domingo, septiembre 04, 2005

El Diablo me salió viniendo de Altagracia

Anécdotas como la siguiente abundan en nuestro país. Son muchos los que cuentan que han visto espantos de todo tipo caminando como si flotaran, y hasta pidiendo raid o aventones a los que transitan por allí. Especialmente en la noche, cuando la oscuridad y la soledad parecieran disfrutar, siendo cómplices de las carreteras y caminos desolados, donde estas apariciones macabras parecieran andar en pena.

Mi amiga Carol me compartió esta historia ocurrida en una conocida carretera hace algunos años:

"Nosotros vivíamos en el kilómetro 28, 1/2 de la carretera vieja a León. La familia de mi papá vivía en Altagracia. Después del colegio mi papá nos llevaba a mis hermanos y a mí a la casa, y él se regresaba a Altagracia, sobre todo los fines de semana que salía a tomar con sus hermanos y amigos. Pues él cuenta, que en una de esas salidas, ya regresando a la casa a media noche, se detuvo en una cantina a tomarse la última cerveza. Cuando se iba a subir a su microbús, un señor humilde, así sencillo como de campo, pero con unas uñas largas, le pidió un aventón, y mi papá decidió llevarlo. El cuenta que iban platicando amenamente hasta que llegaron a la casa y cuando volteó a decirle al señor:" hasta aquí llego amigo", sin haber detenido el microbús, ni mucho menos escuchado ruido de la puerta, ¡cuál fue su susto que el viejito ya no estaba!

En ese momento no las sé cuántas cervezas que se había tomado, se le fueron ¡quién sabe adonde! Hasta ahora a mí me suena como que fue producto de la borrachera, pero de la misma manera en que yo sostengo eso, él sostiene que no fue borrachera y que lo que pasó es que ¡le salió el diablo! Yo recuerdo que esa noche él nos despertó para contarnos lo que le había pasado y la verdad no se miraba tan borracho. Claro con semejante susto ya hasta de goma estaba, pero el asunto es que él sigue contando la misma historia sin perder detalle y asegura que eso sucedió de verdad."

 
(Versión tomada directamente de una muchacha de Managua y recogida por Martha Isabel Arana - 4 de septiembre, 2005)

Los cuentos de don Mariano

Un caballo cadenero y una vaca cachona es lo que asegura don Mariano Escorcia Pineda vio en su juventud, durante alguna noche fresca en las décadas pasadas de San Ramón, pueblecito al norte del departamento de Matagalpa.


Don Mariano nació en 1927 e insiste que tiene edad suficiente para conocer algo de lo que usted quiera saber. ...“A mí me contaban que en San Ramón, después que todo el mundo cerraba sus puertas y apagaban sus candiles, se escuchaba en la calle principal el relincho de un caballo que al galopar arrastraba unas cadenas, la gente valiente se asomaba y no miraba nada...En cierta ocasión que alquilé una casa sobre esta calle, en tiempos de la primera 'Reina', yo lo comprobé. Una noche oí que ese caballo se metía en mi solar, escuché como que se sacudían las cadenas cuando le quitaban la albarda... pero cuando me asomé no había nada... Era un fenómeno invisible, sólo se oía el resoplido del caballo y el sonar de las cadenas al ser arrastradas.


¿Y qué me dirá de esta otra? Yo tenía una mi novia aquí y venía a verla desde una finca que teníamos en Guadalupe, a unos siete u ocho kilómetros de San Ramón. Resulta que una vez iba para la finca como a las doce de la noche montado en mi bestia. Pero en un lugar que le dicen La Cascajera me sale una vaca, una vaca enorme de tamaño pero más enorme de cachos, cada cacho tenía aproximadamente un metro. Yo vi rara a la vaca porque me miraba con odio, entonces con la rienda la amenacé y vi que ella cabeceaba para embestirme, saqué mi pistola y le iba a pegar un balazo, pero reflexioné: 'Hombre —dije—, puede ser que esta vaca tenga dueño.' Vengo y busco como pegarle otro cohetazo y la vaca se va, brinca un potrero y desaparece, pero más allá, como a medio kilómetro me aparece otra vez. Platicando después con unos señores de la misma Guadalupe me dijeron: ´Hombré, es cierto, si esa vaca a mí también me salió, yo vi también esa vaca, es cachona y así, así y asá."

Relato de D. Mariano Escorcia es un fragmento de "Los cuentos de don Mariano y el incrédulo de don Beto" escrito por Mario Fulvio Espinosa
La Prensa, 19 de octubre del 2003

Una petición inusual

El señor Denys Rocha me proporcionó este relato acerca de una inusual petición que recibió una costurera vecina, en alguna noche tibia de aquellas hermosas de nuestra tierra. Muchas gracias mi estimado Denys por compartir tus recuerdos. Debo admitir que mi curiosidad no cesó hasta llegar al final de la historia.

"Había una costurera que pasaba cosiendo hasta altas horas de la noche en su casa de tablas que estaba frente a la entrada trasera de la nuestra, al otro lado del callejón. Una noche que estaba trabajando con la puerta abierta, se presentó una mujer pelo largo a solicitarle le hiciera un vestido. Era una petición inusual por lo avanzado de la noche. La costurera dijo, después, que la mujer trataba de esconder el rostro con el pelo y que su voz era débil y casi apagada. En aquel momento, dice que sintió repelos y escalofríos en todo su cuerpo ante la súbita aparición de aquel extraño ser. Inmediatamente, se levantó de su asiento donde estaba sentada y le pidió a la mujer que saliera porque iba a cerrar la puerta y que regresara al día siguiente. Cuenta la costurera que cuando la mujer dio la vuelta para salir, vio como el espantajo se desvanecía poco a poco mientras caminaba, hasta convertirse en una mona. Desde entonces, nos dijo, "he dejado de trabajar de noche y para evitar futuras apariciones diabólicas he puesto palmas benditas en las puertas de la casa." 


Versión tomada directamente de Denys Rocha y recogida por Martha Isabel Arana, 2005.


Foto: "Madre Nicaragüense" - Acrílico sobre tela, Hilda Vogl

sábado, septiembre 03, 2005

La maldición del zopilote

Leí esta historia del señor Aníbal (Univision, 2005). Me encantó el relato. Creo que es precioso conservar y compartir con los demás los cuentos sabios de nuestros abuelos. Después de que él me diera permiso de copiar su texto, aquí lo reproduzco, tal como él lo escribió:

"Me cuenta mi abuela que eso de ser calvo no se debe a la herencia genética, ni a ninguna enfermedad o microbios en el cuero cabelludo, y que los que están pelados de la frente, únicamente se debe a la maldición del zopilote. Cuenta ella que en los años de 1930-35 en el rastro (matadero) había un zopilote que se pasaba el día entero comiendo de las tripas y demás porquerías que los que cortaban en pedazos las vacas o cerdos botaban en la basura.
Que los muchachos espantaban a los zopilotes tirándoles piedras y que muchas veces algún zopilote era herido en la cabeza por alguna pedrada.

Así fue que un buen día un zopilote fue matado a pedradas y antes de morir el zopilote dejó como herencia a la viejita las patas para bordón (bastón con que se sostienen al caminar) y a los viejos les dejó lo pelado de la frente, y es por tal motivo de esta herencia maldita que a muchos hombres la calva les llega hasta la espalda y como al zopilote les brilla al sol lo pelado de la cabeza. Y si usted no quiere creerme hasta una canción del folklor le han dedicado, escúchele y después me dice si o no."


 (Historia recopilada por Martha Isabel Arana - 2005)






viernes, septiembre 02, 2005

La culebra y la señora




    Me relataron esta semana una historia que ocurrió en Boaco, en una de sus tantas comarcas... "Le sucedió a una señora que vivía con su esposo e hija de 2 meses en una humilde casa. Ella acostumbraba a darle el pecho a su niña por las noches, pero ellos nunca percataron que en los predios de su casa merodeaba por las noches una culebra, la cual se dejaba guiar por el olor de la leche materna de la señora. 

     Durante toda una semana la culebra se subía por los reglones del techo y se bajaba suavemente cuando la señora se quedaba dormida dándole el pecho a su hija, y despegaba a la niña del pecho de su mamá metiéndole en la boca su cola mientras ella disfrutaba de la leche materna, sin hacer ni un mínimo movimiento brusco. La señora no se explicaba el llanto de la niña después de darle de mamar toda la noche. Por tanto, a la siguiente noche ella no se quedó dormida, pero en un descansar de ojos descubrió el motivo del llanto. Al percatarse de la presencia de la culebra, ella gritó, pero la serpiente, al estar concentrada con el pecho de la señora, no prestó ni la mínima atención del grito, y de inmediato el esposo llegó al cuarto y le dijo la señora que no se moviera mientras él iba por un objeto que le ayudase a despegar a la culebra del pecho. Regresó y lo arrojó tratando de no darle a la señora y la niña, logrando su objetivo. La culebra huyó sin volverse a aparecer. Desde esa vez, la señora jamás se volvió a quedar dormida cuando le daba el pecho a la niña.



La aparición de Popoyuapa




Íbamos a pagar una promesa a Popoyuapa (En Popoyuapa, Rivas, hay un santuario donde cada Viernes de Dolores, una multitud de carretas hacen una famosa romería).  Alquilamos una carreta y toda la chavalada nos unimos para acompañar a mi abuela.  Como me mareaba me sacaron al final de la carreta en donde añadieron una tabla.  Nelly Gorgona y yo nos quedamos en la tabla.  De pronto apareció un señor que conocíamos todas y se agarró de la estaca de la carreta.  Le dijimos: ¿por qué va a pie?  No entendimos lo que contestó... iba con la cabeza baja e iba vestido con una cotona blanca.  Como vimos que no quería hablar, no lo invitamos a nuestra comida ni nada.  Cuando llegamos a Popoyuapa, una vecina que estaba en la iglesia nos dijo: ¿saben quién se murió anoche?  Don Evaristo, el señor que cuidaba la hacienda de los mangos.  Nelly dijo, saben? Ese señor iba agarrado de la estaca de nuestra carreta anoche.  No dije nada, quedé traumatizada porque era la que más le había dirigido la palabra sin recibir más que balbuceos... me dio fiebre y me tuvieron que regresar en bus, por casi 8 días no quise comer.  No piensen que es broma.  El real.

Historia narrada por la Sra. Francés A. Rivas y recogida por Martha Isabel Arana el 2 de septiembre de 2005

Fotografía del sitio Chavalos

jueves, septiembre 01, 2005

De porqué comemos Indio Viejo

Los primeros habitantes de las islas del lago Cocibolca, habían llegado del Anahuac en busca de la tierra prometida. Habiéndola encontrado se habían instalado en ella y la llamaron Ometepetl que quería decir Dos Cerros.

También poblaron la otra isla cercana pero más pequeña. La llamaron Chomitl-Terramitl conocida después como Isla del Zapatero o Zapatera. Esta isla la habían convertido en un santuario, dedicado a los teotes.

Un día, muchos años después que la vida rutinaria de paz y tranquilidad había sido alterada por la llegada de muchas personas extrañas a ellos, toda la comunidad estaba reunida. Celebraban las fiestas con mitotes e iban a comenzar a comer. Habían preparado un marol que consistía en una comida hecha a base de carne cocida y después desmenuzada y sofrita con cebolla y chiltoma (chile verde). El sabor del marol se lo daba la masa de maíz —coloreada con achiote— condimentada con yerbabuena y naranja agria que le daban el gusto especial.

Uno de los presentes se acercó a uno de los ancianos que tranquilamente fumaba su tabaco y con expresión preocupada le dijo : -Se acercan unos extranjeros. Con la palabra extranjero se referían a aquellas personas —con pelos en la barga y cabello ensortijado- extrañas a su cultura y a su raza. Todos dirigieron la vista hacia el camino y efectivamente montados en sendos caballos se acercaban dos españoles. Las reglas de la hospitalidad que practicaban y nunca transgredían eran ofrecer alojamiento y dar de comer al viajero. Pero ellos no querían compartir la comida con personas que ese momento no eran de su agrado. Siendo gente de paz, no querían la guerra pues sus ancestros habían abandonado el Anahuac a causa de ella. Pero no podían ser amables con los responsables de que algunos de sus hombres fueran despedazados por los perros, otros fueran tomados como esclavos y llevados en barcos a países lejanos de donde nunca más regresaban.

-¡Ya llegan!- dijo de nuevo. –¿Qué hacemos?

El anciano muy pensativo no respondió. En ese momento se acercaban los dos montados y bajándose de sus caballos se acercaron a los comensales.

-¿Qué comen?, preguntó uno de ellos, sonriendo muy contento.

El anciano se levantó de su lugar y caminando lentamente se acercó y les dijo. -Indio viejo. Vamos a servirles.

-¿Indio viejo? ¿Qué es eso?

El anciano sin inmutarse respondió : -Anoche el más viejo del consejo de nuestra comunidad murió, después de una larga…

Los dos extanjeros asombrados se miraron mutuamente y uno de ellos interrumpió al anciano.
-No. gracias. No tenemos hambre. Vamos de paso.

Se dirigieron a sus caballos, se montaron y se alejaron del lugar. El anciano siempre sereno y sin ninguna emoción reflejada en su rostro, permaneció de pie fumando y viéndolos alejarse hasta que los perdió de vista. Desde entonces ya no comemos marol sino Indio viejo.


Maritza Corriols
"La Leyenda del Indio Viejo"
La Prensa Literaria, 10 de agosto, 2002
Foto tomada de www.vianica.com