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Una mañana campestre en Nicaragua

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 E scrito por Kem Vargas Noviembre se ha establecido temporalmente en el calendario mientras diciembre ya se vislumbra en su inevitable llegada. Los fríos vientos de la temporada hacen que los arboles se balanceen incesantemente. Muchos de ellos se desvisten haciendo caer sus hojas. Pero el madroño prefiere vestirse de blanco para saludar la llegada del verano. En las mañanas nicaragüenses, los campos son arropados por una fría neblina. La salida del sol se vuelve tardía y sus rayos llenan de colores mágicos todo lo que van tocando. El fogón ha sido encendido desde tempranas horas en cada rancho o vivienda campesina. Sobre candentes brasas se prepara un aromático café o un espeso “tibio” de pinol blanco que seguramente ayudarán a mitigar un poco el frio matutino. Las tortillas son preparadas con esmero y servidas con un buen trozo de cuajada que ha sido previamente semiahumada en un tapesco que cuelga en el techo de la cocina, propiamente sobre la blanquecina hornilla. En

Volver a respirar los mismos aires

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En un lugar donde la luna de plata me invita con pasión escarlata… en un lugar donde el sol al nacer me abre sus brazos de amor... …  el amor es evidente. Donde las nubes forman cirros que hablan de un niño que se acaba de ir muchacho que crece y alegre aparece como el pipe Güegüense queriéndose divertir… Esa es mi tierra, la bendita Nicaragüita que invade y toca mi alma en una tierna y alegre canción… Tierra mía remolino de vida mi Nicaragua querida mi linda niña, mi bella señorita, pronto tendré la dicha que tanto esperé de volver a respirar tus aires para quedarme por siempre a besar tus pies... Donde una jícara de tiste y una tortilla con queso me esperan para hacerme sonreír en ese lugar impregnado de versos y luz cautivante Escrito por  Esther Mendoza Urbina Foto: Cristina Trejo

Remembranzas de Chontales

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Escrito por Marlon Vargas Amador En cada oportunidad presentada, el poeta y profesor de generaciones Guillermo Rothschuh Tablada se empeña en expresar que Chontales es una cantera llena de motivos artísticos, culturales y tradicionales. El campisto, la ganadería, las montañas, los ríos, las minas, las haciendas y las leyendas son algunos de los tantos temas dispersos en esta tierra que bastarían una puñada de ellos para deleitarnos en la tarea de trazar y describir el frescor y la transparencia de sus formas, colores e historias. Cuanta razón tiene el pregonador de la “Chontaleñidad”. Octavio Robleto en su laberíntica labor de buscar paisajes nos ofrece suficientes motivos para creer que “ Dios está en Chontales, en cada pedazo de su naturaleza” como lo expresara Carlos A. Bravo el autor de la célebre frase “ Chontales es bello, donde los ríos son de leche y las piedras cuajadas ”.  No es un alarde de grandeza, esta tierra es un eterno grito de historia y cultura,

De manos de una inmigrante

Escrito por Martha Isabel Arana      Me lo decís a mí que ya no me cuentan cuentos.  Llevo 25 años y más de la mitad de mi vida viviendo en esta tierra ajena, tan diferente de la mía.   Si acabás de venir de Nicaragua, pudiera contarte  algunas mentiras que a veces fluyen solas con la excusa de alimentar piadosamente la esperanza del recién llegado.  Pudiera decirte, por ejemplo, que con el tiempo ya no vas a sentir la nostalgia que ahora te invade. Pero allá vos si querés creerlo. Tampoco me atrevo a decirte que dentro de 20 años y un día, después de trabajo arduo y honrado, probablemente vas a estar igual que como viniste.  Ojalá que estés mejor económicamente, pero nadie te garantiza eso.  A lo mejor vas a estar en peores condiciones, todavía ilusionado con aquel famoso sueño americano de los cielos azules y las estrellas blancas.  Sí, acordate, aquel que nos hicieron creer y para muchos no fue sino un oasis en el desierto árido de la vida de inmigrante.  Mucho menos quiero insinu

El Breviario de Jeshúa

El Breviario de Jeshúa (Extractos de la novela: “El Breviario de Jeshúa”, escrita por Juan Espinoza Cuadra) Capítulo I (Lucrecia, no Lucero) Eran las 8:00 de la noche, y caminaba apresuradamente hacia mi casa. Distaba de mi destino por aproximadamente 6 cuadras. Caía una pertinaz llovizna. Debutaba el invierno lluvioso de Centroamérica. Mis zapatillas tennis chapoteaban los numerosos charcos dejados por la lluvia. Ésta había iniciado a las 5:00 de la tarde. Para esa hora aún me encontraba en el bar con un viejo amigo. -Otra y nos vamos-, -La lluvia debe menguar pronto-. Decidí ver la caratula de mi reloj pulsera y me percate lo tarde que era. Lucero tenía el pelo largo como una cascada de lava. Su delgadez semejaba un túnel de nubes. Sus ojos particularmente negros no dejaban espacio para que la noche se escapara de sí misma. Hacía dos meses que estaba de regreso en el país. A ella no regrese jamás. Pero esa noche de lluvia topé de frente con su im

Nos cayó agüita en mayo

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"Si no volviera a escuchar el canto de mi pueblo ni el acento alegre hecho canción qué el son de tus guitarras vigile mi destino guardando el sueño eterno arrullador... "      Este pasado domingo los nicas del sur de California tuvimos un encuentro personal con la flor más linda de nuestro querer.   Se compartió con amigos y compatriotas, música, danza y comida.  Sobre todo, se recordó a Nicaragua, se soñó con ella, casi la pudimos tocar.      El Señor Don Carlos Mejía Godoy nos cayó como agüita de mayo en esta sequía de encuentros con la patria.  Nos hizo sentir nuevamente parte de aquella tierra que dejamos atrás hace muchos años.  Nos cantó los famosos estribillos de antaño que traen consigo recuerdos de niñez y nos hizo reír con su picardía y canciones más recientes, con burritos trabajadores pero sensuales, con mapas tatuados y Clodomiros modernos.  Con nuestras voces de acentos ya variados, demostramos que aunque pasen los años, Nicaragua sigue sien

Las noches del 79 y el platillo volador

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E scrito por Martha Isabel Arana Fullerton, California   20 de abril del 2012 T odo había pasado por nuestro repertorio de niños con futuro incierto que se entretenían a jugar para no sentir.  Benottos y Shoppers, hula hoops, los huevos en las esquinas, sal y pimienta, stop , 123 queso.  Tardes de rayuela y Harold Lloyd colgado en su mundo blanco y negro de un reloj.  Un Monopolio viejo secuestrado del armario de alguien, patines de hierro con frenos azules, el cero escondido, el pegue corrido y también el congelado.  Ya habíamos asaltado el parque, jugado jacks, hecho varias excursiones de inspección a las futuras etapas del reparto y visitado la casa de los fantasmas, la que tenía un arbolito enfrente, que era la primera de la cuadra.  Habíamos cazado mariposas y contado cien de los mejores chistes en las aceras cálidas del barrio.  Nos habíamos aprendido de memoria el LP de Grease , en una jerga que cantábamos al unísono igualita según nosotros al inglés. Habí