jueves, septiembre 29, 2005

Un encuentro con la Mona

Norte de Nicaragua
"Aunque parezca difícil de creer, esto me paso a mí.

Bueno, dicen en el norte del país que los micos son personas que a través de oraciones se transforman en este animal para ir a las casas de las personas y robarles alimentos. Algunos dicen que las mujeres se transforman en monas, para ir a seducir a algún hombre que les guste y que no les hace caso. Dicen también que el mico es un espíritu malo y que la única forma de capturarlo es con semillas de mostaza bendecidas por algún cura, con agua bendita.

Una vez que venía de una vigilia Católica en un lugar llamado El Silencio, yo venía en una mula con un amigo a quien llamábamos Nicho. Él era el dueño de la mula y me permitió montarla, ya que me dijo que él venía cansado de montar, porque venía de un lugar llamado Caña brava, a tres días de camino. Entonces, cuando veníamos sobre el camino de tierra y hacia la derecha, escuchamos unas risas que provenían del potrero. Nicho se hizo como que no había escuchado nada y a mi parecer eran niños que estaban jugando en el potrero a media noche. Yo siendo de la ciudad, para mí era muy normal que los niños estuvieran jugando a media noche. ¡Entonces no me pareció extraño escuchar a esos niños... ayyy inocente de mí!


Bueno, al llegar a la casa encontré un cuadro raro, no porque estuviera todo oscuro, ya que en esa zona no conocen la luz eléctrica, sino porque estaban los trabajadores de la finca esparcidos y durmiendo en el suelo, si importarles el frío incómodo de las noches norteñas de Nicaragua, sin ninguna cobija o frazada, solo cobijados con las cobijas del arriero (las manos formando una X sobre el pecho). En el porche encontré a uno, en la bodega encontré al otro, pero este estaba más tranquilo, ya que el viento helado que soplaba, no pasaba en las paredes de la bodega. Más bien en el cerro que se formaba de mazorcas de maíz donde él estaba durmiendo, le daba una sensación de comodidad. 

Bueno, entré a mi aposento y encontré que mi habitación estaba vacía. Lo primero que busqué fue mis dos armas, ya que pensé que había ocurrido un asalto en la casa. Revisé debajo de la cama, encontré mi rifle calibre 22 y entre los dos colchones de mi cama busqué mi revolver calibre 38 que los campesinos llamaban la Mitigueso, porque no podían pronunciar correctamente Smith y Wesson.

Al principio me puse nervioso, puesto que al meter la mano entre los colchones no encontré el arma, pero después con más calma la encontré en un lugar en el que no suelo ponerla, pero así con dudas me logré dormir a la una de la mañana. A las dos me desperté tras un raro sueño y en mi sueño sentía que en la oscuridad de mi cuarto había alguien más y yo sentía esa presencia. Esa sensación siguió aún estando despierto. Yo sentía que alguien estaba en el cuarto conmigo, pero no podía ver nada. De pronto escuché un silbido lejano y me acordé de las leyendas de los campesinos que decían que cuando el mico estaba muy cerca, el silbido se escuchaba muy lejos. 

En ese momento me invadió el miedo, ya que yo sentía que alguien estaba en el cuarto conmigo y estaba seguro de que ese silbido provenía de la cosa que me estaba acompañando en mi habitación, en medio de la noche. Así que me arme de valor e intenté dormirme sabiendo que esa cosa aún estaba allí. Me logré dormir, pero a eso de las 4 de la mañana un extraño sonido me despertó y cuando lo logré identificar supe que era alguien golpeando madera. Me dirigí hacia la cocina que estaba en la parte de afuera de la casa y estaba casi seguro de que era uno de los hijos del mandador, pero al llegar a la cocina este ente o cosa, brincó desde el cocinero que a duras penas mide medio metro hasta el techo que tenía 3 metros de alto. Sinceramente, yo no logré ver a nadie, ya que dicen que el que no cree en esas cosas no las logra ver, pero si estoy seguro de que algo que no se veía, brincó. 

Al día siguiente le reclamé al mandador que por qué permitía que sus hijos anduvieran en el monte a altas horas de la noche y él me dijo que eso no era cierto, ya que sus hijos le tenían miedo a la oscuridad, tanto es así que para hacer pipí lo hacían introduciendo la pichita entre las hendijas que se forman entre las tablas de madera que sirven de pared en las casas del campo para no tener que ir afuera.

A mi parecer esto tenía todo el sentido del mundo, contrario a la noche tan rara que a mi juicio fue una noche sin sentido por los acontecimientos que no vi, pero sentí."


Versión tomada directamente de Pablo Gutiérrez, guía turístico y recogida por Martha Isabel Arana - 29 de septiembre, 2005.

Los misteriosos borrachos de El Crucero

Agradezco a un amigo de El Crucero quien amablemente me ha envidado una historia de esta zona, municipio del departamento de Managua, famosa, entre otras cosas, por sus espantos y sus casas embrujadas. Aquí su relato:

"Yo soy de El Crucero o mejor dicho, después del terremoto mi familia tenía una casa allí, y me críe en dicho lugar. En el año 1984 tenía una novia en la zona central del pueblo, y acostumbraba a caminar kilómetro y medio diario, que al regreso a mi casa, me daban las diez, once de la noche, y los fines de semana me quedaba hasta las 4 de la mañana, porque hacían fiestas. En una de esas, un sábado, de por sí el sitio es neblinoso por la altura, como a las 3 de la mañana, me encontré de frente como de largo de 20 metros, unas personas que venían, eran como cinco. Inmediatamente, pensé en ladrones o pandilleros, pero eran unos borrachos, que venían cargando a uno de ellos. Me pasaron y después venían unos perritos negros caminando tras de ellos. Eran dos perritos del mismo tamaño, y cuando me pasaron, volví a ver atrás, y no había nadie. Me regresé corriendo para buscarlos a ellos y los perros y nada, se desaparecieron. Ahí fue cuando me dio miedo y corrí para mi casa que me faltaba ya poca distancia, para amanecer con fiebre al día siguiente. 

Al año siguiente, salí para Estados Unidos. Estuve 16 años sin regresar a mi país. Cuando logré arreglar mi estadía migratoria, lógico regresé. Un día manejando, de Managua, la capital, hacia donde yo vivía, El Crucero, a mitad del camino en plena montaña, hay una quinta, o casa de montaña, llamada Quinta Angélica, muy famosa por fenómenos que se presentan en ella. Está a la orilla de la carretera. Pues venía solo en el carro, y como de costumbre, siempre neblinoso el lugar, venía a una velocidad alta, y de pronto se presentaron cuatro tipos como borrachos, cargando a uno en hombros y detrás unos 2 perritos negros, caminando paralelamente. Eran las personas y los perros del año 1984. Volví a ver, pero esta vez no paré, únicamente vi por el espejo retrovisor, y no vi nada. En ese momento sentí como si alguien estuviera montado en el carro. Lógico, como tuve mucho miedo, para relajarme puse el radio, y estaban haciendo propaganda a un ron, el cual se oían voces de personas borrachas y al final unos perros ladrando. De verdad que nunca había oído un comercial tan raro. Terminando el comercial se desintonizó la señal y sentí algo normal. La sensación se había ido. Seguido de esto si recé un padre nuestro. Pero si les digo, señores, en esa zona de Managua al El Crucero pasa algo, hay muchas historias, pero esta me sucedió a mí y no es cuento."

Son varias las personas que conozco que me cuentan que al pasar cerca de la Quinta Angélica, especialmente cuando hay mucha neblina en la carretera, han sentido de súbito una presencia maligna en sus carros, provocando temor y ansiedad el cruzar esa zona.

Historia contada por un muchacho inmigrante en Estados Unidos y recopilada por Martha Isabel Arana -  29 de septiembre, 2005)

miércoles, septiembre 28, 2005

El día que voló el barrilete más grande del mundo

Hoy se me antojó jugar con magia y reproducir esta simpática historia que escribiera el Señor Eduardo Marenco en su artículo acerca del mundo del canta-autor Carlos Mejía Godoy:

"(Carlos) Recuerda que su padre le había contado la historia de un mitómano de
Somoto, que aseguraba haber fabricado el barrilete más grande del mundo, derribando un árbol de guanacaste para hacer las varillas, consiguiendo cincuenta yardas de lona, comprando en la mecatera de Managua cuerda ancha de barco para elevarlo, y había hecho volar el barrilete al fin, según decía, dándole cuerda con un malacate de pozo para que resistiera.

Al lanzamiento del barrilete asistieron las autoridades civiles, eclesiásticas y militares de Somoto, así como la banda filarmónica, pero tan gigantesco era el barrilete, que había peligro de que se derribara el templo de la ciudad, y entonces la orquesta filarmónica se colgó de la cola con todo sus instrumentos para dar estabilidad a aquella bestia que por fin se encumbró, ante el estupor del pueblo entero. La idea era que los músicos bajaran en el cerro El Picudo, pero el mecate se rompió y el barrilete se fue volando y volando, con todo y los músicos colgados de él.

Mi barrilete de colores
quiso volar tras de tus montes
se reventó por la cuchilla
y se alejó
buscando el horizonte
Si lo mirás que dulcemente
busca tu puerto y tu bahía
ponelo junto al corazón
para que oyendo esta canción
no muera de melancolía...


Al día siguiente llegó un telegrama dirigido al alcalde de Somoto que decía: 'Señor alcalde. Gracias por la serenata. Los músicos se encuentran bien. Parten en mula a las cinco de la mañana. Firma: Párroco de Totogalpa."

Fragmento tomado de "El Mundo de Carlos Mejía Godoy", Eduardo Marenco Tercero, La Prensa Magazine, 9 de mayo del 2004.
Intercalé al final del fragmento, estrofas de la canción "Mi barrilete de Colores". Autor: Carlos Mejía Godoy.
Pintura: "Padre e hijo con cometa 2", Oleo y collage sobre tabla del pintor español Juan M. Valcarcel Obelleiro.



Un relato escalofriante


    "Nací en Managua un 29 de noviembre, y nos fuimos a vivir a León, que queda a hora y media para llegar. Andábamos buscando una casa para rentar y encontramos una bien bonita. Me recuerdo que era grande, de techo alto, las puertas antiguas y partidas por la mitad. Si querías la podías abrir por la parte de arriba... gran portón, bonita vecindad. Yo jugaba mucho con mis vecinas. Soy amigable, sociable, positiva, llena de optimismo, siempre. Había un parque que se llama San Felipe con su iglesia al lado. Eso se acostumbra en todo Nicaragua. Todos los fines de semana, me levantaba con el ruido de las campanas de la iglesia resonando, clin, clin. Me encantaba ir a misa todos los domingos, soy muy creyente a Dios y me levantaba siempre feliz, inocente de cualquier malicia y miedo que pudiera tener. Vengo de padres divorciados, pero eso nunca me importó, siempre fui madura para mi edad. Lo que me importaba era el amor de mi mamá y mis hermanos. Éramos y somos unidos hasta la vez. Somos 4 hermanos en total, yo soy la cumiche, de familia trabajadora. Mi hermana empezó a trabajar de temprana edad de secretaria. Mi mamá trabajaba todo el día y otros dos hermanos iban a la escuela. Yo estaba en la primaria en la mañana en El Colegio La Recolección y mis otros dos hermanos iban en la tarde a la secundaria en el Instituto Nacional Máximo Jerez.

    Cuando mis hermanos iban a la escuela, me quedaba sola en casa a la edad de 8 años, no le tenía miedo a nada, nunca supe lo que era un susto y hasta un buen día en aquella época...

    Acostumbrábamos a comprar cinco pesos de frijoles cocidos por las tardes. Después venía uno y los cocinaba en su casa a su gusto, y los hacíamos gallo pinto, el plato original de nuestra patria Nicaragua y de los pobres...

    Un día, mamá me manda a comprar los dichosos frijoles y estaba enojada con ella, no me dejaba jugar afuera... y llego a la venta de Doña Yolanda Ortiz, famosa por ser vieja en el Barrio San Felipe, todo el mundo la conocía. Una vez que saliendo de comprar de la venta, caminando en las cuadras de León, porque eran largas y muy solitarias, ese día venía sola.


    No había nadie en esa cuadra, únicamente yo. Cuando estoy caminando, siento que alguien me viene siguiendo. Pero como no tenía miedo, no volteo a ver. Aun así siento algo feo dentro de mi cuerpo y empiezo a temblar... algo tan fuerte dentro de mí... que cuando decido para ver... veo un hombre completamente todo de rojo. Tenía cachos con dos colmillos salidos. Me miraba a mí y me seguía. En una de sus manos tenía todos los residuos de su estómago, con mucha sangre por todos lados, ensangrentado como pidiéndome ayuda, y siguiéndome muy rápido. Cuando lo veo, se me salió el corazón y salgo corriendo a toda prisa hasta llegar a mi casa.

    Cuando entro a mi casa, cierro rápidamente la puerta. Mis hermanos estaban en la casa. Me vieron pálida y me preguntaron qué me pasaba. Les expliqué lo del hombre y cuando ellos abren la puerta, no vieron nada. Pero solo fueron segundos, segundos en que se demoraron en abrir la puerta de la casa. En abrir y en cerrar, se desapareció. En un abrir y cerrar de ojos, ¡el hombre ya no estaba! Se desapareció. Fue extraño para mí, nunca más se me apareció. Fue una experiencia que no deseo volver a vivir. Sentí todo mi cuerpo extraño y llena de miedo.

    Esto en mis 40 años que tengo, nunca a nadie se lo había contado. Fue una experiencia muy fea. Sigo muy Católica. Soy madre de 2 niñas lindas y felizmente casada gracias a Dios... y en nombre de mi país Nicaragua, les mando este relato."

- Anónima



(Historia contada por una señora inmigrante en Estados Unidos y recopilada por Martha Isabel Arana - 28 de septiembre, 2005)


martes, septiembre 27, 2005

El cuidado de una hija

Cuentan en León que una señora viuda, sumida en la depresión de perder a su única hijita, cayó con el tiempo en una profunda tristeza y soledad. Su mal se fue agravando a tal grado que no quería levantarse de la cama, y mucho menos encontrar fuerza en su delgado cuerpo para pedir ayuda e ir en busca de un doctor.

En su enfermedad se lamentaba que no tenía nadie quien cuidara de ella, y lloraba pensando que seguramente moriría sin remedio, sin un alma que se apiadara de su condición, por ser pobrecita y por vivir en una casita lejos de la ciudad.

De pronto, tres golpes secos en la puerta interrumpieron sus pensamientos, y un médico asomó su sonrisa joven en el cuarto cubierto de tristeza. Le explicó el buen hombre que una niñita de 6 años aproximadamente había ido hasta su casa en mitad de la noche para avisarle de la gravedad de su madre.

La señora se asustó y palideciendo exclamó que no era posible, su única hija había muerto trágicamente hace un año. Temblorosa señaló el único retrato de la niña, limpio de polvo y debidamente colgado en la pared.

Ella- dijo el galeno con sincero asombro- fue ella la que preocupada llamó a mi puerta y dijo que la cuidara...

jueves, septiembre 22, 2005

La historia de Don Chon Centeno

Los rezadores en nuestros pueblos son personajes que con sus experiencias y vivencias enriquecen nuestra cultura a través de historias que hacen dudar al más incrédulo.

Esta experiencia vivida por don Asunción Centeno, es verídica, según me cuenta mi buen amigo Freddy Sequeira "El Travieso". Aquí su relato, tal y como lo leí en sus escritos.

"Hola amigas y amigos. Como de muchos es sabido, yo nací en la humilde comarca de Las Pozas, municipio de Sébaco, departamento de Matagalpa, donde no había ni luz eléctrica, ni nada de eso. Recuerdo que los candiles algunas personas los hacían de botellas de Kola Shaler, esa bebida deliciosa ¿La recuerdan? Pues por las tardes, después de llegar de las labores diarias en el campo, muchas amistades de mi padre se reunían a tomar café con rosquillas y rosquetes. En esas comarcas siempre existen los rezadores y ellos son invitados a distintas comunidades cercanas a la nuestra; el rezador más famoso se llama Asunción Centeno y todos le decimos "Don Chón". Una noche él regresaba de otra comarca, de oficiar un rosario de una persona que había fallecido, serían como la una de la madrugada, él pasaba frente a mi casa y frente a mi casa, está la iglesia de la comarca, la Iglesia de la Concepción de María. Cuenta él, que cuando ya había caminado unos 100 metros le dio un escalofrío como que algo se aproximaba...de repente... se escuchó un estruendo como que se derrumbó el altar mayor de la iglesia y empezó a escuchar el sonido de los vidrios que cayeron. El se puso más nervioso y entonces fue cuando escuchó unos pasos fuertes del altar hacia la puerta. Dice don Chon que se quedó parado, con sus pies muy pesados, y no los podía mover. Estuvo así como 5 minutos. Cuando pudo caminar, salió corriendo a su casa y pasó dos días con calentura de ese tremendo susto. Pero lo más curioso fue que cuando mandó a ver lo que había pasado en el altar y cuando mi papá entró a la iglesia, todo estaba en su sitio. Espero mi historia no la tomen como un simple cuento porque si es una realidad."

Muchas gracias Freddy por compartir tu historia en mi blog. Espero que continués enriqueciendo este sitio con esas historias interesantes que suceden en nuestras comarcas.


Versión de Freddy Sequeira, recopilado por Martha Isabel Arana - 22 de septiembre, 2005.
 

domingo, septiembre 18, 2005

El jinete de El Viejo

Quizá como en nuestra tierra crecimos con la costumbre de caminar por las noches en compañía de los amigos, las noches son cerradas y nuestra mente abierta a toda clase de experiencias, somos propensos a visualizar y escuchar cosas extrañas que se quedan para siempre en nuestra memoria tentando los límites de nuestro raciocinio.

Mi buen amigo Álvaro Salazar, por ejemplo, recuerda nítidamente lo que le sucedió hace algunos años en su natal El Viejo, municipio del departamento de Chinandega.

"Me pasó hace como 15 años atrás, como a las 3 de la mañana, allá por el Río El Viejo. No sé, fue como un sueño, algo extraño. Veníamos como 5 amigos de unos 15 años de edad platicando de carreta naguas, mocuanas y cosas así, cuando de repente sentimos que alguien nos venía siguiendo. Pensamos que no estábamos solos, pero cuando volteábamos a ver, no mirábamos a nadie. Pero seguíamos con esa sensación que algo nos acompañaba. Cuando llegamos a una esquina algo iluminada, esa sensación se quitó. Pero al entrar nuevamente en lo obscuro, allí estaba la presencia otra vez. Cuando llegamos al Puente Limón en El Viejo donde está la Escuela Jacoba Andino, un lugar oscuro, vimos en una esquina a una persona montada en un caballo. Me dijo uno de mis amigos que ahora vive en Miami que seguramente eso era lo que sentíamos. Solamente pudimos ver un jinete negro. En lo que menos pensamos, el jinete desapareció. Muchos, cuando contábamos esta historia, nos decían que únicamente pura tapaderas éramos nosotros, pero de verdad que esa sensación nunca la había sentido. Eso es algo que únicamente Eduardo García, Reynaldo Franco, Ronald y Reynaldo Plazaola, los gemelos, y yo que pasamos por eso sabíamos. Las dos veces que fui a El Viejo nos reunimos y platicamos sobre eso, de que fue lo que nos salió y el porqué, pero para mí es algún alma que anda suelta, digo yo. Esto no es leyenda ni relato de lengua."


Versión tomada directamente de Álvaro Salazar y recogida por Martha Isabel Arana - 18 de septiembre, 2005.

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!

          C uando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. ...