Un relato escalofriante


"Nací en Managua un 29 de noviembre, y nos fuimos a vivir a León, que queda a hora y media para llegar. Andábamos buscando una casa para rentar y encontramos una bien bonita. Me recuerdo que era grande, de techo alto, las puertas antiguas y partidas por la mitad. Si querías la podías abrir por la parte de arriba... gran portón, bonita vecindad. Yo jugaba mucho con mis vecinas. Soy amigable, sociable, positiva, llena de optimismo, siempre. Había un parque que se llama San Felipe con su iglesia al lado. Eso se acostumbra en todo Nicaragua. Todos los fines de semana, me levantaba con el ruido de las campanas de la iglesia resonando, clin, clin. Me encantaba ir a misa todos los domingos, soy muy creyente a Dios y me levantaba siempre feliz, inocente de cualquier malicia y miedo que pudiera tener. Vengo de padres divorciados, pero eso nunca me importó, siempre fui madura para mi edad. Lo que me importaba era el amor de mi mamá y mis hermanos. Éramos y somos unidos hasta la vez. Somos 4 hermanos en total, yo soy la cumiche, de familia trabajadora. Mi hermana empezó a trabajar de temprana edad de secretaria. Mi mamá trabajaba todo el día y otros dos hermanos iban a la escuela. Yo estaba en la primaria en la mañana en El Colegio La Recolección y mis otros dos hermanos iban en la tarde a la secundaria en el Instituto Nacional Máximo Jerez.


Cuando mis hermanos iban a la escuela, me quedaba sola en casa a la edad de 8 años, no le tenía miedo a nada, nunca supe lo que era un susto y hasta un buen día en aquella época...

Acostumbrábamos a comprar cinco pesos de frijoles cocidos por las tardes. Después venía uno y los cocinaba en su casa a su gusto, y los hacíamos gallo pinto, el plato original de nuestra patria Nicaragua y de los pobres...

Un día, mamá me manda a comprar los dichosos frijoles y estaba enojada con ella, no me dejaba jugar afuera... y llego a la venta de Doña Yolanda Ortiz, famosa por ser vieja en el Barrio San Felipe, todo el mundo la conocía. Una vez que saliendo de comprar de la venta, caminando en las cuadras de León, porque eran largas y muy solitarias, ese día venía sola.


No había nadie en esa cuadra, únicamente yo. Cuando estoy caminando, siento que alguien me viene siguiendo. Pero como no tenía miedo, no volteo a ver. Aun así siento algo feo dentro de mi cuerpo y empiezo a temblar... algo tan fuerte dentro de mí... que cuando decido para ver... veo un hombre completamente todo de rojo. Tenía cachos con dos colmillos salidos. Me miraba a mí y me seguía. En una de sus manos tenía todos los residuos de su estómago, con mucha sangre por todos lados, ensangrentado como pidiéndome ayuda, y siguiéndome muy rápido. Cuando lo veo, se me salió el corazón y salgo corriendo a toda prisa hasta llegar a mi casa.

Cuando entro a mi casa, cierro rápidamente la puerta. Mis hermanos estaban en la casa. Me vieron pálida y me preguntaron qué me pasaba. Les expliqué lo del hombre y cuando ellos abren la puerta, no vieron nada. Pero solo fueron segundos, segundos en que se demoraron en abrir la puerta de la casa. En abrir y en cerrar, se desapareció. En un abrir y cerrar de ojos, ¡el hombre ya no estaba! Se desapareció. Fue extraño para mí, nunca más se me apareció. Fue una experiencia que no deseo volver a vivir. Sentí todo mi cuerpo extraño y llena de miedo.

Esto en mis 40 años que tengo, nunca a nadie se lo había contado. Fue una experiencia muy fea. Sigo muy Católica. Soy madre de 2 niñas lindas y felizmente casada gracias a Dios... y en nombre de mi país Nicaragua, les mando este relato."

- Anónima



(Historia contada por una señora inmigrante en Estados Unidos y recopilada por Martha Isabel Arana - 28 de septiembre, 2005)


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