Escrito por Alcides Rojas Chavarría (n. en Managua, 1966)
En
casa de mi abuelita Yeyita (q.e.p.d.), donde viví después del terremoto
que destruyó Managua un 23 de diciembre de 1972, hubieron dos mascotas
que forman parte del saco de recuerdos gratos que acumuló de mis años
maravillosos de niñez. Fueron dos animales emblemáticos, el uno era un
gato llamado “Muñeco” y el otro un perro conocido como “Bomaco”.
“Muñeco”
fue un gato de color blanco, pero un blanco perfecto, sin ninguna
mancha, sus ojos eran casi rojizos y tenía una cola hermosísima. Era de
tamaño tan grande que parecía un gato montés. Con esto quiero dejar
claro que "no era cualquier gato", de verdad que era un gato especial. Era
un cazador nato, pero no solamente de ratas y ratones, era capaz de
cobrar mejores piezas de caza como garrobos negros, iguanas verdes y
conejos de monte. Por lo general, siempre cazaba garrobos subiendo a un
árbol de mamón enorme, un 'palencón' que soporto un rayo que lo fulmino
durante un 'temporal' en el Chinandega de los años 70.
Toda
pieza cobrada por “Muñeco” no era devorada por él, sino que la llevaba
hasta la casa en donde mi prima Cándida (q.e.p.d.) se la preparaba
cocinada. Si era un garrobo negro, en una sopa sustanciosa (de la cual
muchas veces yo comí); las iguanas verdes eran cocidas y luego
desmenuzadas para el gato (para esos años las iguanas verdes no eran
consumidas por los Nicas). Los conejos de monte que atrapaba en los
maizales cercanos eran una delicia, primero precocidos y luego sofritos
en tomatitos "de gallina" que crecían silvestres en las huertas y hasta
los patios caseros (los jitomates, hoy en día ya no crecen silvestres) Quiero
dejar claro que a “Muñeco” nunca lo vi que se comiera cruda alguna de
estas especies, siempre las "entregaba" para su cocción y esperaba
paciente su ración de recompensa. Supongo que las ratas y ratones si los
devoraba porque aparecían sus restos en el patio. No recuerdo que paso
con “Muñeco” porque a partir de 1975 volví a Managua y ya no supe de él.
“Bomaco”
fue un perro de raza "come cuando hay" (pero tengo mis sospechas que
cuidado era un mezclado), de buen tamaño, muy fuerte en comparación al
perro promedio que convive en el rancho del campesino nicaragüense. Era
de color 'canelo claro', con pelo corto, pegado al cuerpo y una cola
flexible que terminaba en un mechón blanco en la punta. Su dueño era mi
tío Toño y me parece recordar que lo había traído de uno de sus viajes a
la ciudad de Estelí, hacia donde viajaba con frecuencia por negocios
con un su amigo de apellido Pichardo. Este
perro era un detector natural de garrobos e iguanas, parecía tener un
radar incorporado (en NatGeo he visto que en los perros es más
desarrollado el sentido del oído que el sentido del olfato) y por esto
es que siempre nos acompañaba a "garrobear" en los patios vecinos para
que don Eduardo (q.e.p.d.) con su rifle 22 buscará el mejor ángulo de
tiro y derribará al garrobo (recuerden que en esos años las iguanas
verdes no se cazaban ni para remedio).
“Bomaco”
sobrevivió a dos accidentes de tránsito. Primero, fue atropellado por
un auto interlocal que cubría la ruta Chinandega-León que le quebró la
pata derecha trasera. El tío Toño se la entablillo con la ayuda de don
Chico Mecatero (q.e.p.d.) y después de semanas o meses, le soldó y pudo
volver a corretear. El segundo percance lo sufrió con un tractor que
jalaba un tráiler lleno de algodón cuando iba rumbo hacia una de las desmotadoras
que existieron en el occidente de Nicaragua durante la época dorada del
cultivo del algodón. Según dijeron los testigos presenciales, fue
increíble como el perro se salvó de ser triturado porque dio una vuelta
completa entre la enorme rueda trasera y el guardafango del tractor. Esa
vez se quebró la pata delantera... derecha y otra vez lo entablillaron,
pasaron semanas o meses y nuevamente volvió a corretear, pero esta vez
sí quedo "renqueando" un poco de manera permanente.
Después
de formar parte durante casi trece (13) años de la vida cotidiana en
casa de mi abuelita Yeyita, el perro “Bomaco” murió de viejo a mediados
de 1986 y fue enterrado al pie de un árbol de Laurel que crecía en el
mismo patio.