Siempre se habló en El Ostional (Rivas) de una mujer encantada, y es cierto, porque yo la miré. Estaba bien chavalo y vivía con mi abuela cuando una noche salí a hacer aguas, estaba la luna bien buena. Iba caminando en un claro de jícaros cuando casi me le paro sobre el estómago a la bendita mujer que estaba acostada boca arriba. Lo raro es que el pelo le caía hasta aquí (hace un ademán para señalarse la cadera), era alta, muy alta y blanca, vestido de blanco también, cara ‘ligueña’... De buen tipo era la mujer... Pegué el brinco y regresé a la casa todo chirizo del susto. ‘¿Qué te pasó?’, me preguntaron, Es que ahí en el patio hay una mujer así y asá. Salimos en grupo, pero, qué iba a haber nada, ya no estaba la mujer... Pero todavía aparece de vez en cuando. Otra noche me dirigía donde una familia amiga que iba a matar un cerdo. Iba por un sendero cuando veo que otro hombre viene en sentido contrario, estábamos como a unas diez varas uno del otro cuando me tropiezo con una piedra... Solo bajé la vista y la volví a enderezar y ya no había nada, el hombre había desaparecido. Cuando llegué a la matanza pregunté que quién había pasado por el camino, y me dijeron que nadie. Y fíjese, yo ya voy a cumplir cien años y siempre oía decir que tanto ese hombre como la mujer llegaban a los ranchos a asustar... No sé si serán almas en pena o brujerías... ¿Quién sabe?.
Fragmento tomado de Don Leoncito y Rogelio, cuentacuentos del mar
Escrito por Mario Fulvio Espinosa
La Prensa, sep 2, 2001
Escrito por Mario Fulvio Espinosa
La Prensa, sep 2, 2001
2 comentarios:
Interesante leyendo de aparecidos que se desvanecen en el aire. Yo he tenido alguna experiencia semejante y puedo asegurar que la he vivido. Eran otras las circunstancias pero el fondo es idéntico. Un saludo.
Mira que interesante Joselu, como a pesar de estar tan lejos compartimos todos memorias tan parecidas. Un saludo para ti también, gracias por la visita. : )
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