"Una mañana de sábado mi amiga Eva me llamó por teléfono para invitarme a pasar un fin de semana en su casa de Las Peñitas, yo muy contenta y entusiasmada acepté la invitación sin antes pedir permiso a mi Mamá. Cuando llegó la hora de la partida, mi Madre no me permitió ir a dicho paseo “de fin de semana”. Así que ni modo; por más de rogar y suplicar para que me dejaran ir al mar, no se me concedieron mis deseos.
Me contó mi amiga Eva que llegaron a su destino tal y como lo habían previsto. Pasaron todo el día del sábado comiendo pescado frito y disfrutando de las olas del mar hasta que llego la noche y cansados todos se fueron retirando a sus habitaciones a descansar.
Al llegar la madrugada, Eva se despertó a causa del calor; sofocada, decidió salir un rato al corredor de la casa para tomar un poco de aire fresco. Estando sentada en el corredor, en una silla mecedora, disfrutando de la brisa del mar, vio que a lo lejos de la costa divisaba una silueta de una mujer, la cual su cara le resultaba bastante familiar; la mujer se encontraba sentada en una lancha flotante a las orillas de la costa. Curiosamente, decido ir a disipar su duda y camino rumbo a la costa, no perdiendo de vista el bulto que se le presentaba cada vez más cerca ante sus ojos.
Para su mayor sorpresa, cuando llegó por fin hasta la lancha flotante, se encontró con que el bulto había desaparecido ante sus propios ojos. Se quedó inmóvil y no podía creer que eso le estuviese pasando a ella, se sacudió y llego a pensar que a lo mejor se trataba de un sueño. Al darse cuenta de que no lo era, como pudo, se echó a correr y salió despavorida hacia la casa del mar asustada, pálida, sin habla, entró a la casa y como pudo les contó a todos lo sucedido. A esa hora, incrédulos, los muchachos varones salieron a buscar a la costa del mar a la Mujer misteriosa sin encontrar rastro alguno con ningún rasgo que se le pareciera. Al mismo tiempo, cuando regresaron de la búsqueda, se encontraron con que Eva estaba hirviendo con temperatura y casi hasta había perdido el habla; ya asustados, decidieron regresarse a la Ciudad de León.
Ahora digo, ¡Menos mal que yo no fui, si no quizás el cuento sería otro!
Historia escrita por Patricia Salazar y recopilada por Martha Isabel Arana, agosto 11, 2009