jueves, septiembre 01, 2005

De porqué comemos Indio Viejo

Los primeros habitantes de las islas del lago Cocibolca, habían llegado del Anahuac en busca de la tierra prometida. Habiéndola encontrado se habían instalado en ella y la llamaron Ometepetl que quería decir Dos Cerros.

También poblaron la otra isla cercana pero más pequeña. La llamaron Chomitl-Terramitl conocida después como Isla del Zapatero o Zapatera. Esta isla la habían convertido en un santuario, dedicado a los teotes.

Un día, muchos años después que la vida rutinaria de paz y tranquilidad había sido alterada por la llegada de muchas personas extrañas a ellos, toda la comunidad estaba reunida. Celebraban las fiestas con mitotes e iban a comenzar a comer. Habían preparado un marol que consistía en una comida hecha a base de carne cocida y después desmenuzada y sofrita con cebolla y chiltoma (chile verde). El sabor del marol se lo daba la masa de maíz —coloreada con achiote— condimentada con yerbabuena y naranja agria que le daban el gusto especial.

Uno de los presentes se acercó a uno de los ancianos que tranquilamente fumaba su tabaco y con expresión preocupada le dijo : -Se acercan unos extranjeros. Con la palabra extranjero se referían a aquellas personas —con pelos en la barga y cabello ensortijado- extrañas a su cultura y a su raza. Todos dirigieron la vista hacia el camino y efectivamente montados en sendos caballos se acercaban dos españoles. Las reglas de la hospitalidad que practicaban y nunca transgredían eran ofrecer alojamiento y dar de comer al viajero. Pero ellos no querían compartir la comida con personas que ese momento no eran de su agrado. Siendo gente de paz, no querían la guerra pues sus ancestros habían abandonado el Anahuac a causa de ella. Pero no podían ser amables con los responsables de que algunos de sus hombres fueran despedazados por los perros, otros fueran tomados como esclavos y llevados en barcos a países lejanos de donde nunca más regresaban.

-¡Ya llegan!- dijo de nuevo. –¿Qué hacemos?

El anciano muy pensativo no respondió. En ese momento se acercaban los dos montados y bajándose de sus caballos se acercaron a los comensales.

-¿Qué comen?, preguntó uno de ellos, sonriendo muy contento.

El anciano se levantó de su lugar y caminando lentamente se acercó y les dijo. -Indio viejo. Vamos a servirles.

-¿Indio viejo? ¿Qué es eso?

El anciano sin inmutarse respondió : -Anoche el más viejo del consejo de nuestra comunidad murió, después de una larga…

Los dos extanjeros asombrados se miraron mutuamente y uno de ellos interrumpió al anciano.
-No. gracias. No tenemos hambre. Vamos de paso.

Se dirigieron a sus caballos, se montaron y se alejaron del lugar. El anciano siempre sereno y sin ninguna emoción reflejada en su rostro, permaneció de pie fumando y viéndolos alejarse hasta que los perdió de vista. Desde entonces ya no comemos marol sino Indio viejo.


Maritza Corriols
"La Leyenda del Indio Viejo"
La Prensa Literaria, 10 de agosto, 2002
Foto tomada de www.vianica.com

4 comentarios:

Misionero dijo...

Es una bella historia que nos da una preciosa muestra del ingenio del indio. Muchas gracias por tus recopilaciones. Saludos mi querida Martha Isabel.

Anónimo dijo...

Muchas gracias amigo, me agrada que hayas disfrutado el relato. Un gran abrazo.

Bea dijo...

Muy bueno, muy ocurrente e ingeniosa salida. Saludos

Anónimo dijo...

Saludos Luzbeita, un saludo para ti también. : )