martes, agosto 01, 2006

El espanto de la cañada

"Cuando en 1980 me enviaron a alfabetizar a Nueva Segovia, me ubicaron en San Fernando, una finca ganadera que queda en el mismo municipio de San Fernando, Nueva Segovia. Como a tres kilómetros de la finca, vivía una familia a la que tenía que dar clases y eran de noche, ya que por el día el jefe de la familia trabaja en el campo, y a como es todo campesino nicaragüense, pues las clases se tenían que dar cuando el jefe de familia estuviera en casa.

    Para llegar a la casa de Don Simón, tenía que tomar una cañada, que me llevaba hasta su casa. El recorrido lo hacía a caballo, que me prestaban de la finca, para poder cumplir con las clases. Cuando comencé a dar las clases de noche, una de las ancianas de la finca me dijo que me cuidara en mi recorrido, ya que en esa cañada asustaban, que si escuchaba voces, no volviera a ver para atrás, ya que si lo hacía, al volver la vista al frente, tendría al espanto sobre mi cara.

    Varias veces, escuché que me silbaban o escuchaba como si me llamaran, pero nunca le tomé importancia, puesto que el humor de los campesinos nicaragüenses, es muy peculiar en ese sentido, les gusta asustar. En realidad tomé lo que me dijo la anciana como un cuento más de camino. Don Simón, me decía, al tomar la cañada de regreso, como a las 8 de la noche, que me pusiera la cotona al revés, para burlar los espantos. Tampoco nunca le hice caso, ya que tomaba eso como cuentos de camino, porque venía de la ciudad y no creía en eso.

Un día me quedé más de lo debido en casa de Don Simón, porque la conversación con él y su hermano estaba muy amena. Cuando me di cuenta eran las 11 de la noche, así que decidí tomar camino hacia la finca. Cuando monté en el caballo, Don simón me volvió a decir, que me pusiera la cotona al revés, y no le hice caso. Tomé camino hacia la finca. Como a un kilómetro de la casa de Don Simón, el caballo se paró en seco y no quería avanzar, hice varios intentos de quererlo hacer avanzar y fue imposible. Me recordé lo que me había dicho el señor Simón, de ponerme la cotona al revés, lo hice y le solté las riendas al caballo, que acto seguido salió a todo galope. Me aferré a la albarda lo más fuerte posible, yo pensé que el caballo se me había encapotado( así dicen los campesinos, cuando un caballo no quiere dejar de correr), esta vez si escuché las voces cerca de mí, me llamaban con mi nombre, me decían 'Heyy miraaá, Fernandooooooo' Escuché silbidos, hasta sentí que alguien me seguía, llegué a la finca, desmonté el caballo, me fui al albergue que nos habían dado, que era una cabaña, donde se guardaban las herramientas, albardas, y utensilios de la finca. Dejé el caballo, entré a la cabaña, miré mi cena que estaba servida como siempre, y mis otros dos compañeros, pues dormidos. Cuando acerqué el candil, para comer, no sé que me dio y volteé a ver mi cotona. Mi susto fue grande al ver que la cotona que me había puesto al revés, estaba normal. Tenía 13 años de edad, me dieron escalofríos, dejé la cena y me metí en mi hamaca, hasta el día siguiente.

Le comenté a Don Pedro que era el mandador, y la respuesta fue '
no jodás, no sos el primero.'"


(Versión tomada directamente de Fernando Emilio Sandoval Baca y recogida por Martha Isabel Arana)
Foto: Chontales: www.intur.gob.ni


La Taconuda

El municipio de El Crucero en Managua no solamente es conocido por su clima favorable, su cerámica y por ser una de las zonas cafetaleras más importantes de Nicaragua, sino también por las historias que nacen de las narraciones y vivencias de sus pobladores. Además de sus ceguas, brujas y sus misteriosas casas embrujadas, esta zona es famosa porque alberga uno de los espantos más famosos y temidos del lugar: La Taconuda.

Según Ninoska Chacón, este
espíritu maligno que bien podría ser protagonista de cualquier libro de terror, es un "remedo huesoso, hediondo y escalofriante de una mujer de quien se decía que 150 años atrás había muerto trágicamente a manos de un familiar y que desde entonces aterroriza a los cortadores de café". Por otro lado, Eduardo Manfut nos cuenta que La Taconuda "es una mujer de 7 pies de estatura, joven, pelo largo que le llega hasta la pantorrilla, delgada, zapatos de tacón altos y curvos, de cara seca, de ojos hondos labios pronunciados pintados y risueños, chalina negra, bustos respingados, vestido blanco con un fajín de plata y hebilla cuadrada grande y un cintillo dorado en el pelo...cuando pasaba dejaba un gran aroma de perfume y por eso la identificaban, pero no a todo hombre se llevaba."

Esta espantosa aparición con cuerpo de mujer, se aparece entre los cafetales nicaragüenses aprovechando las sombras de las noches frescas de esta región. No se sabe con exactitud como luce, lo único que es comentado con acierto, es el terror que provoca a quienes tienen el infortunio de ser los elegidos por ella. Tras escuchar su risa macabra entre los cafetales, algún hombre o capataz de alguna finca desaparece misteriosamente, y a la mañana siguiente amanece como atontado o dundo, mudo completamente, desnudo o peor aún, muerto con una mueca de terror clavada en su mirada perdida.

 
Foto: GuardianUnlimited

viernes, julio 28, 2006

Los niños de San Jacinto (update)

Nicaragua es un país poblado de lagos y volcanes, donde la furia y la belleza de la naturaleza han cohabitado con sus residentes desde tiempos inmemorables.

En el departamento de León, hay un lugar turístico llamado "Los hervideros de San Jacinto" donde las personas que visitan el área pueden caminar rodeando las fumarolas del Volcán Telica, contemplar el agua azufrosa que brota de las entrañas de la tierra y observar el hervor de los llamados "guacalitos", como los pequeños guías turísticos suelen llamar a los huecos burbujeantes que emanan en esta región.


Los hervideros de San jacinto

Sin embargo, lo curioso de este singular lugar, es la presencia de esos pequeños guías, niños entre 7 y 16 años quienes le indican a uno por dónde caminar, en un territorio que parecen dominar a la perfección. Uno, temeroso de dar un mal paso, termina confiando en ellos, disfrutando del lugar mientras escucha cuentos y relatos de sus experiencias.

"'Váyase caminando por donde vea monte, ese nace ahí porque no hay agua hirviendo abajo, hágame caso porque aquí en cualquier momento se abre un huacalito, una señora gringa que vino dijo que la dejáramos sola y de repente se fue para atrás y cayó en uno de los huacalitos, el misterio de esto es que cuando alguien se va en ellos se cierra y se abre en otro lado', aseguran los niños para que los visitantes sigan sus instrucciones y los remuneren con una moneda al final del recorrido." (Haydeé Brenes Flores, END, sept. 13, 2004)

La historia es verídica, me aseguró nuevamente uno de estos muchachos ahora que fui a Nicaragua y visité el lugar. "No sólo la señora gringa desapareció, sino que también se quemó un geólogo por no hacer caso y pararse donde no debía", me alertó.

El grupo de niños no estaba esta vez que fui porque según me dijeron andaban en la escuela para aprender inglés y poder seguir contando historias interesantes a los turistas.

El muchacho que nos guió nos aseguró que ponerse barro en la piel ayuda a evitar manchas y es muy bueno. Para mi horror y sorpresa, se acercó a una fumarola sin importarle que andaba descalzo ¡y simplemente metió la mano para que probáramos el barro!


Los hervideros de San Jacinto


Después de leer el Estado Mundial de la Infancia 2006: Excluidos e invisibles de UNICEF, me acordé de estos niños y de una foto en especial que encontré unos meses atrás y que me llegó al alma. Quisiera compartirla aquí como un pequeño tributo a esos pequeños héroes de mi patria. Esos chavalitos que trabajan desde chiquitos para buscar el sustento diario, que se forjan como "todo un tayacán" como cantaría Carlos, y que son ejemplo vivo de pobreza y dignidad.


"La actividad volcánica de este sitio cerca de León en Nicaragua es sorprendente, pero mucho más sorprendente son los niños, que descalzos, te ayudan a visitarlos y a no caer en algunos de los sitios donde la tierra, literalmente, HIERVE." - José Cuerva


Agradezco la generosidad del señor José Cuerva que me ha permitido que publique la fotografía última de este post para este propósito. 

El Señor de las Nubes

Hace muchos años, tantos que la fecha exacta se confunde y mezcla con el tiempo olvidado, existió en la región de Jinotega, un joven llamado Mixtli. El muchacho no parecía interesado en las cosas propias de su edad, mucho menos en las actividades de su gente. Sólo se sentaba a observar el Cerro Chirinagua día tras día, obsesionado con la pretensiosa idea de querer hablar con los dioses y ver como lucían.
Pero a los dioses no les gustó la idea de que un simple mortal quisiera hablar con ellos y decidieron castigarlo. Su piel joven se arrugó en un momento, su pelo antes negro se tiñó plateado y para el final del día, el muchacho se había convertido en un gigante de piedra. Desde entonces, Mixtli, el Señor de las Nubes, aún sigue allí cubierto ya por el frondoso bosque, mirando eternamente al cielo y custodiando para siempre las brumas de Jinotega y las lluvias que bendicen y embellecen esta región.

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Many years ago, in the region of Jinotega, a boy named Mixtli was born. When he grew up, the boy did not seem interested in normal activities of his age. Day after day, all he did was sit and watch the Cerro Chirinagua, obsessed with the pretentious idea of wanting to talk to the gods and see how they looked like.

But the gods did not like the idea that a mere mortal would speak with them so they decided to punish him. His young skin wrinkled at once, his black hair was turned white and by the end of the day, the boy had become a giant stone. Since then, Mixtli, the Lord of Clouds, is still covered by a lush forest. He is there, looking forever at the sky, guarding the mists of Jinotega and the rains that bless and beautify the region.




Foto/Photo: Jinotega "La Ciudad de las Brumas"/www.intur.gob.ni

miércoles, julio 26, 2006

La historia de Aquel Almendro...


"Oí, oí, que linda" exclaman las señoras en alguna reunión cuando emocionadas escuchan en algún equipo de sonido o una vieja roconola la conocida canción de Carlos Mejía, El almendro de 'onde la Tere. Las conversaciones cesan y alguna que otra dama comienza melancólica a tararear por lo bajo mientras el resto guarda silencio, ensimismadas e impenetrables en sus propios pensamientos. Probablemente recordando con nostalgia y cariño la historia de sus propios almendros y aquel ayer que no volverá.

Ahora que estuve en Nicaragua, cayó en mis manos la historia detrás de la canción, anécdota que me pareció bonita compartir en el blog para los que "no sabíamos el cuento" porque después de todo, ¿a quién no se le viene de golpe toda su infancia cuando siente algún aroma o disfruta aquel sabor familiar?

Dicen que así va la historia...
"Siendo un niño en Somoto (Carlos) solía ir a jugar con el cardumen de primos al almendro de la tía Tere, doña María Teresa Armijo Almendárez, quien aún vive en la misma casa, solterita y sin hijos en el crepúsculo de sus 92 años. El almendro sigue en pie al igual que ella.

...Hubo un día en que su primita María Lourdes Paguaga, el nombre verdadero de la María Inés de la canción, quería almendras.

- Te voy a dar las almendras pero si me das un beso - propuso
Carlos Mejía, y se fue raudo al árbol, bajó las almendras y se las entregó. Pero en lugar de darle un beso, la primita salió corriendo adonde su papá y le puso la queja de que Carlitos quería darle un beso a cambio de almendras.

- Venga para acá jovencito- le dijeron ¿con que usted anda molestando a mi hija?

El escarmiento fue tenaz. Los días pasaron. Las almendras maduraron. Los niños crecieron. María Lourdes se casó a los 17 años, Carlos Mejía enrumbó su vida de cantor, y un día, durante una fiesta familiar cantó la canción y develó el secreto de quién era la musa de El almendro de 'onde la Tere, aunque ya casi toda la familia lo sabía.

...Ahora en las fiestas familiares, cuando Carlos Mejía toca la canción, siempre la dedica con cariño a doña María Lourdes y su esposo, don Luis Peralta, e incluso don Luis pide que la cante.

Y antes de empezar a tocarla, Carlos Mejía no deja de bromear con su prima recordándole: 'Todavía me estás debiendo el beso de las almendras."


Fragmento de "El Beso de las almendras" por Eduardo Marenco Tercero. La Prensa Magazine, 9 de mayo del 2004.

El fantasma de El Gobiado

En Pueblo Nuevo, Jinotega, en las montañas del norte de Nicaragua, los nativos del lugar insisten que todos los martes o jueves santos, faltando cinco minutos para la medianoche, baja del Cerro El Gobiado el escalofriante espíritu de un jinete a caballo. La misión de este gélido espectro es ir en busca de alguna mujer que esté a punto de dar a luz para robarle al hijo que está por nacer.

Según cuenta la gente, el Gobiado o el Príncipe del Gobiado como le nombran algunos, hizo pacto con el diablo hace mucho tiempo, cuando estaba en vida y ahora, cada año, su deber es buscar recién nacidos para entregarlos en sacrificio. Se oye bajar a todo galope, luciendo su capa negra. Aterroriza a su paso animales, mujeres y peones que dominados por sus temores y los cuentos que han escuchado desde pequeños, buscan refugio tras la puerta cerrada de sus casas a obscuras. Cada año se escucha que el jinete baja hasta llegar a una finca donde entra al salón principal de la solitaria propiedad para reunirse con el demonio que lo espera en forma de serpiente. Después de cierto ritual salen de la casa y la serpiente se convierte en una enorme cerda que empezará a dar vueltas hasta abrir un hoyo en la tierra que la hunde completamente. El Gobiado entra al agujero donde quedará sumergido hasta la mitad y después depositará a las criaturas que ha robado y que seguramente sus padres no han tenido tiempo de bautizar. Su misión ha sido cumplida, su vida perpetuada.


Foto: Montañas de Jinotega/Intur

martes, julio 11, 2006

La chancha bruja de Mateare

 Escrito por Orlando Valenzuela

Hace muchos años, cuando la gente aún creía en historias de espantos y aparecidos, en Mateare ocurrieron hechos insólitos que si no fuera porque los personajes involucrados están vivos para contarlos, nadie los creería.

Don Juan José Velásquez es un humilde campesino de 88 años, de los cuales los últimos 15 los ha vivido en este pueblo. Todos los días sale al monte a buscar arbustos para hacer escobas de barrer patios, las que vende a tres córdobas por unidad.

En todo Mateare lo conocen y por cariño le dicen “Chaleco”. Dice que por dormir en hamaca ha quedado encorvado y que por usar caites a veces se espina los pies y tiene miedo que alguna vez lo pique una cascabel, porque aunque él sabe que el “secreto” contra una picadura de serpiente es “morderla” para que se reviente, “pero yo sin dientes, estoy servido” dice en tono de broma.

Don Juan cuenta que en una ocasión, cuando iba por la hacienda Santa Elena, al pasar por la Ceiba Bruja le salió una chancha grande en el camino y al verla, él clavó la mirada en los brillantes ojos del animal, al tiempo que le clavó las espuelas al asustado caballo, pero la chancha, quién sabe de dónde cogió tanta agilidad, que cuando don Juan quiso ver dónde la había dejado, se pegó el gran susto al verla correr a la par de su bestia, que como alma que lleva el diablo, siguió corriendo hasta llegar exhaustos al caserío, cuadrúpedo y jinete, no así la chancha, que misteriosamente desapareció en la oscuridad de la noche. 

Fragmento de Mateare: una ciudad apacible,  La Prensa-Julio 11/2000

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...