Escrito por Judith Raquel Reyes Esquivel
¡¡Hablando de mi tierra de hoy!!
Han transcurrido cuatro años de no verte, mi bella tierra, y cuántos regalos me tenés: Familia, amigos, rostros nuevos, y grandes sorpresas.
Y me pregunto: ¿Qué es el tiempo? Quizás una nueva oportunidad, porque me brindas la dicha de ver a mi Dios en la cara del Nica. Ese Nica que sufre y que goza; sufre, a veces, por nuestro amor privado y excluyente, que renuncia a la justicia universal y nos encierra en nuestro mundo pequeño.
Y ¿quién es mi tierra?, me pregunto: Mi tierra, es mi gente, de aquí y de allá, es el universo que hoy se concreta en Nicaragua; ayer en Venezuela, España o Roma; solo que mi tierra tiene hoy un nombre como pretexto, pero en definitiva, es gente, personas multicolores. Es por ahora, “pequeña, aunque uno grande la sueñe” (Rubén Darío).
He vislumbrado a un Nica que sufre porque no tiene tamal ni queso para llevar a la boca, he visto con asombro hombres laboriosos, gastando su cuerpo y su energía transportando en muchos pueblos y ciudades, a rellenas y corpulentas señoras, por tan solo dos pesos, en sus bicicletas construidas con hierro.
He visto en la mirada profunda de un niño, la hambruna que te deshace y no sabes qué hacer.... Te he visto mi gente querida, en el chavalo chorreado que vende agua helada y bolsita; en la niña que ya casi es mujer, con su yagual y su panita llenita de tortillas, que ofrecerá de casa en casa a tres por el peso, para poder llevar comida a la chorrera de cipotes que año tras año ha ido pariendo la madre de ellos.
Te he visto mi gente, en la mirada espejo del alma, tu sed, sed de Dios, que grita: ¡¡¡Por favor!!! Deme una ración, pero que sea cercano, si no, muchas gracias.
Pienso mi tierra, que la vida es una escuela, un aprendizaje, donde el dolor te hace fuerte y donde la vida es abundancia, donde cada acontecimiento es una oportunidad, donde multicolores vidas tropiezan contigo, no como una casualidad, sino como una ocasión para brindar amor.
Al respecto recuerdo lo que una verdadera amiga del alma, me enseñó, no hace mucho, es una lección que difícilmente olvidaré. Ella, tiene un cactus como planta de adorno entre sus cosas, me llamó la atención y le pregunté, por qué si podía hacer daño, la tenía tan cerca y expuesta a todo el mundo, me contestó sabiamente: “-Mira- esta planta es como las personas, si te acercas bruscamente te llena de espinas, sí, por el contrario, te acercas con cariño, no te hará daño”. ¿Es esto acaso, me pregunté, un guiño de Dios? Y es verdad, esto vale, vale para aquí, para allá y para todas partes. Por eso sueño, sueño mi tierra, con caminos nuevos, donde el Evangelio actual de Jesús se encarne en tu realidad.
Y por eso deseo afinar la mirada para cambiar mi corazón, donde todas las músicas que van sonando en él, transformen, den vida, donde el culto y la práctica religiosa dentro del cristianismo no me deje tranquila, ni me deje conforme; sino que afinen las cuerdas de mis oídos y de todas las células de mi ser, para escuchar las llamadas de Dios, que después de veinte siglos sigue esperando un cristianismo más auténtico, donde la mirada de la realidad sea siempre sin intereses personales, donde la justicia se alimente de la verdad, y donde la sencillez de vida, cree un estilo de vida alternativo y diferente. Donde nosotros ciudadanos del mundo seamos como reza la AVEC, (Asociación Venezolana de Escuelas Católicas) “constructores de sueños y profesionales de la esperanza”.
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