martes, octubre 04, 2011

La mujer vestida de blanco de Carazo


Escrito por Alberto Cano Esteban

    Supuestos espantos como "La Cegua" y "La Carreta Nagua", mantienen atemorizados a los pobladores del sector próximo a Las Marías, incluido el reparto Luis Vanegas, en el municipio de Santa Teresa, mientras hay personas que aseguran que también han visto el "espanto" de una mujer vestida de blanco que se pasea por toda la carretera hasta llegar a la entrada de Santa Teresa.

    Jorge Araya Ramos, habitante de Las Marías, y uno de nuestros entrevistados en torno a las presuntas apariciones, sostiene que a él mismo le salió en dos oportunidades la "Carreta Nagua", "y no estoy mintiendo, esto no es "Cuento de Lencho Catarrán" explicó el campesino.

    Dijo que en dos oportunidades ha estado frente a frente con el "espanto", pero que no le ha demostrado miedo, más bien lo amenazó con un machete "y así me he dado valor, aunque la primera vez que lo vi fui a parar a la casa de mi mamá con una gran calentura", expresó Araya.

    Araya, dijo que ni licor toma, porque pueden pensar que andaba borracho, o algo que se parezca, "pero no, yo la vi", se adelantó a responder el entrevistado.

    Dijo que la visión del "espanto" ha sido en circunstancias similares cuando va a cuidar los frijolares, porque la robadera está en lo fino y entonces hay que cuidar la producción y la última vez que, según dice, vio la "Carreta Nagua", fue hace quince días, aproximadamente.

    Señala que los bueyes, eran cadavéricos y que no pudo ver la cara de quien manejaba, pero "aunque no dejó de darme mi cosita, ya me acostumbré", dijo con cierta naturalidad el campesino.

    Entre tanto, el mismo Araya, asegura que en el sector de Las Marías, la gente dice haber escuchado, lamentos y otras cosas, por eso dicen que en esos lugares asustan y ya varios periodistas han venido a ver qué es lo que pasa, indicó Araya, como para darnos seguridad que lo que dice es cierto.

    Otras personas del barrio Luis Vanegas, próximo al Rosario, en cuenta don José Napoleón Martínez, quien habita en San José de Monterredondo, pero que llega a visitar a unos amigos, explicó que a él ya le habían dicho lo de la mujer vestida de blanco, y que no creía, pero explicó que una noche divisó el "espanto" cuando iba para donde unos amigos.

    "Yo no te puedo decir qué es, pero divisé una mujer vestida de blanco con el pelo largo, y ella también es bastante alta y agacha el rostro como para que no la vean, y eso si es cierto, yo no te voy a estar mintiendo" dijo el forastero.

    Hay personas que señalan que el presunto "espanto" se mueve desde el restaurante "Sardina" hasta la entrada al municipio de Santa Teresa, y los que han tenido la oportunidad de verlo, juran que es auténtico "Nada de Lencho Catarrán" dijeron algunos de los entrevistados.

Tomado de ¿"Espantos" en Carazo? 

 
END - 21 de septimebre de 1998

miércoles, agosto 31, 2011

Los duendes que no emigraron

Escrito por Martha Isabel Arana 
Orlando, Florida 2008

    Un poco desorientada por los ojitos curiosos de los sobrinos ya grandes y los nuevos vecinos que llenaban de alegría las calles de su antiguo barrio, buscaba consuelo en los recuerdos del último día que estuvo en su tierra, añales atrás. La mañana aquella bonita y fresca que quedó para siempre grabada en su corazón. El día aquel que salió con una maletita vieja y una caja de encargos olorosa a quesos y pinolillo para los parientes lejanos que le habían enseñado a querer, pero que jamás había visto. Recordaba la inocencia con que marchó al norte, pensando que en los Estados Unidos no habría café, ni frutas, ni panes, porque la gente que regresaba no paraba de decir que extrañaba mucho las rosquillas, los jocotes y el cafecito del norte.

    Volvía ahora con un corazón cambiado, con los ojos llenos de mundo y con nuevas experiencias limpiamente organizadas en su maleta nueva. Ahora sabía de computadoras, preparaba año con año sus taxes, leía el periódico on-line y hasta entendía un poco la causa de la caída precipitosa del stock market porque había comentado los eventos en los message boards. Ya no creía en supersticiones, ni en caminos embrujados poblados de duendes con pies volteados y cotonas coloradas. Contenía la risa recordando que cuando salió del pueblo se fue preocupada pensando que los duendes se irían con ella, hostigándola, tirándole piedritas y llamándola por su nombre, como hacían los chavalos enamorados con las muchachas bonitas. Después de todo, ¿quién no sabía que el famoso duende de Yalagüina, el que cargaba de flores y le tocaba guitarra a la Juanita Vindell, había emigrado para Honduras? ¿O de los duendes bandidos de Cuapa que se fueron detrás de la mamá de la Florita para ayudarle a cargar la bacinilla en la mudanza? Pero no. Estos duendes fueron menos aventureros y no se fueron con ella para ningún lado. Jamás los vio en los Estados Unidos, ni siquiera en los barrios de Miami o San Francisco, donde abundan los nicas y huele a nacatamales gringos.

        Sus creencias fueron tomando un nuevo matiz y aprendieron a hablar un nuevo idioma. Su vocabulario cambió de ceguas, duendes y mocuanas a Weeping ladies, Bloody Mary (con sumo cuidado de no repetir el nombre tres veces frente al espejo en un baño oscuro), leprechaun y haunted houses. La contaminación eléctrica de su nueva vida contribuyó a que olvidara con el tiempo las leyendas de su tierra, donde la superstición era el hábitat natural de los espantos del pueblo y sus extravagantes cuentos de camino. 

    Se levantó de la mecedora y se lanzó a la noche a recorrer el viejo camino de tierra sin temores ni remordimientos. No se percató que detrás de un árbol de chilamate, calladitos y sin prisa, estaban espiándola otra vez los mismos duendecitos de sus temores de antes. Allí estaban, con sus piedritas en la mano, afinando sus vocecitas para cantarle historias de amor. Tan cerquita a ella como su propia sombra, listos para susurrarle que seguían fieles al pueblo y al regreso de ella. Ansiosos de decirle que la tierra, al igual que sus espantos, jamás olvida al que emigra. Allí habían estado esperando volver a verla, haciendo alboroto detrás de los ventanales del aeropuerto, esperando ver que les llevaba, listos a que cruzara el umbral mágico de Nicaragua para ayudarle a cargar su maleta.


sábado, mayo 14, 2011

Mitos y leyendas de los Ramas

El Cerro de MacpickCuentan los pobladores de El Rama que en el cerro Mackpick hay una cueva y en ella se escondía Henry Morgan, mejor conocido como el pirata Morgan, quien venía navegando por el río Escondido. En la cueva todavía sobreviven grandes cadenas donde suponen que Morgan amarraba su barco. Dicen algunos que de la cueva salen luces en las noches de luna llena, otros que han visto salir un hombre muy luminoso cubierto de oro y plata, dicen que son los acompañantes de Morgan que descansan en la cueva cuidando el tesoro que ahí dejó el pirata.

La mujer pescado. Es habitual escuchar a algunos pobladores de las riberas del río Escondido la historia de la Mujer Pescado, que por las noches sale a bañarse. Los que la han visto cuentan que es una mujer con cola de pescado y de rostro muy bello. Otros dicen que cuando la mujer sale del agua, solo lo hace frente a aquellos que la deseen por su belleza, entonces ella se muestra radiante y desaparece entre el bosque. La historia que cuentan dice que muchos han sido embrujados por la belleza de la mujer pescado y que han desaparecido.

Granitos de maíz. Los habitantes de El Rama cuentan que en el año de 1930 en una de las comunidades había un joven que causaba sensación, venían de todas partes porque de sus ojos le brotaban lágrimas de maíz. Cada día al despertar el joven lloraba y su cama estaba llena de pequeños granos amarillos; la madre barría la casa, pero era imposible no encontrarse con granos en el suelo.

Amarrado por bejucos. A inicios de los años noventa cuentan los rameños que había un hombre que le gustaba la hechicería y practicar con oraciones de encantamientos. Un día este apareció en un cerro cerca de la ciudad El Rama. El hombre decía que lo había amarrado el diablo, cuando la gente llegó y lo encontró, después de buscarlo varios días, lo encontraron amarrado con bejucos. Él decía que había visto las cadenas, pero la gente solo hablaba de los bejucos que, una vez desatado el hombre, se los llevaron al cura para que este los quemara y orara por el hombre que decía se lo había llevado el diablo.


 Artículo publicado en La Prensa
14 de mayo de 2011

domingo, mayo 01, 2011

El lamento de La Mocuana


Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida 2005

    La pérdida súbita de su inocencia caía sobre ella más fría y pesada que la oscuridad de la cueva que la amortajaba. El derrumbe de las piedras en la entrada aún resonaba en el esqueleto de su alma, como campanas que demasiado tarde le advertían del gran error que en nombre del amor había cometido. Silenciosa meditaba sobre el maldito y bello momento que conoció al blanco conquistador que con sus ojos claros como el cielo del Valle de Sébaco, y el cabello tan rubio como el oro que guiaba su destino, había hecho de ella un simple objeto de placer.

    Acababa de ser enterrada en vida por el hombre que amaba. Había sido cruelmente engañada por aquel que la había convencido para que confiara en él y le contara el secreto del lugar donde el cacique, su padre, guardaba el tesoro que pertenecía a esta región esteliana. Generosa, lo había guiado hacia el sitio ambicionado y al obtener las riquezas, el ingrato había partido, dejándola muriendo de dolor, perdiendo poco a poco el juicio con cada lágrima de desesperación que derramaba por él.




    Su padre se lo había advertido. Los blancos no se habían resignado con los regalos de oro que al principio de su llegada él les había obsequiado. Lo había notado en la codicia que se dibujaba en sus brillantes ojos al apreciar el precioso metal. Lo había adivinado en la lujuria que traicionaba sus miradas al contemplar a las jóvenes mujeres de la región.

    En su encierro, la hermosa india no le temía a la oscuridad y al silencio. Había crecido corriendo en los cerros, disfrutando el agua fresca de los ríos, jugando en la montaña. Encontrar la salida de la cueva no era su problema. Era otra clase de oxígeno el que su ser necesitaba. Había traicionado la confianza de su padre, había perdido la luz tierna de esos ojos que tanto amaba, y sospechaba que en su vientre una nueva vida comenzaba a latir.

    Cuenta la leyenda que la actitud de su amante y su sentimiento de culpa provocó que ella perdiera la razón. Otras versiones de esta historia aseguran que fue el cacique enfurecido quien la encerró en la montaña, condenándola a un castigo eterno a pesar de conocer su estado de preñez. Sea cual fuere la triste situación, desde aquel momento la bella joven se convirtió en la Bruja de la Mocuana, espanto temido en toda la región. Se rumora que invita a los hombres que recorren los caminos a seguirla hasta la cueva, y ellos, seducidos por su negra y larga cabellera y su hermoso cuerpo, no pueden declinar la invitación. Otros aseguran que se roba y asesina a los recién nacidos, y como pago por su delito deja a los padres del niño algunas pepitas de oro como un recuerdo macabro de su infortunio. 

Ilustración de texto: David Alfaro Siqueiros

martes, abril 26, 2011

Adiós, mi vieja Managua



Escrito por Martha Isabel Arana
Orlando, Florida
Enero 2010


    Es una lástima que estuviera yo tan pequeña la noche del fatídico diciembre de 1972 y solo recuerde un par de fugaces detalles de la vieja Managua. Crecí viendo a mi ciudad tras alambre de púas, en escombros, con paredes rajadas e interiores semi desnudos, sin techos ni paredes, dinamitada. Aprendí a conocer de memoria los cuentos del famoso malecón, los parques y las alegres avenidas, porque las personas mayores añoraban sus recuerdos en cada reunión familiar, como queriendo exorcizar los temores de tiempos nuevos. Amé a Managua a través de los ojos de otras generaciones, con nostalgia de épocas mejores, con resentimiento hacia el terremoto que nos arrebató nuestro orgullo. La antigua capital fue para mí la imagen tras la vitrina, el objeto deseado pero nunca obtenido. Aquella ciudad que estuve a punto de vivir, pero llegué ya tarde.

    Las primeras memorias de mi niñez parece que comenzaran, irónicamente, la noche del terremoto. Esas ráfagas, aparentemente olvidadas, vuelven como olas de mar cuando miro imágenes de países viviendo experiencias similares, ayer México y Perú, hoy Haití. Mi Managua se mecía violentamente hace 37 años y los vecinos lloraban, persignándose, jurando que era el fin del mundo en una madrugada interminable de miedo y fatalidad. No estaban tan lejos de la realidad, era el fin de una época, solo el comienzo de nuevos eventos en nuestras vidas.


    Yo era demasiado pequeña, no recuerdo los incendios que estallaban por todos lados, por ejemplo, ni podía comprender en sí, las consecuencias de todo lo que se nos venía encima. Mi mente de niña solamente captaba detalles de cosas extrañas o fuera de lugar que nunca había visto. Una panita verde con agua en el suelo me intrigaba porque de vez en cuando cobraba vida y se movía sin tocarla. El carro rojo de la familia se balanceaba como campana sin sonido, como si el espíritu de la noche lo tuviera poseído. Una vecina gritaba palabras que no entendía y alguien pasaba por la calle sollozando mi familia, donde está mi familia? Mi gente me rodeaba con rostros llenos de expresiones que yo jamás había visto, rezando y clamando ¡Sangre de Cristo! Cada vez que temblaba. Mientras tanto mi querida Managua, la que murió sin dejarse conocer bien por toda mi generación, la que se fue sin darnos tiempo de darle un beso, sucumbía ante la naturaleza que nos mecía a todos, aprovechando la oscuridad, sin piedad…



El hombre de la Paula Pasos

Escrito por Orlando Ortega Reyes
(Fragmento tomado del blog Los hijos de septiembre)

    Para conocer el origen de esta expresión en particular debemos remontarnos a la ciudad de Rivas, tal vez a los años cuarenta.  En esa época se hizo famoso un estanquillo que tenía una señora llamada Paula Pasos.  La señora en cuestión se esmeraba en servir el mejor guaro de la región, además de unas bocas y platillos “discutidos” como se decía, prueba de lo anterior era el famoso mondongo de los lunes.  Se comentaba que la citada señora tenía un carácter fuerte y un espíritu comercial bastante agudo y relataban en el pueblo que cuando la demanda superaba la oferta de mondongo, sólo con el objeto de no defraudar a los clientes, se permitía agregarle agua a la sopa y a introducirle una candela de sebo.  No obstante, para curarse en salud, advertía a los parroquianos: -No quiero que nadie me reclame por la sopa.   La mujer en referencia tenía un compañero de vida que era aficionado a los placeres etílicos, pero que a pesar de contar con el material bélico en su propia casa, su compañera no le permitía que superara la dosis que ella estimaba pertinente.

    Cuentan que en cierta ocasión el compañero de doña Paula, después de haber agotado su mínima cuota asignada por ella, se quedó con el deseo de continuar ingiriendo alcohol y como tampoco tenía acceso al dinero, tuvo que buscar alguna alternativa viable.  Después de mucho cavilar recordó que en la Alcaldía Municipal se manejaba la distribución departamental de guaro, tal vez a nivel institucional o tal vez a nivel personal del alcalde.  El asunto es que, compelido por su deseo etílico, decidió irrumpir en el edificio de la Alcaldía, en ese momento solitario y una vez adentro, tuvo todas las reservas alcohólicas a su disposición.  Hubiese terminado con todo el guaro, si no es que ya intoxicado le dio por empezar a gritar y a cantar, llamando la atención de los vecinos que inmediatamente dieron parte a las autoridades.  Intervino la Guardia Nacional y se llevaron preso al intruso, quien al momento de ser llevado al Comando, lo único que se le ocurrió gritar fue: -Soy el hombre de la Paula Pasos.

Después de dejar a su compañero un tiempo prudencial tras las rejas, doña Paula Pasos arregló el asunto con la Alcaldía y consiguió su libertad.  Desde luego, la anécdota fue la comidilla del pueblo por un buen tiempo y se llegó a hacer famosa la expresión: -Soy el hombre de la Paula Pasos.   Con el tiempo, dicha expresión se extendió por todo el territorio nacional y a alguien se le ocurrió agregarle a la expresión: El Hombre, la cola: de la Paula Pasos.  De tal manera que durante los años sesenta y setenta era muy común en toda Nicaragua escuchar: Llegó el Hombre de la Paula Pasos, Ahí va el Hombre de la Paula Pasos.

(Entrada completa del blog de Orlando Ortega Reyes: El hombre de la Paula Pasos)

viernes, abril 22, 2011

Origen del vigorón


    Sobre el origen de este plato hay una creencia muy generalizada que proviene de la ciudad de Granada y que fue inventado a inicios del siglo XX. No obstante, investigaciones serias nos indican que su origen se remonta muchos años antes y no precisamente en la Gran Sultana. Según Jaime Wheelock Román, en su libro La comida nicaragüense, el chicharrón con yuca es una comida que tiene sus origenes en los obrajes y laboríos de añil de Rivas, Nandaime, La Paz Centro y Nagarote, en donde se mantenían cantidades considerables de esclavos. Aquí es importante aclarar que no se trata de un plato que aparece como una reminiscencia de la gastronomía de los países africanos de donde eran originarios los esclavos, sino como una alternativa de costo eficiencia, tal como lo expresaría algún economista, contemplada por los explotadores, dueños de esos centros de producción, que trataban de asegurar las energías de sus esclavos mediante una alimentación lo más barato posible. En este sentido, el chicharrón constituía en aquel tiempo un subproducto casi de desecho que por lo tanto tenía un precio bastante reducido y la yuca que se plantaba en todo esa región del Pacífico, con cosechas generosas, también constituía una alternativa que con un bajo precio proporcionaba proteínas y calorías suficientes. Así pues, por mucho tiempo, estos esclavos se acostumbraron a esta combinación, de tal manera que al momento de su liberación y desplazamiento hacia las diversas regiones del país, el chicharrón con yuca quedó como un alimento que formaba parte de su dieta regular.

    A Granada, sin embargo, le cabe el honor de ser la cuna de la comercialización de este platillo, así como su nombre. Aparentemente, la crónica más fidedigna sobre lo anterior es la que fue rescatada por el periodista granadino Augusto Cermeño en la Revista Turistas, del trabajo del Dr. Alejandro Barberena Pérez, que narra que el vigorón fue inventado por María Luisa Cisneros Lacayo, del Barrio La Islita de Granada, conocida popularmente como “La loca” y que tuvo la idea de vender en los juegos de beisbol de la Gran Sultana un plato con yuca cocida, chicharrón y ensalada picante. Habría que anotar que de alguna manera, María Luisa conocía este plato, que hasta entonces se manejaba a nivel familiar y su gran aporte fue sacarlo a vender a la calle. Otro gran aporte fue el nombre, que muchos coinciden que lo tomó de un tónico muy de moda en aquella época: el Tónico Vigorón, así que doña María Luisa no estaba tan loca.

Fragmento original escrito por Orlando Ortega Reyes en su blog Los Hijos de Septiembre




Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...