Por Luis José Castro Jeréz
Corría el mes de septiembre del año 1961. Recuerdo que al mediodía de un lunes, cuando nos disponíamos a comer para prepararnos, a regresar a clases a las dos de la tarde, ya que en esa época los escolares recibíamos clases por las mañanas y las tardes, la paz del pueblo se vio interrumpida por un sinnúmero de vecinos que corrían hacia una casa ubicada al frente del Parque El Genízaro enclavado en el centro del pueblo, donde se estaba desarrollando una acción misteriosa y, hasta entonces, desconocida por los habitantes, considerada hoy como un fenómeno inexplicable que cabría dentro de los límites de lo sobrenatural. Una lluvia de remaches o pequeños tornillos caía intermitentemente sobre el tejado de la casa de una familia de bien dedicada al comercio al detalle.
¿Era un avión el causante de este fenómeno o era el resultado de algo sobrenatural?. Lo cierto es que los pequeños remaches caían por montones en oleadas consecutivas con intervalos de dos a tres minutos. Todos los vecinos que se habían congregado a presenciar tan inusual espectáculo elevaban su vista al cielo, escrutando el infinito solo para descubrir que provenían de las alturas cuál enjambres de abejas para caer sobre el tejado. Los dueños de la casa eran consolados por personas amigas que con santo temor y temblor se encontraban desconcertadas por lo que estaba sucediendo. Almas caritativas entonaban oraciones y plegarias al Altísimo, rogando clemencia ante tan inexplicable e inusual fenómeno que parecía presagiar el final del mundo para todos los presentes. Recuerdo que un vecino del lugar, zapatero de oficio, recogió una gran cantidad de remaches para guardarlos, según él, como testimonio fehaciente de tan raro fenómeno.
En virtud de que el párroco asignado al pueblo se encontraba de viaje en otra ciudad, mi tía Ninfa, gran devota de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, se presentó al lugar con velas y un frasco de agua bendita que roció por los diferentes lugares de la casa a fin de ahuyentar al Maligno….. A la una y media de la tarde la lluvia de remaches comenzó a aminorar hasta extinguirse por completo, devolviendo la tranquilidad a toda la comunidad que presenció tan funesto hecho…..
Versiones corrieron a lo largo de los días sobre el origen del inusual fenómeno… Lo cierto es que, con todas las oraciones y los actos de penitencia que con el paso del tiempo se efectuaron en todo el vecindario, la paz y la tranquilidad volvieron a nuestro querido Nagarote, cuyos habitantes interpretamos este fenómeno como un llamado celestial a ser más espirituales y apartarnos de los vicios. A pesar de mis cortos diez años de edad, creí interpretar de esta manera el sentir de nuestros habitantes.
Apuntes del Sr. Luis José Castro Jeréz recopilados por Martha Isabel Arana/ 23 de enero, 2010
Foto tomada de Nicaragüenses.
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