miércoles, febrero 15, 2006

Los poderes mágicos del árbol de Chilamate

arbol-chilamate

    "Me dijo una señora de la Costa Atlántica que el árbol de chilamate en cuanto florece, su flor cae a la tierra. Además, no florece de las ramas como otros árboles, sino del tronco. Continuó diciéndome que en el mundo de los que conocen la magia saben que uno tiene que estar listo con un paño que sea cien por ciento algodón para esperar la caída de la flor. Si uno logra capturarla antes que toque el suelo, con este acto usted acaba de obtener la cita con el demonio o ángel caído, ya que la leyenda dice que el diablo no te lastimará solo por el hecho de tener valor suficiente de enfrentarse a él y tiene merecido pedirle cualquier cosa. Se dice de estas personas que de la noche a la mañana se han vuelto ricas debido a que tuvieron valor de enfrentarse al diablo y pedirle algo.

    Bueno y después conocí a un señor de Granada que me dijo que él había hecho todo esto en la playa del Lago Cocibolca, en uno de los árboles que se observan ubicados donde se rentan las lanchas y los nicaragüenses van a veranear. Dice este señor que él estaba solo a media noche, encontró la flor y con desconfianza sacó un paño de algodón (pañuelo) creyendo que todo lo que le habían dicho de esta leyenda era falso.

    Así que extendió el pañuelo debajo de la flor pegando su borde hacia el tronco, evitando a todo costo que la flor se saliera por algún lado. Cuando observaba el pañuelo recordaba a la chica que se lo había vendido y se preguntaba por qué no había sido capaz de abstenerse de no comprarlo, ya que en su casa tenía tres pañuelos que aún no había usado, pero él vio algo en los ojos de esta joven. De repente su vista desenfocada, se sorprendió de ver la silueta de la flor caer en el paño, enfocó su vista y se percató que la flor había caído en el centro del paño y como por reflejo la apretó hacia dentro quedando envuelta.

    Y segundos después, los árboles de Chilamate empezaron una danza descontrolada empujada por el viento. Sintió un cambio extraño, ya que al momento que encontró la flor no había ni una brisa de viento y ahora estaba frío. Después las olas del lago también empezaron a agitarse y cuando vio el horizonte también como propio reflejo abrió sus puños y dejó caer el pañuelo con la flor dentro. Corrió como alma que se la lleva el diablo hacia el único lugar donde vio luz, una casita casi a un kilómetro de distancia, solamente para ponerse a salvo. Cuando estaba a mitad de camino miró hacia atrás, vio una especie de paisaje petrificado como quien ve un retrato en una mansión lujosa y vacía y se dio cuenta de que todo había pasado y yo a manera de broma le pregunté que si no se arrepiente de haber desaprovechado la oportunidad de salir de la pobreza."

Versión tomada directamente de Pablo Gutiérrez y escrita por él.  Recogida por Martha Isabel Arana.

Foto del árbol de chilamate tomada de la página de Darwin E. Vivas

lunes, febrero 13, 2006

Nos asustan en mi casa de Nagarote






    Es muy raro, me atrevería a decir, casi imposible, que exista un nicaragüense que no tenga un vecino, familiar, o amigo que no sepa el cuento de alguna casa que "asusten". Desde la internacionalmente conocida Quinta Angélica, hasta una casa en Managua en la cual yo misma fui testigo de uno que otro fenómeno misterioso, no hay familia que escape inmune a este tipo de relatos.

    "En esta casa asustan” le confesó hace poco una amiga a mi mamá. Así le aseguró la última vez que fue a visitarla a Nagarote, municipio de León. Esta familia tiene ya un año viviendo en esa casa y nadie les había contado que en ella asustaban. La verdad, dicen ellos, es de que se alegran que no haya sido así, pues de otra manera hubieran estado prejuiciados. "Escuchamos todas las noches, cosas que se caen, vamos a ver y no es nada. Oímos pasos que recorren los cuartos y una presencia que atraviesa la cortina de bambúes que tenemos en la sala, haciendo el mismo sonido que hace al traspasarla cualquier persona. Ya no dormimos con los cuartos abiertos pues los ruidos que escuchamos nos dan miedo. Oímos ruidos en la sala, y cuando nos asomamos, vemos que las mecedoras se mueven solas, suavemente, como un vaivén de olas".

Mi mamá me cuenta que estando ellos de visita pudieron observar en efecto, unas pisadas de perro en el patio. Lo raro del caso es que el patio es cerrado, y no hay manera que entre ningún animal. Peor aún, ese mismo día, las pisadas habían amanecido hasta en la sala. "Nosotros les sugerimos que echaran agua bendita y llamaran a un sacerdote católico que les llegara a bendecir la casa" fue la reacción de mi mama. Ella piensa que muchas casas en que se ven estos fenómenos normalmente han sido escenarios de rituales o juegos de la Ouija ( o "guija" como se le dice en Nicaragua a la polémica tabla).


Historia contada por una señora leonesa, recopilada por Martha Isabel Arana - 2 de febrero, 2006
Foto tomada de Panoramio

domingo, febrero 12, 2006

El espanto de don Odilón y su puesto de agua



Los nicas tenemos una imaginación rica, nos encanta buscar explicaciones, nos dejamos llevar por rumores y deseosos de comentar algo misterioso, llegamos a conclusiones que muchas veces distan de ser una solución lógica.

Así sucedió con el caso de Don Odilón, según narra Denys Rocha, testigo mismo del hecho.

"Como les venía diciendo, don Odilón había muerto hacía tres días y la gente tenía miedo pasar de noche por el callejón donde estaba el puesto de agua que él había manejado en vida. Es que se había regado la noticia que a las doce de la noche se oía el ruido del carrillo y el malacate dando vueltas como si alguien jalara agua del pozo y la trasladara del balde a la pileta. Los vecinos del difunto afirmaban que a través de la rendija de la casa habían visto la silueta de un hombre encaramado en el brocal del pozo en plena faena. Todas estas bolas llevaron al vecindario a la conclusión que don Odilón estaba saliendo. "Seguramente anda en pena porque su súbita muerte no le dio chance de arreglar sus cosas", decían unos. "Es que estar haciendo el mismo trabajo durante tanto tiempo le impide separarse de este mundo", decían otros. Las opiniones sobre los motivos de las apariciones de don Odilón eran diversas y complicadas, pero en lo que sí estaban de acuerdo era que todos tenían canillera. Una noche, como a las doce, oí un vocerío proveniente del patio de mi casa, justamente debajo de la ventana de mi dormitorio que quedaba en un improvisado segundo piso. Me asomé y vi un grupo de personas, incluyendo mis padres, que discutían acaloradamente. "Allí está" decían, "se oye perfectamente el rri, rri del carrillo que da vuelta"! Es don Odilón!. Me bajé y me uní al grupo. Efectivamente, percibí el claro rechinar del aditamento que giraba. A pesar de haberme criado en un ambiente supersticioso, soy incrédulo de las cosas sobrenaturales, en eso me diferencio de los demás miembros de mi familia. Ya siendo adulto comprendí que el raciocinio natural que todos traemos cuando nacemos, me había protegido de las creencias y charlatanerías de la época, remanente del oscurantismo medieval.

Para que salgamos de la duda y dejemos las especulaciones, les dije, sugiero que vayamos todos al lugar de donde proviene el ruido para cerciorarnos personalmente qué está pasando en realidad. Todos se echaron para atrás con miedo. Entonces, les dije, iré solo y comencé a caminar hacia el portón. Cuando vieron que había abierto la puerta que daba al callejón me siguieron varios y me alcanzaron formando así un grupo de cinco. Llegamos al pie del pozo. No había nadie, el carrillo que se mantenía bien aceitado por el constante uso. Efectivamente, estaba dando vuelta, pero era por la acción de un fuerte viento que soplaba en ese momento. Todos soltamos la carcajada y comenzó la recriminadera. Los mirones que se habían quedado viendo los toros de largo, al oír las risotadas que nos tirábamos, se acercaron y se convencieron también que nada sobrenatural estaba pasando. Desde entonces la gente volvió a traficar el callejón sin miedo. Con la desaparición de don Odilón, desapareció también el puesto de agua. Sus hijos no quisieron continuar con la tradición familiar de aguadores y cerraron el negocio. "

 
Versión tomada directamente de Denys Rocha y recogida por Martha Isabel Arana - 2 de febrero, 2006.

domingo, febrero 05, 2006

La sombra

Con más de un siglo de antigüedad, las casas de la ciudad de León esconden misterios tan increíbles como la imaginación de sus habitantes, quienes conversando en las aceras de sus casas, o compartiendo con los vecinos, mantienen vivas estas historias para el deleite de nuevas generaciones. En el corazón de estos caserones, amplios corredores bordean patios interiores que han sido testigos mudos de eventos ocurridos a través de los años. Situaciones que por no saberse a ciencia cierta han dado pie a toda clase de especulaciones y cuentos. 

José Ernesto Arana quien reside en esta ciudad, me comentaba lo que presenció una noche, en la casa donde alquila en la actualidad. "León es una ciudad caliente en tiempos de verano. La única forma de poder dormir es abriendo las puertas de los cuartos que dan al patio y los corredores para sentir la brisa fresca de la madrugada. Una noche estaba yo durmiendo con las puertas y las ventanas de mi cuarto abiertas. Una de las puertas y la ventana queda frente al patio. Estaba durmiendo tranquilo cuando de repente sentí que me levantaban la cabeza como para ver hacia al frente de mi cama. La puerta del patio queda enfrente de mi cama. Entonces vi una sombra opaca que parecía una silueta de humano parada en medio del marco de la puerta. Yo la quedé viendo intensamente, como queriéndole decir que se fuera. En unos instantes la sombra salió corriendo rápido por el pasillo y la vi pasar por la ventana. Me sentía adormilado y parecía que había sido un sueño, pero ese es el misterio, ya que no solamente la sombra estuvo en el portal de la puerta observándome, sino que además pude verla otra vez cuando pasó por la ventana. Investigué pensando que podía ser un ladrón, pero no había absolutamente rastros de nada. Todo estaba en calma."

Versión tomada directamente de José Ernesto Arana y recogida por Martha Isabel Arana - 5 de febrero, 2006.

lunes, enero 30, 2006

Cuentos y leyendas de los Indios Matagalpas




Cuento # 1.
La leyenda de Yasica y Yaguare

Yasica
Yasica, era la hija de un guerrero de la tribu matagalpa que vivía al este del actual departamento de Matagalpa, y que se escapó de su pueblo con Yaguare siguiendo consejos de un anciano de que ambos formarían un gran pueblo donde nace el río Ucumulali (Río Grande).

Yaguare
Yaguare, era hijo del cacique Yaguan que hastiado de las continuas guerras con los sumos huyera con su novia, y juntos fundaron el poblado de Matagalpa (Arriba en las piedras. Según el padre Guillermo Kiene)

    Para el año 1530 los conquistadores españoles ya se habían asentado en la región del Pacifico de Nicaragua, es decir en: Nicaragua (Rivas), Granada, León y El Realejo. Y desde 1527 habían enviado misiones a buscar yacimientos de oro a unas 20 leguas al noreste de León, esto era en los límites de la Taguzgalpa (Tierra de la plata) donde fundaron en 1539 el poblado minero de Santa María de Tologalpa, cerca de la actual ciudad de Ocotal.

    En 1527 el teniente español Gabriel de Rojas buscando una ruta por el norte hacia el Desaguadero descubre una población de indios Matagalpas que practicaba culto a la diosa conocida como Mujer Serpiente, este nombre traducido al nahuatl por sus intérpretes chorotegas era Cihua-coalt, su verdadero nombre en lengua se ha perdido. Con el pasar del tiempo Cihua-coatl se castellanizó como Sébaco.

    Ya para 1560 la parcialidad de Molagüina (barrio de la actual ciudad de Matagalpa) fue concedida como encomienda al español Alonso Quintero. Para 1608 el comendador del Convento de la Merced del pueblo de Matagalpa salió en misión hacia el pueblo indio Muimui llevando de intérprete al indio don Diego, cacique de Molagüina, este era un indio matagalpa cristiano de la Encomienda de Hernando de Espino, logrando así bautizar a Xilon, cacique de Muimui y a varios indios de su pueblo.

    Misioneros mercedarios ansiosos de reducir a los indios penetraron mas hacia el noreste y fundaron finalmente en 1732, el poblado Nuestra Señora de Dolores de Yasica a orillas del río que los indios llamaban Yasica, afluente del río Tuma, Tuma según el estudioso sacerdote matagalpino Guillermo Kiene significa “afluente” en lengua ulva.



(Yasica, fundadora de Matagalpa contemplando su territorio)


LA LEYENDA

    El nombre Yasica proviene del sobrenombre de una joven india muy recordada por los ancianos Matagalpas que vivían en el centro de Nicaragua, lugar que en el futuro los españoles llamarían “frontera de la selva”, este era el límite entre las bellas tierras compuestas por fértil valles y montañas nublosas de mas de mil metros de altura donde habitaban los indios Matagalpas y la selva tropical húmeda y baja del Caribe donde habitaban los indios Sumos.

    La leyenda narra que mucho antes de la llegada de los “barbudos” (españoles) en esa región había vivido una joven india muy linda, independiente y atleta consumada, sus padres al nacer le habían llamado Bilgüit, que significa frágil doncella, sin embargo cuando creció dio muestras de ser todo lo contrario, pues le gustaba salir de caza con los muchachos, trepaba con facilidad los árboles mas altos, no temía a los animales silvestres, pues se le veía a veces jugando con ellos, incluso sus amigos les llevaban culebras boas que ella gustaba portar enrolladas en su cuello, tuvo un coyote que domesticó como a un perro, lo mismo así a un halcón. Contaban sus amigos que ella corría tan veloz como un venado, balanceaba en los árboles como mono, y nadaba y buceaba como un pez.

   Con el tiempo la llamaron Yasica, que significaba en lengua matagalpa “doncella veloz”. Era además muy bella: morena de ojos y cabello negro y largo, pero era mas recordada por su personalidad, pues conjugaba lo valiente con lo amable, la sabiduría con el atrevimiento.
Sabía usar el arco como un cazador nativo, hacer sus flechas de tafixte (varilla lisa muy dura del árbol de coyol).

  Yasica se dio a conocer también como una joven muy independiente. Ya adolescente se le solía ver acompañada por un altivo y atrevido joven que llamaban Yaguare, (según el lingüista padre Kiene, Yaguare significa “que corre veloz”), era hijo del cacique Yaguan quien comerciaba con los sumos que subían río arriba.

    Se dice que estos indios matagalpas extraían grandes pepitas de oro, de unos yacimientos en la cercanía, cuyo lugar era secreto, el oro era llevado al centro ceremonial de Cihua-coatl donde era negociado con los Pochtecas que venían de México, estos era emisarios del soberanos Aztecas que venia anualmente a cobrar tributo y a comerciar con los matagalpas por la ruta que ahora conocemos como “ruta del güegüence”, comerciantes mestizos qe desde el siglo XVII transportaban mercadería en recuas de mulas desde puertos del Pacífico en México.

   Antes de la colonia española estos pueblos indios que comprendían ese territorio eran: Somoto, Yalagüina, Palacagüna, Condega, Esteli, Sébaco, Matagalpa, Teustepe, Lovigüisca, todos eran pueblos indios de lenguaje matagalpa hasta llegar al Desaguadero, lugar en el Mar Caribe donde se hablaba el nahuatl, de allí los comerciantes Pochtecas regresaban a México, ya sea por vía acuática pasando por Yucatán, o por la misma ruta terrestre.

 Noticias de esos yacimientos de oro en Cihua-coatl atrajo posteriormente a los españoles, pero su fuente era secreto, y nunca pudieron la encontrar. Esto fue conocido hasta en tiempos de la colonia, por ejemplo, el geógrafo francés Pablo Levy escribiendo en 1873 enumera las minas de oro del antiguo Corregimiento de Sébaco y Chontales, y dice: “Al norte de La Libertad se han descubierto filones en Camoapa, Boaco y a lo largo de la cumbre está Sebaco, se sabe que en el tiempos de la dominación española Sébaco regaló al rey de España un medio lleno de frutas de tamarindo, imitadas en oro macizo”.

    Ahora se cree que podrían ser estas las minas de oro encontradas en 1808 en el área conocida como Ocalca, Mina Verde y Montegrande a pocas leguas de Yasica, las de El Jícaro cerca de La Trinidad, o en una misteriosa cueva de la Mocuana, cerca del cerro de Oyanca al norte de Cihua-coatl. Esta región era continuamente amenazada por indios nómadas, que provenientes de oriente remontaban los ríos hasta llegar a la región de los matagalpas. Los españoles llamaron a aquellos Caribes Bravos, en oposición a los que comerciaban o les servían a ellos a los cuales denominaban Caribes Mansos.

EL VIAJE DE YASICA Y YAGUARE

    El cacique Yaguan ya estaba viejo y cansado de luchar, no quería mudarse de ese lugar, no así Yaguare y Yasica que eran jóvenes, ambiciosos, y no estaban dispuestos a ser presas de los caribes.

    Yaguare y Yasica planearon abandonar la difícil vida de su tribu e ir a buscar el lugar que le describiera un sabio y anciano Sukia, o sacerdote ulva, amigo de sus padres lugar que estaría reservado para una pareja especial como ellos y su descendencia, según una tradición tribal. Este lugar estaba muy cerca del nacimiento del gran rio Ucumulali.

    El sabio Sukia les recomendó que era tiempo que ellos empezaran a buscar ese mitológico sitio para salvar a su gente. Yasica y Yaguare decidieron partir en su búsqueda.

    Yasica conocía los alrededores y sospechaba que ese lugar debía estar hacia el sur de su poblado, pero no tenia idea donde estaba el nacimiento del río grande. Tomaron entonces un cayuco que compraron a amigos indios Ulvas del lugar, navegaron el río que pasaba por su comunidad (Yasica) hasta su unión con el Tuma, de allí ascendieron el río grande llamado por los sumos Kiwaska (Pedregoso) buscando su nacimiento, siguieron río arriba por otra semana de viaje, ambos remaban y a veces solo paraban para pescar, hacer fuego y comer, dormían dentro del bote cuando creían que el lugar era seguro contra fieras, llegaron al poblado de Muimui (Mucha Nutria) donde hablaban su lengua, después de varios días pasaron por otro pueblo llamado Metapa y al fin pararon en Cihua-coalt, centro ceremonial y comercial indígena de su misma raza del cual habían escuchado a sus padres hablar con mucha veneración y misterio.

    Allí quedaron unos días descansando y admirando aquel gran pueblo donde se notaba la pujanza del comercio de los matagalpas con los Pochtecas del valle de México, estos buscaban pepitas de oro tan grandes como los colmillos de un tigre, y estatuillas hechas de ese metal por indios Talamancas recorriendo la ciudad admiraron templos dedicados a la diosa que llamaban “mujer serpiente”.

   Visitaron plazas públicas, unas para un juego con pelota de caucho, y otras para practicar el tiro a mazorcas de maíz con arco y flecha, incluso una donde les contaron que una vez cada cinco años presentaban los delegados de los Aztecas de México, este era el espectáculo del pájaro volador, una práctica arriesgada y peligrosa.

    En el puertecito veíanse cayucos y pipantes de indios matagalpas y sumos que venían desde lejos a comerciar trayendo pavos, cacao, maíz, yuca, tabaco, cusucos, venados, loras.
Oyeron hablar de que los sumos que habitaban al oriente, compraban perros mudos y sin pelo para llevárselos a su región, los cuales después comían.

    Hicieron amistad con otros jóvenes, a los cuales pidieron informes sobre la ubicación de las fuentes de ese río. Con ayuda de la hija del cacique lograron llegar donde el río se volvía mas angosto y pedregoso, supieron que las fuentes principales eran dos y que estaban en las montañas vecinas como a un día de remo hacia el norte.

    Llegaron al fin a un lugar a orillas de una gran montaña donde podía apreciarse una gran piedra cortada caso verticalmente, gigantesca roca que brillaba cuando el sol le hería en las tardes, y de donde bajaba una corriente de agua cristalina. Por la belleza del lugar, lo agradable de su clima, abundancia de pesca y caza, y la vista de la formidable roca no, había duda que era la región que llenaba la profecía para su asentamiento.

    Allí se fincaron, lugar que Yasica bautizó con el nombre del mismo príncipe, o sea Yaguare, esto era en las laderas de un enorme cerro azul- verdoso llamado Apante, que significa “cerro de agua”, allí según todas las señas era el lugar que les había indicado el viejo sabio. Ambos trabajaron y construyeron con sus propias manos chozas, y corrales para guardar venados y pavos, y con grandes piedras formaron a manera de presa una hermosa poza que les serviría para nadar y pescar. Con el pasar del tiempo Yasica y Yaguare dieron lugar a una gran descendencia que posteriormente formaron tres distintos pueblos hermanos, estos eran: Matagalpa, por su hijo mayor del mismo nombre, que según el padre Kiene significa “vamos a la piedra”, otro formado por descendencia de la princesa Umanka, este pueblo mas tarde le llamaron Molagüina que significa “pueblo grande”, y Solingalpa, o “lugar de los caracoles”, por la hija menor.

    Estas fueron los poblados indios que encontraron los españoles a su llegada a esta región a principios del siglo XVI. Años después, la villa de Santa María de Yasica que habían fundado los españoles fue atacada tantas veces por indios Caribes, que ahora llamaban Mosquitos, los cuales habían sido armados con mosquetes y armas blancas por los ingleses desde el año 1710. Ya a finales del siglo XVIII esta villa había sido reportada como perdida, es un reto para los arqueólogos encontrar sus restos, se cree que sus habitantes se mudaron y fundaron el pueblo de San Gerónimo, cerca de Muimui viejo.

    En las vecindades de estos pueblos, así como en la comunidad de El Chile, cerca de la ciudad de Matagalpa todavía pueden verse los rasgos representativos de aquella raza autóctona.

CONCLUSION

   La gesta de Yasica y Yaguare quedó como una leyenda que todavía añoran los pobladores tanto de la zona del río Yasica, del Tuma y del Ucumulali, como la pareja que fundó el poblado de Matagalpa con su esfuerzo y su amor.

  Quedan como silentes testigos los nombres de dos ríos que recuerdan a aquella valiente pareja o sea el río Yasica, así como el Chuisli Yaguare que atraviesa el centro de la ciudad de Matagalpa, y el majestuoso cerro Apante, connsu misteriosa laguna en su cima que encierra el secreto de la sagrada serpiente de los indios matagalpas.




Cuento # 2
Umanka, la bella sukia de los matagalpas

    Umanka era una india de la etnia Matagalpa que vivió en esta región allá por los años 1520s, un poco antes de la aparición de “los barbudos” en los dominios de su tribu. Umanka era nieta de Yaguare y Yasica, los fundadores de los calpules de Matagalpa, etnia que tenía su propia cultura y su lenguaje de origen chibcha.

    Umanka había heredado las cualidades de su abuela Yasica, es decir que tenia don de mando, era inteligente, bella y atlética. Añadía a esto que gustaba del comercio e interpretaba bien la música. De su abuelo Yaguare heredó su noble prestancia, el principesco atuendo y joyas que esta bella sukia lucía en ocasiones especiales.

    Había organizado a un grupo de jóvenes indios, que debían de reunir esas mismas dotes, o adquirirlas con esfuerzo y práctica. Los indios ulvas que habitaban detrás de la frontera de la selva creían que Umanka era una sacerdotisa o bruja, por eso le llamaban en su idioma, sukia.

    Mientras el resto de su tribu se dedicaba a la agricultura, a la caza, a la pesca, a la cocina y otros a la confección de tejidos de algodón, ella y su grupo se dedicaban al comercio, para hacerlo mas efectivo practicaban la oratoria, aprendían otras lenguas y entretenían a sus clientes con música de flauta, quijongos, güirros, pitos y tambores mientras Umanka entonaba canciones en su melodioso lenguaje indio.
Umanka

    Umanka tenia correos o mensajeros que le informaban del estado del comercio en regiones distantes, jóvenes atletas remaban sus cayucos río abajo el Ucumulali (río de los guapotes dorados) después caminaban hacia el sur, pasando por los poblados indios de Juigalpa, Lovigüisca hasta llegar a la nación de los Talamancas (ahora Costa Rica) donde hablaban lengua chibcha similar a la suya. Allí negociaban sus productos y adquirían en pago pequeñas estatuillas de oro que los Talamancas habían aprendido a fundir y moldear, una vez de regreso a su región vendían estas preciosas figuras a los visitantes Pochtecas que procedían de México. Los Pochtecas, de habla nahuatl entraban en territorio de los matagalpas por Teotecacinte, pasando por Yalagüina, Condega, Sébaco y de ahí a Muimui, Teustepe, Juigalpa y Lovigüisca. El poblado indio de Matagalpa, sin embargo, estaba en terreno mas escarpado y rocoso, escapaba así de la ruta de los Pochtecas, por eso Umanka enviaba sus emisarios y a veces ella personalmente los acompañaba a las plazas de comercio, especialmente al poblado de Sébaco y Condega, poblados de la misma etnia Matagalpa.

  Estas estatuillas de oro eran buscadas afanosamente por los comerciantes Aztecas, los indios e indias nobles los usaban en sus collares, gorros y brazaletes, las estatuillas tenían igual mercado, así como las grandes pepitas de oro (llamadas por los españoles Tamarindos de Oro por su gran tamaño) que los indios matagalpas de Sébaco obtenían de una misteriosa cueva en la vecindad del cerro Oyanka, en la sierra de Totumbla.

  Otros artículos que Umanka y su grupo comerciaba, eran pendientes y collares de verdes esmeraldas provenientes del valle de Cumaica, así como instrumentos de música que fabricaban en Samulali y Ocalca.

    Cuando Umanka y sus cachorros llegaban a Sébaco, participaban en las competencias deportivas y musicales que anualmente ahí se desarrollaban en culto a la diosa de la Mujer Serpiente o Cihua-Cuatl, estas se realizaban en honor a los visitantes del emperador Azteca, que tributaban culto a Quezalcoalt, o Serpiente Emplumada.

  Cuando los españoles llegaron por esta región, allá por 1552 afectaron el tipo de vida de esos comerciantes, empezaron a imponer sus costumbres y religión, sin embargo se sospecha que la lengua y costumbres de los matagalpas perduró hasta el año 1875.

    Los restos de Umanka yacen en la montaña de Apante, por eso se dice que ese cerro es “La Montaña que canta”. Su tradición musical se ha preservado hasta la fecha, ahora con influencia centro-europea de inmigrantes llegados a mediados del siglo XIX, y se manifiesta en el “son norteño”, así como los sobaqueados y jamaquellos (polcas y mazurcas) que se practican todavía en Estelí, Jinotega y Matagalpa.

    Atuendo de Umanka (heredado de su abuelo el Príncipe Yaguare)
Sobre su cabeza luce un gorro de cuero de venado con 4 plumas de quetzal rojas y verdes, el gorro muestra al frente un emblema rectangular con tres gemas, una de oro, una de esmeralda y una de cuarzo blanco. Sus aretes son grandes aros colgantes, hechos de cuero de venado entrorchado. El collar superior es de cuero de danta con diez tamarindos de oro regalo de los indios de Cihua-Coatl, este sostiene un emblema rectangular con tres piedras de rubí. El collar inferior es de cuero de venado, representando los diez pueblos de los indios matagalpas: Yalagüina, Condega, Esteli, Jinotega, Sébaco, Matagalpa, Muimui, Teustepe, Juigalpa y Lovigüisca. En ambos brazos y como pulsera luce brazaletes de cuero de danto teñidos en diferentes colores. En sus manos sostiene un bastón de madero negro labrado y con un aro de oro incrustado en el mango, como símbolo de autoridad.




Cuento # 3
Oyanka, la princesa que se convirtió en montaña


    Allá por 1550 en el Valle de Sébaco, cuyo nombre significa Mujer Serpiente, a orillas de la laguna Moyoá, habitaba una nación de indios matagalpas bajo el liderazgo del cacique Yamboa. Su principales oficios eran la agricultura, caza y pesca; conocían a perfección el cultivo del maíz, cacao, y el tabaco, de algunas plantas silvestres obtenían la yuca, el tamarindo y distintas frutas para su dieta diaria.

  Entre los animales que cazaban para comer estaba el pavón, codorniz, guatusa, guardatinaja y el venado. De los metales solamente trabajaban el oro por su ductilidad y belleza. Habían encontrado yacimientos de este bello metal en una cueva en las montañas cercanas al norte del poblado, se cree que esta comunicaba una cueva a orillas del Río Grande con una cueva cerca de La Trinidad, ellos guardaban el secreto, especialmente cuando se percataron que los españoles lo buscaban con desenfrenada ambición.

    Incursiones de soldados de la corona española empezaron a llegar por esa región, el cacique los recibió bien, mientras tanto, los soldados descubrieron que algunas indias relacionadas con el cacique lucían collares con grandes pepitas de oro tan grandes como las semillas de tamarindo. Pronto consiguieron algunas pepitas con halagos y otras a cambio de telas vistosas y otros objetos como cuchillos de hierro.

  El cacique hizo varios presentes de grandes cantidades de tamarindos de oro al rey de España, la leyenda habla de varios zurrones de cuero llenos con 20 quintales de oro. Por esa razón a estos les decían también tamarindos reales.

  Este regalo no hizo más que despertar la ambición de los conquistadores, quienes la próxima vez llegaron agresivos, y pusieron un resguardo o guarnición de soldados muy cerca del poblado. Los indios resintieron y hubo algunas escaramuzas en que murieron indios y soldados.

    Mientras tanto en Córdoba, España vivía una familia, cuyo padre Joseph Lopes de Cantarero, teniente de la armada española, había sido enviado a la provincia de Nicaragua, y reportado muerto en una región llamada Cihuacoatl en un combate con los indios del lugar. La noticia tardó en llegar varios meses a la península.

    Cuando la viuda María de Albuquerque recibió la noticia su hijo José tenia apenas trece años de edad, como ella no veía porvenir sin la ayuda del salario del padre decidió llevar a su hijo al convento de los padres franciscanos que estaba allí cerca, habló con fray Domingo, y logró que admitieran a Joseph para que estudiara y se convirtiera mas tarde en un sacerdote.

    Joseph, muchacho simpático como listo, aprendió durante esos años latín, geografía, historia, oratoria, cánones sagrados y teología. Cuando le faltaban solamente unos meses para ordenarse el inquieto joven descubrió que el sacerdocio no era su vocación, era ambicioso, quería ir a conocer el lugar donde su padre había muerto y buscar aventuras en aquella tierra misteriosa llamada en aquel entonces Indias Occidentales.

    Recordó que cuando él era pequeño su madre le había llevado al puerto de Cádiz a dejar mensajes a su padre cuando éste servía a la corona en la Indias Occidentales. Ya contaba con 19 años, aprovechando una salida que le autorizaron para visitar a su madre le confesó a esta que no volvería al convento y que deseaba hacer algo que siempre soñó, tomaría nuevos rumbos y le prometía que en unos años tendría noticias de él como un hombre de éxito. La madre lloró por un buen rato, pero al final le bendijo y despidió.

    Recogió mas información acerca de su padre, y en vez de regresar al convento se dirigió al puerto de Cádiz, allí buscó un barco que viniera a América. Encontró uno que viajaba a Cartagena de las Indias, convenció al capitán que él era un fraile que podía acompañar a la nave para darles a los marineros los servicios religiosos y la protección del Señor en el viaje.

    José se embarcó hacia el Nuevo Continente. Llegado a Cartagena, después de unas semanas tomó otro barco de vela hasta un pequeño puerto llamado David, cruzó el Istmo del Darién hasta la ciudad de Panamá allí tomó un barco que venia al puerto de la Posesión de El Realejo en la pequeña provincia de Nicaragua.

    Llegado a León estuvo allí algunos meses. Ya para entonces había guardado sus hábitos y cumplido los veinte años de edad. Preguntó como alistarse como escribiente para las guarniciones de soldados que fueran a Sébaco, encontró una que iba para Muimui y se alistó con ellos.

    Llegó a Sébaco, allí pidió permiso para quedarse pues era un puerto pluvial más importante en ese corregimiento. Después de ubicarse e investigar la historia y condiciones del lugar, supo que su padre el teniente Joseph Lopes de Cantarero había muerto porque un capitán de apellido Alonso arrebató unas piezas de oro a unas indias, los indios reaccionaron dando muerte a unos soldados a los cuales el capitán les había ordenado protegerlo, era culpa del susodicho capitán quién por ambicioso había comprometido a su tropa, terminando con la pérdida del teniente y varios soldados.

    Investigó Joseph la suerte del capitán, encontrando que había perecido posteriormente por intentar encontrar los yacimientos forzadamente. Joseph mientras tanto trató de hacer amistad con la gente cercana al cacique, siendo un joven astuto y culto supo encontrar la manera de conocer a la hija del cacique llamada Oyanka.

    Pasaron algunos meses durante los cuales trató de hacer amistad, aprender la lengua de los matagalpas y de enseñarle a ella el idioma castellano. Como ambos eran jóvenes y agraciados llegaron a enamorase, ella era de unos 17 años de edad, de tez bronceada, ojos cafés ámbar, de facciones finas, un tanto sensuales, y cabello largo muy hermoso. José se enamoró de ella, la primera mujer en su vida, pero no olvidó su propósito por enriquecerse.

    Conversando con ella, logró al fin tras un juramento de guardar el secreto, que lo llevara a ver donde extraía su padre los tamarindos de oro. Oyanka y Joseph, sin dejarlo saber a nadie caminaron dos horas desde el poblado de Sébaco hacia las montañas del poblado de La Trinidad, una legua hacia el noroeste del poblado, allí había una cueva escondida y secreta. Joseph y Oyanka entraron en la cueva prohibida con una tea de ocote encendida, salieron murciélagos espantados por la luz y abundantes culebras se arrastraron a refugiarse.

Oyanka (Berta Valle Otero)

   José pudo ver ante sí una veta de cuarzo donde notábanse adheridos grandes granos del dorado metal, no podía creerlo, estaban al alcance de su mano, con poco esfuerzo podía desprender lo que parecían grandes botones dorados del tamaño de semillas de tamarindo. Guardó siete de ellas en su bolso, agradeció a su novia, luego apreciaron el bello paisaje del valle y la puesta de sol en las montañas del oeste, ya tarde empezaron a caminar de regreso al pueblo.

    Mientras tanto el padre de Oyanka inquiriendo acerca del paradero de su hija, al recibir información de la dirección que habían tomado, se figuró que andarían en la cueva secreta.
Disgustado ordenó la captura el atrevido jovenzuelo, y el encierro de la princesita.

    No podía eliminar a José por temor a la reacción de los soldados acantonados en Metapa, pero sabiendo de una incursión de los indios caribes por el río que ellos llamaban Kiwaska, pues estos solían atacar de noche llevándose mujeres y niños españoles, adelantándose les envió mensaje ofreciéndoles que no atacaran a su población, en cambio les entregaría pepitas de oro y además a un joven español de muy alta posición cuyo rescate ellos podrían negociar en el futuro con la corona española en Cartagena de Indias. Envió a una avanzada de indios matagalpas a encontrarse con ellos cerca de Muimui e hizo el trato.

    Así se deshacía de aquel inoportuno y ambicioso novio de su hija, sin necesidad de eliminarlo.
Oyanka privada de libertad y oyendo que su novio había sido enviado custodiado por indios a un ignoto paradero, se deprimió tanto que no quiso comer mas, afligido su padre trató de convencerla, pero la enamorada novia le dijo no podía vivir sin Joseph cayendo en un sueño del que no despertaría hasta que su padre hiciera regresar a su joven amante.

    Nadie pudo evitarlo, Oyanka se recostó al principio con los ojos abiertos, pensativa, después de varias horas cayó en un sueño que no era de la muerte, porque nunca corrompió su cuerpo, era un sueño del que sólo el regreso de su amado podía rescatarla.

    Cuatrocientos años han pasado, Oyanka se ha convertido en piedra y está a la vista de sus pueblos. Sébaco, El Guayabal, La Trinidad, Chagüitillo, Carreta Quebrada y de generaciones que vendrán en el futuro, en una perenne.... y quizás eterna espera.

FIN

¿Cómo ver a Oyanka?

  Si el viajero viene en la carretera asfaltada desde Sébaco a Matagalpa. Un poco antes de cruzar el puente de Sébaco, en dirección de la carretera a Matagalpa en el perfil de los cerros al norte puede verse la silueta de la princesa recostada de espaldas, su bella cabeza con larga cabellera, sus desnudos senos, una pierna un poco levantada, la otra pierna y brazos descansando en el cerro

¿Cómo ayudar a la Princesa despertar?
    Buscando a un joven con pelo castaño y ojos color de miel, de unas ocho cuartas y media de estatura, delgado, atlético. Se dice que escapó a los Caribes en la costa de las Antillas y anda errante buscando a su amada, para quién su amor perduró más que el oro.


Cuentos publicados con el permiso de su autor, el señor Eddy Kühl. Fotografías de Selva Negra, orquídeas y montañas de Matagalpa.


Otros escritos del Sr. Eddy Kühl 

Eddy Kühl
Selva Negra, Nicaragua
eddy@selvanegra.com.ni



domingo, enero 29, 2006

Adiós mi lagunita ¡si pudiera llevarte!

    "Algunos años antes de la Conquista de América, regía una parte del territorio de Cuscatlán (El Salvador) un Cacique que tenía una hija, princesa a la vez. Por aquellos tiempos viajaban de norte a sur caravanas de tribus entre México y Centroamérica. Un día, por los dominios del Cacique pasó un indio con trazas de mercader, pero de noble aspecto. Llevaba ricas telas y presentes, y fue recibido cordialmente por el Cacique cuzcatleco.


    Venía —según decía el viajero— de las posesiones de su padre, en el Reino de Quiché. Una sola vez se miraron el forastero y la hija del Cacique y quedaron prendados uno del otro. Aquella misma noche el galán la requirió de amores y comenzaron a charlar íntimamente: 'Mi región -dijo él - está más allá de las montañas... Mi padre estará contento de que te lleve conmigo.' Ella, embelesada, le escuchaba atentamente, había nacido entre ellos un amor a primera vista. Él insistió en su propuesta: '¿Qué me dices? ¿Quieres irte conmigo a las posesiones de mi padre?' 'Sí, pero habrá de ser de noche... Sin que mi padre se dé cuenta. No daría su permiso'. Siguió la pareja haciendo los planes de la fuga. No cabía duda, había surgido un amor impetuoso capaz de vencer todos los obstáculos. Una vez más se escuchó la voz apasionada del indio, al decir: 'Estoy dispuesto a todo... Pero no, conozco más que un camino... Los hombres de tu padre nos encontrarían...' De pronto ella se acordó de algo y dijo: 'Yo conozco otro... bordeando la laguna... habrá de ser hoy mismo... Tienes que esperarme aquí... apenas aparezca la luna yo vendré a este sitio... nadie debe saber nada'. Él reaccionó apasionadamente ante la decisión terminante de la amada: 'Estaré esperando cada momento y mis ojos estarán fijos en la distancia hasta que se disipen las sombras de la noche. Te quiero Xincalt' y la estrechó fuertemente contra su pecho. Ambos corazones latieron desenfrenadamente al influjo del amor, alentados por aquella pasión desbordante que lo inundaba todo. Ella con una voz, que más que voz parecía caricia, aproximándose muy cerca de los labios del joven indio, le dijo: 'Te quiero Nahoa, te quiero, ya pronto aparecerá la luna y la gran estrella de plata será testigo de nuestro amor, de nuestro gran amor. Sin embargo, tengo miedo.' Como para alentarla, él musitó calladamente: 'Nuestro amor es más poderoso que todos los poderes del mundo, ¿a quién temes?' Contestó ella - 'A mi padre.'




    Consciente de que lo que ella decía era una realidad, él quiso poner un poco de optimismo, cuando le dijo: 'Su violencia puede ser momentánea, amada mía, después nuestra felicidad será su propia felicidad. Mi princesa, confía en lo mucho que te amo, lo demás no debe preocuparnos... Y ahora, hasta dentro de un momento, amada mía.' Pasó el tiempo, y por fin la estrella de plata comenzó a ascender. La luna empezaba a bañar con su brillante luz plateada el extenso valle y la pareja emprendió la marcha furtivamente, silenciosamente, con una sola idea, con una sola convicción: se amaban. Atravesaban el sendero a orillas de la laguna y la princesa se detuvo un momento para contemplar la serena belleza de las aguas; su adorada laguna de los días de la infancia... y no pudo contener un sollozo. 'Adiós mi lagunita... si pudiera llevarte...' Él le tomó suavemente con sus manos el rostro amado, lo levantó un poco y notó cómo dos lágrimas, que como perlas cristalinas se resbalaban por las mejillas: '¿Lloras? ¿Lloras mi pequeña Xincalt?'- 'Lloro por mi laguna... Tengo que dejarla...' 'Xincalt, si tú quieres, podemos llevar la laguna.' La alegría iluminó su rostro y con voz que sonaba a felicidad, le dijo: 'Si puedes hacerlo, hazlo, te lo ruego - No quisiera dejar mi laguna querida, quiero que marche conmigo, que siga siendo testigo de nuestro amor.'

    El Nahoa llamó a sus servidores y desde la orilla de la laguna recitó misterioso dialecto: 'Sacutelt... Amíntale... Uyre... Xincalt coguatila... Marute... Epitoy caguatelt...' A medida que el mancebo pronunciaba sus palabras, las aguas se iban encrespando, bajo los conjuros las aguas se estremecieron e iban bajando. La laguna quedó convertida en un charquito que el brujo cogió en el cascarón de un huevo de guajolote o pavo montés, el cual llevó consigo en su viaje. Atravesaron ríos y montañas, tierras xincas, lencas, choltecas, matagalpas, nagrandanas y pipiles, hasta alcanzar Imabite, a orillas del Lago Xolotlán (Managua) De Imabite se adelantó un mensajero hacia las sierras del oriente, lo que hoy es Tiscapa, anunciando la llegada de aquel gran joven Cacique. Se ordenó el convite para recibirlo y el jefe, su padre, le recibió como merecía por su bravura y coraje. Como especial presente el joven traía a su padre aquella sorpresa: 'Padre mío: Te traigo conmigo a la Princesa Xincalt... y en este cascarón, la bella laguna que ella quiso traer...' El Cacique al tomar el cascarón se le cayó de las manos, rodando por precipicio, hasta llegar al cráter de un volcán extinguido que inmediatamente se llenó de agua, para formar la Laguna de Tiscapa, la Laguna Robada por los brujos de Managua."

Fragmento tomado de "Managua en el Folclor"por Julio León Báez/La Prensa Literaria,13 de diciembre de 2002.

Fotos: Laguna de Tiscapa, una de las lagunas situadas en la capital Managua/
Gluesenkamp/pbase

martes, enero 10, 2006

Los pechos de Ometepetl

Cuenta la leyenda que hace muchos años, en la zona hoy mejor conocida como la Isla de Ometepe, los habitantes indígenas de esa región tenían leyes muy estrictas y no permitían que sus tribus se mezclaran entre sí para formar una nueva descendencia. Sin embargo, una tarde, un hombre joven, fuerte, de nombre Nagrando y perteneciente a la tribu de los Nagrandanos, caminando por la zona encontró su destino en los ojos de Ometepetl, quien pertenecía a la tribu de los Niquiranos. Aún sabiendo que hablarle a la joven no era conveniente, Nagrando no pudo evitar caer hechizado ante la sonrisa de la bella muchacha, ni sentirse turbado ante su deslumbrante belleza. La hermosa Ometepetl de igual manera, quedó perdidamente enamorada del joven guerrero arrebatada por su fuerza y su belleza física.

A escondidas se encontraban, lejos del mundo, para entregarse a un íntimo abrazo que sólo a ellos pertenecía. Sin embargo, un día fatídico fueron descubiertos por un cazador que avisó al cacique de la región. Los muchachos asustados decidieron huir, buscando ayuda entre sus amistades con la esperanza de poder vivir su amor en un lugar seguro. Desesperados ante el inminente castigo y sufriendo porque no querían ser separados, prefirieron quitarse la vida en un ritual que los uniría, inmortales, a través de leyendas, historias y recuerdos. Ambos se cortaron los pulsos, y el lago Cocibolca que rodea la Isla de Ometepe, no es más que la sangre derramada por los dos jóvenes. Los volcanes Concepción y Maderas, son los pechos de Ometepetl quien cayó sin vida en ese mismo lugar, y la Isla es el cuerpo de Nagrando, yaciendo para siempre junto a ella. 



Addendum: Escribo a continuación el fragmento de la versión escrita por Angélica Martinez R. publicada en El Nuevo Diario (1ro de diciembre, 2005)

    "Continuaron encontrándose sin que nadie lo supiera hasta que un día la pareja fue vista por los heraldos del teyte niquirano. Ellos corrieron a contárselo al padre de Ometepetl, quien enfurecido mandó a un grupo de guerreros a perseguir a los enamorados para que trajesen cautiva a la joven y dieran muerte a Nagrando. Los novios, al saber que eran perseguidos, pidieron ayuda a los dioses, pues sabían que las leyes dictadas por los caciques eran inexorables. Éstos los guiaron hacia un lugar seguro, pero la persecución tardó varios días y convencidos de que la muerte era inminente, decidieron quitarse la vida cortándose los pulsos. El cielo se oscureció, se desataron tormentas, cayeron rayos, meteoros y estrellas fugases cruzaron el espacio, mientras los dos desventurados yacían a cierta distancia uno del otro, porque Nagrando antes de morir dio varios pasos, en tanto que Ometepetl quedó en el mismo lugar. Cipaltomal conmovida, tomó su prendedor y se lo puso en el pecho a Ometepetl. Poco después, a la india se le fueron creciendo los pechos hasta formase los dos volcanes: Concepción y Maderas.  Se calmaron los vientos huracanados. La india es ahora la Isla Ometepe,  Nagrando es la imponente Isla Zapatera, el valle de Coapolca, nuestro Gran Lago de Nicaragua, formado con la sangre de aquellos jóvenes aborígenes. Los dioses le dieron castigo a los perseguidores convirtiéndolos en las isletas de Granada y Solentiname." (narrado por Berman Gómez)

Legend of how the island of Ometepe was formed

    The local legend says that many years ago Nicaragua was simply an immense valley that was inhabited by different tribes coming from the south. The indigenous inhabitants of this region had very strict laws and they did not allow their people to mix with one another in marriage. One evening, a young, strong prince named Nagrando of the Tribe of Nagrandanos decided to go for a walk to contemplate the beauty of the countryside, admire its lush trees and try its delicious fruits. Instead, he found beauty in the eyes of Ometepetl, a young lady who belonged to the Tribe of Niquiranos. Nagrando was immediately captivated by the sweet smile of the girl, her soft voice and silky hair. He knew it was forbidden to talk to the young woman, but he could not resist the temptation of her smile and the spell 0f her ravishing beauty. Likewise, beautiful Ometepetl fell madly in love with the young warrior’s strength and physical beauty.

    They escaped from the world, to indulge in an intimate embrace that belonged to them alone. However, one fateful day, they were discovered by a hunter who advised the chief of the region. The frightened couple decided to flee, seeking help from their friends but nobody came to their aid. The laws that governed these tribes were implacable. They asked the Gods Tamagastad and Cipaltomal to guide them so they could love in a safe place. Unfortunately, their tribes were seeking to capture them and the idea of ​​living apart from each other was overwhelming. The persecution lasted several days. Filled with anguish, they decided to kill themselves before surrendering to their parents in a ritual that would unite them forever, and to be immortals, through legends, stories and memories. Convinced that death was imminent, they decided to slit their wrists. Animals and flowers were saddened. The sky darkened, storm broke and lightning thundered, meteors and shooting stars crossed the sky while the two unfortunates lay at some distance from each other. Cipaltomal, touched, took her pin and put it on the chest of Ometepetl. Soon after, her breast started to grow until they formed the two volcanoes, Concepción and Maderas.

    Hurricane winds subsided and the geography of Nicaragua changed forever. Ometepetl became the Ometepe Island and Nagrando is the stunning Isla Zapatera. Cocibolca Lake surrounding Ometepe Island, is nothing but the blood of the young couple who decided to perish and stay in love forever. The gods punished the persecutors and turned them into the islets of Granada and Solentiname.

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          C uando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. ...