martes, septiembre 27, 2005

El cuidado de una hija

Cuentan en León que una señora viuda, sumida en la depresión de perder a su única hijita, cayó con el tiempo en una profunda tristeza y soledad. Su mal se fue agravando a tal grado que no quería levantarse de la cama, y mucho menos encontrar fuerza en su delgado cuerpo para pedir ayuda e ir en busca de un doctor.

En su enfermedad se lamentaba que no tenía nadie quien cuidara de ella, y lloraba pensando que seguramente moriría sin remedio, sin un alma que se apiadara de su condición, por ser pobrecita y por vivir en una casita lejos de la ciudad.

De pronto, tres golpes secos en la puerta interrumpieron sus pensamientos, y un médico asomó su sonrisa joven en el cuarto cubierto de tristeza. Le explicó el buen hombre que una niñita de 6 años aproximadamente había ido hasta su casa en mitad de la noche para avisarle de la gravedad de su madre.

La señora se asustó y palideciendo exclamó que no era posible, su única hija había muerto trágicamente hace un año. Temblorosa señaló el único retrato de la niña, limpio de polvo y debidamente colgado en la pared.

Ella- dijo el galeno con sincero asombro- fue ella la que preocupada llamó a mi puerta y dijo que la cuidara...

jueves, septiembre 22, 2005

La historia de Don Chon Centeno

Los rezadores en nuestros pueblos son personajes que con sus experiencias y vivencias enriquecen nuestra cultura a través de historias que hacen dudar al más incrédulo.

Esta experiencia vivida por don Asunción Centeno, es verídica, según me cuenta mi buen amigo Freddy Sequeira "El Travieso". Aquí su relato, tal y como lo leí en sus escritos.

"Hola amigas y amigos. Como de muchos es sabido, yo nací en la humilde comarca de Las Pozas, municipio de Sébaco, departamento de Matagalpa, donde no había ni luz eléctrica, ni nada de eso. Recuerdo que los candiles algunas personas los hacían de botellas de Kola Shaler, esa bebida deliciosa ¿La recuerdan? Pues por las tardes, después de llegar de las labores diarias en el campo, muchas amistades de mi padre se reunían a tomar café con rosquillas y rosquetes. En esas comarcas siempre existen los rezadores y ellos son invitados a distintas comunidades cercanas a la nuestra; el rezador más famoso se llama Asunción Centeno y todos le decimos "Don Chón". Una noche él regresaba de otra comarca, de oficiar un rosario de una persona que había fallecido, serían como la una de la madrugada, él pasaba frente a mi casa y frente a mi casa, está la iglesia de la comarca, la Iglesia de la Concepción de María. Cuenta él, que cuando ya había caminado unos 100 metros le dio un escalofrío como que algo se aproximaba...de repente... se escuchó un estruendo como que se derrumbó el altar mayor de la iglesia y empezó a escuchar el sonido de los vidrios que cayeron. El se puso más nervioso y entonces fue cuando escuchó unos pasos fuertes del altar hacia la puerta. Dice don Chon que se quedó parado, con sus pies muy pesados, y no los podía mover. Estuvo así como 5 minutos. Cuando pudo caminar, salió corriendo a su casa y pasó dos días con calentura de ese tremendo susto. Pero lo más curioso fue que cuando mandó a ver lo que había pasado en el altar y cuando mi papá entró a la iglesia, todo estaba en su sitio. Espero mi historia no la tomen como un simple cuento porque si es una realidad."

Muchas gracias Freddy por compartir tu historia en mi blog. Espero que continués enriqueciendo este sitio con esas historias interesantes que suceden en nuestras comarcas.


Versión de Freddy Sequeira, recopilado por Martha Isabel Arana - 22 de septiembre, 2005.
 

domingo, septiembre 18, 2005

El jinete de El Viejo

Quizá como en nuestra tierra crecimos con la costumbre de caminar por las noches en compañía de los amigos, las noches son cerradas y nuestra mente abierta a toda clase de experiencias, somos propensos a visualizar y escuchar cosas extrañas que se quedan para siempre en nuestra memoria tentando los límites de nuestro raciocinio.

Mi buen amigo Álvaro Salazar, por ejemplo, recuerda nítidamente lo que le sucedió hace algunos años en su natal El Viejo, municipio del departamento de Chinandega.

"Me pasó hace como 15 años atrás, como a las 3 de la mañana, allá por el Río El Viejo. No sé, fue como un sueño, algo extraño. Veníamos como 5 amigos de unos 15 años de edad platicando de carreta naguas, mocuanas y cosas así, cuando de repente sentimos que alguien nos venía siguiendo. Pensamos que no estábamos solos, pero cuando volteábamos a ver, no mirábamos a nadie. Pero seguíamos con esa sensación que algo nos acompañaba. Cuando llegamos a una esquina algo iluminada, esa sensación se quitó. Pero al entrar nuevamente en lo obscuro, allí estaba la presencia otra vez. Cuando llegamos al Puente Limón en El Viejo donde está la Escuela Jacoba Andino, un lugar oscuro, vimos en una esquina a una persona montada en un caballo. Me dijo uno de mis amigos que ahora vive en Miami que seguramente eso era lo que sentíamos. Solamente pudimos ver un jinete negro. En lo que menos pensamos, el jinete desapareció. Muchos, cuando contábamos esta historia, nos decían que únicamente pura tapaderas éramos nosotros, pero de verdad que esa sensación nunca la había sentido. Eso es algo que únicamente Eduardo García, Reynaldo Franco, Ronald y Reynaldo Plazaola, los gemelos, y yo que pasamos por eso sabíamos. Las dos veces que fui a El Viejo nos reunimos y platicamos sobre eso, de que fue lo que nos salió y el porqué, pero para mí es algún alma que anda suelta, digo yo. Esto no es leyenda ni relato de lengua."


Versión tomada directamente de Álvaro Salazar y recogida por Martha Isabel Arana - 18 de septiembre, 2005.

La Carreta Nagua de la Calle Candelaria

La Carreta Nagua es una de nuestras tantas leyendas que por generaciones ha perturbado el sueño de nosotros los nicas, desde que tenemos uso de razón. He escuchado diferentes versiones acerca de su origen, pero en lo que todas coinciden, es que la carreta de nuestra historia está embrujada, es ruidosa, tenebrosa y recorre las calles de los pueblos de mi tierra aprovechando las sombras de la noche.

"La carreta Nagua se desplaza sola, halada por dos bueyes que la conducen lentamente al peso de la noche o la madrugada" me relata Don Denis Rocha. "La leyenda de la carreta Nagua fue traída por aquellos que vinieron de México cuando poblaron las tierras de Nicaragua. Se trata de una carreta que se desplaza sola, sin boyero, halada por dos bueyes que la conducen lentamente al peso de la noche o la madrugada. La leyenda con el tiempo paso a ser parte del folclore nicaragüense.

La primera vez que oí hablar sobre la Carreta Nagua fue cuando vivíamos en la Calle Candelaria, una de las pocas calles pavimentadas de la vieja Managua. "Si no te volvés a dormir" me dijo mi madre sentenciándome, "voy a abrir la puerta para que te lleve la Carreta Nagua." Era de madrugada, la claridad estaba todavía muy tenue para poder distinguir los objetos. De repente oí un ruido extraño que venía de la calle, parecido al golpeteo de una rueda que da contra el pavimento. El sonido convenció a mi mente infantil que efectivamente en ese momento estaba pasando el mencionado armatoste fantasmagórico que transportaba a los niños mal portados. La treta que usó mi madre para amedrentarme dio el resultado esperado, pues a partir de ese momento ya no volví a molestar y me eché a dormir. Desde esa fecha el incidente quedó grabado para siempre en mi subconsciente. "

 
(Versión tomada directamente de Denys Rocha y recogida por Martha Isabel Arana - 18 de septiembre, 2005)

"La Carreta Nagua is one of the many legends that from generation to generation had haunted the dreams of us nicas, ever since we were small. I have listened to different versions about its origin, but all these stories agree that this is a bewitched, noisy cart that crosses the streets of the towns in the middle of the night, taking advantage of the shadows. "La Carreta Nagua (the Nagua cart) moves hauled by two oxen that slowly lead it in the middle of the night" says Denis Rocha. "the legend of La Carreta was brought by those who came from Mexico once they lived in Nicaraguan lands. Through the years, this legend has become part of Nicaraguan folklore.

The first time I heard of La Carreta Nagua was when we lived at Candelaria Street, one of the few paved streets of old Managua. "If you don't go back to sleep" scolded my mother "I am going to open the door so the Carreta can come and get you." It was at daybreak, the light was still very tenuous to be able to distinguish the objects. Suddenly I heard a strange noise that came from the street, similar to the bumping of a wheel against the pavement. The sound convinced my youthful mind that indeed, the Carreta was there, ready to take all the naughty children. The words of my mother were very effective because I stopped bothering her and went back to sleep. From that that day on, this incident was forever engraved in my mind. " -Denys Rocha

viernes, septiembre 16, 2005

Los recuerdos del abuelo

He recibido una carta muy agradable de Diana quien me cuenta que habiendo leído las historias de este sitio, ha disfrutado aprendiendo acerca de las leyendas de Nicaragua. Ella, al igual que muchos nicas, emigró hace muchos años, cuando aún era pequeña, y no tuvo la oportunidad de conocer la cultura del país que la vio nacer. 

Me alegra mucho saber que por medio de mi bitácora ella esté aprendiendo más y se interese por estas antiguas historias de nuestra tierra. Esa es mi idea, que aunque estemos lejos no olvidemos lo que llevamos dentro, quiénes somos y de donde venimos.

Para su sorpresa, cuando Diana comentó con su papá acerca de las leyendas, él le contó que a su propio abuelo le salió el cadejo una noche que decidió acompañar a su abuela para que no caminara sola hasta su trabajo. Aquí sus palabras "Él decidió acompañarla por si algo sucedía y cuando abrió la puerta vio a un perro negro con los ojos rojos y fue cuando él decidió correr hasta su casa y cerrar la puerta. Luego escuchó que rasguñaban la puerta y después de 2 minutos el perro se fue. Cuando él escuchó que el perro caminaba, abrió la puerta y este desapareció como por arte de magia. Me dijo que después de ese encuentro su abuelo no salía solo en la noche. Y mi papá salía todas las noches a sentarse en una carreta del vecino a ver si a él se le aparecía."

Foto: Cadejo por Efren Medina
 


Versión tomada directamente de Diana, una muchacha de Miami y recogida por Martha Isabel Arana - 16 de septiembre, 2005.

domingo, septiembre 11, 2005

La mona de La Mocuana



Mitad mujer, mitad animal, la Mona Bruja acosa y persigue por las noches a los aterrorizados desdichados que tienen la mala fortuna de tropezarse con ella. Grande, peluda, y famosa por su cola larga, persigue y maltrata a los trasnochadores que después de tener un encuentro con ella quedan tontos o "jugados de mona" si logran ser alcanzados.

Mujeres brujas que en las noches se convierten en espeluznantes pesadillas, y que al día siguiente retoman su cuerpo y repiten la misma historia al anochecer para horror de los vecinos, quienes llenos de miedo escuchan como salta de rama en rama o se sube a los techos de las casas aprovechando los inmensos chilamates.

"Eso de la mona es verdad" cuenta la señora Alma. "Bueno te lo dijo porque después del terremoto nos fuimos a la finca km. 171/2 carretera a Tipitapa, un lugar que le decían La Mocuana. Me acuerdo que un día murió un señor. Eso pasó al fondo de un pueblito bien adentro, y casi todo el pueblo fue a verlo. Cuando veníamos de regreso todo era obscuro. Teníamos que pasar por un río, y entonces se oían en las ramas de los árboles como si alguien andaba. Cuando en eso miramos a una mona y cuando la vimos, corrimos hasta llegar a la casa donde ella nos acompañó. Bueno te platico esto porque me dieron ganas de compartirlo".
(Versión tomada directamente de una señora de Managua y recogida por Martha Isabel Arana - 11 de septiembre, 2005)

El Cadejo de Campo Bruce



El nunca lo vio, pero me asegura Denys Rocha que en sus tiempos de adolescente decían que en el Barrio Campo Bruce de Managua, aparecía el Cadejo.

"El Cadejo era un perro grande, que la mitología indígena le había adjudicado colores para representar el bien y el mal. Cuando vivíamos en el Barrio Campo Bruce, que para ese entonces era un sector boscoso, lleno de potreros porque todavía no había sido lotificado completamente, la recomendación de mi madre era que llegara temprano a la casa porque me podía topar con el Cadejo Negro, el cual decía la gente, patrullaba las calles del sector a altas horas de la noche y atacaba a los trasnochadores que encontraba a su paso. Pero podía suceder también que el noctámbulo en vez de encontrar al Cadejo Negro, se topara con el Cadejo Blanco que era el bueno, porque no atacaba a la persona y más bien la escoltaba hasta su casa para que llegara sana y salva. Algunas personas que traficaban de noche por el barrio, juraban haber sido escoltadas por el Cadejo Blanco cuando alguna vez se lo encontraron, otras aseguraban haber sido seguidas por el Cadejo Negro, pero la oportuna aparición del blanco lo había ahuyentado."

 
Versión tomada directamente de Denys Rocha y recogida por Martha Isabel Arana, 11 de septiembre, 2005 

Foto cortesía de José Rafael Burgos de Moralimpia.net

jueves, septiembre 08, 2005

El cadejo blanco de la Comarca Las Pozas

"Hola gente linda, nuevamente aquí para contarles una historia sucedida en mi linda comarca Las Pozas. Corría el año 1980 y para ser más exactos el mes de octubre. En estas comarcas lejanas se acostumbra visitar a las amistades por las tardes cualquier día de la semana, esto debido a que son lugares alejados del pueblo y como se los comenté en días anteriores, eran comunidades sin energía eléctrica y bueno, sin energía no hay nada de televisores, mucho menos un cine. Las personas protagonistas de la siguiente historia son tres: una de ellas resulta ser mi abuelita, llamada Máxima Centeno Centeno. Procreó 12 hijos y entre ellos mi Santa Madre de nombre Reina Epifanía Centeno. En ese tiempo, solo le quedaban 2 solteros, mi Tía Brenda y mi Tío Noel. Mi Tía Brenda (segunda protagonista) era pretendida por muchos solteros de la comunidad, pero la única manera de conversar con ella y muchas muchachas era ir a esperarlas que llegaran a traer agua a un pozo, construido por mi difunto abuelo. Una tarde de esas preciosas del mes de octubre, un muchacho de nombre Carlos Mairena.

"Hola… Señorita Brenda, ¿cómo está?"
Ella respondió "muy bien Carlos y usted?"
"Yo bien" le dijo él, "quisiera saber si la puedo acompañar a su casa?"
"Claro" dijo ella, "solo que mamá es muy celosa y delicada con los que me pretenden."
Dijo Carlos, "Oh… pero yo no le tengo miedo ni al cadejo, mucho menos a su mamá."
"Así?", respondió ella, "bueno, recuerde que mi mamá no será tan peligrosa como el cadejo, pero si es muy enojada."
Pero lo que mi tía no sabía era que Carlos andaba con una botella de "Cusuza" entre pecho y espalda, por lo tanto, se sentía con mucho valor el hombrecito. "Bien" dijo mi tía, "mejor llegue dentro de una hora para que hable con mamá a ver si nos da permiso de platicar" "Está bien llegaré," dijo Carlos. Dicho esto, se montó en su caballo y se fue para donde Doña Tana a tomarse otro waspirolazo de cusuza para agarrar valor. Como a las 7 pm se apareció donde mi Abuelita Máxima, más conocida como "Doña Manchita". Llegó rayando su caballo…
"Buenas Noches, Doña Manchita" -dijo Carlos
"¡Buenas Noches, Don Carlito!, pase adelante… Está en su casa" dijo mi abuelita.

Ella estaba sentada en un viejo taburete de madera forrado con cuero crudo de ganado, escuchando las noticias en el viejo radio receptor marca "National" ¿lo recuerdan esos radios? Bien. Carlos se bajó del caballo, lo amarró a un árbol de tigüilote y se sentó. "¿Cómo está su familia?", dijo mi abuelita. "Muy bien, gracias" respondió Carlos. Bueno, siguieron conversando, le ofrecieron el acostumbrado cafecito con rosquillitas y empanaditas rellenas con cuajadas y dulces. El guaro empezaba a bajársele a Carlos y nada que se animaba a pedirle permiso a mi abuelita para platicar con mi tía. Se hizo bien noche, los perros empezaron a ladrar y Carlos, ya casi bueno, sin guaro y con síntomas de goma, pensando en el viaje a su casa, que estaba más o menos a 10 kilómetros de allí, dijo: "¡bueno, Doña Mancha! Me tengo que marchar." Le dijo mi abuelita "¡quédese y se va por la mañana!, ese camino puede ser peligroso más con eso que se dicen del Cadejo blanco." "No, Doña Mancha, mejor me voy; gracias por todo, hasta otro día…" mi abuelita le dijo "bueno Carlito, que Dios lo acompañe". Se montó a su caballo, la luna estaba como si fuera de día, clarita. Para llegar a su casa, Carlos tenía que pasar por las cercanías del cementerio. Carlos pensó "me tomaré unos tragos donde doña Tana, aunque a esta hora no creo que me venda guaro, ya casi son las 12 de la noche… Pero lo intentaré." Pasó por la vieja casa de doña Tana, la despertó y por una ventana le compró una botella de cusuza, con un manguito célequito, agarró la botella, se la empinó casi toda… Montó su caballo y siguió su camino. De repente, escuchó unos pasos, volteó hacia atrás cuando miró venir un animal blanco de la estatura de un perro. Carlos pensó que debía ser un perro. En un segundo lo tenía a la pura par de él… Pero ya la botella lo tenía mareado. Se hizo de lado izquierdo para tocarlo con su mano y no le pudo tocar nada, parecía una oveja de esas que parecen puro algodón, hasta ahí. Comenta que no se acuerda de nada más. Cuando se despertó estaba en el cementerio acostado sobre una tumba y eran las 4 de la mañana. Se levantó desconcertado y con aquella goma, temblado del miedo y el frío, salió al portón de madera y su caballo estaba amarrado al poste principal de la entrada al cementerio. Muchas personas en ese momento pasaban por el lugar en sus caballos con rumbo a la ciudad de Sébaco. Ellos vieron que algo le había pasado. Cuentan estas personas que estaba pálido, sin habla, en un solo temblor. Los campesinos lo ayudaron a montar a su caballo y lo pasaron dejando por su casa. De pronto estaba con fiebre de tercer grado y muriéndose también de la goma. Los padres, familiares y amigos esperaron hasta dos días después que se recuperó para darse cuenta de lo ocurrido. El bonito final de esta historia es que Carlos Mairena se casó con mi Tía Brenda. Hoy en día son padres de cinco hijos. Mi abuelita Máxima, más conocida como "Manchita" aún Dios me la conserva con vida, es la única abuelita que me queda. Agradezco su atención a esta historia, muchas gracias."

 
Versión tomada directamente de Freddy Sequeira Centeno y recogida por Martha Isabel Arana - 08 de septiembre, 2005.

martes, septiembre 06, 2005

El cuento de la Toma-tu-teta de los Cedros

    Los cuentos son como una especie de enlace mágico que une generaciones tras generaciones. Es muy común en Nicaragua escuchar a las personas decir que entre los detalles que más recuerdan de su niñez, está la imagen del abuelito, abuelita, de la china (la nana), del vecino o la vecina mayor que contaba historias maravillosas que los hacía transportarse a un mundo misterioso y lleno de aventuras.

    Carolina Sediles recuerda con inmenso cariño esos momentos en que de niña, su abuelo compartía historias con ella y su familia. "Fijate que mi abuelo se ponía a contarnos a todos los nietos historias y leyendas como la de la Llorona, el Cadejo y esas cosas, pero él no perdía oportunidad para echar a andar su imaginación, contando historias que él se inventó. Era el tiempo de la guerra, época en que nadie trabajaba y estábamos toda la familia, tíos, primos, hermanos, sobrinos, nietos, en fin todos en un solo lugar, un lugar fuera de la ciudad.

    Me imagino que para distraernos y para distraerse él, nos juntaba a todos los chavalos y nos contaba cuentos...que cuentos! y el cuento que pasó a la historia en nuestra familia fue éste: Es como una parodia de la Llorona. Se llama la Toma-tu-teta. Cuenta mi abuelo que había una mujer en Los Cedros (carretera vieja a León, donde viví por muchos años) que le habían robado a su hijo recién nacido. La mujer se volvió loca de la desesperación porque no encontraba a su chavalito y con eso de que las mujeres producen leche materna y se le agrandan los pechos a causa de la leche, pues la mujer entre el dolor de no encontrar a su hijo y el dolor de los pechos que era insoportable, se volvió loca. Lo único que hacía es que cada vez que miraba un chavalo, pensaba que era el suyo y andaba por la carretera llamando a las chavalitos y diciéndoles: "toma tu teta...toma tu teta...toma tu teta" con los grandes pechos de fuera y haciéndolos tomar la leche de sus pechos. Bueno, la historia, yo trato de contarla lo más decentemente posible, pero mi abuelo no reparaba en usar las palabras que normalmente usaría un nicaragüense mal hablado. El asunto es que esa historia era el último cuento de la tarde y sólo se levantaba y salía corriendo y diciendo, corran, corran, que ahí viene la tomatuteta! y salíamos todos los chavalos en guinda para la casa."


Versión narrada por Carolina Sediles y recopilada por Martha Isabel Arana,  7 de septiembre, 2005.

 






Otra versión de esta leyenda, escrita por Patricia:

"Esta joven agraciada, hija de un acaudalado hacendado, era una joven con cabeza grande, una cara amarga como de pocos amigos, unos ojos saltones, una boca bastante pronunciada, una nariz larga y ancha y el cuerpo muy bien desarrollado como el de un hombre; brazos gruesos y musculosos, pelo largo y unas tetas extremadamente grandes. Con todas estas cualidades y a pesar de ser heredera única de la fortuna de sus padres, nunca pudo conseguir un pretendiente, por lo que valiéndose de su conformado cuerpo, salía a las calles y donde encontraba grupos de hombres, escogía al que mas le gustaba, lo agarraba y no lo soltaba y sacándose su hermoso cántaro de miel les decía: “Toma tu teta, toma tu teta, toma tu teta… hasta que les metía el enorme pezón en la boca y cuando ya quedaba satisfecha los soltaba. Cuentan que todavía a Don Pancho, Don Lencho y Pancracio hace poco se les apareció, ellos se quedaron estupefactos de tan impresionante figura, nos dijeron que dijéramos a todo joven que por las noches le gusta salir que no lo hagan, que cuando mire con todo y guaro la Toma teta te va salir."

(Versión contada por Patricia, señora leonesa y recopilada por Martha Isabel Arana, 2009) 



 Tales are something like magic links that connect generations through generations. It is very popular here in Nicaragua to hear people saying that among all the details that they remember the most, they are from their childhood. They are the memories of the grandpa, the grandma, the nanny, the older neighbors, that would tell amazing stories that would make them travel to a mysterious worlds full of adventures.

Carolina Sediles remembers with great affection those moments as a little girl when her grandpa would share fables with her and the family. Let me tell you how my grandpa used to tell us tales about "the crying lady" (La Llorona), the evil dog and so forth. He wouldn't miss any opportunity to use his imagination. He would tell us all kinds of stories that he came up with. It was war time. Nobody worked and all the family were together: the uncles, the cousins, brothers, nieces, nephews, grandchildren, everybody in one same place, outside the city.

I think that in order to entertain us or to entertain himself, he would gather all the children around him to tell stories. The tale that passed through history in our family is this: It's like a parody of the "crying lady" and it was called "the take your teat". Grandpa would tell us that there was a woman who lived in Los Cedros (The Oaks) in the old road to León where I used to lived for many years. Her new born baby was stolen from her. She got crazy of despair because she couldn't find her little baby and since women produce milk when lactating and their breast get bigger because of the milk, well, between the pain of her breasts full with milk and the loss of her poor baby she lost her mind, she became demented. All she would do every time she saw a little kid on the street, was to think that, that was her lost baby and she would walk on the road calling them and saying "take your teat! take your teat! take your teat!", with her big breast hanging out, making them drink from them. Well, I tried to tell the tale in a decent possible way, but my grandpa wouldn't pay attention to the words he used, like a typically bad mannered Nicaraguan would use. The truth 
of the matter is that this tale would always be the last one of the evening and he would get up an run after us saying: "run, run because the take-your-teat is coming!" and would run as much as we could into the house.)

Translated by Francisco Jarquín

La promesa del más allá



    Cuando éramos pequeños, muchos de nosotros escuchamos alguna vez la creencia que uno no debía jugar a decir que regresaría después de la muerte, ni en broma, porque esas promesas se tienen que pagar.

    Eso precisamente, le sucedió a la abuelita de Didi, quien me narró la siguiente historia:

    "Esto me fue contado por mi abuelita que en su vida le sucedieron cantidad de cosas. En su infancia mi abuelita solía jugar con una vecina que vivía al cruzar la calle de su casa. Un día entre juego y juego, la niña, que no recuerdo su nombre, le preguntó a mi abuelita si ella creía en los espíritus y mi abuelita le dijo que no le hablara de esas cosas porque a ella le daba mucho miedo, pero la muchachita siguió insistiendo, hasta que le dijo … Si yo me muero Monchita (así se llama mi abuelita) te voy a salir y me voy a sentar en tu cama.

    Al oír eso, mi abuelita le suplicó que no lo hiciera y se fue corriendo a contarle a su mamá, quien le dijo que no hiciera caso, que solo la estaba molestando. Al cabo de unos días la amiga de mi abue cayó gravemente enferma y murió. Mi abue no fue al velorio porque su mamá le dijo que estaba muy chica para andar en esas cosas y la dejó al cuidado de su abuelita. Cuando ella se acostó sintió de repente que algo se sentaba en su cama. Cuando levantó la cabeza vio a su amiga que la miraba fijamente. Dice que fueron segundos, pero que para ella fueron interminables, y ella recuerda que llamaba a su abuelita, pero que nadie la escuchaba. Empezó a rezar suplicándole a su difunta amiga que la dejara tranquila y de repente desapareció, dejándola a ella con alta fiebre y un susto que jamás pudo olvidar.

    Te cuento que mi abuelita siempre nos decía que nunca hagamos ese tipo de promesas, porque el día que uno se muere tiene que cumplirla."

(Versión tomada directamente de una señora chinandegana y recogida por Martha Isabel Arana 6 de septiembre, 2005.


Foto tomada del grupo Conozcamos Nicaragua de Facebook.

lunes, septiembre 05, 2005

Cuentos de Ceguas

La experiencia de don Chico Mercado

“Pues resulta que eso fue un Viernes Santo como a las doce de la noche. Me fui a la orilla de la Isla Seca a comprarme una botella de guaro. Ya andaba algo sesereque y me vine para mi casa. De repente detrás de mí vi dos mujeres que me seguían y que se carcajeaban... Sentí miedo, y para disimular me detuve a encender un cigarro... Pero las risas seguían... Se me espeluznó el pelo y el pellejo se me puso como de pollo. Eran unas mujeronas altas, vestidas de negro y como encapuchadas. Había un tabaquillal, y allá por aquel palito de sauce me agarré con una de ellas. Me defendía con un machetillo que andaba, pero sentía que los golpes que daba era como que los diera con una hoja de chagüite. De repente llegó la otra mujer y me golpeó también a pescozones.
Corrí como pude y llegué a mi rancho. ‘Ve Chicó’ —me dice la mujer— ‘que andás acompañado’. ‘No’, le digo ‘Pues es que acaban de pasar dos objetos por ahí buscando para Las Pencas, iban en grandes risotadas’. Le conté mi aventura y me dijo: ‘Esas eran las ceguas’”. “Me acosté y al día siguiente que la mujer me vio me preguntó: ‘¿Bueno y esos morados?’”. “Es que me pegaron las ceguas”, le dije y me quedé echando, sebo serenado por mucho tiempo. Y como les conté a varios me quedaron diciendo “El Jugado de Cegua”. 
Lo que vivió Don Toñito García

“La mujer vaga que quería salir de cegua se ponía una como máscara, que podía ser un gran guacal con hoyos, el pelo era de cabuya o de burillo con colguijos de olote, usaba una gran bata como ‘La Gigantona’, pero lo que más culillo daba era un pitazo agudo que daba con un pitillo chiquito de barro. Eran mujeres que se enamoraban de los hombres, pero si ellos no les hacían caso, se juntaban, dos, tres o cuatro para asustar al desamorado. Se venían a medianoche escondidas rodeando al hombre y pitando desde la distancia. El hombre creía que era una sola mujer que podía salir desde varios lugares, a veces se volvía loco o quedaba baboso y la gente le decía “Jugado de cegua”. 

Don Toñito vio una cegua...." Yo estaba cipote, tenía como ocho años. Era ya al entrar la noche en el riíto. Había luna llena, pero con bruma. Yo miraba a una mujer, como lavando, y cuando pasé cerca ella se lanzó una carcajada aguda, burlesca, como de loca. “Jaaa, jaaa, jaaa”, y a mí se me pararon los pelos, me entró repelo. La cegua se salió del agua e hizo ademán de llamarme y después de seguirme. No sé de dónde saqué fuerzas y salgo en “barajustada” hasta la casa. Nadie me creyó que había visto a la cegua. Pero ahora entiendo que no eran espíritus malos, y a lo mejor hacía cosas buenas, pues algunos bolos que las vieron dejaron el guaro. ¡Santo remedio! Otros dejaron de ser mujereros, y muchos vagos se compusieron. A lo mejor eran contratadas por las mujeres y madres de los perdularios.... La cara era como de calavera, se le miraban hundidos los ojos. En el pelo andaba una como corona de chagüite, la cosa era como la gigantona, pero la gigantona es una muñeca, y esa era una mujer. Nunca la capturaron a pesar de que asustó a muchos. Pasaba por acá, yo nací ahí. Ella pasaba por ese callejón, venía de Boaco, era una cegua boaqueña. "


Mario Fulvio Espinosa

domingo, septiembre 04, 2005

El Diablo me salió viniendo de Altagracia

Anécdotas como la siguiente abundan en nuestro país. Son muchos los que cuentan que han visto espantos de todo tipo caminando como si flotaran, y hasta pidiendo raid o aventones a los que transitan por allí. Especialmente en la noche, cuando la oscuridad y la soledad parecieran disfrutar, siendo cómplices de las carreteras y caminos desolados, donde estas apariciones macabras parecieran andar en pena.

Mi amiga Carol me compartió esta historia ocurrida en una conocida carretera hace algunos años:

"Nosotros vivíamos en el kilómetro 28, 1/2 de la carretera vieja a León. La familia de mi papá vivía en Altagracia. Después del colegio mi papá nos llevaba a mis hermanos y a mí a la casa, y él se regresaba a Altagracia, sobre todo los fines de semana que salía a tomar con sus hermanos y amigos. Pues él cuenta, que en una de esas salidas, ya regresando a la casa a media noche, se detuvo en una cantina a tomarse la última cerveza. Cuando se iba a subir a su microbús, un señor humilde, así sencillo como de campo, pero con unas uñas largas, le pidió un aventón, y mi papá decidió llevarlo. El cuenta que iban platicando amenamente hasta que llegaron a la casa y cuando volteó a decirle al señor:" hasta aquí llego amigo", sin haber detenido el microbús, ni mucho menos escuchado ruido de la puerta, ¡cuál fue su susto que el viejito ya no estaba!

En ese momento no las sé cuántas cervezas que se había tomado, se le fueron ¡quién sabe adonde! Hasta ahora a mí me suena como que fue producto de la borrachera, pero de la misma manera en que yo sostengo eso, él sostiene que no fue borrachera y que lo que pasó es que ¡le salió el diablo! Yo recuerdo que esa noche él nos despertó para contarnos lo que le había pasado y la verdad no se miraba tan borracho. Claro con semejante susto ya hasta de goma estaba, pero el asunto es que él sigue contando la misma historia sin perder detalle y asegura que eso sucedió de verdad."

 
(Versión tomada directamente de una muchacha de Managua y recogida por Martha Isabel Arana - 4 de septiembre, 2005)

Los cuentos de don Mariano

Un caballo cadenero y una vaca cachona es lo que asegura don Mariano Escorcia Pineda vio en su juventud, durante alguna noche fresca en las décadas pasadas de San Ramón, pueblecito al norte del departamento de Matagalpa.


Don Mariano nació en 1927 e insiste que tiene edad suficiente para conocer algo de lo que usted quiera saber. ...“A mí me contaban que en San Ramón, después que todo el mundo cerraba sus puertas y apagaban sus candiles, se escuchaba en la calle principal el relincho de un caballo que al galopar arrastraba unas cadenas, la gente valiente se asomaba y no miraba nada...En cierta ocasión que alquilé una casa sobre esta calle, en tiempos de la primera 'Reina', yo lo comprobé. Una noche oí que ese caballo se metía en mi solar, escuché como que se sacudían las cadenas cuando le quitaban la albarda... pero cuando me asomé no había nada... Era un fenómeno invisible, sólo se oía el resoplido del caballo y el sonar de las cadenas al ser arrastradas.


¿Y qué me dirá de esta otra? Yo tenía una mi novia aquí y venía a verla desde una finca que teníamos en Guadalupe, a unos siete u ocho kilómetros de San Ramón. Resulta que una vez iba para la finca como a las doce de la noche montado en mi bestia. Pero en un lugar que le dicen La Cascajera me sale una vaca, una vaca enorme de tamaño pero más enorme de cachos, cada cacho tenía aproximadamente un metro. Yo vi rara a la vaca porque me miraba con odio, entonces con la rienda la amenacé y vi que ella cabeceaba para embestirme, saqué mi pistola y le iba a pegar un balazo, pero reflexioné: 'Hombre —dije—, puede ser que esta vaca tenga dueño.' Vengo y busco como pegarle otro cohetazo y la vaca se va, brinca un potrero y desaparece, pero más allá, como a medio kilómetro me aparece otra vez. Platicando después con unos señores de la misma Guadalupe me dijeron: ´Hombré, es cierto, si esa vaca a mí también me salió, yo vi también esa vaca, es cachona y así, así y asá."

Relato de D. Mariano Escorcia es un fragmento de "Los cuentos de don Mariano y el incrédulo de don Beto" escrito por Mario Fulvio Espinosa
La Prensa, 19 de octubre del 2003

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