienen la creencia que fueron labradas por los duendes. Alrededor de las Cuevas de Salinas han surgido varias leyendas y mitos, que las convierten en un lugar mágico y un sitio que es muy visitado por estudiantes y algunos extranjeros que llegan al municipio de Camoapa.
Don José Mercedes Pérez López, de 56 años, nativo de Salinas, cuenta que cuando era chavalo como de 12 años, encontró una luz en una laja, a la que la gente le dice diamante, esa misma luz se ha visto en el interior de las cuevas, hecho que también es confirmado por la profesora Zenelia del Socorro. Don Fabián Amador, tío de Jacinto Amador Pérez, quien es el dueño de las tierras donde se encuentran las cuevas, refiere que en épocas pasadas, la gente decía que esas cosas eran una virtud, como la supuesta piedra de moler que está adentro de las cuevas y que nadie ha podido sacar porque solamente le sale al que tiene la virtud.

    Cuentan los lugareños que hace más de cien años llegó a las cuevas un anciano llamado Sal, en compañía de dos guapas chavalas, una se llamaba azúcar y la otra cacao, los que en el día salían por todo el valle y cuando les daban de comer algo simple, el viejito se rascaba cualquier parte del cuerpo y le salía sal para echarle a la comida. Por eso las personas del lugar le tenían asco y empezaron a tratar mal al anciano, quien muy enojado les dijo a los habitantes que si se iba del lugar con sus hijas, gritaría fuerte y se iría a vivir al cerro que le contestara. A eso de las 12:00 de la noche, el anciano lanzó dos gritos y el que le contestó fue el cerro Mombacho, desde ese entonces se fue a vivir a ese lugar y nadie más llegó a habitar las Cuevas de Salinas.
Sin embargo, dicen que éstas son habitadas por los duendes, porque se escuchan sonidos extraños y antiguamente en el lugar se perdían niñas chiquitas y tiernitas, las que enseguida eran encontradas en las cuevas. Entre esas historias, se comenta el caso de las hermanitas Pérez, a quienes se les apareció un niño vestido de rojo mientras jugaban en el patio de su casa, de donde se llevó a la niña más pequeña, la mayor al ver que se llevaban a su hermanita siguió al hombrecito, pero de pronto sintió sueño y se durmió, luego al despertar y verse sola regresó a su casa, entonces la niña contó lo sucedido a sus padres que ya estaban preocupados. Los padres de la menor avisaron a sus vecinos y reunidos se dieron a la tarea de buscar a la niña y así llegaron a las cuevas. Desde esa época, las niñas que se perdían eran encontradas en el lugar y para que pudieran regresar a sus casas los familiares llevaban música, comida y mucha gente para que bailara, sólo de esa manera los duendes regresaban a las niñas."


Foto: Los Farallones de Piedra Labrada, Boaco. Agradezco al Señor Eduardo Manfut quien me ha permitido compartir fotos de su colección.

viernes, octubre 14, 2005

Leyendas de Ocotal

    Dicen que don Jorge Calderón Gutiérrez, poeta, músico, pianista, maestro y experto en minas, es el hombre con más memoria en Ocotal. Con más de 75 años de vida para estas fechas o "75 paquetes bien fumados" como dice él, sus lecciones de historia y sus relatos están llenos de la magia que solo la experiencia puede brindar. Considero que nadie mejor que él para conocer un poco las tradiciones de ese bello departamento de nuestro país.

    "Mi abuelita materna me contaba algunas (leyendas), pero la mayoría de ellas las conocí por boca de la servidumbre. Decían que La Sucia salía en el río, era una mujer gigantesca y huesuda, de pelo largo, que con voz chillona decía a cada rato: 'Tomá tu teta, tomá tu teta." Por esa mujer horrible los muchachos no nos bañábamos ahí después de las cinco de la tarde. También dicen que salían el duende rojo y el duende verde, a mí no me apareció ninguno de los dos, jamás, pero a la gente sí, y les siguen apareciendo. Esas visiones nunca van a dejar en paz a nuestra gente, pues surgen a partir de un fenómeno cultural. Otro par de fantasmas eran el cadejo negro y el cadejo blanco. El negro era maligno, el blanco no. 'Cuando te salga el maligno —me decían— tenés que darle el lado derecho del camino'. Pero a mí nunca me salió ni la Sucia, ni la Mocuana, ni me amarró a la bestia la Piedra Embrujada de Orosí. Porque decían que en Orosí había una piedra embrujada, a los que pasaban por ahí de noche un ser invisible amarraba las patas de sus bestias con hilos invisibles, y ahí quedaban, no pasaban. Pero yo pasé muchas veces por Orosí y por Intelí donde dicen que salía Diego Izquierdo... y nada. 

    Diego Izquierdo era un ánima en pena que en forma de luz aparecía en la noche para perder a la gente. Yo iba a pasar mis vacaciones a Santa Bárbara, cerca de Jalapa, y también a visitar a una amiga, eran nueve horas en buena bestia, pasé infinidad de veces por el llano y nada del famoso Izquierdo. Lo que pasa es que a mí desde niño me mandaron a estudiar al Pedagógico de Diriamba, eran cinco días de viaje, había que viajar a caballo, llegar a Condega, después a Estelí, más tarde a El Sauce, de ahí en tren a León, luego otro día más hasta Managua y otro en tren para Diriamba. En el Pedagógico la enseñanza era muy buena, recuerdo que se daba filosofía, sociología, economía, astronomía, raíces griegas y latinas, muy buen francés e inglés. Los hermanos eran de avanzada, recuerdo a los curas Esteban y Manuelino que me enseñaron que esos aparecidos no existen, ni siquiera existe el diablo. Pero eran bellas esas leyendas y quedaban como parte de un folclor encantador. En la noche, como no había luz eléctrica, nos alumbrábamos con fogatas en la calle. Fue una revolución asombrosa la aparición de las lámparas de carburo. Lo usual era recogerse a las ocho de la noche, y entonces, desde las seis de la tarde, comenzaban las consejas. Las cuentacuentos eran, la cocinera, la planchadora y mi abuelita, porque en la casa dormía toda la gente... Claro, a mí como niño no dejaban de asustarme con esas cosas, pero entre el gusto y el susto ahí estaba oyendo, parando bien la oreja, aunque después mi tío José me repitiera que esas cosas no existían... Eran sabrosas esas tertulias familiares."

Historia de D. Jorge Calderón, fragmento de "Las remembranzas ocotaleñas de don Jorge Calderón Gutiérrez" Mario Fulvio Espinosa
La Prensa, 28 de abril, 2002.

martes, octubre 11, 2005

Leyendas de Playa El Coco

"Denis Calderón guarda en sus archivos la famosa historia del pirata Morgan, que se supone ocurrió en la Playa El Coco, donde se encuentra enterrado el famoso tesoro. 'Una gigantesca cadena de oro y un tesoro están enterrados en la Playa el Coco, a 20 minutos al Sur de San Juan, esperando al valiente que se atreva a retar al demonio y cumplir el ritual para sacarlo', narra el comienzo de la leyenda del tesoro del pirata Morgan, que ha sido recopilada por Calderón. 

    Cuenta la historia que nadie sabe con certeza la fecha que Morgan 'asedió, asaltó y hundió un galeón español' y que posterior a eso, cuando encontró el tesoro, supuestamente este pirata lo enterró en la Playa el Coco, pues otros lo asediaban. Se supone que luego lo recuperaría. Se dice que durante 300 años el tesoro ha permanecido escondido a la espera de su rescate 'pero una fuerza misteriosa que se manifiesta en olas repentinas y la petición diabólica de dar un hijo a cambio del tesoro, ha disuadido a muchos que han pretendido tenerlo', cuenta la historia. También se dice que la única posibilidad de encontrar el tesoro exige que el número de buscadores sea impar, 'pues de lo contrario no podrían hallar jamás la entrada a la bóveda donde está el tesoro'. 

    Otra de las leyendas, cuenta de la existencia de una gigantesca cadena de oro que aseguran se encuentra enterrada en el estero de la Playa del Coco y 'que solo es visible en el mes de octubre, cuando las lluvias torrenciales la dejan al desnudo'. "

Escrito por Orlando Valenzuela
29 de diciembre, 2002

El Sisimique y otras leyendas del Norte

Hace algunos años leí un artículo interesante en La Prensa Literaria que narra algunas antiguas leyendas nacidas y alimentadas en nuestras hermosas montañas del norte. No quisiera que historias como el Sisimique, la Serpiente de los 3 Pelos y La Ciguacoatl entre otras, se nos pierdan en la memoria, especialmente los que no vivimos en Nicaragua. Así que transcribo aquí un par de ellas, y dejo el enlace del artículo completo para la persona que desee disfrutar la lectura en su totalidad.

El Sisimique

Contaban que siempre que comenzaba a oscurecer se aparecían dos enormes animales con cara de hombre, tenían los ojos rojos como llamas, una cola bien larga y se llamaban el Sisimique y el Sisimicón. Decían que estos animales se les aparecían a las muchachas solteras y que si les gustaban se las llevaban enrolladas con la cola. Donde primero se aparecían era en el río y después seguían el camino para la casa, y que en camino iban llamando a las muchachas a las que les gustaba hacerle ojitos a los hombres, y se oían unos gritos y gruñidos que nadie podía imitar. Decían que para que el Sisimique y el Sisimicón no entraran a las casas no había que hacer ruido, muchos menos reírse, ya que las risas de las mujeres era lo que más les gustaba. A varias muchachas se las habían robado, porque ellas eran bien bandidas y ellos sabían dónde había mujeres que les coqueteaban a los hombres.

Recopilado por: Francis Orozco, La Prensa Literaria, Sábado 18 de mayo de 2002.

La Ciguacoatl

Cuenta la leyenda que en un antiguo pueblo aborigen, asentado a orillas del Río Viejo, existía una hermosa mujer esposa del cacique principal. Se decía que esta mujer, de proceder extraño y misterioso, acostumbraba ir todos los viernes a un determinado lugar del río, llevando abundantes alimentos, aves ricamente preparadas y sabrosas bebidas. Uno de los servidores del cacique, extrañado por el comportamiento de la mujer, determinó seguirla a prudente distancia. Lo que vio ese día lo aterró tanto que echando a correr fue a contárselo a su Señor. El cacique no dijo nada a su mujer fingiendo ignorancia. El siguiente viernes la sigió, y confirmó lo que le dijera su servidor. Vio, según dice la leyenda, que sentada en una piedra junto al río golpeaba con su mano el agua, y al llamado emergía impetuosamente una inmensa serpiente que tenía su cueva en el mismo río. El terrible reptil, posaba su inmensa cabeza en las bellas piernas de la mujer, y una vez alimentada, serpiente y mujer se entregaban al placer sexual. El indignado esposo mató a la infiel mujer. Entonces la enfurecida serpiente agitó las aguas del río y su corriente destruyó el milenario pueblo. Según la leyenda, los sobrevivientes reconstruyeron su pueblo, al cual dieron por llamar Ciguacoatl, que en lengua nahuatl significa mujer serpiente .


Recopilado por: Luis Castellón, La Prensa Literaria, Sábado 18 de mayo de 2002.
Las Leyendas y Tradiciones de Matagalpa y Jinotega compilación dirigida por los profesores de Antropología Bayardo Gámez y María Dolores Álvarez. El trabajo de campo fue hecho en 1998 por los estudiantes de las Carreras de Ciencias Sociales y Lengua y Literatura del Centro Universitario Regional de Matagalpa. Ilustraciones de Bayardo Gámez.

domingo, octubre 02, 2005

Leyendas del mar de don Leoncito Lara


"Es sano para el espíritu escuchar las narraciones de los pescadores en los atardeceres, cuando han concluido sus labores y el mismo mar reclama un descanso. Mitos y leyendas surgen entonces, interminables, acompañadas de los sonidos eternos del océano.

"Don Leoncito tiene cien años de vida, es un viejo moreno, alto y fibroso, rostro enjuto, requemado por mil soles. Sin duda es el patriarca de El Ostional, donde todo el mundo lo conoce y lo respeta, lo que incluye a su esposa de igual edad, doña Berta Lidia Collado, que, sentada en un taburete, escucha atenta hablar a su marido. 

Una vez me fui a pescar con un amigo a esos lados de La Flor, por esos lados de El Coco. Cuando veníamos de regreso a eso de las cuatro de la tarde, vimos que salía, de allá de aquellas costas, una embarcación de vela. “Esos son los Pomares que andan pescando”, dijo mi amigo. “Podría ser”, le contesté. Pero me fijé que a pesar de ser de vela, el bote venía a gran velocidad... Aun así no rompía aguas, parecía que iba en el aire. Cuando ya venía cerca le digo: “Fijáte que no viene nadie de gente...”, hombré, y el tal bote siguió mar adentro, y de repente se quedó quieto, vertical, no lo mecían las olas... “Vamos”, le dije a mi amigo. “Vamos, pues”, me contestó, pero cuando enfilamos hacia allá, aquella lancha desapareció. Nos temblaban las canillas de miedo, y con un calenturón regresamos a la casa... Son muchos los misterios que tiene el mar y estos ojos han visto algunos. Me dijeron que debía haber llegado hasta el velero y que ahora sería millonario... A lo mejor... Tal vez por cobarde sigo siendo pobre. "


Fragmento de Mario Fulvio Espinosa
"Don Leoncito y Rogelio cuentacuentos del Mar"
La Prensa/2 de septiembre, 2001


La mujer encantada de El Ostional

Continúa don Leoncito Lara:

Siempre se habló en El Ostional (Rivas) de una mujer encantada, y es cierto, porque yo la miré. Estaba bien chavalo y vivía con mi abuela cuando una noche salí a hacer aguas, estaba la luna bien buena. Iba caminando en un claro de jícaros cuando casi me le paro sobre el estómago a la bendita mujer que estaba acostada boca arriba. Lo raro es que el pelo le caía hasta aquí (hace un ademán para señalarse la cadera), era alta, muy alta y blanca, vestido de blanco también, cara ‘ligueña’... De buen tipo era la mujer... Pegué el brinco y regresé a la casa todo chirizo del susto. ‘¿Qué te pasó?’, me preguntaron, Es que ahí en el patio hay una mujer así y asá. Salimos en grupo, pero, qué iba a haber nada, ya no estaba la mujer... Pero todavía aparece de vez en cuando. Otra noche me dirigía donde una familia amiga que iba a matar un cerdo. Iba por un sendero cuando veo que otro hombre viene en sentido contrario, estábamos como a unas diez varas uno del otro cuando me tropiezo con una piedra... Solo bajé la vista y la volví a enderezar y ya no había nada, el hombre había desaparecido. Cuando llegué a la matanza pregunté que quién había pasado por el camino, y me dijeron que nadie. Y fíjese, yo ya voy a cumplir cien años y siempre oía decir que tanto ese hombre como la mujer llegaban a los ranchos a asustar... No sé si serán almas en pena o brujerías... ¿Quién sabe?. 

 Fragmento tomado de Don Leoncito y Rogelio, cuentacuentos del mar
Escrito por Mario Fulvio Espinosa
 La Prensa, sep 2, 2001



jueves, septiembre 29, 2005

Un encuentro con la Mona


"Aunque parezca difícil de creer, esto me paso a mí.

    Bueno, dicen en el norte del país que los micos son personas que a través de oraciones se transforman en este animal para ir a las casas de las personas y robarles alimentos. Algunos dicen que las mujeres se transforman en monas, para ir a seducir a algún hombre que les guste y que no les hace caso. Dicen también que el mico es un espíritu malo y que la única forma de capturarlo es con semillas de mostaza bendecidas por algún cura, con agua bendita.

    Una vez que venía de una vigilia Católica en un lugar llamado El Silencio, yo venía en una mula con un amigo a quien llamábamos Nicho. Él era el dueño de la mula y me permitió montarla, ya que me dijo que él venía cansado de montar, porque venía de un lugar llamado Caña brava, a tres días de camino. Entonces, cuando veníamos sobre el camino de tierra y hacia la derecha, escuchamos unas risas que provenían del potrero. Nicho se hizo como que no había escuchado nada y a mi parecer eran niños que estaban jugando en el potrero a media noche. Yo siendo de la ciudad, para mí era muy normal que los niños estuvieran jugando a media noche. ¡Entonces no me pareció extraño escuchar a esos niños... ayyy inocente de mí!


    Bueno, al llegar a la casa encontré un cuadro raro, no porque estuviera todo oscuro, ya que en esa zona no conocen la luz eléctrica, sino porque estaban los trabajadores de la finca esparcidos y durmiendo en el suelo, si importarles el frío incómodo de las noches norteñas de Nicaragua, sin ninguna cobija o frazada, solo cobijados con las cobijas del arriero (las manos formando una X sobre el pecho). En el porche encontré a uno, en la bodega encontré al otro, pero este estaba más tranquilo, ya que el viento helado que soplaba, no pasaba en las paredes de la bodega. Más bien en el cerro que se formaba de mazorcas de maíz donde él estaba durmiendo, le daba una sensación de comodidad. 

    Bueno, entré a mi aposento y encontré que mi habitación estaba vacía. Lo primero que busqué fue mis dos armas, ya que pensé que había ocurrido un asalto en la casa. Revisé debajo de la cama, encontré mi rifle calibre 22 y entre los dos colchones de mi cama busqué mi revolver calibre 38 que los campesinos llamaban la Mitigueso, porque no podían pronunciar correctamente Smith y Wesson.


    Al principio me puse nervioso, puesto que al meter la mano entre los colchones no encontré el arma, pero después con más calma la encontré en un lugar en el que no suelo ponerla, pero así con dudas me logré dormir a la una de la mañana. A las dos me desperté tras un raro sueño y en mi sueño sentía que en la oscuridad de mi cuarto había alguien más y yo sentía esa presencia. Esa sensación siguió aún estando despierto. Yo sentía que alguien estaba en el cuarto conmigo, pero no podía ver nada. De pronto escuché un silbido lejano y me acordé de las leyendas de los campesinos que decían que cuando el mico estaba muy cerca, el silbido se escuchaba muy lejos. 

    En ese momento me invadió el miedo, ya que yo sentía que alguien estaba en el cuarto conmigo y estaba seguro de que ese silbido provenía de la cosa que me estaba acompañando en mi habitación, en medio de la noche. Así que me arme de valor e intenté dormirme sabiendo que esa cosa aún estaba allí. Me logré dormir, pero a eso de las 4 de la mañana un extraño sonido me despertó y cuando lo logré identificar supe que era alguien golpeando madera. Me dirigí hacia la cocina que estaba en la parte de afuera de la casa y estaba casi seguro de que era uno de los hijos del mandador, pero al llegar a la cocina este ente o cosa, brincó desde el cocinero que a duras penas mide medio metro hasta el techo que tenía 3 metros de alto. Sinceramente, yo no logré ver a nadie, ya que dicen que el que no cree en esas cosas no las logra ver, pero si estoy seguro de que algo que no se veía, brincó. 

    Al día siguiente le reclamé al mandador que por qué permitía que sus hijos anduvieran en el monte a altas horas de la noche y él me dijo que eso no era cierto, ya que sus hijos le tenían miedo a la oscuridad, tanto es así que para hacer pipí lo hacían introduciendo la pichita entre las hendijas que se forman entre las tablas de madera que sirven de pared en las casas del campo para no tener que ir afuera.

    A mi parecer esto tenía todo el sentido del mundo, contrario a la noche tan rara que a mi juicio fue una noche sin sentido por los acontecimientos que no vi, pero sentí."


Versión tomada directamente de Pablo Gutiérrez, guía turístico y recogida por Martha Isabel Arana - 29 de septiembre, 2005.

Los misteriosos borrachos de El Crucero

Agradezco a un amigo de El Crucero quien amablemente me ha envidado una historia de esta zona, municipio del departamento de Managua, famosa, entre otras cosas, por sus espantos y sus casas embrujadas. Aquí su relato:

"Yo soy de El Crucero o mejor dicho, después del terremoto mi familia tenía una casa allí, y me críe en dicho lugar. En el año 1984 tenía una novia en la zona central del pueblo, y acostumbraba a caminar kilómetro y medio diario, que al regreso a mi casa, me daban las diez, once de la noche, y los fines de semana me quedaba hasta las 4 de la mañana, porque hacían fiestas. En una de esas, un sábado, de por sí el sitio es neblinoso por la altura, como a las 3 de la mañana, me encontré de frente como de largo de 20 metros, unas personas que venían, eran como cinco. Inmediatamente, pensé en ladrones o pandilleros, pero eran unos borrachos, que venían cargando a uno de ellos. Me pasaron y después venían unos perritos negros caminando tras de ellos. Eran dos perritos del mismo tamaño, y cuando me pasaron, volví a ver atrás, y no había nadie. Me regresé corriendo para buscarlos a ellos y los perros y nada, se desaparecieron. Ahí fue cuando me dio miedo y corrí para mi casa que me faltaba ya poca distancia, para amanecer con fiebre al día siguiente. 

Al año siguiente, salí para Estados Unidos. Estuve 16 años sin regresar a mi país. Cuando logré arreglar mi estadía migratoria, lógico regresé. Un día manejando, de Managua, la capital, hacia donde yo vivía, El Crucero, a mitad del camino en plena montaña, hay una quinta, o casa de montaña, llamada Quinta Angélica, muy famosa por fenómenos que se presentan en ella. Está a la orilla de la carretera. Pues venía solo en el carro, y como de costumbre, siempre neblinoso el lugar, venía a una velocidad alta, y de pronto se presentaron cuatro tipos como borrachos, cargando a uno en hombros y detrás unos 2 perritos negros, caminando paralelamente. Eran las personas y los perros del año 1984. Volví a ver, pero esta vez no paré, únicamente vi por el espejo retrovisor, y no vi nada. En ese momento sentí como si alguien estuviera montado en el carro. Lógico, como tuve mucho miedo, para relajarme puse el radio, y estaban haciendo propaganda a un ron, el cual se oían voces de personas borrachas y al final unos perros ladrando. De verdad que nunca había oído un comercial tan raro. Terminando el comercial se desintonizó la señal y sentí algo normal. La sensación se había ido. Seguido de esto si recé un padre nuestro. Pero si les digo, señores, en esa zona de Managua al El Crucero pasa algo, hay muchas historias, pero esta me sucedió a mí y no es cuento."

Son varias las personas que conozco que me cuentan que al pasar cerca de la Quinta Angélica, especialmente cuando hay mucha neblina en la carretera, han sentido de súbito una presencia maligna en sus carros, provocando temor y ansiedad el cruzar esa zona.

Historia contada por un muchacho inmigrante en Estados Unidos y recopilada por Martha Isabel Arana -  29 de septiembre, 2005)

miércoles, septiembre 28, 2005

El día que voló el barrilete más grande del mundo

Hoy se me antojó jugar con magia y reproducir esta simpática historia que escribiera el Señor Eduardo Marenco en su artículo acerca del mundo del canta-autor Carlos Mejía Godoy:

"(Carlos) Recuerda que su padre le había contado la historia de un mitómano de
Somoto, que aseguraba haber fabricado el barrilete más grande del mundo, derribando un árbol de guanacaste para hacer las varillas, consiguiendo cincuenta yardas de lona, comprando en la mecatera de Managua cuerda ancha de barco para elevarlo, y había hecho volar el barrilete al fin, según decía, dándole cuerda con un malacate de pozo para que resistiera.

Al lanzamiento del barrilete asistieron las autoridades civiles, eclesiásticas y militares de Somoto, así como la banda filarmónica, pero tan gigantesco era el barrilete, que había peligro de que se derribara el templo de la ciudad, y entonces la orquesta filarmónica se colgó de la cola con todo sus instrumentos para dar estabilidad a aquella bestia que por fin se encumbró, ante el estupor del pueblo entero. La idea era que los músicos bajaran en el cerro El Picudo, pero el mecate se rompió y el barrilete se fue volando y volando, con todo y los músicos colgados de él.

Mi barrilete de colores
quiso volar tras de tus montes
se reventó por la cuchilla
y se alejó
buscando el horizonte
Si lo mirás que dulcemente
busca tu puerto y tu bahía
ponelo junto al corazón
para que oyendo esta canción
no muera de melancolía...


Al día siguiente llegó un telegrama dirigido al alcalde de Somoto que decía: 'Señor alcalde. Gracias por la serenata. Los músicos se encuentran bien. Parten en mula a las cinco de la mañana. Firma: Párroco de Totogalpa."

Fragmento tomado de "El Mundo de Carlos Mejía Godoy", Eduardo Marenco Tercero, La Prensa Magazine, 9 de mayo del 2004.
Intercalé al final del fragmento, estrofas de la canción "Mi barrilete de Colores". Autor: Carlos Mejía Godoy.
Pintura: "Padre e hijo con cometa 2", Oleo y collage sobre tabla del pintor español Juan M. Valcarcel Obelleiro.



Un relato escalofriante


    "Nací en Managua un 29 de noviembre, y nos fuimos a vivir a León, que queda a hora y media para llegar. Andábamos buscando una casa para rentar y encontramos una bien bonita. Me recuerdo que era grande, de techo alto, las puertas antiguas y partidas por la mitad. Si querías la podías abrir por la parte de arriba... gran portón, bonita vecindad. Yo jugaba mucho con mis vecinas. Soy amigable, sociable, positiva, llena de optimismo, siempre. Había un parque que se llama San Felipe con su iglesia al lado. Eso se acostumbra en todo Nicaragua. Todos los fines de semana, me levantaba con el ruido de las campanas de la iglesia resonando, clin, clin. Me encantaba ir a misa todos los domingos, soy muy creyente a Dios y me levantaba siempre feliz, inocente de cualquier malicia y miedo que pudiera tener. Vengo de padres divorciados, pero eso nunca me importó, siempre fui madura para mi edad. Lo que me importaba era el amor de mi mamá y mis hermanos. Éramos y somos unidos hasta la vez. Somos 4 hermanos en total, yo soy la cumiche, de familia trabajadora. Mi hermana empezó a trabajar de temprana edad de secretaria. Mi mamá trabajaba todo el día y otros dos hermanos iban a la escuela. Yo estaba en la primaria en la mañana en El Colegio La Recolección y mis otros dos hermanos iban en la tarde a la secundaria en el Instituto Nacional Máximo Jerez.

    Cuando mis hermanos iban a la escuela, me quedaba sola en casa a la edad de 8 años, no le tenía miedo a nada, nunca supe lo que era un susto y hasta un buen día en aquella época...

    Acostumbrábamos a comprar cinco pesos de frijoles cocidos por las tardes. Después venía uno y los cocinaba en su casa a su gusto, y los hacíamos gallo pinto, el plato original de nuestra patria Nicaragua y de los pobres...

    Un día, mamá me manda a comprar los dichosos frijoles y estaba enojada con ella, no me dejaba jugar afuera... y llego a la venta de Doña Yolanda Ortiz, famosa por ser vieja en el Barrio San Felipe, todo el mundo la conocía. Una vez que saliendo de comprar de la venta, caminando en las cuadras de León, porque eran largas y muy solitarias, ese día venía sola.


    No había nadie en esa cuadra, únicamente yo. Cuando estoy caminando, siento que alguien me viene siguiendo. Pero como no tenía miedo, no volteo a ver. Aun así siento algo feo dentro de mi cuerpo y empiezo a temblar... algo tan fuerte dentro de mí... que cuando decido para ver... veo un hombre completamente todo de rojo. Tenía cachos con dos colmillos salidos. Me miraba a mí y me seguía. En una de sus manos tenía todos los residuos de su estómago, con mucha sangre por todos lados, ensangrentado como pidiéndome ayuda, y siguiéndome muy rápido. Cuando lo veo, se me salió el corazón y salgo corriendo a toda prisa hasta llegar a mi casa.

    Cuando entro a mi casa, cierro rápidamente la puerta. Mis hermanos estaban en la casa. Me vieron pálida y me preguntaron qué me pasaba. Les expliqué lo del hombre y cuando ellos abren la puerta, no vieron nada. Pero solo fueron segundos, segundos en que se demoraron en abrir la puerta de la casa. En abrir y en cerrar, se desapareció. En un abrir y cerrar de ojos, ¡el hombre ya no estaba! Se desapareció. Fue extraño para mí, nunca más se me apareció. Fue una experiencia que no deseo volver a vivir. Sentí todo mi cuerpo extraño y llena de miedo.

    Esto en mis 40 años que tengo, nunca a nadie se lo había contado. Fue una experiencia muy fea. Sigo muy Católica. Soy madre de 2 niñas lindas y felizmente casada gracias a Dios... y en nombre de mi país Nicaragua, les mando este relato."

- Anónima



(Historia contada por una señora inmigrante en Estados Unidos y recopilada por Martha Isabel Arana - 28 de septiembre, 2005)


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