jueves, mayo 02, 2013

Blog de Martha Isabel Arana - ¡Bienvenidos!


    

    Cuando un nicaragüense emigra, además de su maleta, sus temores e ilusiones, lleva consigo todos sus recuerdos más queridos. Con el correr de los años, algunos temores desaparecen, nuevos florecen y las ilusiones y sueños cambian a medida que ganamos nuevas experiencias. Sin embargo, no hay un solo día que un pinolero no recuerde con nostalgia y cariño los placeres más grandes que le regaló su patria: los olores, sabores, lugares y palabras que reconoció de niño y que atesora celosamente con respeto y devoción en lo más profundo de su corazón.
 
    Bienvenido(a) a Nicaragua de mis Recuerdos, un sitio dedicado a todos los nicas que como yo, dejamos el país hace muchos años pero queremos transmitir de alguna manera nuestras raíces y cultura a nuestros hijos nacidos en paises extranjeros. Esas futuras generaciones que como único enlace a nuestra patria tienen los cuentos, las leyendas, los poemas, fotos y canciones que podamos dejarles como herencia. La única manera que nuestra descendencia puede respetar y abrazar nuestra identidad cultural es a través del conocimiento, puesto que nadie aprende a amar lo que no conoce.
 
    Nicaragua de mis recuerdos fue un proyecto que creció gracias a la colaboración de lectores que me ayudaron con su conocimiento y experiencia.  Es gracias a todos ustedes que pude rescatar de alguna manera nuestra idiosincrasia, la riqueza de nuestras tradiciones e imaginación, la elocuente forma de expresarse de nuestra gente, la sabiduría de nuestros ancianos, la belleza de nuestros paisajes y la grandeza de nuestros artistas para todos aquellos que estamos interesados en conocer el corazón de nuestra gente.
 
    Gracias querido lector por estar aquí y por interesarse en mi paisito tropical de caminos de colores...
                                  


miércoles, mayo 01, 2013

A doña Lilliam, en este mes de las Madres.

Escrito por Martha Isabel Arana
Los Angeles, California

1ro de mayo, 2013

    Escribo y las palabras fluyen espontáneas de la nada.  Pareciera que esta pantalla, que hasta hace un rato se vestía de blanco, ha decidido abrirse cariñosa como un par de brazos para que yo, hoy que extraño, pueda vaciar mi alma.   Instantes que se añoran y personas que se guardan para siempre en el corazón me visitaron en este día primero de mayo. En el mes preciso, en el momento más inesperado, llenando mis vacíos con recuerdos melancólicos y cálidos que soplaron cariñosos otras épocas de mi vida.


    Mi querida *china.  Hoy ya no está conmigo, pero estas palabras las grito, escribiendo al infinito con la esperanza que me escuche como un susurro en su eternidad.  Siento su presencia en los días de dudas y las mañanas nubladas.   Como aquellas tardes de mis primeros años escolares, cuando llegaba corriendo, buscándola y me refugiaba en su regazo.   Esos días que lloraba porque algún párvulo se había comido otra de mis calcomanías o algún maestro me había dado un reglazo por tener mala ortografía.   Me reconfortaba tanto sus brazos cariñosos, su delantal oloroso a comida de mediodía y sus rizos negros que comenzaban entonces a teñirse de blanco.  Su voz dulce cuando me cantaba Cabellito Rubio y demás villancicos y sones de Pascua nicaragüenses, eran ungüento para el alma.  

    Disfrutaba tanto jugar con su pelo, mojárselo, peinárselo, insistir en arrancarle las canas, una a una.  Y ella, callada, dejándose hacer hasta que la veía quedarse dormida. Mi querida doña Lilliam.  No me acuerdo nunca que en mi casa la llamáramos Lilian a secas, supongo que por respeto.   Ella que fue como mi madre, yo que fui como su hija.  Sin ser parientes, las dos nos quisimos con el alma.




    Es que con usted, doña Lilliam, aprendí a examinar temas, a escuchar con atención y silencio los cuentos de la vida.   A no discutir personas, sino momentos.  A no criticar a nadie, sino entender con respeto.  En su manera sencilla, sin brillo de medallas ni títulos universitarios, cada relato que me narraba traía consigo una enseñanza a tuto.  Jamás nada perturbador, ninguna crítica a nadie, ningún reproche a la sociedad.  Me contaba mil y una historias después del almuerzo que llenaban mi mente de fantasía e ideas.  Palabras buenas y planteamientos sanos, llenos de imágenes e ilustraciones como el mejor cuento de hadas.  Era usted mi biblioteca de pequeñas fábulas, de dichos, de leyendas en aquella Nicaragua que le daba poca importancia a la literatura infantil.

    
    ¿Se acuerda? De cada departamento me detallaba alguna historia.   Allá en Rivas se me apareció el Cadejo el día que murió mi abuela, me contaba.   En León, una señora escuchó una voz misteriosa desde la tenebrosidad del fondo de su casa y se asustó tanto que no pudo caminar ni al zaguán porque los pies se le hincharon como planchas de acero.   Una señora de Masaya me platicó que solo gritando malas palabras pudo alejar a los espíritus de su casa. Si, aquellos que  tenían caras de duendes.   Que allá en Chinandega aparece un muerto colgado de un árbol las noches de luna llena.  En Semana Santa, a lo mejor y vemos pasar al Judío Errante, tenemos que estar pendientes.   Los viernes santos hay que respetarlos.  No corrás, qué Jesús está en el suelo.   Hagamos cruces de palmitas por si se nos viene una rayería.  Está lloviendo con sol, está pariendo una venada, se están casando las viudas, están pagando los culpables.   ¡Corré...vamos, ayudame a descolgar la ropa, porque en un ratito va a llover!  
¡Qué bonitas tardes tuve yo a su lado, en la serenidad de mi casa, en la inquietud de mi mente!


    Pasamos juntas noches de tragedia, dolor de terremoto, terror de guerra, bombas de muerte, escasez, hambre, enfermedades, frustración, incertidumbre. Sin embargo, son los buenos momentos a su lado los que enriquecieron mi vida.  Las anécdotas, las tardes de sol batiendo aquella masa de azúcar, mantequilla y huevo mientras mirábamos la televisión, soñando con el olor a pastel y empanadas que vendría después.  ¿Se acuerda cuando viajamos a Guatemala por tierra y su maleta salió volando en la carretera? ¿Y cómo olvidar aquella noche de la culebra? ¿Y aquella otra vez que...? Detalles y complicidades que solo usted y yo sabemos.  Historias que solamente nosotras entendemos.   

    Sin ser su hija, sin ser usted mi madre, la quise como tal, aunque ya no esté conmigo.  Descanse en la paz del infinito. ¡Feliz Día de las Madres, mi viejita linda!  


*China: Vocablo nicaragüense que significa niñera.

                                    

lunes, abril 22, 2013

Tigrecaribe

Escrito por Marlon Vargas A.

Basado en el relato ofrecido por el Sr. Francisco López quien asegura haber escuchado a su padre, Don José Félix López Bendaña (q.e.p.d) contar ésta y otras historias transmitidas por su progenitor, Don Florencio López Cienfuegos. 

    La tradición oral nicaragüense y, por consiguiente, la chontaleña raya entre lo inverosímil y lo insólito. Muchas de las leyendas de nuestra región giran en torno a seres misteriosos que yerran por veredas y cañadas como “almas en pena” procurando encontrar algún trasnochado transeúnte para jugarle las peores y más inauditas travesuras

    Cuando nuestros campos son cubiertos sin contemplaciones por las tinieblas de la noche, muchos entes inician sus correrías convertidos en cadejos, micos, chanchas o coyotes. Fernando Buitrago Morales agrupa estas rarezas mitológicas en la “fauna intangible” de Nicaragua (1964).  La conversión de personas a animales es conocida como licantropía y es definida como la  “superstición de que hay hombres y mujeres que se transforman en animales”.  El escritor nicaragüense Francisco Pérez Estrada en su obra Ensayos Nicaragüenses (1990) hace referencia a este fenómeno cuyo estudio debe entenderse desde un enfoque antropológico y social.

    En ese extraño mundo hace su presentación el tigrecaribe, un félido que tiene como hábitat las espesas selvas de los imponentes Musún, el Saslaya y sus áreas circundantes.

    Basado en las narraciones del boaqueño Buitrago Morales, el tigrecaribe es “una mezcla demoníaca de espíritu y bestia” convertido en un “vehículo animado” donde el gigante Suquia dispone el alma de alguna persona que le ha servido para hacerlo transitar nuevamente por el mundo de los vivos donde busca venganza para sus enemigos. 
 


    En Chontales poco o nada se sabe de este “gato caribuno”. Pero su presencia asoma en relatos casi perdidos en el trajinar de los siglos y olvidados por la partida de sus relatores. En las espesas montanas del Amerrique de antaño, habitaba una tricu indigena jefeada por el indio Casildo. Muchos sabían de su existencia y sus dotes para predecir acontecimientos que afectarían a sus súbditos.

    Cada mayo, antes de las primeras lluvias de los copiosos inviernos de antes, el indio Casildo reunía a su pueblo y los conducía hasta la poza El Capulín, ubicada muy cerca del nacimiento de la quebrada de Carca, justo cuando su cauce da cabida a las frías aguas de la quebrada de Manigua, ambas del municipio de Juigalpa.

    Todos los participantes llevaban grandes tinajas que rebosaban de embriagantes bebidas previa y esmeradamente preparadas para la ocasión. Al llegar al lugar indicado, todos se ubicaban alrededor de la profunda poza atentos a una ceremonia desarrollada por el jefe indio. Éste ofrecía un ritual lleno de oraciones e invocaciones  que nadie entendía. Transcurrido unos instantes en los que solamente se escuchaba el correr de las aguas y los sonidos provenientes de las vecinas montañas, emergía de las aguas un espíritu que se dirigía a Casildo para orientarlo sobre las vicisitudes del clima en los días venideros. Las premoniciones dadas servirían para programar las actividades agrícolas de la aldea indígena.  

    Concluida la ceremonia, los asistentes se volcaban en una celebración que terminaba hasta agotarse el contenido de las grandes vasijas cargadas con mucho afán por esos inhóspitos entornos.

    De forma puntual y devota, esta ceremonia era realizada todos los años, pero la vejez llega a la par del indetenible transitar del tiempo. El indio Casildo fue envejeciendo y al sentir próxima su muerte pidió ser llevado hasta la poza El Capulín. Su orden fue cumplida. Ya en el lugar, dispuso ser dejado en una cueva cercana y mandó a todos a regresar a la aldea. Pero este mandato no fue cumplido a cabalidad.

    Algunos hombres se escondieron entre la espesa vegetación, decididos a observar el proceder de su jefe. El asombro se apoderó de ellos. Casildo hacía movimientos bruscos  al final de los cuales estaba convertido en un fiero tigre, el tigrecaribe. Luego salió de la cueva y corrió con gran ímpetu hasta perderse en aquellas espesuras.     

    Dicen que ahora deambula por las crestas montañosas de Amerrique en busca de algún animal al cual pueda extraerle la sangre necesaria para alimentar su espíritu. Muchas han sido las reses muertas que aparecen sin lengua. Los campesinos aseveran que sirvieron de alimento a este personaje de ribetes misteriosos.   

Juigalpa, Chontales. Feb. 2013. 



jueves, abril 18, 2013

¿Ideay?

    Te cuento una anécdota. Recién venida a este país, una amiga nicaragüense y yo nos íbamos a trabajar todos los días en bus.  De regreso a casa una tarde, el busero se durmió en sus laureles y se pasó nuestra parada. Asunto trágico porque significaba que íbamos a tener que caminar unas cuatro cuadras leonesas de pura choña.  Mi amiga, al ver que el busero no hacía señas de parar, se levanta arrecha (enojada) de su asiento y pega un grito de frustración y enojo delante de todos los presentes:  ¿IDEAY?????  ¡La cara que hizo el busero gringo!  ¡La cara que hizo toda la gente, tratando de descifrar qué decía la muchacha! Momentos memorables en la vida de un inmigrante. 


    Ideay es para mí, una de las palabras más lindas de nuestro léxico.  Mis hijos la usan perfectamente, a pesar de no haber visitado Nicaragua más que dos o tres veces en su vida.  Llega entonces a ser para nosotros los migrantes pinoleros como la bandera que nos distingue en el extranjero, el puente que nos une a nuestras raíces, la palabra clave que nos llena de alegría cuando vemos a otro gritando ¿Ideay? En un bus cualquiera de una ruta extranjera cuando este no se detiene.


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