Leyendas de Ocotal

Dicen que don Jorge Calderón Gutiérrez, poeta, músico, pianista, maestro y experto en minas, es el hombre con más memoria en Ocotal. Con más de 75 años de vida para estas fechas o "75 paquetes bien fumados" como dice él, sus lecciones de historia y sus relatos están llenos de la magia que sólo la experiencia puede brindar. Considero que nadie mejor que él para conocer un poco las tradiciones de ese bello departamento de nuestro país.
"Mi abuelita materna me contaba algunas (leyendas), pero la mayoría de ellas las conocí por boca de la servidumbre. Decían que La Sucia salía en el río, era una mujer gigantesca y huesuda, de pelo largo, que con voz chillona decía a cada rato: 'Tomá tu teta, tomá tu teta." Por esa mujer horrible los muchachos no nos bañábamos ahí después de las cinco de la tarde. También dicen que salían el duende rojo y el duende verde, a mí no me apareció ninguno de los dos, jamás, pero a la gente sí, y les siguen apareciendo. Esas visiones nunca van a dejar en paz a nuestra gente, pues surgen a partir de un fenómeno cultural. Otro par de fantasmas eran el cadejo negro y el cadejo blanco. El negro era maligno, el blanco no. 'Cuando te salga el maligno —me decían— tenés que darle el lado derecho del camino'. Pero a mí nunca me salió ni la Sucia, ni la Mocuana, ni me amarró a la bestia la Piedra Embrujada de Orosí. Porque decían que en Orosí había una piedra embrujada, a los que pasaban por ahí de noche un ser invisible amarraba las patas de sus bestias con hilos invisibles, y ahí quedaban, no pasaban. Pero yo pasé muchas veces por Orosí y por Intelí donde dicen que salía Diego Izquierdo... y nada. 
Diego Izquierdo era un ánima en pena que en forma de luz aparecía en la noche para perder a la gente. Yo iba a pasar mis vacaciones a Santa Bárbara, cerca de Jalapa, y también a visitar a una amiga, eran nueve horas en buena bestia, pasé infinidad de veces por el llano y nada del famoso Izquierdo. Lo que pasa es que a mí desde niño me mandaron a estudiar al Pedagógico de Diriamba, eran cinco días de viaje, había que viajar a caballo, llegar a Condega, después a Estelí, después a El Sauce, de ahí en tren a León, luego otro día más hasta Managua y otro en tren para Diriamba. En el Pedagógico la enseñanza era muy buena, recuerdo que se daba filosofía, sociología, economía, astronomía, raíces griegas y latinas, muy buen francés e inglés. Los hermanos eran de avanzada, recuerdo a los curas Esteban y Manuelino que me enseñaron que esos aparecidos no existen, ni siquiera existe el diablo. Pero eran bellas esas leyendas y quedaban como parte de un folclor encantador. En la noche, como no había luz eléctrica, nos alumbrábamos con fogatas en la calle. Fue una revolución asombrosa la aparición de las lámparas de carburo. Lo usual era recogerse a las ocho de la noche, y entonces, desde las seis de la tarde, comenzaban las consejas. Las cuentacuentos eran, la cocinera, la planchadora y mi abuelita, porque en la casa dormía toda la gente... Claro, a mí como niño no dejaban de asustarme con esas cosas, pero entre el gusto y el susto ahí estaba oyendo, parando bien la oreja, aunque después mi tío José me repitiera que esas cosas no existían... Eran sabrosas esas tertulias familiares."
Historia de D. Jorge Calderón, fragmento de "Las remembranzas ocotaleanas de don Jorge Calderón Gutiérrez" Mario Fulvio Espinosa
La Prensa, 28 de abril, 2002.

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