¡Me las regaló una gringa! Me dice David bajando la cabeza y retorciendo con su dedito un cordón negro que lleva atado al cuello un par de anteojitos de lentes gruesos.
¡No seas mentiroso! Le reta Karina, la otra chavalita que se ha ofrecido entre tantos otros niños para contarme las mismas historias que narran de memoria, con amplio vocabulario y hasta en inglés a todos los turistas. Me mira a los ojos y continúa con una asombrosa retahíla... usted cree que una gringa le va a regalar esas chinelas tan feas? ¡No fregués, tu papa te las compró en el mercado! Lo que pasa es que este chavalo ahora solo tiene en la boca a los gringos porque como una gringa le regaló esos anteojos que anda, solo gringos tiene en la boca y es que la gringa hasta le dijo que se lo va a llevar con ella. Pero es un bruto que no quiere estudiar que porque ya se va...
No es cierto, dice tímidamente David. No quería ir a la escuela porque no miraba nada. Ahora si ya miro porque la gringa me regaló los anteojos. Mire, mire que sé los números, me dice dibujando sobre la tierra hirviente un 5 y jurando que es 4.
¡Te digo que tenés que ir a la escuela!, insiste Karina quien me cuenta que ella ya estaría en sexto, pero perdió un año porque le dio dengue hemorrágico...
Hacele caso a la Karina, David. Hacele caso, seguí estudiando, aunque te lleve la gringa...