De manos de una inmigrante
Escrito por Martha Isabel Arana Me lo decís a mí que ya no me cuentan cuentos. Llevo 25 años y más de la mitad de mi vida viviendo en esta tierra ajena, tan diferente de la mía. Si acabás de venir de Nicaragua, pudiera contarte algunas mentiras que a veces fluyen solas con la excusa de alimentar piadosamente la esperanza del recién llegado. Pudiera decirte, por ejemplo, que con el tiempo ya no vas a sentir la nostalgia que ahora te invade. Pero allá vos si querés creerlo. Tampoco me atrevo a decirte que dentro de 20 años y un día, después de trabajo arduo y honrado, probablemente vas a estar igual que como viniste. Ojalá que estés mejor económicamente, pero nadie te garantiza eso. A lo mejor vas a estar en peores condiciones, todavía ilusionado con aquel famoso sueño americano de los cielos azules y las estrellas blancas. Sí, acordate, aquel que nos hicieron creer y para muchos no fue sino un oasis en el desierto árido de la vida de inmigrante. Mucho menos quiero insinu