Escrito por Marlon Vargas Amador
En cada oportunidad presentada, el poeta y profesor de generaciones Guillermo Rothschuh Tablada
se empeña en expresar que Chontales es una cantera llena de motivos
artísticos, culturales y tradicionales. El campisto, la ganadería, las
montañas, los ríos, las minas, las haciendas y las leyendas son algunos
de los tantos temas dispersos en esta tierra que bastarían una puñada de
ellos para deleitarnos en la tarea de trazar y describir el frescor y
la transparencia de sus formas, colores e historias. Cuanta razón tiene
el pregonador de la “Chontaleñidad”.
Octavio Robleto en su laberíntica labor de buscar paisajes nos ofrece suficientes motivos para creer que “Dios está en Chontales, en cada pedazo de su naturaleza” como lo expresara Carlos A. Bravo el autor de la célebre frase “Chontales es bello, donde los ríos son de leche y las piedras cuajadas”.
No es un alarde de grandeza, esta tierra es un eterno grito de historia y cultura, de naturaleza y tradición. Aquí se puede embriagar con el grato licor del aire de la mañana que trae bandadas de pájaros cuyos vuelos se alzan desde hermosos parajes y soberbias montañas.
Por los caminos y veredas de Chontales transitan campesinos que desparraman sus sueños perfumados con sacuanjoches y heliotropos. Ellos han aprendido a pulir su experiencia, su observación y su minuciosa reflexión para arraigarse y amar a la tierra.
Surcados
por inquietos ríos, nuestros verdes campos son el escenario idóneo para
deleitarnos observando el arte y arrojo de los campistos descendientes
de Catarrán que cabalgan sobre caballitos chontaleños mientras persiguen
al “cumbo negro”
para llevarlo a la barrera donde muchos montadores y sorteadores lo
esperan para batirse en un desafío temerario convertido en tradición.
Estos seres legendarios de piel curtida como la corteza del caoba fueron
inmortalizados en los versos del poeta Pablo Antonio Cuadra quien amó este rinconcito de Nicaragua con toda su poesía.
Por todo Chontales el viento lleva melodías. El sol alumbra con tanta fuerza que pareciera quemar lo que toca. Durante las oscuras noches se puede soñar contemplando las estrellas mientras los pocoyos dispersan sus cantos agoreros por todos lados. Solo en esta tierra la luna tiene la magia de enamorar y embrujar.
En Chontales las haciendas parieron personajes e historias llenas de picardía y sobradas muestras de bravura. Por generaciones se han contado anécdotas de vacas y lagartos de oro, mujeres que deambulan convertidas en coyotes y hacendados que ofrecían sus almas a cambio de abundantes riquezas. Con la llegada de los tibios atardeceres los ancianos relatan estas leyendas poniendo gran empeño en no dejar dudas de su veracidad.
Durante
siglos, el chontaleño ha tallado una idiosincrasia inmersa en cada
paisaje y sujeta como “mazate” al lomo de briosos caballos y enfurecidos
toros. Probablemente a esto se refería Fidel Coloma en el prólogo de Poemas Chontaleños (1998) cuando afirmó que en Chontales “la naturaleza y lo humano se consustancia y se abrazan” y subraya una pintoresca realidad donde “hombre, animales y tierra conforman una totalidad, son aspectos de una sola corriente turbulenta de la vida”. Pero
nuestra identidad también lleva un poco de la historia, astucia,
valentía y quebrantos de los lovigüiscas y amerriques, antiguas
poblaciones del aguerrido pueblo chontales. Figúrese que quizás esta
peculiar mezcla de circunstancias es la que hace que todo chontaleño se
ufane y enorgullezca de sentirse humilde como se empeña en definirse el
lingüista Róger Matuz Lazo.
Muchos han escrito sobre Chontales. Además de los citados anteriormente se suman otros destacados autores como Carlos Cuadra Pasos, Thomas Belt (El naturalista en Nicaragua, 1874) y Juliu Froebel (Siete años de viaje, 1850). En sus obras han grabado una parte del contraste de paisajes y vivencias de esta tierra de “allá adentro” cuya “bandera nueva hasta ahora están tejiendo los poetas”,
porque entre la alegre alborada de cada amanecer y la triste muerte de
cada día manifestada en taciturnas noches siempre habrá motivos para
contar con orgullo de nuestro terruño y su laborioso e indómito pueblo.
Juigalpa, Chontales. Septiembre 2012.
Fotografias de Marlon Vargas Amador
Publicado con permiso de su autor el 11 de septiembre de 2012.