miércoles, julio 26, 2006

El fantasma de El Gobiado

En Pueblo Nuevo, Jinotega, en las montañas del norte de Nicaragua, los nativos del lugar insisten que todos los martes o jueves santos, faltando cinco minutos para la medianoche, baja del Cerro El Gobiado el escalofriante espíritu de un jinete a caballo. La misión de este gélido espectro es ir en busca de alguna mujer que esté a punto de dar a luz para robarle al hijo que está por nacer.

Según cuenta la gente, el Gobiado o el Príncipe del Gobiado como le nombran algunos, hizo pacto con el diablo hace mucho tiempo, cuando estaba en vida y ahora, cada año, su deber es buscar recién nacidos para entregarlos en sacrificio. Se oye bajar a todo galope, luciendo su capa negra. Aterroriza a su paso animales, mujeres y peones que dominados por sus temores y los cuentos que han escuchado desde pequeños, buscan refugio tras la puerta cerrada de sus casas a obscuras. Cada año se escucha que el jinete baja hasta llegar a una finca donde entra al salón principal de la solitaria propiedad para reunirse con el demonio que lo espera en forma de serpiente. Después de cierto ritual salen de la casa y la serpiente se convierte en una enorme cerda que empezará a dar vueltas hasta abrir un hoyo en la tierra que la hunde completamente. El Gobiado entra al agujero donde quedará sumergido hasta la mitad y después depositará a las criaturas que ha robado y que seguramente sus padres no han tenido tiempo de bautizar. Su misión ha sido cumplida, su vida perpetuada.


Foto: Montañas de Jinotega/Intur

martes, julio 11, 2006

La chancha bruja de Mateare

 Escrito por Orlando Valenzuela

Hace muchos años, cuando la gente aún creía en historias de espantos y aparecidos, en Mateare ocurrieron hechos insólitos que si no fuera porque los personajes involucrados están vivos para contarlos, nadie los creería.

Don Juan José Velásquez es un humilde campesino de 88 años, de los cuales los últimos 15 los ha vivido en este pueblo. Todos los días sale al monte a buscar arbustos para hacer escobas de barrer patios, las que vende a tres córdobas por unidad.

En todo Mateare lo conocen y por cariño le dicen “Chaleco”. Dice que por dormir en hamaca ha quedado encorvado y que por usar caites a veces se espina los pies y tiene miedo que alguna vez lo pique una cascabel, porque aunque él sabe que el “secreto” contra una picadura de serpiente es “morderla” para que se reviente, “pero yo sin dientes, estoy servido” dice en tono de broma.

Don Juan cuenta que en una ocasión, cuando iba por la hacienda Santa Elena, al pasar por la Ceiba Bruja le salió una chancha grande en el camino y al verla, él clavó la mirada en los brillantes ojos del animal, al tiempo que le clavó las espuelas al asustado caballo, pero la chancha, quién sabe de dónde cogió tanta agilidad, que cuando don Juan quiso ver dónde la había dejado, se pegó el gran susto al verla correr a la par de su bestia, que como alma que lleva el diablo, siguió corriendo hasta llegar exhaustos al caserío, cuadrúpedo y jinete, no así la chancha, que misteriosamente desapareció en la oscuridad de la noche. 

Fragmento de Mateare: una ciudad apacible,  La Prensa-Julio 11/2000

miércoles, junio 28, 2006

Los duendes del potrero

La siguiente historia me la envió Pablo Gutiérrez, guía turístico nica, quien tuvo la amabilidad de compartir conmigo varios relatos recopilados en sus viajes por nuestro país. La historia, tal como la escribió Pablo, sucedió así:

"Bueno, me dijo una señora muy buena que es mi madre, que cuando ella era una niña, vivía en un área rural de Nicaragua en el norte centro del país donde había mucha pobreza. Cuenta mi mamá que un día venían de otra finca lejos de la finca en donde vivía mi abuela con todos sus hijos. Normalmente, el viaje en mula tardaba 3 horas para llegar a la casa de mi abuela, pero al salir de esta finca llagaron más familiares y la entretuvieron casi dos horas, así que llegaron a las nueve de la noche. Pero en algún lugar del camino todos escucharon la risa de muchos niños. A mi abuela la acompañaban 4 de sus hijos, dos niñas y dos varones y a lo claro de la luna, en un potrero, vieron un grupo de niños o lo que parecía ser un grupo de niños vestidos todos de rojo. Mi mamá pensó que eran unos amiguitos suyos de una finca vecina, ya que estaban a punto de llegar a la finca de mi abuela. Bueno, mi abuela hizo como que no le dio importancia al evento, pero los niños empezaron a preguntarle 'abuelita no podemos ir a jugar con la Felipa que está allá jugando en el potrero?'

Y mi abuela les contestó 'No, no, no ¿Cómo se les ocurre que van a ir a jugar a esta hora? Si ya son casi las nueve!' E inmediatamente después, ellos le contestaron que por aquellos niños podían y ellos no. Pero ella sabía que esos niños no eran los que sus hijos pensaban, así que les contestó 'No estén inventando.'

Bueno, ese evento pasó hace cuarenta años y en la actualidad he conocido a una familia que su hijo fue secuestrado por los duendes, y que después de seis días apareció, pero su mente ya no era la misma. En la actualidad uno ve a este joven y cree que nació con el Síndrome de Down, pero la verdad es que nació perfectamente sano. También en la actualidad dice un señor que habita en el mismo lugar que a eso de las 3:00 de la tarde en un camino de tierra vio a un niño vestido de celeste que imprudentemente cruzó el camino. Tanto fue así que el señor en su jeep frenó bruscamente y vio que este niño tenía las orejas punteadas. Trató de seguirlo hacia un túnel que estaba debajo del camino de tierra para saber si no lo había golpeado. El señor siguió al niño que entró hacia el túnel, salió al otro extremo, pero no encontró a nadie. Aún en la actualidad Don Roger, que así se llama el señor, no se explica que pasó con aquel niño que vestía de celeste.

Y mi mamá dice que después de aquel evento, preguntó a sus amiguitos que hacían en aquel potrero tan noche y que bonito el vestido rojo que les habían comprado y ellos contestaron que nunca saldrían a un potrero a esas horas de la noche porque les daba MIEDO que les aparecieran los duendes, y creo yo, que en la pobreza que vivían no podrían comprarle vestidos rojos a todos los hijos."

 
Versión tomada directamente de Pablo Gutiérrez y recogida por Martha Isabel Arana.

viernes, junio 16, 2006

Hay que bautizar al niño... ¡si no se lo lleva el duende!

En los pueblos de Nicaragua el tema de los duendes es bastante común. Desde que somos pequeños escuchamos historias de muchachas que han sido acosadas por algún duende enamorado, o duendes traviesos que aparecen en los montes y veredas asustando a los campesinos o confundiéndoles el camino. Entre las cosas que se comenta, se dice también que a los niños se les debe bautizar sin demora, si es posible en cuanto nacen, ya que los tiernos que no son bautizados, son presa fácil de estos malos espíritus que vistiendo cotoncitas rojas, caminan en fila india con sus plantas del pie volteadas llevando "a tuto" a la criatura.

Milagros Palma comenta en Senderos Míticos de Nicaragua algunas de estas creencias:

"En Monimbó se dice que nunca hay que dejar a un niño solo, porque los duendes se lo llevan a la montaña para volverlos como ellos si no ha sido bautizados. En muchos lugares se oye decir que los duendes pierden en las montañas a los niños sin bautizar...Sólo los pequeños y los mudos ven a esos espíritus y entonces lloran de una manera extraña.

En Chontales, entre las fincas ganaderas los campesinos le temen mucho a los duendes. De aquella región es Bricelda que pasó toda su infancia en uno de esos grandes dominios. Ella conoce anécdotas de verdaderos encuentros que su papá y su madrina tuvieron con los duendes. Estas son sus propias palabras: 'Cuando yo estaba tierna mi abuelita me cuidaba porque decían que a los niños sin bautizar se los llevaban los duendes. Ellos se los sacaban de su propia casa al menor descuido de la mamá'." (Tomado de Los Duendes, Editorial Nueva América, Bogotá, 1987)




domingo, junio 11, 2006

La casa de piedras de los duendes de Yalagüina

En Yalagüina, municipio del departamento de Madriz, existe una cueva en cuyo interior se escuchan tambores y el cantar de un gallo. Dicen que ésta era la casa de los duendes y que en algún lugar de este misterioso lugar hay una espada de oro y una canasta de flores, pero nadie ha logrado sacarlas.

Aquí un reportaje que le hiciera Martha Marina Gonzalez a doña Modesta Blandón, una anciana conocedora de esta leyenda:

"Ésta (cueva) se ubica en medio de unos matorrales, a unos cinco kilómetros al suroeste de Yalagüina, en el sector de El Rodeo. Según doña Modesta Ramona Blandón López, una anciana de 87 años, en la casa de los duendes hay trazos de un cerco de piedras, el cual era un corral donde se ordeñaban las vacas.
Dice que el duende salía de la casa de piedras y esperaba en la quebrada a Juanita Vindell, quien llegaba a lavar el maíz nisquezado, la cargaba de flores y luego se iba a tocar la guitarra en el 'cucurucho' de la casa de piedras.

Cuando todavía podía caminar, doña Modesta Blandón visitó la casa de los duendes y, al llegar al lugar sintió algo extraño, un escalofrío recorrió su cuerpo al observar las vigas de piedras y la cueva donde éstos vivían. 'Ellos se aterraron durante un diluvio y ahora suenan los tambores', cuenta.

Ella cree que los espíritus de los duendes siguen penando y que tienen pendiente alguna promesa echa a la Virgen. Ahora no les queda más que sonar los tambores en señal de alabanza, mientras don Horacio Aguirre, otro anciano del pueblo, afirma que el duende se fue a Honduras.

Las nuevas generaciones de Yalagüina poco o nada saben de la leyenda, pero don Horacio Aguirre, un conocedor de la historia de su pueblo, confirma que ahí está la cueva de piedras, la cual tiene unos ocho metros de profundidad. Al fondo no se puede pasar, porque es angosta. 'Dicen que hay una canasta de flores que era para la Virgen de Santa Ana, la patrona del municipio y hay una espada de oro', asegura don Horacio." (La Prensa, 28 de septiembre, 2003)


Foto: Carretera Panamericana, cerca de Yalagüina, Madriz. Tomada de: www.downtheroad.org


viernes, junio 09, 2006

El pequeño doctorcito

    Esto le pasó a mi tía-abuela materna: Margarita Parajón de Escorcia. Resulta ser que por los años sesenta ella dio a luz a su último hijo varón que por nombre le pusieron Javier...A los días del nacimiento de Javier, él se enferma gravemente y mi Tía Margarita se vuelve loca y en su desesperación sale corriendo a media noche en las calles de León a buscar a un doctor que la socorra, inmensamente angustiada, ella va a parar a un puente que da camino a un río; y en el cual en medio del puente se le aparece un señor de muy baja estatura, el cual la detiene y le pregunta que es lo que la angustia...Ella le cuenta que su hijo está mal y que ella no sabe que hacer...El le dice que él la puede ayudar, y que lo lleve ante el bebé...Ella confiada lo lleva y él entra en la casa y cuando ve a Javier, lo primero que hizo fue sacar de su diminuto maletín una especie de pomada y se la frotó en el ombligo al niño e inmediatamente él dejó de llorar. 

En ese mismo instante mi tía toca al niño y se da cuenta de que ya no tiene fiebre, consecuentemente a eso, mi tía se voltea para darle las gracias al misterioso Doctor con su maletín para agradecerle inmensamente lo que había hecho por su pequeño recién nacido...Pero para su sorpresa el médico de estatura pequeña, que casi parecía un enano, había desaparecido ante sus propios ojos. Jamás en el transcurso de su vida volvió a saber del Doctorcito de baja estatura. Después de lo sucedido, mi tía intrigada por la desaparición del señor, empezó a preguntar si alguien había visto con anterioridad al susodicho, para su sorpresa nadie le supo dar razón, lo único que le pudieron decir es que el que le había ayudado no había sido un médico, sino un duende. 

(Versión tomada directamente de Patricia Salazar y recogida por Martha Isabel Arana, 9 de junio, 2006)

martes, junio 06, 2006

El burro en la piedra de Cuapa

Entre los recuerdos más lindos de mi niñez, están las canciones y los cuentos que me contaba mi mamá cuando viajábamos por carretera a algún departamento de Nicaragua.

Como en aquellos tiempos no se acostumbraba usar cinturones de seguridad, ni asientos especiales para niños, uno de los placeres más grandes para mí era pasarme al asiento delantero para sentarme en las piernas de mi mamá y escuchar sus historias de monos bajando de la montaña, o duendes ladrones de muchachas.

Este último me lo contaba cuando viajábamos a Juigalpa, su ciudad natal. Cuando pasábamos por "la piedra de Cuapa", monolito famoso en el Departamento de Chontales, ella me lo señalaba y me decía: "allaaaaá está el burro... ¿lo ves?" Y me empezaba a contar que hacía muchos años, unos duendes se enamoraron de una muchacha, y no la dejaban en paz en todo el día, escondiéndole las cosas, jalándole el pelo, tirándole piedritas. Ya ni ella, ni su familia los aguantaba. Eran tan traviesos que un día se robaron un burro que ellos tenían y cuando lo buscaron, lo miraron encaramado en la piedra de Cuapa. La señora desesperada hizo un trato con ellos. Acordaron que si ellos le bajaban el burro, ella les regalaría a su hija. Cuando los duendes le bajaron el burro, la señora no cumplió su parte del trato. Los duendes empezaron a molestarlos más. Se volvieron insoportables, era imposible seguir viviendo allí.
Para no hacer largo el cuento, la familia decidió huir de aquel infierno. Así que empacaron sus pertenencias, cargaron al burro hasta el copete de chunches (lleno de cosas), y sin mirar atrás se pusieron en marcha. A mitad del camino, se dieron cuenta de que se les había olvidado unas cosas, y se disponían a regresar para buscarlas, cuando de repente oyeron unas vocecitas que les decían desde detrás del burro... "¡no! ¡Si aquí traemos lo que se les había quedado!" ¡Y qué susto el de la pobre gente! No eran más que los benditos duendes que venían detrás de ellos... ¡Qué va, si de esos bandidos no se capea nadie tan fácil!

He escuchado diferentes versiones de esta leyenda, pero esta es la forma en que me fue narrada. 

Foto: El monolito de Cuapa. Esta y otras fotos de Nicaragua pueden ser vistas en USLatino
Revisión 10/7/06

"El mito del monolito A pesar de la modernidad de estos tiempos, algunos habitantes de Cuapa y de los alrededores de La Mica creen en los mitos y leyendas que se han transmitido por generaciones. Entre estas leyendas están las historias del cadejo, la cegua, los pactos que hicieron algunos lugareños con el diablo y jinetes misteriosos. Aunque la más famosa de todas es la de los duendes del monolito de Cuapa, un macizo que puede divisarse y ser visitado por los turistas en la entrada de esta ciudad y, además, uno de los más imponentes del país. Según el historiador Lazo Barberena, sobre este monolito, conocido popularmente como “la piedra de Cuapa”, los pobladores cuentan que vivía un matrimonio que procreó a una hija muy bonita llamada Florita, quien, al llegar a la adolescencia, comenzó a tener problemas con los duendes que habitaban en la piedra, pues se enamoraron de la jovencita y se la querían llevar. Los duendes causaron destrozos en la casa de la familia. Antes de “robarse” a Florita, los duendes se habían llevado un burro, propiedad de don Pablo, papá de la jovencita. " Mercedes Sequeira, La Mica Sitio Precolombino, La Prensa 26 de febrero, 2006.

lunes, junio 05, 2006

Los niños que no entraron al cielo

"Cuando tuve tres años comenzaron mis peligros: dormía en mi camita-tijera con mosquitero y, cuando me dejaban solo, llegaban los duendes. Tenía tres años y todo lo recuerdo. Salían de un rincón de mi cuarto. A veces salían de debajo de la cama y eran muuuuy amistosos. Me ponían en el centro, me hacían rueda y bailaban. No recuerdo sus voces o no hablaban, pero reían mucho y me invitaban para irme con ellos.

De haber querido irme, yo no sé si, como ellos, hubiera podido traspasar las paredes. Una vez me trajeron de regalo uno de sus camisoncitos. Era rojo. Cuando lo vio mi madre y me sometió a su acucioso interrogatorio, '¡Son los duendes!' gritó. En todas las casas del vecindario se hizo un corre-corre y por la tarde llegó el padre Casiano, un pigmeo jesuita de la iglesia de Guadalupe que tiró agua bendita por todas partes y recitó algunos latines misteriosos. Yo no sé si fue por eso, pero los duendecitos, mis alegres amigos, no regresaron más. ¿De dónde vinieron los duendes? Decía mamá que son los niños inocentes que, antes de Cristo, murieron y no estaban bautizados. ¡No entraron en el cielo!"


Fragmento tomado "De cuando sentí que Dios se había muerto", memorias y vivencias escritas por Julio César Sandoval/ El Nuevo Diario, 9 de julio de 2000. 

Foto: Atardecer Violaceo, óleo sobre tela de Mauricio Rizo, pintor nacido en Jinotega, Nicaragua.

sábado, junio 03, 2006

Las travesuras de los duendes de Chontales


Cuenta Bricelda que "en una finca que se llamaba 'La Garita', allá en Chontales, que era de mi bisabuela, había una casa bien grande y cuando se estaban echando las tortillas a mediodía se oía que los duendes llegaban a voltearlas mientras estaban en el comal.

Cuando había visita platicando en la sala, dejaban caer piedras en el mero centro de la pieza, pero no golpeaban a nadie, solo caían las piedras y la gente asustada se ponía a rezar.

...Ahí mismo en Chontales hay una piedra que se llama El Pedernal. Y al lado se encuentra otra más grande, la Piedra del Toro. Allí los duendes subieron un toro para hacer la maldad, porque así son ellos. Les gusta hacer maldad. El toro no se pudo bajar y se murió. Allí quedó pintado en esa piedra."

Fragmento tomado de "Los duendes", en Milagros Palma: Senderos míticos de Nicaragua. Editorial Nueva América, Bogotá, 1987.

viernes, junio 02, 2006

Los famosos duendes de Boaco

Boaco es uno de los departamentos más pintorescos de Nicaragua. Con su vegetación hermosa y espesa, misteriosas cuevas, formaciones rocosas, petroglifos de origen incierto, y pobladores llenos de imaginación e ingenio, cuenta con todos los elementos mágicos necesarios para ser cuna de famosas leyendas y extraordinarios cuentos. En efecto, por ejemplo, los boaqueños no pierden oportunidad para hablar de sus encuentros con pequeños duendes, quienes por generaciones se dice aparecen en las laderas de los cerros, las orillas de los caminos, las cuevas, y hasta los barrios de este hermoso lugar.

"Los duendes eran unos muchachitos así, pequeñitos, de cotoncita y gorrita roja" se apresura a contar don Toñito García quien vive en Santa Lucía, municipio de Boaco. "Son muy traviesos, le tiraban piedras a uno, le tiraban agua en la cara, pero un día desaparecieron... Creo que se fueron para otro lugar. Una vez los vi desde dentro de la casa. Estaban los dos en este portón. Para mí que eran como chavalitos con caras de viejitos y parecían hambrientos. Cuando me vieron salieron por ahí enfrente y se fueron. Otros de por aquí también los vieron, dicen que eran enamorados de las chavalas, pero eran muy celosos, y cuando ellas se ponían a jalar ellos se iban. No volvían. El gusto de ellos era volar piedras. A veces eran mañosos, pero si robaban eran cosas pequeñas, porque por ejemplo un chancho era un animal muy pesado y no se lo llevaban, pero sí, como le digo, las gallinas, los huevos y otros alimentos."

Afirma otro lugareño, don José Urbina: “En las cuevas existen los duendes, han sido vistos en esos lugares, salen a las casas vecinas a molestar, si encuentran algo de comida en los cocineros se la comen, y dejan los pequeños pies pintados en la ceniza, además, si en la casa hay alguna chavala llegan a tirar piedrecitas sobre el techo, son bien enamorados.... para que los espíritus burlones se vayan de las casas, se les toca música con violín; ese es el secreto."




 Historia de Don Toñito García: Fragmento de "De las ceguas y duendes que se vieron en Santa Lucía" La Prensa, 21 de julio, 2002, Fulvio Espinoza García.

Historia de Don José Urbina: Fragmento de "En Santa Lucía los encantos de la belleza 'suiza'" La Prensa, 13 de julio, 2003, Auxiliadora Martinez.


Foto tomada de
Manfut.org: Los farallones de Piedra Labrada, Santa Lucía, Boaco.

jueves, junio 01, 2006

La maldición del duende y la Iglesia San Sebastián

Colegio La Asunción y Parque Central de León


Esta historia del sitio donde está la Iglesia San Sebastián en la ciudad de León y su posible maldición, la narra mi amiga Patricia Sobalvarro quien amablemente accedió para que la compartiera en mi blog.

"Resulta ser que existe una Iglesia en León que por nombre lleva San Sebastián. Esta Iglesia está situada costado norte de donde fue la Cárcel La 21, hoy en día es el Museo de Leyendas. Lo que queda de la Iglesia hoy en día es solo ruinas, ya que debido a la guerra surgida en el 79, no se ha vuelto a restaurar...Hace muchos años se comenta que en la localidad de la que hoy en día son ruinas de la Iglesia, era la casa de unas señoras bien distinguidas e importantes que formaban la sociedad de León. Estas señoras llamadas niñas viejas solían dar su paseo rutinario bajo del sol todas las tardes, se sentaban al pie de un pozo, el cual tenían en el inmenso patio, a tejer, a bordar y a realizar un sin número de artes manuales...En uno de esos tantos días rutinarios, se le apareció a una de ellas, a orillas del pozo, un hombrecito pequeño, de muy baja estatura. La llenó de flores, de versos y se arrodilló a sus pies, proponiéndole matrimonio. Al ver semejante figura, la niña vieja salió despavorida del lugar. No sin antes de llenar al personaje de insultos y palabras obscenas, palabras hirientes que le dolieron al hombrecito de baja estatura.

Encolerizado, el que resultó ser un duendecillo maldijo a todos los que habitaban esa casa. Sobre el patio llegaban bolas gigantes de excremento y se les hizo la vida imposible a estas niñas viejas. Para finalizar, la casa la armaron de llamas, y nadie jamás volvió a edificar allí; no hasta entonces que decidieron edificar una iglesia y por nombre le pusieron San Sebastián. Antes de la guerra no les tengo detalles precisos, pero la Iglesia fue dañada por un incendio, fue construida nuevamente, hasta que vino la guerra y dejaron completamente destruida la iglesia...Han pasado años desde entonces y hace poco que retorné a León pude comprobar que la Iglesia San Sebastián sigue en escombros."


Versión tomada directamente de Patricia Salazar y recogida por Martha Isabel Arana - 1ro de junio, 2006.

sábado, mayo 27, 2006

La costumbre de hacerse cegua (o segua)

Dicen en mi pueblo, que hay mujeres que tienen la costumbre de convertirse en ceguas, con la sola intención de perseguir a los hombres trasnochadores, castigarlos y dejarlos medio muertos del susto, tirados en la calle, todos "jugados de cegua" (tontos o mudos). Se comenta entre las vecinas, que estas ceguas son brujas que vomitan el alma para transformarse en mujeres jóvenes cuyas características son sus cabellos largos de cabuya, cáscaras de plátano verde en la boca y la habilidad de "trabajar en equipo" comunicándose entre ellas a través de silbidos y señas para acosar a su víctima. Pienso yo, ingeniosa idea han adoptado algunas mujeres de nuestra región para combatir a su manera ciertos males de la sociedad como el alcoholismo o la promiscuidad.
La cegua o segua (con la variante "s") es una leyenda que compartimos los nicas con otras regiones del istmo. Por ejemplo, este blog guatemalteco cuenta, además de otras interesantes historias, esta versión muy parecida a la nuestra:

"Hay varias leyendas de la Segua. Una de ellas cuenta que es una joven muy linda, que persigue a los hombres mujeriegos para castigarlos. Se aparece de pronto en el camino pidiendo que el jinete la lleve en su caballo, pues va para el pueblo más cercano. Y dicen que ningún hombre se resiste a su ruego. Hay quienes le ofrecen la delantera de la montura y otros la llevan a la polca. Para ella es lo mismo. Pero a medio camino, si va adelante vuelve la cabeza y si va atrás hace que el jinete la vuelva. Entonces aquella hermosa mujer ya no es ella. Su cara es como la calavera de un caballo, sus ojos echan fuego y enseña unos dientes muy grandes, al mismo tiempo que se sujeta como un fierro al jinete. Y el caballo, como si se diera cuenta de lo que lleva encima, arranca a correr como loco, sin que nada lo pueda detener. Otras leyendas cuentan que las Seguas son varias. Y no faltan ancianos que aseguren que cuando ellos eran jóvenes atraparon a una Segua. Pero que una vez atrapada y echa prisionera se les murió de vergüenza. Y que al día siguiente no encontraron el cadáver, sino solamente un montón de hojas de guarumo, mechas de cabuya y cáscaras de plátano."

viernes, mayo 19, 2006

La Llorona

Si bien esta leyenda es conocida por todos, comparto aquí algunos fragmentos de La Llorona en Milagros Palma: Senderos Míticos de Nicaragua.

En general la historia se trata de una indita que se enamora de un blanco a pesar de las advertencias de su madre. Queda embarazada, tiene un niño, pero cuando le ruega al blanco que la lleve con él, este se embarca dejándola desesperada y llena de dolor. Furiosa arremete contra la criatura:
"-Mi madre me dijo que la sangre de los verdugos no debe mezclarse con la de los esclavos.
Entonces se fue al río y votó al muchachito y ¡pam! se oyó cuando cayó al agua. Al instante se oyó una voz que decía:
-¡Ay madre!¡ay madre!¡ay madre!...
La muchacha al escuchar esa voz se arrepintió de lo que había hecho y se metió al agua queriendo agarrar al muchachito pero entre más se metía siguiéndolo, más lo arrastraba la corriente y se lo llevaba lejos oyéndose siempre el mismo lamento: ¡Ay madre!¡ay madre!¡ay madre!
La muchacha afligida y trastornada con la voz, enloqueció. Así anduvo dando gritos, por eso le encajaron la Llorona. Ahora las madres para contentar a los chavalitos que lloran por pura malacrianza, les dicen:
-Ahí viene la Llorona... "


(Selección de Leyendas Nicaragüenses, p. 68)






The Weeping Lady

The people of León Nicaragua tell of this figure of the night that brings terror to the campesinos (peasants) communities with its ceaseless sobbing near the river. The story goes that a woman once had a 13-years old daughter who fell in love with one of the white conquistadores (Spaniard conqueror) back during the times of the original colonization of Nicaragua. They say that the mother told her daughter that she should not mix her blood with that of the “executioners”. Heedless of her mother’s warnings, the young Indian would go to the river to bathe. She found her white-skinned lover there on many occasions and became pregnant. But he had orders to go back to his motherland.

The girl wept desperately so that he would take her with him. The crying and begging became so severe that one day she had an attack and fainted. On awakening the following day, her lover was gone but she found a baby boy by her side. She took him in her arms and with anger she remembered what her mother had always told her: “The blood of the executioner must never be mixed with that of the slaves.” The rage built up to the point that she threw the infant into the river. Right away she realized what she had done, and cried out “Oh mother!” and jumped into the river to save him. But it was too late.

The young mother would walk weeping in the streets, driving people crazy with her wails, and so the people call her “La Llorona”. According to legend, her spirit comes out at night near the river, and one can hear her laments and weeping: “Ay madre..!” (“Oh mother…!”) Others claim she cries out, “Ay, mi hijo…!” (Oh my baby…!”) One thing true though is that many of our grandparents still tell us this story and on hearing a sobbing around midnight, our hair stands on end and our limbs are paralyzed with fear.

Legend translated by Francisco Jarquin


Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. C...