¿Alguna vez viste al cadejo?

La imaginación del nicaragüense es rica en detalles. En un dos por tres, cualquier persona que no entendió un cuento, lo enredó y lo volvió más sabroso. No existe una plática de amigos, donde tarde o temprano no aflore alguna leyenda y el narrador jure y perjure que eso mismo le pasó a él/ella o algún conocido de su familia. Nunca se sabe si el cuento es verdad, o es mentira, pero en realidad, eso es lo de menos. Todos preferimos deleitarnos con la historia y aprendérnosla bien, porque algún día, seguramente, nos servirá para volver a contarla cuando el asunto de los espantos salga a relucir otra vez.

Son muchos los nicas que aseguran haber tropezado con el temido Cadejo. Según la versión popular, son dos Cadejos los que deambulan por las calles solitarias de mi tierra. El Cadejo tiene forma de perro, grande, con temibles garras y un sonido especial al caminar. Aparecen al anochecer, y desaparecen cuando los primeros rayos del sol alumbran un nuevo día. El Cadejo Blanco, es guía y protector del hombre que deambula a altas horas de la noche, mientras que el Cadejo Negro es un espíritu maligno. Este último es temible, ya que su aspecto provoca terror con sus ojos que parecen emanar fuego. Del blanco se dice que protege al hombre en contra del negro, quien es su enemigo por naturaleza.

Una señora amiga de mi familia, estuvo lado a lado con el cadejo blanco. Era de noche, y regresaba a su casa después de acompañar a su abuela en los últimos momentos de su vida allá en su natal Rivas. Como vivía en el campo, tenía que caminar sola a su casa, por un largo trecho. Sentía mucho miedo, pues la noche era oscura, sin luna. Sin embargo, ella asegura, sentía una presencia a su lado, pero no podía ver nada porque el cielo estaba nublado. De pronto, un relámpago le sirvió de guía y aprovechando el destello, quiso comprobar si en realidad caminaba sola. Cuál fue su susto, según me contó, que un perro blanco venía a su lado. Jamás sintió tanto miedo en su vida, pues había escuchado que por esa región aparecía el perro guía. Con mucha suerte corrió que no se muriera del susto, porque en ese momento justo, iba pasando a caballo un vecino de su comarca quien se ofreció a llevarla hasta su casa. Siempre me acuerdo de su relato en las noches oscuras, cuando siento que no estoy sola.

No me extrañ
aría que alguien que esté leyendo mi historia, haya pasado una experiencia similar. Seguramente que sí.


(Historia escuchada en mi niñez -  Julio, 2005)

La imagen es tomada del sitio web de E. Manfut , que me parece que ha hecho un trabajo excelente coleccionando artículos sobre Nicarag
ua.

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